—Dejé de escucharlo hace muchos años —respondió ella con un gesto de impotencia—, pero ha desaparecido un pequeño yate que atracamos en una cala, a un kilómetro y medio de aquí, de modo que supongo que se habrá marchado en él. También creo que mencionó algo sobre muelles comerciales al sur de la ciudad. —Miró alrededor—. ¿Aún no han traído el otro barril de cerveza? —preguntó con voz soñolienta.
—Lo traerán dentro de un minuto o dos, cariño —le aseguró Beldin con suavidad.
—Oh, bien.
—¿Necesitas algo más? —le preguntó Seda a Belgarath en voz baja.
—No lo creo —respondió el anciano y se volvió hacia su hija—. Haz que vuelva a dormirse, Polgara.
—No hay necesidad, padre —respondió ella mientras miraba con tristeza la figura lujuriosa de la noble dama, que había vuelto a abrazarse a Beldin y roncaba con la cabeza apoyada en el pecho del hechicero.
El jorobado se liberó de sus brazos con suavidad y la apoyó con cuidado sobre el sofá. Luego le acomodó el vestido, cogió una manta de otro sofá y la cubrió con ella.
—Que duermas bien, mi señora —murmuró mientras le acariciaba la cara con tristeza. Luego se volvió y dirigió una mirada fulminante a Belgarath—. ¿Y bien? —dijo, dispuesto a pelear.
—Yo no he dicho nada —protestó Belgarath.
Ce'Nedra se incorporó en silencio, se acercó al horrible hombrecillo, lo abrazó y le dio un beso en la mejilla.
—¿A qué viene eso? —preguntó él con desconfianza.
—Yo tampoco he dicho nada —respondió ella mientras le quitaba varios trozos de paja de la barba.
Cuando salieron de la casa, Garion se dirigió directamente hacia donde aguardaba Chretienne y montó sin dilaciones.
—¿Qué piensas hacer? —le preguntó Seda.
—Seguir el rastro de Zandramas.
—¿Por qué? Seguro que nos conducirá a la cala que ha mencionado la duquesa y luego se perderá una vez más en el agua. —Garion lo miró con expresión de impotencia—. Creo que lo mejor que podemos hacer es volver a Melcena lo antes posible —añadió el hombrecillo—. Allí tengo un montón de gente trabajando para mí. Llenaré los muelles comerciales de hombres, como ya hicimos en Jarot, y no será difícil encontrar la pista de Naradas.
—¿Por qué no puedo coger el Orbe e ir a los muelles en persona? —protestó Garion.
—Porque lo único que descubrirías es desde qué muelle han zarpado y necesitamos saber algo más. —Seda miró a su amigo con actitud comprensiva—. Sé que estás impaciente, Garion, todos lo estamos, pero si hacemos las cosas a mi manera ganaremos tiempo. Mis hombres pueden averiguar cuándo zarpó Zandramas y adonde se dirigía. Eso es lo que necesitamos saber.
—Muy bien —dijo Belgarath—, ahora salgamos de aquí.
Montaron con rapidez y se dirigieron al camino, una vez allí cabalgaron hacia Melcena a todo galope.
Cuando llegaron a la puerta norte era casi mediodía y poco después desmontaron frente a la casa de Seda. Entraron y se dirigieron a la sala de la planta superior.
—¿Puedes decirle a Vetter que venga? —pidió Seda a un sirviente mientras los demás entraban en la sala.
—Enseguida, Alteza.
—Será mejor que volvamos a preparar nuestro equipaje —sugirió Seda y se quitó su chaqueta de comerciante—. En cuanto descubramos dónde ha ido Zandramas, tendremos que marcharnos.
—Pobre Zith —murmuró Sadi con una sonrisa triste—. Ya está cansada de viajar.
—No es la única —dijo Velvet apesadumbrada—. Cuando todo esto termine, no quiero volver a ver otro caballo en mi vida.
Se oyó un golpe respetuoso en la puerta y Vetter entró en la sala.
—¿Querías verme, Alteza? —preguntó.
—Sí, Vetter, entra, por favor —respondió Seda mientras se paseaba de un extremo a otro de la habitación, abstraído en sus pensamientos—. Hemos estado buscando a ciertas personas —anunció.
—Lo suponía, Alteza.
—Bien. Sabemos que estas personas pasaron por Melcena y que se marcharon hace tres días, pero necesitamos saber adonde fueron.
—Muy bien, Alteza. ¿Puedes darme su descripción?
—A eso iba. Se trata de dos hombres, una mujer y un niño pequeño. Uno de los hombres es el archiduque Otrath, ¿lo conoces?
Vetter asintió con un gesto.
—Podré ofrecer una descripción detallada de él a mis hombres.
—Muy bien, Vetter. El otro hombre se llama Naradas.
—He oído su nombre, Alteza, pero no creo haberlo visto nunca.
—Si lo hubieras hecho, no lo habrías olvidado. Sus ojos son totalmente blancos.
—¿Es ciego?
—No, pero sus ojos no tienen color.
—Eso debería simplificar las cosas.
—Supongo que sí. La mujer toma precauciones para que no le vean la cara, pero estará con Naradas y el archiduque. Según nuestros informes, podrían haber zarpado de uno de los muelles comerciales del sur de la ciudad. Concentra la búsqueda allí. Envía a todos los hombres disponibles y ordénales que hablen con cada persona que se crucen en los muelles. Necesitamos información y la necesitamos pronto. Si es preciso, ofrece dinero a cambio. Quiero saber cuándo zarparon, en qué barco y adonde se dirigieron. Si por casualidad el barco hubiera regresado al puerto, tráeme a un marinero..., o, mejor aún, al capitán. La rapidez es fundamental, Vetter.
—Me ocuparé de todo de inmediato, Alteza. Tendré varios centenares de hombres en los muelles antes de una hora y te mantendré informado sobre los progresos de la búsqueda. ¿Alguna cosa más?
—Sí —dijo Seda con una mueca de preocupación en la cara—. Vinimos a Melcena en uno de nuestros barcos, que todavía debe de estar en el puerto. Manda a decir al capitán que se prepare para zarpar otra vez. Nos marcharemos en cuanto obtengamos la información que necesitamos.
—Lo haré —dijo Vetter y se marchó en silencio tras hacer otra reverencia.
—Parece un buen hombre —observó Beldin.
—Uno de los mejores —asintió Seda—. Es muy competente en su trabajo y nunca se deja llevar por sus emociones. —El hombrecillo sonrió—. He oído que Brador ha intentado recuperarlo, pero yo tengo más dinero que él.
Beldin gruñó y miró a Belgarath.
—Aún tenemos que solucionar algunos enigmas —dijo—. ¿Por qué se ha aliado Zandramas con el archiduque? Este viaje adicional no tenía ningún sentido.
—Claro que lo tenía.
—Estoy seguro de que querrás explicarme cuál... tal vez dentro de una semana o dos.
Belgarath rebuscó entre sus ropas, sacó un arrugado trozo de papel y lo miró.
—Aquí está —gruñó mientras alzaba el papel—. «Mirad» —leyó—. «En los días siguientes a la ascensión del Dios de las Tinieblas a los cielos, el rey del este y el rey del sur pelearán entre sí, y ésa será la señal de que el día del encuentro se acerca. Apresuraos a acudir al Lugar que ya no Existe cuando las batallas se libren en las llanuras del sur. Llevad con vosotros el sacrificio elegido y un rey de Angarak, para que sea testigo de aquello que ocurrirá. Pues entonces, cualquiera de vosotros que acuda ante Cthrag Sardius con el sacrificio y un rey angarak será elevado por encima de los demás y dominará al mundo. Y sabed que en el momento del sacrificio el Dios de las Tinieblas renacerá y en ese mismo instante triunfará sobre el Niño de la Luz.»
—¡Qué fascinante montón de disparates! —dijo Beldin—. ¿Dónde lo encontraste?
—En Cthol Murgos —dijo Belgarath encogiéndose de hombros—. Forma parte de la profecía grolim de Rak Cthol. Ya te había hablado de ella antes.
—No —negó Beldin—, no lo hiciste.
—Debo de haberlo hecho.
—Lo siento, Belgarath —dijo el hombrecillo con los dientes apretados—, pero no lo hiciste.
—¡Qué raro! —exclamó Belgarath con una mueca de preocupación—. Debe de habérseme borrado de la mente.
—Sabíamos que tarde o temprano sucedería, Pol —comentó Beldin—. El viejo por fin ha sufrido un ataque de senilidad.
—Sé bueno, tío —murmuró ella.
—¿Estás seguro de que no te lo dije? —preguntó Belgarath con voz lastimera.
—Nadie puede estar seguro de nada —respondió Beldin inconscientemente.
—Me alegra oírte decir eso —dijo Belgarath con sarcasmo.
—Para ya.
—¿A qué te refieres?
—No intentes usar mis propios prejuicios contra mí. Ahora bien, ¿adonde nos conduce esa ridícula profecía grolim?
—Los grolims obedecen las órdenes aunque éstas sean irracionales.
—Y llegado el momento, nosotros también.
—Tal vez, pero al menos nosotros cuestionamos las órdenes alguna vez y los grolims no. Siguen las instrucciones con fe ciega. Cuando estábamos en Rak Urga, vimos al jerarca Agachak intimidar al rey Urgit por esta razón. Agachak sabe que debe ir acompañado de un rey angarak si quiere tener la oportunidad de triunfar en el enfrentamiento final y llevará a Urgit aunque tenga que arrastrarlo por los pelos. Hasta ahora, Zandramas no se había preocupado por este requisito.
—Entonces debe de haber planeado matar a Zakath —dijo Durnik—, y poner al archiduque en su lugar.
—Ni siquiera necesitará hacer eso, Durnik. En la sociedad angarak, lo único que se requiere para ser llamado rey es tener sangre real en las venas, una ceremonia de coronación y el reconocimiento de un grolim distinguido. En los viejos tiempos, todos los jefes de los clanes eran reyes. Entonces no tenía tanta importancia, pues el poder estaba en manos de Torak, pero todos tenían tronos y coronas. Bueno, como te decía, Zandramas es un reconocido sacerdote grolim, o tal vez sea más apropiado decir sacerdotisa, y Otrath tiene sangre real. Una coronación, aunque no sea legítima, lo convertirá en rey de Angarak y eso bastará para contentar a la profecía.
—Todo esto me parece bastante discutible —observó Durnik.
—La idea procede de un hombre cuyo pueblo eligió a un granjero que cultivaba nabos como primer rey —dijo Beldin.
—En realidad Fundor el Magnífico no fue un mal rey —afirmó Belgarath—, al menos una vez que adquirió experiencia. Los granjeros suelen ser buenos reyes, pues saben distinguir lo importante de lo que no lo es. De todos modos, Otrath satisfará a la profecía convirtiéndose en rey y eso significa que Zandramas ya tiene todo lo que necesita: a Geran y a un dios angarak.
—¿Nosotros también necesitamos uno? —preguntó Durnik—. Me refiero a un rey angarak.
—No, nosotros necesitamos un rey alorn, y ya tenemos a Garion.
—La otra vez no fue tan complicado, ¿verdad?
—Sí lo fue. Garion ya era rey de Riva además de Niño de la Luz. Torak era rey y dios, además de Niño de las Tinieblas.
—¿Y quién fue sacrificado?
—Tú, Durnik —respondió Belgarath con una sonrisa afectuosa—. ¿Ya no lo recuerdas?
—Oh —dijo Durnik algo avergonzado—, a veces lo olvido.
—No me sorprende —gruñó Beldin—. Es lógico que la memoria se vuelva un tanto vaga después de la muerte.
—Ya es suficiente, tío —dijo Polgara furiosa mientras cubría los hombros de Durnik con actitud protectora.
Entonces Garion se percató de que nunca habían hablado con Durnik del terrible intervalo transcurrido entre el momento en que Zedar lo mató y aquel en que el Orbe y los dioses lo resucitaron. Sin embargo, tenía la impresión de que Polgara no aprobaría una conversación al respecto.
—Entonces Zandramas ya ha cumplido con todos los requisitos, ¿verdad? —preguntó Ce'Nedra con tristeza—. Tiene a un rey angarak y a mi hijo. ¡Ojalá pudiera verlo un instante antes de morir!
—¿Morir? —preguntó Garion con incredulidad—. ¿De qué hablas?
—Uno de nosotros morirá —dijo ella con sencillez—, y estoy segura de que seré yo. No hay ninguna otra razón para que os acompañe, ¿verdad? Todos tenemos que cumplir una misión y yo creo que la mía es morir.
—¡Tonterías!
—¿De veras? —suspiró ella.
—Lo cierto es que Zandramas aún tiene otras cosas que hacer —explicó Belgarath—. Enfrentarse a Urvon, por ejemplo.
—Y a Agachak, según creo —añadió Sadi—. Si no recuerdo mal, él también pretendía desempeñar un papel en este asunto.
—Agachak está en Cthol Murgos —objetó Seda.
—También nosotros... hasta hace pocos meses —señaló el eunuco—. Lo único que se necesita para ir de Cthol Murgos a Mallorea es un barco y buen tiempo.
—Zandramas aún debe hacer algo más —dijo Velvet tras acercarse a la menuda y triste reina y rodearle los hombros con un brazo.
—¿Ah, sí? —preguntó Ce'Nedra sin demasiado interés—. ¿De qué se trata?
—La profecía le dijo a Garion que ella todavía no sabe dónde está el Lugar que ya no Existe; por lo tanto, no puede ir allí hasta que no lo descubra, ¿verdad?
—Es cierto —admitió Ce'Nedra y su expresión se alegró un poco—. Algo es algo —murmuró mientras apoyaba la cabeza en el hombro de Velvet.
—Sin embargo, Zandramas no es la única que tiene cosas que hacer —dijo Belgarath—. Todavía debo encontrar una copia completa de Los Oráculos de Ashaba. —Se volvió hacia Seda—. ¿Cuánto tiempo crees que demorarán tus hombres en obtener la información que necesitamos?
—No puedo asegurarlo —admitió el hombrecillo con los brazos abiertos—. Depende de la suerte que tengan, pero supongo que, como máximo, tardarán un día.
—¿Qué velocidad alcanza tu barco? —le preguntó Garion—. ¿Puede ir más deprisa que en el viaje hacia aquí?
—No mucho más —respondió Seda—. Los melcenes son mejores armadores que los angaraks, pero ese barco fue construido para llevar carga, no para ganar carreras. Si el viento es demasiado fuerte, el capitán tendrá que apocar las velas.
—Daría cualquier cosa por disponer de un barco de guerra cherek en estos momentos —dijo Garion—. Un barco rápido podría compensar la pérdida de tiempo. —Miró al suelo, con aire pensativo—. Tal vez no fuera tan difícil —le sugirió a Belgarath—, si tú y yo uniéramos nuestros poderes... —hizo un gesto vago con la mano.
—Eh..., Garion —interrumpió Durnik—, aunque tuvieras un barco cherek, ¿quién lo llevaría? No creo que los marineros de esta zona supieran cómo hacerlo.
—Oh —dijo Garion con tristeza—, no había pensado en eso. Supongo que tienes razón.
Se oyó un suave golpe en la puerta y de inmediato entró Vetter cargado con una pila de pergaminos.
—Ya he mandado a los hombres a los muelles del sur, Alteza —informó—, y, como sugeriste que el asunto era muy urgente, me tomé la libertad de apostar mensajeros con caballos rápidos en los pueblos importantes de la costa. Si hay alguna novedad, nos enteraremos en cinco minutos. —Miró a Ce'Nedra—. Espero que eso ayude a aliviar el nerviosismo de Su Majestad —añadió.