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Authors: Andrea Cremer

Tags: #Fantástico, Infantil y juvenil, Romántico

La pesadilla del lobo (16 page)

BOOK: La pesadilla del lobo
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—Pero los Guardas tienen hijos —protestó—. En nuestro instituto había hijos de Guardas. Y Logan heredó tu manada.

Silas soltó una risita.

—Los Guardas son increíblemente vanidosos, y muy celosos de sus poderes. Si hubiera demasiados Guardas lucharían entre ellos, y no quieren correr ese riesgo. Sólo los más poderosos pueden tener hijos, con el fin de prolongar su legado en este mundo. Algunos residen en Vail, como has visto. Los demás están desparramados por el planeta, concentrados en torno a los sitios de poder. Y nosotros hemos instalado puestos de avanzada de Buscadores para rastrear sus actividades en esos lugares. Pero aunque nos superan en número, no superan al de la población humana. Así que los Guardas han empezado a usar humanos como peones en su propia partida: la política, los mercados globales, todo eso.

—Pero ¿cómo lograron sacar ventaja? —La avalancha de nueva información me mareaba. Mentira, todo había sido mentira.

—Sí —dijo Shay—. Comprendo que ahora usen sus poderes para ser casi inmortales, pero ¿acaso al principio no os igualaban en número?

—Más o menos. —Silas parecía disgustado, porque su discurso no nos había acallado y su erudición tampoco nos había deslumbrado.

—Ésta sería la parte en que nos sacaron ventaja. —Connor se reclinó en la silla con los hombros encorvados.

—No entiendo —dijo Shay.

—Tal vez sería mejor empezar por quién es Shay y dejar que la historia se desarrolle —dijo Monroe.

—Pero… —empezó a decir Silas.

—No lo compliques —dijo Monroe—. Empieza por el linaje de Shay.

—Vale —suspiró Silas—. El vástago es el descendiente de Eira, la primera Guarda, y el hijo del traidor. Fue así como los Buscadores lo identificaron. Por eso y por la marca.

—¿El traidor? —Shay parecía aun más confundido. La conversación me desconcertaba por completo. Ninguno de los Buscadores parecía sorprendido; por lo visto para ellos no era una novedad.

—Sí, sí. —Silas tamborileó los dedos en la mesa—. El presagio del Vástago era que un Guarda, un poderoso descendiente de la mismísima Eira, abandonaría a los suyos, se volvería en contra de ellos y su heredero causaría la perdición. El hijo de ese Guarda es el Vástago.

Cuando Shay siguió mirándolo con el ceño fruncido, Silas hojeó el cuaderno y le mostró una página.

—Lo pone aquí.

—Está en latín —dijo Shay.

—¿No sabes leer latín? —preguntó Silas en tono incrédulo.

—No sin un diccionario —le espetó Shay.

—La mayoría de nosotros no sabe leer latín con la misma fluidez que tú —lo regañó Monroe.

—Sigamos adelante, por favor. —Connor se cubría el rostro con las manos.

—Un momento —dije—. Os digo que incluso si los Guardas son seres humanos rociados de magia o algo así, Shay no lo estaba. No olía como ellos. Conozco a los Guardas, pero nunca identifiqué a Shay como uno de ellos.

—Sí —repuso Monroe—. Lo sé. Pero eso se debe a que la madre de Shay era humana.

—Su padre traicionó a los Guardas por amor —manifestó Adne.

—¿Por qué? —Shay todavía parecía azorado—. ¿Por qué abandonó a los Guardas?

—Venga, Adne, eso es un lugar común —dijo Silas.

Adne le lanzó una mirada furibunda y él se la devolvió.

—Es un lugar común porque el amor es importante, Silas —dijo Tess en tono brusco. Tenía los ojos llorosos—. Es una de las pocas cosas que hacen que la gente corra riesgos.

Mi mirada se cruzó con la de Shay y el rubor me cubrió las mejillas.

—De acuerdo. —Silas parecía aburrido—. Bien. Se marchó porque los Guardas, que aman el poder, han prohibido las uniones permanentes entre los suyos y los humanos. Tristan se fugó con Sarah y trató de ocultarse junto con ella. Y ya sabéis lo que pasa después: aparece un bebé —dijo, señalando a Shay.

—¿Cómo lo encontrasteis? —pregunté—. Si estaba escondido, ¿cómo averiguaron los Buscadores que el traidor de la profecía existía?

—No tuvimos que encontrarlo —dijo Monroe—. Él nos buscó a nosotros.

—¿De veras? —preguntó Shay.

—Sí —contestó Monroe—. Quería protección para su mujer y su hijo. Sabía quién era, sabía que podíamos protegerlo. Por desgracia no fue suficiente.

—¿Los Guardas lo encontraron? —pregunté.

Monroe asintió.

En las islas de Aran. Creímos haberlos aislados, mantuvimos el sitio en el más absoluto secreto, pero fracasamos. Cogieron a la familia, mataron a Tristan y a Sarah, y Bosque Mar se convirtió en el guardián de Shay. Hasta hoy.

Shay tenía la mirada perdida y las manos temblorosas.

—No comprendo por qué no es un Guarda —dije—. ¿Acaso no importa quién era su padre?

—Importa para la profecía —respondió Silas—. Pero en cuanto a su esencia, a su ser, lo que importa es la madre. Siempre es la madre lo que importa.

—¿Eh? —Fruncí el ceño.

Tess sonrió.

—Porque el poder de la creación reside en la madre.

—Regodéate cuanto quieras, Tess. Al menos yo conservo mi figura. —Connor se palmeó el vientre plano.

—Dejando a un lado la lucha entre los sexos —prosiguió Silas—. Tess está en lo cierto. Al parecer, la esencia de la madre siempre prevalece, determina la naturaleza del niño. Por eso sólo lo percibías como humano, porque lo era en todos los sentidos. No heredó el uso que su padre hizo de los poderes del averno. El único indicio de su ascendencia mixta es la marca.

—¿Qué queréis decir con eso de que la esencia de la madre siempre es la dominante? —pregunté—. ¿Es que acaso esto ha ocurrido antes?

—No entre los Guardas —contestó Silas—. El único que osó repudiar el tabú de los Guardas con respecto a la reproducción con otro que no fuera de su estirpe fue Tristan. Lo sabemos debido a la era de la Escarificación.

—Pero eso solo fue una guerra —repliqué. ¿Qué relación tenía con los niños?

—Las alianzas se forjan por muchos motivos —dijo Monroe en voz baja, apartó el rostro de los demás y su mirada se volvió distante.

—Durante los años anteriores a la rebelión de los vigilantes —prosiguió—, los lazos entre los Buscadores y los soldados lobo se volvieron muy estrechos… desde muchos puntos de vista. Los archivos informan de que los niños de las parejas que se formaron siempre reflejan la línea materna. Si el padre era un Vigilante, el niño era un Buscador, si el padre era un Buscador, el niño seguía siendo un lobo.

—¿Dices que los Buscadores y los Vigilantes tuvieron hijos?

—Hace mucho tiempo —contestó Monroe; mantenía las mandíbulas apretadas y la mirada distante—. Los Guardas procuraron eliminar a todos esos hijos, cortar los lazos para siempre.

—Pero las Vigilantes hembras no pueden tener hijos, así sin más… —protesté. Las manos me temblaban y me interrumpí. El rubor me cubría el cuello y las mejillas. No había querido decir eso, las palabras se me escaparon. Muchos secretos de mi vida habían sido revelados, pero hubiera querido que éste permaneciera oculto. Mis palabras habían arrancado a Shay de su ensimismamiento.

—¿Qué pasa? —dijo.

Clavé la mirada en la mesa.

«No. No quiero hablar de esto.» Era demasiado privado. Y demasiado horrible.

Monroe carraspeó.

—En parte, los intentos de los Guardas de ejercer un mayor control sobre las manadas de los Vigilantes consistieron en regular las parejas y los partos de sus soldados. Empezaron a hacerlo después de la Escarificación. Utilizan su poder para detener y poner en marcha el ciclo reproductivo de las Vigilantes hembras, de modo que sólo se quedan embarazadas cuando sus amos deciden quién será su compañero y cuándo es el momento indicado.

—Dios mío —murmuró Shay.

Casi no podía respirar. «¿Y ahora qué pensará de mí?»

—No es culpa tuya, cielo. —Tess me rodeó con el brazo. Su aroma era consolador: a flores de manzano y miel. Me apoyé contra ella, agradecida por su bondad permanente—. Son unos auténticos cabrones.

—Pero la Escarificación supuso el inicio de esa costumbre —dijo Silas—. Antes de la rebelión, los Guardas no habían tomado tantas precauciones respecto a esos asuntos.

—Tu madre era humana, Shay —dijo Monroe, lanzándome una breve mirada comprensiva—. Naciste con tu esencia humana y es la que Cala percibió.

—Así que el hecho de que mi padre traicionara a los Guardas indica que soy el Vástago —dijo Shay.

Que cambiáramos de tema supuso un alivio y opté por seguir adelante.

—Y también la marca. Pero él no puede verla —dije, señalando a Shay—. Cuando le hablé del tatuaje en forma de cruz, no tenía ni idea de que lo llevaba en la nuca.

—El símbolo esta hechizado, con el fin de que permanezca oculto —explicó Silas—. No es sólo una marca de nacimiento ni un tatuaje. Es un emblema místico.

—¿Entonces los humanos no pueden verlo? —pregunté.

Silas puso los ojos en blanco y agitó la mano delante de la cara como si espantara a una mosca molesta.

—Es un hechizo más sutil que eso. A los Guardas se les da muy bien la manipulación y la sutileza. Es su arte, en realidad. El tatuaje sólo les sugiere a quienes podrían notar su presencia que ha de ser ignorado. Nosotros empleamos una táctica similar para evitar que la gente dé con la Academia. Los humanos siempre apartarán la vista, pasarán por alto el tatuaje, lo bastante para que nadie se acerque a Shay y le pregunte quién se lo hizo.

Miró a Shay, con los ojos empañados por una serie de respeto irónico.

—Pensarían que no te lavaste el cuello después de un partido de rugby o algo por el estilo. Ya sabes, creerían que es una mancha de barro.

—Pero yo si lo vi —dije.

—Tú no eres humana —replicó Silas— Eres…

—Una abominación —lo interrumpí. Correcto. ¿Cómo pude olvidarlo?

Le mostré los dientes y él empujó su silla hacia atrás.

Shay hizo una mueca y se palpó la nuca.

—Genial. Así que soy el Elegido, pero mi higiene personal deja mucho que desear.

Una sonrisa sorprendentemente iluminó el rostro de Silas.

—Exactamente.

Adne rió y le lanzó una mirada irresistible a Shay.

—Ayúdame, Obi-Wan, eres mi única esperanza, pero… ¿te importaría tomar un baño primero? —dijo, parpadeando—. Te lavaría la espalda cuando quisieras.

El rubor cubrió el rostro pálido de Shay y yo dirigí una mirada de desaprobación a Adne, pero ella contemplaba a Connor, que se limitó a añadir whisky a su café.

La sonrisa de Silas no se desvaneció. Se inclinó hacia atrás en la silla y observó a Shay.

—Pero ahora que tu novia lobo te ha convertido y todo eso, deberías de ser capaz de verlo, porque el hechizo no afectaría a los Vigilantes.

—No soy su novia —dije en tono brusco, pero me encogí cuando Shay se ruborizó aún más. Todos los buscadores me miraban fijamente con expresión sorprendida.

—Pues no lo soy —fue lo único que añadí, y me sentía tan fría y escurridiza como el mármol. No podía mirar a Shay. Eran palabras duras, pero era la verdad. Lo amaba, pero no sabía qué era para Shay. Nuestras vidas cambiaban constantemente, no encontraba un terreno solido en el que apoyar los pies.

Shay apoyó la cabeza en las manos.

—Creí que saber la verdad haría que esto fuera más fácil, pero no es así. No me puedo creer que el único familiar que he conocido sea una especie de criatura del averno.

—No es una criatura cualquiera. Es más poderoso que todos nuestros enemigos anteriores y tú eres la clave para asegurar su reinado —dijo Monroe—. El Precursor no podía confiarle tú protección sólo a sus siervos. Y como puedes comprobar, no cumplieron con su deber. Estoy seguro de que algunos han sufrido consecuencias terribles debido a tu huida.

Al oír la palabra «sufrido» empecé a tiritar y no pude dejar de hacerlo. «¿Qué le está ocurriendo a mi manada?» Shay apoyó su mano en la mía y miró a Monroe.

—Ya ha ocurrido con anterioridad, ¿no? —preguntó—. Hemos leído cosas acerca de la última vez que los Vigilantes trataron de revelarse.

—¿Te refieres a la Escarificación? —preguntó Silas—. Fue un período trascendental de nuestra historia. Nunca habíamos estado tan próximos a la victoria… aunque acabó bastante mal.

—No. —Me enderecé y miré directamente a Monroe, porque sabía que él sabía las respuestas a las preguntas que me acuciaban—. Ésa no fue la rebelión más reciente.

—No —dijo Monroe.

—Déjalo, Lirio. —Adne me dirigió una mirada acusadora—. No es asunto tuyo.

Le mostré los colmillos.

—Haz el favor de no llamarme así.

—Lo seguiré haciendo, porque siempre reaccionas igual y es agradable comprobar que eres un poco humana. Esa actitud de lobo austero me pone los pelos de punta.

La miré fijamente. «Hace menos de un día que conozco a esta muchacha y soy un libro abierto para ella. ¿Cómo es posible?»

—Adne tiene razón. —Connor se inclinó hacia mí; percibía su aliento a whisky—. Déjalo.

—No —repliqué—. ¿Qué les pasó a los Bane? ¿Cómo murió Correne Laroche?

—Dije que lo dejaras. —Connor le pegó un puñetazo a la mesa.

—¡Lárgate! —gruñó Shay.

—¿Monroe? —murmuró Tess, y le lanzó una mirada preocupada a Connor.

—Está bien —dijo Monroe—. Han de saberlo.

Connor sacudió la cabeza y derramó el resto del whisky en la taza de café.

—¿No era que nos íbamos a dejar de historias tristes?

11

La primera vez que llegué al Purgatorio —dijo Monroe, inclinándose hacia atrás en la silla— tenía veinte años y me convertiría en Ariete. Era un joven impetuoso, osado y ambicioso, y además un insensato. Tenía una excelente opinión de mí mismo.

Rio y se pasó una mano por el pelo oscuro.

—No apreciaba las reglas establecidas por quien era nuestro Guía, un hombre meticuloso llamado Davis. Su insistencia en que los jóvenes Arietes siempre patrullaran en pareja me impacientaba y también que dedicásemos la misma cantidad de tiempo a reunir información acerca de los Guardas como a planear y ejecutar ataques.

Cruzó los brazos, recordando.

—Un día, cuando debía estar entrenando, salí a explorar a solas, cerca de Haldis, convencido de que podía cargarme a un par de Vigilantes. Si las circunstancias hubieran sido otras, estaría muerto.

—¿Cuáles eran las circunstancias? —preguntó Shay.

—Me topé con una Vigilante que se abalanzó sobre mí con rapidez increíble: ni siquiera tuve tiempo de sacar un arma. Había subestimado por completo la destreza de mis adversarios. Me derribó y creí que me mataría —dijo, tragando saliva—. Pero entonces ella dejó de ser un lobo y se convirtió en una joven.

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