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Authors: Francesc Gironella,Isaac Asimov

Tags: #Ensayo

Las Palabras y los Mitos (5 page)

BOOK: Las Palabras y los Mitos
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Los primeros «Juegos Olímpicos» de los que se tiene noticia, se celebraron en el año 776 a.C. Constituían el mayor acontecimiento del mundo griego. Los triunfadores en las competiciones eran colmados de honores y los griegos llegaron a contar los años basándose en estas competiciones. Cada cuatro años tenía lugar una «Olimpíada», y cada una de ellas llevaba un número de orden. Con la llegada del cristianismo, los juegos fueron tachados de festival pagano. El emperador romano Teodosio les puso fin en el año 394 de nuestra era, tras casi trescientas Olimpíadas.

En el año 1896, fueron resucitados y la primera versión de estos juegos, llamados igualmente Olímpicos, tuvo lugar en Grecia. Desde entonces, se han celebrado en varios países, incluyendo a los Estados Unidos. Exceptuando las interrupciones a causa de la Primera y Segunda Guerras Mundiales, han proseguido cada cuatro años, como en tiempos antiguos. Y, en consecuencia, seguimos honrando al Zeus Olímpico, al menos por el nombre de estos juegos.

Volviendo a los mitos, diremos que los Olímpicos, una vez rescatados de Crono, aceptaron el caudillaje de Zeus y se rebelaron contra los Titanes. Estos eran más poderosos en cuanto a fuerza bruta. Pero Zeus se alió con los Cíclopes, que habían sido encarcelados anteriormente por los Titanes. Los Cíclopes forjaron rayos para Zeus, quien los utilizó para derrotar a los Titanes. Encarceló a algunos de ellos bajo tierra y condenó a Atlas, su caudillo, a sostener los cielos. Algunos Titanes (como Océano, que había permanecido neutral e incluso se unió a los Olímpicos) fueron dejados en paz.

Esta batalla entre Titanes y Olímpicos puede ser una descripción simbólica de la invasión de la tierra que ahora denominamos Grecia por los primeros griegos. Estos llevaron consigo a sus dioses, incluido Zeus, desplazando o absorbiendo a los dioses de los habitantes de la Grecia primitiva.

La población sometida, que se encontró bajo el mando de aquellos extranjeros griegos, fue adoptando gradualmente la lengua y costumbres griegas. Sin embargo, debieron de recordar con cierta nostalgia sus tiempos pasados ya que surgió una leyenda, sin duda exagerada, de que había existido una «edad de oro» bajo el mandato de Crono. Durante ella todo el mundo era feliz comiendo nueces y frutas y bebiendo leche. No existían el dolor ni la enfermedad, la muerte sobrevenía con placidez, como su hermano, el sueño. Todavía hoy, cuando hablamos de una época de la historia de una nación en que ésta fue muy poderosa o llena de prosperidad, utilizamos la expresión «edad de oro».

Los dos hermanos de Zeus eran
Poseidón
y
Hades
. Tras la victoria sobre los Titanes, se convino que Zeus continuara siendo el caudillo de los Olímpicos, pero sus hermanos echaron a suertes qué partes del universo debían quedar bajo su cuidado. A Zeus se le adjudicó el aire; a Poseidón, el mar, y a Hades, el mundo subterráneo.

Como Hades se ocupó del mundo subterráneo fue considerado el dios de la muerte, ya que mundo subterráneo y muerte siempre han ido asociados. Ello tal vez se deba a la costumbre de enterrar a los muertos bajo tierra. (Los griegos, en tiempos más próximos a los actuales, quemaban a los muertos, pero anteriormente, cuando se elaboraron los primeros mitos, los enterraban). Como consecuencia de ello, el lugar donde moraban los espíritus de los muertos era llamado «Hades», de acuerdo con el nombre del dios. La palabra «hades» proviene de otras palabras griegas que significan «invisible», ya que no podemos ver bajo tierra.

Por lo tanto, Hades no era propiamente un Olímpico, puesto que no vivía en el Olimpo. Más bien se convirtió en uno de los «dioses tectónicos», es decir, un «dios subterráneo».

Los griegos tenían otros dioses del mundo subterráneo, y normalmente se les describía como seres terroríficos y monstruosos. Se les creía originados por Caos, pero por una línea genealógica que no involucraba a Urano ni a Gea. Caos dio vida a
Nix
la diosa de la noche, y a
Érebo
, el dios de las tinieblas subterráneas.

Continuamos evocando a la diosa de la Noche cuando calificamos de «nocturnas» las cosas de la noche. De modo similar, una composición musical para ser tocada al anochecer es un «nocturno». En lo que se refiere a Érebo, existe un volcán del mismo nombre en la Antártida. Resulta un nombre adecuado si pensamos en la larga y fría noche de la Antártida y en el torvo cráter del volcán que conduce hacia las tinieblas del mundo subterráneo.

A Érebo y Nix (la Noche) se les considera padres de las Moiras, o Hado. También son los padres de
Tártaro
, que probablemente fue el dios del mundo subterráneo antes de que la invasión de los griegos trajera a los Olímpicos. Hades desplazó a Tártaro, del mismo modo que Zeus desplazó a Crono.

Algunos de los escritores griegos que elaboraban los mitos conservaron los nombres de Hades y Tártaro. Hades era considerado un lugar donde no se trataba mal del todo a los muertos. Pero, más abajo, estaba Tártaro, donde eran enviados los hombres y los dioses malos, como castigo. Probablemente Tártaro dio lugar a muchas de las nociones del Infierno de los cristianos.

Tártaro dejó su huella en un trágico episodio de la historia. En el siglo XIII, las tribus mongoles, dirigidas por Gengis Khan, abandonaron sus tierras del Asia central, invadieron China, Persia, Rusia y Polonia, sembrando la muerte y la destrucción. Probablemente fue la invasión bárbara más desastrosa de la historia.

Los mongoles se llamaban a sí mismos «Tártaros». Tan terrible fue su invasión que diríase que transformaron la tierra en Tártaro, y resultó lógico, aunque erróneo, apodarles «Tártaros».

En lo que concierne a Hades, la mitología dice muchas cosas de él. Por ejemplo, se dice que Hades tenía como frontera el río
Éstige
. Todo cuanto pertenece a Éstige, y por consiguiente al mundo de los infiernos, es llamado «estigio». Esta palabra se usa especialmente en la frase «oscuridad estigia», que significa una gran oscuridad, la del mundo subterráneo. Por razones desconocidas, el Éstige era muy sagrado para usarlo como juramento. Un juramento hecho en nombre del río Éstige no podía ser roto.

Para penetrar en el Hades, había que cruzar el río Éstige con una barca conducida por
Caronte
, otro de los hijos de Érebo y Nix. Este nombre se aplica irónicamente a los barqueros.

En la ribera opuesta del Éstige, la entrada al Hades estaba vigilada por un perro monstruoso de tres cabezas, llamado
Cerbero
. También este nombre se aplica jocosamente a cualquier guardián. Cerbero sólo dejaba pasar a quien primero le lanzara, como pago, un trozo de pan. Por esta razón, la frase, existente en el actual inglés, «arrojar una sopa a Cerbero» significa sobornar mediante un pago a un oficial para conseguir algo.

Una vez dentro de Hades, los espíritus del muerto bebían de una fuente llamada
Lete
, palabra griega que significa olvido. Al beber, olvidaban su vida pasada y se convertían en espíritus indiferentes y embarullados consigo mismos. Todavía hoy decimos que es «leteo» cualquier cosa que origina el olvido. Y se considera que no tenemos memoria si estamos dormidos o inconscientes, por lo que se dice que estamos en estado «letárgico». Y dado que el olvido completo sobreviene con la muerte, decimos que es «letal» cualquier cosa mortífera.

Los espíritus del muerto no se veían obligados a soportar únicamente la oscuridad y el horror. Los espíritus que se hacían merecedores de ello, podían ir a un departamento de Hades, donde todo era felicidad y alegría. Se creía que este departamento estaba más en manos de Crono que de Hades, lo cual era todavía un resabio de la leyenda de la Edad de Oro. Este lugar feliz tenía por nombre
Elíseo
o
Campos Elíseos
. Hoy día seguimos hablando del Elíseo como de un lugar o de un tiempo lleno de felicidad, e incluso lo empleamos como sinónimo de «cielo». En francés, el nombre es
Champs Elysées
, que es al mismo tiempo nombre de una bella avenida de París.

Algunos de los creadores de mitos consideraron que los Campos Elíseos no podían estar en Hades, y los situaron, junto con otras maravillas, en el lejano oeste. Entonces fueron llamados «Islas Benditas» o «Islas Afortunadas».

Por supuesto, el subsuelo no es tan sólo la morada de los muertos. También es la fuente de metales, especialmente el oro y la plata. El dios de la riqueza es
Pluto
, y de él se deriva la palabra «plutocracia», que significa gobierno de los ricos.

Al ser señor de las regiones subterráneas de las que procedía la riqueza, el dios Hades también recibió otro nombre:
Plutón
.

Los romanos identificaron a dos de esos dioses con otros suyos. Tenían un dios del cielo llamado
Júpiter
, que fue identificado con Zeus; y un dios de los manantiales y ríos, llamado
Neptuno
, que fue identificado con Poseidón.

Ambos quedaron inmortalizados en los planetas. Los griegos pusieron el nombre de Zeus al quinto planeta. Resultaba lógico puesto que el quinto planeta es el más brillante, excepto la estrella del anochecer y de la madrugada. La estrella del anochecer, sin embargo, sólo aparecía durante unas pocas horas tras la puesta del sol, y la de la madrugada sólo unas pocas horas antes del alba, mientras que el quinto planeta brilla durante toda la noche.

Por supuesto, los romanos usaron su propia versión del nombre, y por ello, conocemos el planeta con el nombre de «Júpiter».

Los romanos tenían un segundo nombre para Júpiter, que era
Jovis
. No se utiliza mucho, excepto en la expresión anticuada «por Jovis». Sin embargo, cuando hacen función de adjetivos, Jovis es más empleado que Júpiter. Por ejemplo, no decimos nunca «satélites jupiterinos», sino «satélites jovianos».

Neptuno tuvo que aguardar hasta los tiempos modernos para conseguir un honor planetario similar. En los primeros años del siglo XIX, los astrónomos observaron atentamente el planeta Urano, con objeto de determinar exactamente su órbita alrededor del Sol. Sorprendidos, comprobaron que su movimiento real experimentaba un pequeño retraso en relación con sus cálculos. Algunos creyeron que debía de existir otro planeta detrás de Urano, cuya gravitación frenara un poco a este último.

Un astrónomo inglés, John Couch Adams, y un astrónomo francés, Urbain J. J. Leverrier, sin conocerse entre sí, calcularon al mismo tiempo dónde debía encontrarse este planeta para que pudiese producir tal efecto sobre Urano. Ambos llegaron a la misma conclusión. Leverrier fue el primero en anunciar sus resultados, y en 1846, un astrónomo de Berlín escudriñó el punto indicado por Leverrier y vio el octavo planeta.

Se le puso el nombre de «Neptuno» no por razones especiales, sino simplemente porque Neptuno era un dios importante y carecía de planeta.

A pesar de la presencia de Neptuno, el desplazamiento de Urano seguía retrasándose un poco. El astrónomo americano Percival Lowell, en los primeros años del siglo XX, intentó descubrir otro planeta todavía más distante. Fracasó, pero sus sucesores consiguieron ver el noveno planeta en 1931.

Este noveno planeta se desplaza lejos de la luz solar y se adentra en las tinieblas del espacio, entre las estrellas, por lo que fue nombrado «Plutón». Las dos primeras letras del nombre eran casualmente las iniciales de Percival Lowell.

Plutón es el único planeta importante que tiene nombre griego, y no romano. Los romanos tenían un dios del mundo subterráneo llamado
Dis
, y a veces
Dis
Pater
(«Padre Dis») cuando se referían a Hades, pero por razones ignoradas no se introdujo en el mundo occidental, como sucedió con otros nombres latinos de dioses.

El descubrimiento de Neptuno y Plutón encontró un eco en química, durante la Segunda Guerra Mundial. El uranio era el elemento más complicado que se conocía en 1940. Todos los elementos aparecían relacionados en una lista, llamada «tabla periódica», siguiendo el orden de creciente complejidad. Los elementos iban del 1 hasta el número 92, y el uranio era el 92.

Sin embargo, en 1940, químicos de la universidad de California aprendieron a producir pequeñas cantidades de nuevos elementos que ocuparon los puestos 93 y 94 de la tabla periódica. Estos elementos estaban detrás del uranio en la tabla, y por consiguiente, recibieron el nombre de los planetas que están detrás de Urano. Y así, el elemento número 93 es conocido con el nombre de «neptuno» y el elemento número 94, con el de «plutonio».

El planeta Júpiter, como corresponde al que lleva el nombre del caudillo de los dioses, tiene la familia de satélites más numerosa de todo el sistema solar. Son doce, en total. Cuatro de ellos fueron descubiertos por Galileo, en 1610. Fueron los primeros objetos del sistema solar descubiertos con el telescopio, y todos ellos son satélites grandes. Dos de ellos son mayores que nuestra Luna y los otros dos son tan sólo un poco menores que ella. Cada uno de los satélites recibió un nombre de una persona estrechamente relacionada con Zeus en los mitos.

Por ejemplo, Zeus estuvo enamorado durante un tiempo de una ninfa de río llamada
Io
. Sin embargo, Zeus estaba casado con
Hera
, una de las hijas de Crono y Rea, que era muy celosa. Zeus convirtió a Io en una ternera blanca para disimularla, pero Hera sospechó y envió a un gigante llamado
Argo
para que vigilara a Io.

Argo tenía cien ojos, y siempre tenía algunos abiertos. Por esta razón, cualquier persona observadora y alerta se dice que «tiene ojos de Argo». Pero Zeus sumió a Argo en un sueño mágico que le cerró sus cien ojos, y entonces le mató. Hera colocó los ojos de Argo en la cola del pavo real, que era su ave preferida. Por ello, un pájaro muy parecido al pavo real lleva el nombre de «faisán de Argo».

Pero las sospechas de Hera sobre Io se vieron confirmadas, por lo que le envió una mosca para aguijonearla constantemente y alejarla, sin dejarle un momento de reposo. Y el relato dice que Io empezó a vagar por todo el mundo conocido. Cruzó el estrecho que separa Europa de Asia, justo en el punto donde se halla emplazada Estambul, y este estrecho recibió el nombre de
Bosphorus
, que significa «ternera que cruza». En otra ocasión, Io nadó por la franja del Mediterráneo que separa Grecia de Italia, por lo que fue denominado mar Jónico. Finalmente, se la dejó tranquila en Egipto.

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