Apolo era considerado el dios del Sol, e incluso se apropió de una versión masculina del nombre de Febe. Frecuentemente se le llamaba «Febo Apolo» o simplemente «Febo». Artemis (y, por consiguiente, también la Diana de Roma) era la diosa de la Luna. Este es otro ejemplo en el que los Olímpicos reemplazaron a los Titanes: Apolo sustituye a Helio, y Artemis a Selene. Sin embargo, hasta los últimos tiempos, los griegos hablaban indistintamente de Helio y Selene, y de Apolo y Artemis, por lo que la sustitución no era perfecta.
Las flechas de Apolo y Artemis producían inevitablemente la muerte, y los griegos explicaban las epidemias suponiendo que los hijos de Leto disparaban contra ellos por todas partes. Naturalmente, si se rogaba a Apolo, la epidemia podía ser detenida. De esta forma, Apolo quedó ligado a la curación de enfermedades.
Ello originó un mito, según el cual se creyó que Apolo había tenido un hijo,
Asclepio
, que nos resulta más conocido en la versión romana de
Esculapio
. Este era el dios de la medicina y la curación, aunque al principio fue considerado simplemente un médico humano. Sin embargo, era tan buen médico que nunca se le murió un paciente, e incluso podía devolver la vida a un muerto.
Hades se lamentaba de que las cosas le iban mal y Zeus, para mantener la paz familiar, mató a Asclepio con un rayo. Tras su muerte, fue convertido en dios. También se le situó en las constelaciones, donde se le representa como un hombre con una serpiente en las manos. Esta serpiente, tal como he dicho un poco antes, es un símbolo de la medicina y de los médicos. El nombre latino de la constelación es «Ofíoco», que significa «el que sostiene la serpiente». A veces, las estrellas dispuestas en forma de serpiente son consideradas como una constelación aparte, llamada «Serpens», y en algunas ocasiones la constelación completa es conocida bajo el nombre de «Serpentarius».
Tal vez te preguntes si alguno de los hijos de Zeus tuvo a Hera por madre. La respuesta es sí.
Ares
era el hijo de Zeus y Hera. Es el cruel y maldito dios de la guerra que se deleitaba en las batallas. Cuando iba a la guerra, sus hijos,
Fobo
y
Deimo
, le preparaban el carro. Como «fobos» es la palabra griega equivalente a miedo y «deimos» a terror, vemos que de esta forma la guerra se definía como miedo y terror.
Fobos deja su huella en la psicología moderna, con la palabra «fobia» como miedo anormal. «Claustrofobia» es el miedo anormal a los lugares cerrados, y «agorafobia» es el miedo anormal a los espacios abiertos. Existe una enfermedad que afecta al sistema nervioso, según la cual el enfermo cae en convulsiones si intenta beber. Por ello se la denomina «hidrofobia» («miedo al agua»), porque los griegos creían que las convulsiones eran debidas al miedo al agua en vez de a un virus, como sabemos ahora.
Parece natural que los griegos pusieran el nombre de Ares al cuarto planeta, ya que éste brilla con un color rojizo, parecido a la sangre. Ello concuerda con el dios de la guerra.
Los romanos identificaron a su dios de la guerra,
Marte
, con Ares, y por ello conocemos al planeta con el nombre de Marte. Originariamente, Marte era uno de los más importantes dioses romanos y se le había dedicado todo un mes del año. Todavía seguimos teniendo el mes de «marzo» en honor suyo.
Hasta el año 1877 no se supo que el planeta Marte tenía satélites. En dicho año, el astrónomo americano Asaph Hall descubrió a dos de ellos. Eran muy pequeños, con cinco o diez millas de diámetro, pero no dejaban de ser satélites. Hall les puso los nombres de «Fobo» y «Deimo» por lo que, tanto en la mitología como en la realidad, la guerra va acompañada por el miedo y el terror.
El nombre griego de Ares tiene otra huella en el firmamento. Existe una estrella roja, del mismo color que Marte y casi con el mismo brillo. Esta estrella se llama «Antares», que significa «Opuesta a Marte» o contrapesándola, como en una balanza.
En realidad, el contrapeso es muy poco exacto, porque Marte es un planeta más bien pequeño, con sólo un poco más de cuatro mil millas de diámetro y sólo una novena parte de la masa de la Tierra, en tanto que Antares es una de las mayores estrellas conocidas, una gigantesca estrella roja, mucho, muchísimo mayor que nuestro Sol.
El planeta Venus carece de satélites. Sin embargo, los personajes míticos asociados a Venus (o Afrodita) también tuvieron su oportunidad. Esta llegó primero en 1898, cuando el astrónomo alemán G. Witt descubrió un nuevo planetoide, el que llevaba el número 433.
Comprobó que, si bien todos los planetoides conocidos en aquella época describían órbitas entre Marte y Júpiter, éste era una excepción. Su órbita se encontraba entre Marte y la Tierra, y se nos acercaba mucho más que las órbitas de Marte o Venus, los cuales eran nuestros vecinos más cercanos. Por ello, Witt buscó un nombre que fuera bien con Marte (Ares) y Venus (Afrodita).
Resulta que Ares y Afrodita tuvieron un hijo llamado
Eros
. Es un dios infantil del amor, y se le representa como un niño con arco y flechas. Cuando una de sus flechas se clava en el corazón, esa persona se enamora. A veces, se le representa con los ojos vendados para señalar que los jóvenes se enamoran ciegamente. El hecho de que a Eros se le suponga hijo de Ares y Afrodita puede ser la manera como los griegos expresaban su creencia de que las mujeres bellas resultan especialmente atractivas para los soldados, y viceversa. Tal vez sea así. Tenemos un dicho: «Sólo los valientes merecen lo bello».
De todas formas, todavía vemos a Eros en las postales del día de San Valentín, y corazones atravesados por flechas para significar el amor. El nombre de Eros nos resulta tan conocido como su equivalente romano
Cupido
. Ambos han dejado muchas huellas en nuestro lenguaje. Todo cuanto despierta sentimientos de amor romántico se dice que es «erótico». Sin embargo, también existen otros tipos de amor. El nombre romano del pequeño dios del amor podemos encontrarlo en la palabra «concupiscencia» que es un amor desordenado o excesivo por el dinero u otras cosas materiales.
Por lo tanto, Witt puso el nombre de «Eros» al nuevo asteroide de reducidas dimensiones (sólo tiene quince millas en su parte más larga). Con ello empezó la moda de poner nombres masculinos a los planetoides que seguían órbitas desacostumbradas, fuera del espacio entre Marte y Júpiter.
Durante este siglo XX se han descubierto otros pequeños asteroides cuyas órbitas son más cercanas a la Tierra que a Marte o Venus. Algunos de ellos han recibido nombres relacionados con Afrodita. Uno de ellos es «Anteros» («opuesto a Eros») y otro es llamado «Amor» que es otra palabra latina equivalente a Eros.
Existe otro llamado «Adonis», nombre de un joven del que se había enamorado Afrodita. Se le representaba tan bello, que un hombre de figura elegante recibe el nombre de «Adonis», equivalente al de Apolo.
Otros dos planetoides llevan los nombres de «Apolo» y «Hermes». Hermes es un pequeño planetoide muy notable, ya que a veces llega a acercarse a 200.000 millas de la Tierra. Resulta más cercano que cualquier otro objeto visible, incluso mucho más que nuestra Luna.
Otro hijo de Hera fue
Hefesto
. Resulta un dios excepcional por tener una deformidad física, ya que era cojo. Una historia explica este hecho diciendo que Hera lo arrojó del Olimpo avergonzada porque era muy endeble al nacer. Otra historia explica que Zeus le arrojó de los cielos porque se puso de parte de su madre en una de las discusiones que ésta sostuvo con él. En ambos casos, el dios cayó del cielo a la tierra, y ello le produjo la cojera.
Era el dios de los herreros, y siempre se le representa trabajando en la forja. Fue el único dios al que se le veía trabajando con las manos.
Los romanos también tenían su dios del fuego y de la forja, al que representaron trabajando en las profundidades del monte Etna, el gran volcán siciliano. Le llamaban
Vulcano
, y lo identificaron con Hefesto. Vulcano nos resulta un nombre mucho más familiar. Todas las montañas que, al igual que el monte Etna, arrojan fuego y llamas, son denominadas «volcanes».
Encontramos otra huella de este nombre en un tema relacionado con la goma. A principios del siglo XIX se hicieron los primeros ensayos de utilización de la goma como traje impermeable al agua. Desgraciadamente, la goma se volvía blanda y pegajosa en tiempo caluroso, y rígida y dura en tiempo frío. Los químicos buscaron la manera de evitarlo.
En 1839, un inventor americano llamado Charles Goodyear descubrió accidentalmente que si se calentaban juntos la goma y el azufre, aquélla se convertía en una materia seca y flexible, tanto si el tiempo era frío, como caluroso. De esta forma, la goma pudo tener muchas aplicaciones prácticas. El proceso que se seguía implicaba el uso del calor. Por ello, esta goma fue llamada «vulcanizada».
Sin embargo, el episodio más dramático en la historia del nombre del dios de los herreros, se produjo poco después del descubrimiento de la vulcanización. El planeta Mercurio presentaba una leve irregularidad en su órbita alrededor del Sol que los astrónomos no podían explicarse.
En 1845, Leverrier, que se encontraba en camino de determinar la posición del planeta Neptuno, muy a punto de ser descubierto, afrontó también este problema. Pensó que tenía que haber un planeta más cercano al Sol que el propio Mercurio. Su atracción gravitatoria debía de arrastrar a Mercurio, y ésta sería la explicación de la irregularidad del recorrido de éste.
Dicho planeta debía de encontrarse más cercano al fuego del Sol que cualquier otro. Sería como un herrero trabajando en la forja del sistema solar. Leverrier sugirió, por lo tanto, que el nuevo planeta fuese llamado «Vulcano».
Sin embargo, a pesar de que los astrónomos estuvieron buscando a Vulcano durante muchos años, no podían descubrirlo. Pero en 1915, Albert Einstein adelantó una nueva teoría que venía a explicar perfectamente la irregularidad del recorrido de Mercurio. No había necesidad de ningún nuevo planeta, por lo que el planeta Vulcano no llegó a existir.
He descrito, hasta ahora, el origen de los nombres de los principales planetas del sistema solar. Pero antes de abandonar los planetas, desearía explicar cómo continuaron dejando sus huellas en otras cosas.
Por ejemplo, mucho antes de la época de la moderna astronomía, se inventaron unos símbolos para representar a los distintos planetas. Estos símbolos guardaban alguna referencia con el dios, y dado que todavía se emplean hoy, persisten las huellas del mito.
Así, el símbolo del planeta Mercurio es
, representación simple del caduceo, con las dos serpientes enroscándose y las alas en la cima. El símbolo de Venus es
, que representa un espejo, objeto muy adecuado para relacionarlo con la diosa de la belleza.
El símbolo de Marte es
, representando un escudo y una lanza imaginarios, muy adecuados para el dios de la guerra.
Ya resulta más difícil adivinar el significado de
, símbolo de Júpiter. Algunos creen ver en él una representación de un águila con las alas desplegadas. El águila fue uno de los animales en que Zeus se transformó en el dilatado curso de sus aventuras.