Existen notas relativas a la mayoría de sus obras teatrales, incluidas algunas que son desconocidas porque no se representaron o no llegó a terminarlas. Son sólo dos las páginas de notas que se conservan de la más famosa y de la mejor de sus obras dramáticas, que son respectivamente
Tres ratones ciegos
(tal como se encontraba en el momento en que escribió esas notas) y
Testigo de cargo
. Sin embargo, son notas decepcionantes, porque contienen poca información y apenas ningún detalle sobre la adaptación escénica; a lo sumo se trata de un borrador de las escenas desprovistas de las especulaciones habituales.
Y hay muchas páginas dedicadas a su
Autobiografía
, a sus poemas y a las novelas que publicó con el seudónimo «Westmacott». La mayor parte de los poemas son de naturaleza personal; a menudo escribía versos que regalaba a los miembros de la familia por su cumpleaños. En el caso de estos poemas, al tener muy exiguo conocimiento previo de la materia de que tratan, no disponemos de mucha ayuda a la hora de descifrar una caligrafía punto menos que ilegible. Son cuarenta en total las páginas dedicadas a los títulos de Westmacott, sin que conste en detalle la planificación de los mismos. De ese número, relativamente escaso, muchas están llenas de citas de las que habría sido posible extraer un título. Muchos en efecto no se llegaron a utilizar, aunque son una lectura fascinante. Y las notas para su
Autobiografía
, en su mayor parte, resultan difusas, inconexas, meros recordatorios destinados exclusivamente a sí misma.
E
s una gran decepción que no se conserve nada acerca de la creación de los dos títulos más famosos de Christie,
Asesinato en el Orient Express
y
El asesinato de Roger Ackroyd
. Estas dos novelas se cuentan entre las más audaces de sus construcciones narrativas, y verlas entre bambalinas hubiera sido sin duda apasionante.
De la primera no sabemos absolutamente nada, puesto que ni siquiera aparece mencionada de pasada. El Cuaderno 67 sí contiene una lista de personajes de
El asesinato de Roger Ackroyd
, pero nada más. Existe sin embargo cierta información adicional sobre su creación, que se encuentra en una intrigante correspondencia cruzada con lord Mountbatten de Birmania.
En una carta fechada el 28 de marzo de 1924, Mountbatten se dirige a la «Sra. Christie, autora de “El hombre que fue el n.° 4”, a la atención de
The Sketch
» (se trata de una referencia a la publicación por entregas en dicha revista, recién concluida, de
Los cuatro grandes
). En tercera persona, manifiesta su admiración por Poirot y por Christie, a la que solicita permiso para proponerle una idea de cara a un relato detectivesco. Le explica que, si bien ha publicado algunos relatos con seudónimo, su dedicación al almirantazgo apenas le ha dejado tiempo para escribir.
De manera muy resumida, su idea consiste en que Hastings, antes de emprender viaje a Sudamérica, debería presentar a una amiga, Genny, a Poirot. Cuando se descubre un asesinato, Poirot escribe a Hastings para informarle del mismo, y le explica que Genny habrá de escribirle posteriores cartas para mantenerlo al corriente de los acontecimientos que se produzcan. La trama contempla la administración de un fármaco a la víctima para que parezca que ha muerto; cuando «se descubre» el cadáver, el asesino la apuñala. La coartada de Genny parece impecable, ya que se encuentra con Poirot hasta el momento del descubrimiento. Sólo en el último capítulo se desenmascara que Genny es la asesina. Como bien se puede ver, Christie conservó la sugerencia subyacente, la idea de que el narrador sea el asesino. Todos los detalles que rodean el relato, sin embargo, están tejidos según su patrón básico.
El 26 de noviembre de 1969 Mountbatten volvió a escribir a Christie para felicitarle por el decimoséptimo aniversario de
La ratonera
. Ella le contestó en menos de una semana y pidió disculpas por no haber hecho mención de su sugerencia cuarenta y cinco años antes (él había de tranquilizarla más adelante, asegurándole que sí lo había hecho), dándole las gracias por sus amables palabras y adjuntándole un ejemplar de su último libro,
Las manzanas
(«que no es tan bueno como
Roger Ackroyd
, aunque no está mal del todo»). También le comunicó que su cuñado, James, le había propuesto una trama semejante, en la que el narrador sería el asesino, más o menos en la misma época, aunque entonces le pareció que sería muy difícil de desarrollar.
Podríamos suponer razonablemente que cada título de Agatha Christie dispone de su propio cuaderno. Por eso es importante recalcar que no es así. En sólo cinco casos se dedica un cuaderno a un solo título. Los Cuadernos 26 y 42 se dedican por entero a
Tercera muchacha
; el Cuaderno 68 se refiere sólo a
Peligro inminente
; el Cuaderno 2 está consagrado a
Misterio en el Caribe
; el Cuaderno 46 contiene nada más que el trasfondo histórico y un bosquejo preliminar de
La venganza de Nofret
. En todos los demás casos, cada cuaderno es un registro fascinante de la actividad de un cerebro productivo, de una profesional aplicada e industriosa.
Con los siguientes ejemplos debería quedar claro este patrón.
El Cuaderno 53 contiene:
Cincuenta páginas de notas detalladas para
Después del funeral
y
Un puñado de centeno
que alternan una con otra por espacio de unas cuantas páginas.
Notas del borrador para
Destino desconocido
.
Un breve esquema de una novela no escrita.
Tres intentos separados, distintos los tres, de trazar el esquema de la obra de teatro radiofónico titulada
Llamada personal
.
Notas para una novela de Mary Westmacott.
Notas preliminares para
Testigo de cargo
y
Una visita inesperada
.
Un esquema para una obra teatral no publicada y no estrenada,
La señorita Perry
.
Algunos poemas.
El Cuaderno 13 contiene:
La venganza de Nofret
: 38 páginas.
Pleamares de la vida
: 20 páginas.
Cianuro espumoso
: 20 páginas.
Mary Westmacott: 6 páginas.
Diario de viaje por el extranjero: 30 páginas.
Sangre en la piscina
,
Telón
y
El misterio de Sans Souci
: 4 páginas cada una.
El Cuaderno 35 contiene:
Cinco cerditos
: 75 páginas.
La muerte visita al dentista
: 75 páginas.
El misterio de Sans Souci
: 8 páginas.
Un cadáver en la biblioteca
: 4 páginas.
25 páginas de ideas.
Uno de los aspectos más atractivos y más frustrantes a la vez de los cuadernos es la total ausencia de orden, y en particular la ausencia de fechas. Aunque son 73 los cuadernos, sólo tenemos un total de 77 fechas. Y en muchos casos las fechas que tenemos son incompletas. Una página puede llevar por encabezamiento «20 de octubre» o «28 de septiembre» o únicamente «1948». Únicamente hay seis casos de fechas completas (día, mes y año), y todos ellos datan de los últimos diez años. En el caso de las fechas incompletas es a veces posible averiguar el año a partir de la fecha de publicación del título de que se trate, pero en el caso de las notas de cara a una idea inédita o que no se llegó a desarrollar esto resulta poco menos que imposible. Esta incertidumbre se agrava por diversas razones.
En primer lugar, el uso que dio Christie a los cuadernos fue completamente producto del azar. Christie abría un cuaderno (o, como ella misma dice, elegía cualquiera de los que tuviera abiertos al mismo tiempo, a veces media docena), encontraba una página en blanco y se ponía a escribir. Era una mera cuestión de encontrar una página en limpio, incluso una entre dos páginas ya utilizadas. Y, como si esto no fuera ya suficientemente complicado, en la mayor parte de los casos daba la vuelta al cuaderno que tuviera entre manos y, con admirable sentido de la economía, escribía empezando por el final. En un caso extremo, mientras planificaba la trama de «Manx Gold» [«Oro en la isla de Man»], llegó a escribir en varias páginas no a lo ancho, sino longitudinalmente. (Recordemos que muchas de estas páginas se escribieron en los años de racionamiento, durante la Segunda Guerra Mundial.) Al compilar este libro tuve que idear un sistema que me permitiera identificar si la página era o no una a la que hubiese dado la vuelta.
En segundo lugar, como muchas de las páginas están llenas de notas destinadas a relatos que nunca se llegaron a terminar, no existen fechas de publicación que nos sirvan de guía. A veces es posible hacer alguna deducción a partir de las notas que preceden y siguen inmediatamente a éstas, pero este método no siempre es infalible. Un examen más detenido del contenido del Cuaderno 13 (antes detallado) ilustra bien uno de los aspectos de esta azarosa cronología. Dejando a un lado
Telón
, la novela más antigua de las que se enumeran es
El misterio de Sans Souci
, publicada en 1941, mientras que la última es
Pleamares de la vida
, que se publicó en el año 1948. Sin embargo, muchos de los títulos que se publicaron entre una y otra no figuran en este cuaderno:
Cinco cerditos
está en el Cuaderno 35,
Maldad bajo el sol
en el 39 y
Hacia cero
en el 32.
En tercer lugar, es posible que en muchos casos las anotaciones para un libro se hayan realizado bastantes años antes de la publicación del mismo. Las notas más antiguas que se conservan de
Una visita inesperada
llevan por encabezamiento «1951» en el Cuaderno 31, es decir, datan de siete años antes de la primera representación de la obra; el germen de
Noche eterna
aparece por vez primera seis años antes de su publicación, en una página del Cuaderno 4, con fecha de 1961.
Las páginas que siguen a una página fechada con toda claridad no tienen por qué haberse escrito al mismo tiempo. Por ejemplo:
La página 1 del Cuaderno 3 dice: «Proyectos generales, 1955».
La página 9 dice: «5 Nov. 1965» (y publicó diez libros entre un año y otro).
La página 12 dice: «
1963
».
La página 21 dice: «6 Nov. 1965, continúa».
La página 28 tiene este encabezamiento: «Notas sobre
Pasajero a Frankfort
[sic] 1970».
La página 36 dice: «Oct. 1972».
La página 72 dice: «Libro Nov. 1972».
A lo largo de setenta páginas hemos recorrido diecisiete años y muchas novelas, además de que entre las páginas 9 y 21 hemos ido y vuelto varias veces entre 1963 y 1965.
El Cuaderno 31 lleva por fecha, en distintas páginas, 1944, 1948 y 1951, pero también contiene algunas notas para
Un cadáver en la biblioteca
(1942), escrita muy al comienzo de la Segunda Guerra Mundial. El Cuaderno 35 lleva páginas fechadas en 1947, en las que se esboza
La señora McGinty ha muerto
, y también en 1962, en lo que es una de las primeras semillas de
Noche eterna
.
Aunque los cuadernos van numerados del 1 al 73, esta numeración es completamente arbitraria. Algunos años antes de morir Rosalind, la hija de Agatha Christie, dispuso a manera de primer paso hacia el análisis de sus contenidos que se numerasen todos ellos y que se confeccionase una lista de los títulos que se mencionan en cada uno. El análisis nunca llegó más allá de esa primera fase, pero, entretanto, durante ese proceso se adjudicó un número a cada cuaderno. Esta numeración está confeccionada totalmente al azar; un número bajo no indica que se trate de un año anterior a un número alto, ni tampoco que sea un cuaderno más importante. El Cuaderno 2, por ejemplo, incluye notas para
Misterio en el Caribe
(1964) y el Cuaderno 3 para
Pasajero a Frankfurt
(1972), mientras el Cuaderno 37 contiene un largo y detallado resumen de
El misterioso caso de Styles
(1920). Por tanto, como bien puede verse, los números no son nada más que una forma de identificar cada cuaderno.
En algunos de los cuadernos se nota por parte de una Agatha Christie ya anciana ciertos intentos de poner algún orden en medio de todo este caos. El Cuaderno 31 tiene un listado de varias páginas sueltas en el interior de cubierta; otros tienen marcapáginas a máquina en los que se indica dónde se comenta cada uno de los títulos. Estos intentos, valiosos y valerosos, son pese a todo rudimentarios, además de que el compilador de los mismos (que probablemente no fue la propia Christie) pronto se fatigó ante la enormidad de la tarea. La mayoría de los cuadernos contienen notas para varios libros, y como a veces son hasta tres las novelas que compiten por un mismo espacio en tan sólo una veintena de páginas, esos marcapáginas pronto resultan más bien un estorbo y a la postre terminan por ser inservibles. Por dar cierta idea de la cantidad de información que contienen al azar, con vistas a la composición de este libro confeccioné una tabla mediante la cual indexar los contenidos de todos los cuadernos. Una vez impresa, tenía diecisiete páginas.
Antes de comentar la caligrafía de los cuadernos, es de justicia recalcar que todas estas anotaciones las escribió Agatha Christie para no olvidarse de detalles muy concretos. Nunca tuvo ningún motivo para esforzarse por mantener una caligrafía fácil de leer, toda vez que nadie, salvo la propia Christie, estaba destinado a leer las notas. Tal como se pone de manifiesto en el capítulo 3, todos estos cuadernos son diarios y agendas personales, no escritos con otra intención que la de aclarar sus pensamientos.
La caligrafía de cualquier persona evoluciona con la edad. Los apuntes que uno toma en el instituto o en la universidad pronto vencen aquellos esfuerzos caligráficos de los cuadernos pautados que hacíamos en nuestra infancia. Los accidentes, la condición médica de cada cual y la edad nos pasan factura muy visible en la escritura. En la mayoría de los casos no es arriesgado señalar que a medida que envejecemos nuestra caligrafía se deteriora. En el caso de Agatha Christie se da curiosamente un cambio en sentido opuesto. En su momento de máximo apogeo creativo, más o menos entre 1930 y 1950, su escritura es casi indescifrable. En muchos casos más bien parece taquigrafía, y es discutible incluso que ella misma pudiera descifrar algunos pasajes. No tengo ninguna duda de que la razón de que escribiera defectuosamente, por así decirlo, durante estos años tan sumamente prolíficos es que en su muy fértil cerebro bullían numerosas ideas para libros y relatos. Se trataba de ponerlas por escrito tan deprisa como fuera posible. La claridad de la presentación era una cuestión más bien secundaria.