Los cuadernos secretos (9 page)

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Authors: John Curran

Tags: #Biografía, Ensayo, Intriga

BOOK: Los cuadernos secretos
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«El señor Bentley» era E. C. Bentley, cuya reputación como novelista de detectives se debe casi exclusivamente a una sola novela: el clásico
El último caso de Trent
. También publicó un libro de relatos y coescribió otro título,
Trent’s Own Case [El propio caso de Trent]
, en los que aparece Philip Trent.

Clemence Dane es una autora de novela negra casi del todo olvidada.
Enter Sir John [Entra sir John]
, que Hitchcock llevó al cine con el título de
Asesinato
(1930), es su libro más conocido.

«El señor Berkeley» es Anthony Berkeley, que también publicó con el seudónimo de Francis Iles. Escritor muy influyente, predijo la ascendencia que había de tener la novela negra por oposición a la novela estrictamente detectivesca, y su aportación a las dos ramas del género es de hecho impresionante. Alfred Hitchcock hizo una memorable adaptación cinematográfica de su novela
Before the Fact as Suspicion [Antes de los hechos, la sospecha]
, con el título
Sospecha
.

Además de esta lista, Christie hace diversas alusiones a sus colegas del Detection Club en varias obras. En
Matrimonio de sabuesos
, la colección de relatos que Christie dedicó en 1929 a Tommy y Tuppence, aparecen los Beresford investigando sus casos al estilo de diversos detectives. Hace un pastiche de Berkeley en «La hija del clérigo» y de Crofts en «La coartada irrebatible», aunque, y no deja de ser extraño, no aparece ningún otro de los autores mencionados en el Cuaderno 41.

También es digno de reseñar un artículo que escribió Christie para el Ministerio de Información en 1945, «Escritores de ficción detectivesca en Inglaterra». En él aparecen Dorothy L. Sayers, John Dickson Carr, H. C. Bailey, Ngaio Marsh, Austin Freeman y Margery Allingham, siendo Sayers la única en común del artículo y el Cuaderno 41, por más que todos fuesen miembros del Detection Club. Podría deberse a que Christie tuvo más trato con Sayers que con los demás, sobre todo durante la planificación de los títulos escritos en colaboración, como
El almirante flotante
,
Primicia
y
Tras el biombo
, todos los cuales fueron ideados y orquestados por Sayers.

En el capítulo 6 de
Un cadáver en la biblioteca
también aparece citada Sayers, al igual que H. C. Bailey y John Dickson Carr (y la propia Christie); en «El ganado de Gerión», el décimo de
Los trabajos de Hércules
, menciona a Sherlock Holmes, al señor Fortune, creación de Bailey, y a sir Henry Merrivale, creación de Dickson Carr. Dickson Carr y su novela
The Burning Court [El patio en llamas]
es una de las pistas secundarias en
Maldad bajo el sol
, y el mismo autor aparece citado en
Los relojes
. Hay una sola frase en el Cuaderno 18 y otra en el 35, y en ambas también aparece citado el Detection Club, en los dos casos con la misma idea:

Noche de gala en el Det
[ection]
Club durante un ritual de ingreso… Los seis invitados de la señora O
[liver]

Asesinato en el Detection Club… La señora Oliver… Sus dos invitados… alguien es asesinado cuando comienza el ritual

La noche de gala, no es de extrañar, era una noche en la que los miembros del club podían invitar a otras personas a la cena. El «ritual» era la ceremonia de iniciación de los nuevos miembros, en el que había que prestar «juramento» sobre Eric, la Calavera, en lugar de la Biblia. Al ser una novelista de género detectivesco, la señora Oliver lógicamente habría sido miembro del club.

Dos muestras de Agatha Christie, la ama de casa. El encabezamiento «Wallingford» en la inferior confirma que ambas son listas de objetos que han de llevarse de una a otra de sus residencias.

Esta página, del Cuaderno 66, está tomada del periodo más prolífico e ingenioso de Agatha Christie, y en ella se recogen ideas para lo que había de ser
Un triste ciprés
, «Problema en el mar» y
El truco de los espejos
. Es una de las contadas páginas de los cuadernos que ostentan una fecha, y los relatos se publicaron entre 1936 y 1952.

Otra de las pocas páginas fechadas, en la que se pone de manifiesto un marcado cambio de la caligrafía. Corresponde a las últimas anotaciones que tomó Christie y se halla en el Cuaderno 7. Aunque siguió tomando notas, no se publicó ningún material nuevo después de
La puerta del destino
, publicada en octubre de 1973.

3
El caso de los anónimos:
Agatha Christie en la mesa de trabajo

Es decir… ¿Qué puede decirnos del modo en que escribe sus libros? Lo que quiero saber es si antes que nada necesita pensar en algo, y si cuando ya lo tiene bien pensado se pone a escribirlo, obligándose a tomar asiento y a escribirlo de un tirón. Eso es todo.

El templete de Nasse House
, capítulo 17

SOLUCIONES QUE SE REVELAN

La casa torcida • Noche eterna • La señora McGinty ha muerto • Se anuncia un asesinato • Asesinato en Mesopotamia • La muerte visita al dentista

¿Cómo es posible que Agatha Christie produjera tantos libros de tantísimo nivel y durante tantos años? Un examen a fondo de sus cuadernos nos puede revelar algunos de sus métodos de trabajo, aunque, como hemos de ver, el «método» no era precisamente uno de sus puntos fuertes. Pero es que ése, según defiendo, era su secreto…, aun cuando ella misma no estuviera al tanto de esa paradoja.

El testigo mudo

En febrero de 1955, en un programa de radio de la BBC titulado
Close-Up
, cuando se le preguntó por su procedimiento al trabajar, Agatha Christie reconoció: «La verdad, aunque sea decepcionante, es que no trabajo con mucho método». Mecanografiaba sus propios borradores «con una antiquísima y fiel máquina de escribir que tengo desde hace años», aunque se servía de un dictáfono para los relatos cortos. «El auténtico trabajo se hace al pensar en el desarrollo de la narración, al desvelarse uno hasta que todos los detalles encajan como tienen que encajar. Y eso a veces lleva su tiempo». Y es justo en ese punto donde intervienen sus cuadernos, cuya existencia no se menciona en la entrevista. De un simple vistazo se comprueba que es en ellos donde «pensaba» y «se desvelaba».

Hasta mediados de los años treinta, sus cuadernos contienen sucintos resúmenes de las novelas, además de notas y bosquejos elementales en los que apenas hay evidencia de sus especulaciones, de las supresiones, de las enmiendas. Al contrario que en años posteriores, en los que cada cuaderno contiene notas para varios títulos, en esta etapa temprana el grueso de las notas para cualquier título se contiene dentro de un solo cuaderno. Estos esbozos y resúmenes se asemejan mucho a la novela terminada, lo cual parece indicar que la tarea de «pensar» y «desvelarse» la llevaba a cabo en otra parte que en su día se destruyó o se perdió. Las notas de
El misterioso caso de Styles
(Cuaderno 37),
El hombre del traje marrón
(Cuaderno 34),
El misterio del Tren Azul
(Cuaderno 54),
Muerte en la vicaría
(Cuaderno 33),
El misterio de Sittaford
(Cuaderno 59),
Peligro inminente
(Cuaderno 68) y
La muerte de lord Edgware
(Cuaderno 41) son reflejo exacto de las novelas. En cambio, desde mediados de los años treinta y a partir de
Muerte en las nubes
, los cuadernos incluyen todos sus pensamientos e ideas, tanto los aceptados como los rechazados. Empezó entonces a llevar a cabo todas sus especulaciones en las páginas de los cuadernos, hasta que por fin averiguaba en su fuero interno hacia dónde se encaminaba una trama, aunque no siempre sea evidente, al menos a juzgar tan sólo por el cuaderno, cuál es el plan que ha terminado por adoptar. Elaboraba minuciosamente las variantes, las posibilidades; escogía y desechaba; exploraba y experimentaba. Volcaba sobre la página todos sus pensamientos, como en una tormenta de ideas, y los clasificaba en función de su potencial aprovechamiento, desestimando los que probablemente fuesen inservibles. Las notas de los distintos libros se superponen, se intercalan; a veces un solo título recorre tan sólo un cuaderno, pero hay casos extremos en los que aparecen incluso en doce cuadernos.

En una entrevista de 1974, cuando lord Snowdon le preguntó cómo le gustaría ser recordada, Agatha Christie respondió: «Me gustaría que me recordasen como una escritora bastante buena de novelas de detectives». La modestia de esta réplica, al cabo de una vida entera entre los autores más vendidos tanto en formato de libro como en la taquilla de los teatros, es una confirmación desinhibida de otro de los aspectos de Christie que son evidentes en los cuadernos: su total falta de egolatría, el hecho de no ser una persona pagada de sí misma. Para ella estas libretas, faltas por completo de toda pretensión, no tenían más valor que el de ser una herramienta de su oficio, como lo eran la pluma, el lápiz o el bolígrafo que empuñaba para ir llenándolos de anotaciones. Empleaba sus cuadernos como si fueran agendas, como soporte de notas sueltas, como bloc donde anotar los mensajes telefónicos, diarios en los que documentar sus viajes, como libros de asiento y de cuentas domésticas; los utilizaba para redactar el borrador de una carta, para hacer la lista de los regalos navideños, para no olvidarse de hacer un regalo de cumpleaños, para garabatear un recordatorio, para dejar cuenta de los libros leídos y de los que deseaba leer, para anotar indicaciones de viaje. En ellos hizo croquis esquemáticos del páramo de Warmsley
(Pleamares de la vida)
y del prado de St. Mary, que se halla en él; dibujó por aproximación la cubierta de
Un triste ciprés
y el escenario de
Tarde en la playa
; trazó varios diagramas del compartimento del avión de
Muerte en las nubes
y mapas de la isla de
Maldad bajo el sol
. Sir Max los usó para hacer cálculos, Rosalind los empleó para practicar su caligrafía; todos ellos los utilizaron para llevar el marcador de las partidas de bridge.

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