Mentirosa (18 page)

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Authors: Justine Larbalestier

Tags: #det_police

BOOK: Mentirosa
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La habitación estaba a oscuras. Deseé haberle pedido a papá que levantara la persiana. Aunque, de todos modos, pronto empezaría a oscurecer. Intenté hacer estiramientos. La jaula era lo suficientemente grande como para poder hacer ejercicios sentada. El problema es que no conocía muchos.

Llevaba en la jaula solo unos minutos y ya deseaba ponerme en pie. No estaba segura de cuánto tiempo podría soportarlo.

La puerta se abrió. Gracias a Dios.

—Tu madre llegará pronto —dijo papá—. La he llamado. —Dejó el portátil sobre la cama y se sentó a su lado. Los viernes mamá se queda hasta tarde en el trabajo para dar clases de francés avanzado. Jordan va al club de ajedrez.

—Me alegro —dije—. Por lo de mamá, quiero decir.

—Sí —dijo papá. Puso una mano sobre el portátil pero no lo abrió—. ¿Cómo te sientes?

Nos miramos el uno al otro. Él fue el primero en apartar la mirada.

—Bien —dije—. Esto es muy raro.

—Sí, sería mucho más fácil si estuvieras en la granja.

—Papá —dije—. Me lo prometiste.

—Lo sé. Es solo que…

—¡Papá! No lo resistiría. Tampoco será para tanto, ¿no? No puedo salir de esta jaula. Ya pensaremos en algo.

—Eso espero —dijo papá. No parecía muy convencido. No podía creer que estuviera dispuesto a sacrificarme de aquel modo. ¿Qué pretendía? ¿Que no acabara los estudios? ¿Que creciera sin saber utilizar un ordenador?

Me crucé de piernas y apoyé la espalda en los barrotes. No estaba muy cómoda.

—¿Puedes pasarme una almohada?

—Claro. —Papá cogió una de mi cama—. ¿Estás caliente? ¿Qué tal los dientes?

—No estoy caliente, y los dientes están bien.

Papá abrió la jaula, me dio la almohada y me apretó la mano.

—Todo saldrá bien, Micah —me dijo. Me soltó la mano y volvió a cerrar la jaula—. Te lo prometo.

Contuve las lágrimas. Creía todas y cada una de las palabras que me habían dicho los Mayores y papá, pero sentada en aquella jaula,
esperando a convertirme en un lobo
, todo parecía tan estúpido. ¿Y si no eran más que bobadas? Todos los Wilkins eran unos mentirosos compulsivos. ¿Y si aquella era la mayor de sus mentiras?

Cuando mamá llegó a casa, sustituyó a papá, quien se marchó a terminar su estúpido artículo para alguna estúpida revista, pero antes le hice prometer que no dejaría entrar a Jordan. Mi hermano idiota no me vería de aquel modo.

Mamá llegó con dos bocadillos de queso, jamón y tomate, me pasó el plato a través del orificio horizontal y me apretó la mano.

Los devoré. Estaba más hambrienta de lo que imaginaba. Mamá me contó cómo le había ido el día, comportándose como si ver a su hija sentada en el interior de una jaula comiendo un bocadillo fuera lo más normal del mundo.

—Jordan pasará el fin de semana en casa de Karl —dijo. Finalmente algo relacionado con la extravagante situación que estábamos viviendo.

Me alegré. No porque siempre sea una buena noticia que el mocoso no esté en casa, sino porque aún no se lo habían contado. Deseé que no lo descubriera nunca.

Le devolví el plato.

—Gracias.

—De nada,
chérie
. —Introdujo la mano entre dos barrotes para darme unos golpecitos en la rodilla—. ¿Cómo te encuentras?

—Bien. Aún me escuecen los brazos pero, mira, —alargué ambos para que los viera—, ya no hay pelo. Tampoco estoy caliente. No me duelen los dientes y el corazón vuelve a latirme como siempre.

—¿Te dijo tu abuela cuánto tiempo tardaría?

—Me dijo que dependía de la persona. A veces ocurre muy rápido después de los primeros síntomas. Otras, puede tardar varios días.

—¿Días? —dijo mamá con un grito ahogado—. ¿Hemos de tenerte ahí encerrada varios días? Espero que sea rápido.

—Y yo —dije.

ANTES

No lo fue.

El domingo por la mañana todavía no era un lobo. Los brazos ya no me escocían y los bultitos habían desaparecido. Cuando utilicé el cubo, no había rastro de sangre.

—Creo que ha sido una falsa alarma —le dije a papá—. ¿Puede ser?

—No lo sé —dijo. Extendió las manos delante de él. No podía llamar a los Mayores; no tenían teléfono—. Tendré que ir a la granja para preguntárselo. No puedo dejarte en la jaula si es una falsa alarma.

Condujo durante dos horas de ida (saltándose todos los límites de velocidad) y otras dos de vuelta (saltándoselos otra vez) para descubrir que sí, que las falsas alarmas existían y que si la transformación no se había producido en las primeras veinticuatro horas y los síntomas habían desaparecido, ya no se produciría.

Sentí unas ganas casi incontenibles de gritar.

Si hubiera tenido a los Mayores delante de mí, los habría matado.

Papá volvió a casa lo más rápido que pudo y abrió la jaula para dejarme salir antes de contarme nada.

Me tambaleé. Nunca había estado tanto tiempo sin correr, no digamos ya sin estar de pie. No estaba muy segura de poder repetir aquello. Pasar otros tantos días dentro de la jaula.

Mamá y papá me abrazaron pese al olor que desprendía. Pese al hedor del cubo.

Apoyé la espalda en la jaula. Cuando me soltaron, fui al baño a darme una ducha.

Fue entonces cuando empecé a llorar.

No volvería a entrar en aquella jaula. Pero tampoco me iría a vivir con los Mayores.

Tenía que haber otro modo.

COLMILLOS Y GARRAS

—Por mucho que des de comer a un lobo, este siempre mirará hacia el bosque.

Según la abuela, es un viejo dicho polaco. (La tía abuela Dorothy asegura que es ruso). Significa que los lobos son animales salvajes. El otro dicho que siempre repite es en latín:
lupus non mordet lupum
. «Los lobos no muerden a los lobos». Lo que deja al resto del reino animal como blanco potencial de caza.

No somos domesticables. No deberíamos vivir en las ciudades.

La abuela me repite esos dichos a menudo. Sobre todo cuando intentaba convencernos, a papá y a mí, de que lo mejor era que me trasladara a la granja. Que me quedara a vivir allí el resto de mi vida.

No puedo explicarle por qué me gusta tanto la ciudad. Lo he intentado. Pero ¿cómo puedo describírselo a alguien que nunca ha estado aquí? ¿A alguien que la teme?

La abuela odia la ciudad porque, según ella, destruye la naturaleza. Ella cree que aquí no hay naturaleza.

Pero se equivoca.

La naturaleza está en todas partes. Ni siquiera tengo que ir al parque para encontrarla. Las malas hierbas y el césped crecen en las grietas del asfalto, en las paredes de los edificios y otras construcciones. En la ciudad no hay ni una sola calle en la que no haya alguna planta. Hay jardines en solares abandonados, en los balcones, incluso en los tejados de los edificios.

Si hay plantas, significa que también hay insectos, y microbios en la tierra.

La naturaleza en la ciudad es idéntica a la del campo.

Aunque bastante más pertinaz. No hay muchas variedades de pájaros carpinteros en la ciudad, ni ciervos, y muy pocos mapaches. Pero hay un montón de ratas, palomas, mosquitos, moscas. Todos esos animales están muy bien adaptados a la urbe.

La naturaleza está en todas partes. Bajo mis pies, ratas e insectos. Sobre mi cabeza, palomas, gorriones, incluso algún que otro halcón de cola roja. No hay ningún lugar en la ciudad —en el mundo— donde no haya cerca una araña. También hay otros animales más grandes, aparte de las personas, los gatos y los perros: algún que otro cerdo o llama, los caballos y las ardillas, los zorros y marmotas y serpientes y lagartos.

Los Mayores son incapaces de ver lo poderosa que es la naturaleza. Cómo sobrevive incluso en las circunstancias más desfavorables. Exactamente como ellos.

HISTORIA FAMILIAR

Los Mayores no se ponen de acuerdo en lo referente al origen de los licántropos.

La abuela asegura que se remonta a los albores del ser humano. Nosotros evolucionamos de los lobos; ellos, de los monos.

Entonces, ¿por qué los humanos no se transforman en monos una vez al mes?

La abuela no tiene respuesta para eso.

La tía abuela Dorothy cree que existió un pacto entre un hombre y un lobo al principio de los tiempos. Ambos huían de un depredador mucho mayor que ellos y pretendían refugiarse en la misma cueva. Apenas había espacio para los dos, de modo que lucharon. Cuando el depredador se aproximó, el lobo propuso que compartieran el espacio. Se abrió el estómago y le dijo al humano que se metiera dentro de él. Entonces, el lobo penetró en la cueva.

Sin embargo, cuando quisieron separase, no pudieron. Estaban unidos por un vínculo indivisible. Un lobo humano, un hombre lobuno.

Sin embargo, papá me contó que, según su abuelo, el lobo no se abrió el estómago, y que no era un hombre sino una mujer. El lobo y la mujer se habían estrujado tanto al intentar entrar en la cueva que se fusionaron de tal modo que era imposible distinguir dónde empezaba el lobo y dónde la mujer.

La tía abuela se rió con ganas al oír aquella versión. Dijo que su padre no se lo había contado de aquel modo. La mujer y el lobo se enamoraron, se acostaron juntos y tuvieron pequeños licántropos.

La otra historia que contó la abuela aseguraba que los Wilkins habían llegado a un acuerdo con una manada de lobos mucho, mucho antes de que los países tuvieran nombres, cuando la gente aún vivía en tribus, debía luchar duramente por la supervivencia y se movía continuamente de un lugar a otro. El propósito del pacto era permanecer en un mismo sitio, seguros incluso en invierno. Los Wilkins compartirían la comida con los lobos; los lobos se enfrentarían a sus enemigos.

Gracias a esto, los Wilkins dejaron de cazar y recolectar y empezaron a plantar y cosechar, a criar cerdos y cabras, a acumular grano y verduras. Alimentaron a los lobos, y los lobos los defendieron.

Vivían tan juntos unos de otros que, pocas estaciones después, resultaba imposible distinguir a la tribu humana de la manada de lobos. Unos cuantos años más tarde todos tenían una parte de lobo y otra humana.

Aunque los cuentos son muy interesantes, dudo mucho que sean ciertos.

Esto es lo que creo:

Transferencia genética horizontal.

Si tienes ojos marrones y la habilidad de hacer un canuto con la lengua, tus hijos tendrán ojos marrones y la habilidad de hacer un canuto con la lengua. Eso ocurre porque tus hijos han heredado esos genes, que es la forma habitual en la que los genes se transmiten: transferencia genética vertical.

Pero los genes también pueden transferirse horizontalmente de un organismo a otro. Se denomina TGH. Sé que no existe ningún caso documentado de TGH entre organismos de gran tamaño. Los humanos y los lobos son grandes. Cada uno de ellos tiene por lo menos veintitrés mil genes distintos, mucho más grandes que las bacterias y los virus, que suelen tener solo unos ocho. No obstante, si ocurre entre las bacterias, ¿por qué no puede suceder lo mismo entre organismos mucho mayores? Si un tomate puede tener genes de la mosca de la fruta o, aún peor (porque fueron los humanos quienes introdujeron la mosca de la fruta en la fruta), si las vacas pueden adquirir un gen de una planta para hacer mejor la digestión, ¿por qué no pueden hacer lo mismo los lobos y los humanos?

Aunque no estoy hablando de un solo gen, sino de muchos. Estaría el gen (o genes) que hacen posible la transformación. Un gen que nadie conoce, y que mucho menos ha podido identificarse. Y después también están todos los genes de lobo que se activan cuando soy un lobo y los genes humanos cuando soy humana.

Sin olvidarnos del
motivo
. ¿Fue un mecanismo para salvaguardar los genes —los genes de lobo— amenazados por la extinción? Eso explicaría la existencia de los licántropos de la familia del
Canis dirus
. Y más adelante también los del
Canis lupus
. Aunque cuando aparecieron los primeros licántropos, el lobo gris era muy numeroso. Existen otros animales de un tamaño similar al humano que también se extinguieron. ¿Existirán humanos que puedan transformarse en tigres dientes de sable?

Me encantaría conocer la estructura de mi ADN. ¿Cómo será? El ADN humano y el de los lobos se asemeja en un 85 por ciento. ¿Cómo será el mío? ¿Un noventa y cinco por ciento igual? ¿Noventa y nueve? ¿O tengo el mismo 85 por ciento que el resto de la gente? Además del ADN de lobo oculto.

Cuando sea científica —bióloga especializada en lobos—, lo descubriré. Analizaré mi propio ADN. En secreto. Demostraré que es resultado de la TGH. Que fuimos creados mediante una transferencia de genes horizontal hace unos cuantos millones de años.

A menos que fuera un virus. Algo que atacara el ADN de un antepasado y provocara mutaciones masivas que dieron como resultado unos genes inestables que se expresan tanto en forma de lobo como en forma humana.

Hay muchas cosas que desconozco y que no puedo preguntarle a Yayeko sin provocar que sus cejas alcancen la altura de un rascacielos.

¿Por qué soy un
Canis lupus
cuando la mayoría de los licántropos son
Canis dirus
? ¿Es así realmente? ¿Cómo encuentro a otras personas como yo? ¿Significa eso que hay dos clases distintas de licántropos? ¿O hay más? ¿Hay licántropos africanos de la familia del
Canis simensis
, el lobo africano? ¿O licántropos
Canis rufus
? ¿O ambos son demasiado pequeños? Existen muchas subespecies conocidas de lobo. ¿Hay licántropos para cada una de ellas? ¿O solo de aquellas con un tamaño similar al humano?

No sé de dónde vengo. Ni qué soy. No sé
cómo
soy. No sé nada

ANTES

La transformación llegó cuatro semanas después de la falsa alarma. Aunque los síntomas fueron los mismos, esta vez los ignoré. No quería volver a entrar en la jaula, donde cada hora que pasaba allí sentada me sentía más sucia, asustada, abatida.

El primer síntoma fue una sensación de tirantez en la piel cuando iba de camino a la escuela. El mismo escozor que había sentido durante la falsa alarma. Seguí caminando. No me encontraba muy mal. Cuando fui al baño durante el recreo encontré una pequeña gotita de sangre. Insignificante, como la vez anterior. Pensé que, incluso si aquella era la definitiva, tendría tiempo de sobra de terminar el día en la escuela y volver a casa.

Como la vez anterior, no tenía fiebre. Ni me dolían los dientes.

Estaba en clase de mates. La segunda hora del día. Estábamos haciendo rompecabezas con números. Debíamos dibujar tres formas que se tocaran en tres puntos, y después en cuatro, cinco. Cinco era imposible. Estaba intentando hacerlo cuando sentí el sofoco. Y el escozor empeoró. Después, fuertes pinchazos en el estómago y puntitos brillantes frente a mis ojos. La cabeza me empezó a latir con fuerza. Sentí un dolor intenso en los dientes.

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