Mis rincones oscuros (46 page)

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Authors: James Ellroy

Tags: #Biografía

BOOK: Mis rincones oscuros
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En general, y en atención a las circunstancias antes apuntadas en ambos casos, creemos que el autor tenía cierto grado de relación con la víctima y que al principio, durante cierto período de tiempo indeterminado, ésta aceptó su compañía voluntariamente.

INFORME FORENSE

Los informes forenses aportan una valoración de las lesiones sufridas por las víctimas y no es preciso reiterar tales datos. Sin embargo, se comentarán ciertos puntos que deben tenerse en cuenta en el análisis general de estos crímenes.

El patólogo determinó que la muerte de la víctima Ellroy se había producido por asfixia debida a estrangulamiento mecánico con ligaduras. El cuerpo también presentaba profundas laceraciones en el cuero cabelludo y una abrasión menor en el párpado superior del ojo derecho. El frotis vaginal señaló la presencia de espermatozoides. Se observó que la víctima estaba en la última fase de su período menstrual. Las pruebas toxicológicas realizadas mostraban que tenía un nivel de alcohol en sangre de 0,08 por 100.

La causa de la muerte de la víctima Long también era asfixia debida a estrangulamiento mecánico con ligaduras. En cambio, Long presentaba una fractura craneal con contusiones cerebrales como resultado de visibles laceraciones con incisión, causadas por golpes propinados con un objeto contundente. Estas laceraciones tenían forma de media luna con los bordes claramente marcados y definidos. La víctima presentaba asimismo una fractura con separación en el sexto espacio intervertebral cervical.

Ambas víctimas fueron estranguladas con medias de nailon. Además de la media, la víctima Ellroy tenía una cuerda de persiana firmemente enrollada en torno al cuello. En la vagina de esta víctima se advirtió también presencia de espermatozoides. El índice de alcohol en sangre resultó ser del 0 por 100.

ANÁLISIS DE LA ESCENA DEL CRIMEN

Aunque no se han realizado intentos de reconstruir una pauta cronológica precisa en ambos crímenes, procederemos a describir ciertas observaciones respecto a las escenas en que se cometieron y sobre su significado en relación con el autor. Examinadas individualmente, ninguna de las dos escenas del crimen proporciona una abundancia de evidencias forenses. Sin embargo, una vez analizadas, el comportamiento demostrado por el autor en el lugar resulta más significativo.

La víctima Ellroy fue vista por última vez con vida entre las 2.15 y las 2.30 horas del 22 de junio de 1958 en compañía de un varón con quien había estado antes, aquella misma noche.

A las 10.00 horas del mismo día fue descubierta tendida, cubierta de hiedra, en la calzada de acceso a un instituto de la población de El Monte. La víctima estaba vestida, aunque le faltaban las bragas y tenía el sujetador desabrochado y subido hasta el cuello. La media de la pierna izquierda estaba bajada hasta el tobillo y la otra atada en torno al cuello junto con un pedazo de cuerda. A la víctima le habían cubierto la mitad inferior del cuerpo con su propio abrigo.

Al parecer la víctima había mantenido relaciones sexuales consentidas, a pesar de la menstruación. Durante la autopsia se encontró un tampón en su vagina.

Poco después de consumar esta relación sexual, el agresor golpeó a la víctima con un objeto contundente que tenía a mano, tras lo cual utilizó la cuerda y, por último, la media de la víctima. En vista de la manifiesta ausencia de heridas que indiquen que la víctima intentó defenderse, resulta improbable que se produjera la menor lucha entre ella y su agresor. Según informes de testigos, la mujer parecía cómoda en compañía del posible futuro agresor y es muy probable que no llegara a percibir a éste como una amenaza para su integridad física.

Al dejar el restaurante Stan's Drive-In, es muy probable que el agresor llevara el coche directamente al lugar donde la víctima fue encontrada. El agresor conocía el lugar y lo escogió debido a que estaba apartado de la vista de la gente y a que solía utilizarse como «rincón de enamorados», por lo que la presencia del vehículo no despertaría demasiada atención.

El acto sexual debió de tener lugar en el interior del vehículo, en cuyo caso las bragas de la víctima seguramente quedaron en él. La víctima no tuvo oportunidad de volver a ponérselas. Cualquiera que fuese el motivo que desencadenó la furia del agresor, tuvo lugar después de que la víctima se introdujera otra vez el tampón.

Una vez que la víctima fue estrangulada, el agresor sacó el cadáver del vehículo y lo arrojó sobre la hiedra. En el proceso, el collar de la víctima se rompió y las perlas cayeron a la calle. El último acto del agresor fue cubrir la parte inferior del cuerpo de la víctima con el abrigo de ésta.

Respecto a la muerte de la víctima Bobbie Long, y en ausencia de cualquier información testimonial, la cronología específica de los hechos que condujeron a su asesinato no puede realizarse con un mínimo rigor. Por lo tanto, no haremos ningún intento de reconstrucción del asesinato. Con todo, existen algunos factores relacionados con la escena del crimen que sugieren ciertos actos concretos.

Un billete de autobús de ida y vuelta encontrado en el bolso de la víctima apoya las declaraciones de los testigos según las cuáles ésta tenía pensado asistir a las carreras de caballos del hipódromo de Santa Anita el 22 de enero de 1959.

Si damos por sentado que la víctima acudió al hipódromo, quizá conociera al agresor aquel mismo día o tal vez lo conociese de otras ocasiones y aceptara la propuesta de éste de llevarla en coche. Como sea que la víctima solía aceptar subir a coches de desconocidos, parece que su seguridad personal no le preocupaba demasiado.

La víctima era reservada respecto a su vida personal, pero lo poco que se sabía de ella apunta a que aceptaba con gusto cualquier cosa que un hombre tuviera para ofrecer.

Al parecer, y según el informe de la autopsia, la víctima había consumido una cena mexicana en algún momento del principio de la velada. Al parecer también, había mantenido relaciones sexuales con el agresor sin oponer resistencia. Estaba completamente vestida, a excepción de las medias, y la ropa estaba intacta y no presentaba desgarrones.

La víctima fue encontrada en el terraplén de un camino sin asfaltar a menos de doscientos metros de una calle principal de la población de La Puente. Yacía boca arriba y tenía la parte inferior del cuerpo cubierta con el abrigo (de manera parecida a la víctima Ellroy). Todo indica que Long también fue arrojada al suelo después de que se hubiese producido su muerte. El deceso de la víctima Long tuvo lugar de manera muy similar al de la víctima Ellroy. Después de mantener relaciones sexuales de mutuo acuerdo con su agresor, lo cual también pudo producirse en el vehículo, fue golpeada inesperadamente y con gran violencia en numerosas ocasiones con un objeto contundente. Después, el agresor echó mano de algo, una de las medias de la víctima, tal vez, la colocó en torno al cuello de ésta y la estranguló.

Luego, el agresor sacó a la víctima del vehículo y arrojó el cuerpo al terraplén, junto con el bolso. De nuevo, el último acto del agresor fue cubrir la parte inferior del cuerpo de la víctima con el abrigo de ésta, de modo muy parecido a lo que había ocurrido con la víctima Ellroy.

El lugar donde fue encontrado el cuerpo de la víctima Ellroy dista unos siete kilómetros de donde fue encontrada la víctima Long. El cuerpo de la primera fue hallado a algo más de dos kilómetros de la zona en que fue vista bailando y comiendo antes de su muerte. Esta zona queda a apenas un kilómetro de donde apareció el cuerpo de Long.

No parece que el robo fuera el móvil de ninguna de las dos muertes. Creemos que, en el caso de la víctima Ellroy, el agresor se olvidó, sencillamente, de deshacerse del bolso de ésta antes de abandonar el lugar. Los actos sexuales, los golpes contundentes seguidos de estrangulamiento con las medias de nailon de la propia víctima y el hecho de cubrir la parte inferior del cuerpo con el abrigo constituyen, según todos los indicios, la firma del agresor.

CARACTERÍSTICAS Y RASGOS DEL AGRESOR

De acuerdo con las estadísticas, los delitos violentos son de naturaleza intrarracial: blancos contra blancos, negros contra negros. Por lo tanto, y al no haber ninguna evidencia física en contra, cabe presuponer que, en estos casos, el agresor fue un hombre blanco.

Respecto a su edad, se han examinado diversos datos relativos al crimen. La edad de la víctima, el grado de control o de falta del mismo por parte del agresor, el daño infligido, el descuido a la hora de dejar pruebas o hacerlas desaparecer, así como la interacción sexual con la víctima, si la hay, son factores importantes que deben tomarse en consideración. Según tales factores, cabe esperar que el agresor tuviera más de treinta años y menos de cuarenta. Con todo, este dato es uno de los aspectos más difíciles de determinar, ya que la edad cronológica es, con frecuencia, completamente distinta de la emocional. Como evaluamos la edad sobre la base de la conducta, la cual es resultado directo de la madurez emocional y mental, no debe descartarse a ningún sospechoso guiándose exclusivamente por este dato.

Con toda probabilidad, el agresor podía mantener relaciones con mujeres. Sin embargo, hay motivos para pensar que era soltero y, en el caso de estar casado, que su relación matrimonial era conflictiva y existían en ella episodios de violencia doméstica. El agresor cohabitaba, quizá, con una mujer, pero continuaba manteniendo encuentros sexuales con otras.

También podemos suponer que nuestro hombre tenía una inteligencia entre media y superior a la media, que había terminado la enseñanza secundaria y que había sido capaz de asimilar el nivel universitario. Es más que probable que estuviese empleado y que su historial laboral fuera acorde con su formación académica.

Con toda seguridad, el hombre conocía la zona donde se encontraron los cuerpos de las víctimas lo suficiente para saber que se trataba de lugares «razonablemente seguros» para deshacerse de los cadáveres. Según nuestra experiencia en el análisis de casos similares, los agresores como el que nos ocupa dejan los cadáveres en puntos con los que tienen alguna clase de relación o que conocen de algo. Por lo tanto, nuestro hombre debía de vivir, trabajar o visitar a menudo la zona donde fueron encontradas las víctimas. En el caso de que lo vieran, habría podido ofrecer una explicación razonable de su presencia allí.

El agresor sería un hombre cuidadoso de su aspecto exterior y de su indumentaria y estaría en buenas condiciones físicas. Como sea que la escena de un crimen suele reflejar la personalidad del autor, cabe esperar que éste fuera metódico y pulcro de apariencia. Tenía pocos amigos íntimos, pero numerosos conocidos. Con frecuencia actuaba impulsivamente y buscaba la autogratificación inmediata. Más que un solitario, era una especie de «lobo estepario».

Por su forma de actuar parecería confiado, pero no abiertamente machista, entre sus amigos. En su trato con las mujeres buscaría controlarlas, y da la impresión de que se mostraba como un individuo muy dominante. Cabe la posibilidad de que intentara pasar por un individuo pasivo. Seguramente evitaba dar la impresión de poseer un temperamento explosivo o un carácter agresivo. Los episodios de comportamiento explosivo se alternaban con una actitud de indiferencia hacia los demás. Sin duda, demostraría una actitud manifiestamente ruda en el trato con la gente.

El agresor tomaba bebidas alcohólicas y, quizá, consumía drogas, pero no hasta el punto de quedar incapacitado por ello. No existen indicios de que cometiese el crimen bajo los efectos del alcohol o las drogas, aunque es posible que empleara una o varias de tales sustancias como modo de desinhibirse.

Es probable que el agresor poseyera un vehículo bien cuidado, motivo por el cual encajaría con la posición económica de los individuos con que solían salir las víctimas. Al agresor le gustaba conducir y no debía de tener reparos en buscar diversión lejos de la zona en que residía.

No creemos que el agresor tuviera un historial delictivo extenso. Sin embargo, cabe la posibilidad de que fuera detenido por altercados domésticos o por agresiones.

Las armas preferidas por este individuo serían, según los indicios, objetos que tuviese a mano; una herramienta en forma de media luna que muy probablemente guardaba en el coche, un pedazo de cuerda y las medias de nailon de las víctimas. Esto, unido al hecho de que golpease en la cabeza repetidamente a cada víctima como medio de controlarla, demuestra que, probablemente, el agresor no planeó los asesinatos hasta muy poco antes de que fueran cometidos.

CONDUCTA POSTERIOR AL DELITO

En vista del lapso transcurrido entre la comisión de los crímenes, en este caso la conducta del agresor tras el delito, que muchas veces es el elemento más revelador del análisis, tendrá una significación mucho menor. Esta sección se dedicará concretamente a analizar la situación que debió de producirse inmediatamente después de que fuesen cometidos los crímenes.

Tras éstos, es probable que el agresor se marchara directamente a su casa o a algún otro lugar seguro. Es posible también que se ensuciara la ropa y manchase el vehículo como consecuencia de los golpes brutales propinados a ambas víctimas y de la sangre menstrual de la víctima Ellroy. Tras cometer en ambos casos lo que seguramente consideraba un asesinato sin testigos, el agresor no debió de sentirse preocupado o nervioso por mucho tiempo. Quizás, en un intento de aislarse, fingiese alguna enfermedad; puede que al día siguiente avisara de que no acudiría al trabajo, si tenía previsto hacerlo. Salvo este retroceso inicial, la rutina diaria del agresor no se modificaría de forma significativa.

Evitaría aquellos lugares en que lo hubiesen visto con cada una de las víctimas poco antes de la muerte de éstas. Entre estos lugares debían de estar el Desert Inn, el Stan's Drive-In y el restaurante mexicano donde probablemente estuvo con la víctima Long la noche en que ésta fue asesinada.

Tal vez mostrase interés por los comentarios hechos en los telediarios acerca de los crímenes, pero sin intención de interferir en las investigaciones policiales. Es poco probable que formulara teorías acerca de lo sucedido, y casi seguro que declarase tener un conocimiento meramente indirecto de los asesinatos, obtenido a través de amigos o de los medios de comunicación.

Una vez que las investigaciones empezaron a perder intensidad, el agresor se habría tranquilizado, convencido de que nadie lo había visto con las víctimas y de que no era sospechoso. No debía de sentir la menor culpabilidad ni remordimiento alguno por lo que había hecho. En su opinión, esas mujeres eran cosas de usar y tirar y se justificaría a sí mismo diciéndose que ellas mismas eran responsables, de algún modo, de obligarlo a hacerles aquello. Sólo debía de preocuparle él mismo y el efecto que pudieran tener los crímenes en su vida. A esas alturas, es probable que ya hubiese olvidado la mayor parte de los detalles relacionados con aquéllos.

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