Moros y cristianos: la gran aventura de la España medieval (48 page)

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Authors: José Javier Esparza

Tags: #Histórico

BOOK: Moros y cristianos: la gran aventura de la España medieval
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A Ramiro ya le hemos visto actuando de manera tenaz y decidida.A partir de un pequeño núcleo en torno a jaca —que eso era el inicial condado de Aragón que recibió en herencia—, ha ido extendiéndose en todas las direcciones posibles. Hacia el suroeste, ha ganado las posiciones fronterizas de Sos y Uncastillo. Hacia el este, ha absorbido los condados de Sobrarbe y Ribagorza.A partir de estas últimas posiciones ha emprendido una inteligente política de repoblación siguiendo el curso sur de los ríos. Ahora, tras la muerte de García en la batalla de Atapuerca, no pierde un minuto y ocupa plazas importantes en Navarra: los valles de Escá,Aragón y Onsella, que pasan a estar bajo su dominio.

Aragón es en este momento el único reino cristiano de la Península que necesita urgentemente tierras nuevas para acomodar a su población. El objetivo fundamental es la Hoya de Huesca y sus áreas de cultivo. Hasta el momento, la barrera natural de la sierra de Guara ha detenido el avance. Pero ahora a Ramiro se le abren dos caminos para desbordar la sierra. Uno, por el sureste, es el que lleva hasta Graus y Barbastro. El otro, al suroeste de la sierra, es el que lleva hasta Huesca. Ambos están taponados por fortalezas moras. Graus es un núcleo militar de primera importancia: doblegarlo exige esfuerzos que Ramiro no está aún en condiciones de reunir.Y el otro camino, el del suroeste, está bloqueado por la fortaleza de Bolea.

Esta plaza de Bolea tampoco es desdeñable, pero Ramiro, astuto, cuenta con una baza: la simpatía de los muchos mozárabes del lugar e incluso de algunos musulmanes. Con ellos intentará el asalto, pero terminará mal: la fortaleza aguantará y los aliados mozárabes y moros de Ramiro serán ejecutados. Así el rey de Aragón se encuentra con los caminos hacia el sur cerrados y empujado, inevitablemente, hacia el oeste y el este. Al oeste no puede extenderse más: está Navarra.Y al este se le presenta un serio problema: la fuerza expansiva del condado de Barcelona.

El condado de Barcelona es el otro gran núcleo político del momento. Aquí ya hemos hablado de Borrell, del abad Oliva y de la condesa Ermesenda, las grandes figuras de la Cataluña de este tiempo. Ramón Berenguer 1 ha heredado el condado en 1035, siendo menor de edad. Asentar su poder le ha costado enormes esfuerzos. El problema político del condado de Barcelona, en este momento, no es ganar nuevas tierras hacia el sur, porque su población no las necesita. Pero hay otras dos cuestiones que ocupan toda la atención del conde. Una es la pertinaz rebelión de los nobles del condado, los señores feudales. La otra será la relación con los condados vecinos.

Vayamos con el primer asunto, la cuestión feudal. ¿Dónde está el problema? En muy buena medida, en un conflicto de intereses. Al conde de Barcelona le interesaba mantener un estatus de paz con los moros. Zaragoza pagaba parias a Barcelona (Zaragoza, por su situación fronteriza con todos los reinos cristianos, pagaba a todo el mundo). Pero, sobre todo, las tierras del condado de Barcelona se habían convertido en ruta de paso permanente para las líneas comerciales moras, incluidas las caravanas de oro que venían del Sudán con dirección a Francia, y esa ruta dejaba cuantiosos beneficios tanto en las arcas condales como en el comercio de la propia ciudad. Ahora bien, los señores feudales no veían ni una moneda de los beneficios en cuestión. Su única forma de obtener beneficios era la tradicional: la guerra y el saqueo sobre las tierras moras vecinas.Y eso era justamente lo que el conde Ramón Berenguer quería evitar a cualquier precio, para mantener las rutas comerciales.

El conflicto será largo y áspero. Habrá rebeliones muy importantes en el Penedés y elVallés. Allí el vizconde Mir Gerberto llegará incluso a crearse un territorio propio. Habrá también un conato de golpe de Estado en la misma Barcelona, la capital. Ramón Berenguer resolverá todos estos problemas con una serie de concesiones a los señores feudales que, a su vez, le crearán problemas nuevos. Pero, en general, puede decirse que el conde logró frenar la descomposición feudal de Barcelona.

Vayamos ahora al segundo problema de la política barcelonesa. Porque mientras Ramón Berenguer trataba de neutralizar a sus barones, al mismo tiempo intentaba, y con éxito, imponer su autoridad sobre los otros condados catalanes; no sólo Osona y Gerona, que pertenecían a su misma familia, sino también Besalú, Ampurias, Pallars y Urgel. Cataluña no constituía una unidad política: cada uno de esos condados tenía su propia personalidad singular. Pero el de Barcelona gozaba, por así decirlo, de una primacía tradicional sobre todos ellos, de tal forma que la autoridad de Ramón Berenguer debía ser reconocida por los condados en cuestión. El conde se aplicó a la tarea con muy buenos resultados, hasta el punto de que el liderazgo político de Barcelona se hizo incuestionable. ¿Y les interesaba a estos otros condados mostrarse sumisos ante Barcelona? En general, sí. Ahora bien, había un condado que tenía su propia dinámica, el de Urgel.Y aquí es donde chocarán Ramón Berenguer 1 y Ramiro de Aragón.

Urgel era un caso singular porque, de todos los condados pirenaicos, era el que más había podido crecer hacia el sur. Desde el momento en que el califato se descompuso, los condes de Urgel —que, por cierto, todos se llamaban Armengol— habían procedido a una tenaz tarea de expansión: primero el valle de Artesa de Segre, luego los valles de Meia, Ager, Cubelles, Camarasa, hasta llegar al borde mismo de la sierra de Almenar. Urgel estuvo incluso en condiciones de cobrar parias a la taifa de Zaragoza. Pero, sobre todo, con esta expansión hacia el sur, el condado de Urgel se había convertido en el colchón que separaba a los dos grandes poderes de la zona, el Reino de Aragón y el condado de Barcelona. Un verdadero punto estratégico.

Ni Ramiro ni Ramón Berenguer ignoraban el valor estratégico de este condado que empezaba a crecer sobre lo que hoy es la provincia de Lérida. El conde de Barcelona se propuso obtener el reconocimiento de Urgel: no en vano aquel territorio pertenecía a la herencia original de la casa condal barcelonesa.Y los condes de Urgel, por su parte, no tuvieron el menor reparo en reconocer a Ramón Berenguer siempre y cuando les permitiera ir a su aire, como en efecto hizo. En cuanto a Ramiro de Aragón, no podía emprender una jugada política de ese carácter, pero hizo otra cosa de igual o mayor valor: ganarse a Urgel mediante una adecuada política matrimonial. Así, a la altura del año 1057, queda establecido un doble enlace. Dos hijos de Ramiro casan con la familia condal urgelina. Sancho Ramírez, heredero de Aragón, se casa con Isabel de Urgel; Sancha Ramírez, hija de Ramiro, se casa con el conde de Urgel Armengol III. Sobre esos matrimonios se establece la alianza política.

¿Cuestiones de familia? Sí, pero cruciales, porque, gracias a esas alianzas matrimoniales, Ramiro de Aragón cerró al conde de Barcelona el paso hacia el río Cinca. Con su habitual determinación, Ramiro se apresura a establecer puntos fuertes: Laguarres, Lascuarre, Luzás, Viacamp, Benabarre. El avance es prodigioso: Aragón ha desbordado ampliamente la línea de Graus por el este. Ahora Barbastro queda a tiro de piedra.

Barbastro: la codiciada pieza de Ramiro de Aragón, la plaza que le abriría las puertas de la Hoya de Huesca, al sur de la sierra de Guara, en el centro del Somontano. Allí están las tierras de cultivo y pastos que Aragón necesita, regadas por el Isuela, el Flumen y el Guatizalema. Para apoderarse de Barbastro sólo había que cubrir un requisito: conquistar la fortaleza mora de Graus. Un desafio dificil, pero Ramiro había dado pruebas de poder con todo lo que se le pusiera por delante. Ahora tenía delante los muros de Graus. El primer rey de Aragón intentará asaltarlos.

Las codiciadas parias de Zaragoza

Tomar Graus no es ninguna broma: clavada en un punto donde el valle del Ésera se estrecha, protegida a este y oeste por cerros de 500 y 600 metros de altitud, esa fortaleza es un auténtico tapón geográfico. Pero para llegar a Barbastro no hay más remedio que pasar por allí: hay que tomar Graus.

Ahora bien, los primeros que saben perfectamente hasta qué punto es importante la fortaleza de Graus son los moros que la defienden. ¿Qué moros? Los de la taifa de Zaragoza, que harán todo lo posible por cerrar el paso a Ramiro. En Zaragoza piensan que, si Graus cae, estarán perdidos. Y tienen razón. Así el rey de Zaragoza, al-Muqtadir, acude en persona para organizar la defensa. ¿Y qué era la taifa de Zaragoza? ¿Y quién era alMuqtadir?

La historia inicial de la taifa de Zaragoza fue bastante convulsa. Aquí ya hemos contado cómo se descompuso el califato. Los distintos poderes locales se independizaron poco a poco de Córdoba. En el caso de Zaragoza, fue la familia yemení de los tuyibíes la que se proclamó independiente. Poco después, otro linaje yemení, los hudíes o Banu-Hud, hicieron lo mismo en Lérida. A la altura del año 1039, los Banu-Hud de Lérida, encabezados por Sulaiman ibn Muhammad, se apoderaron de Zaragoza y sus territorios. Este Sulaiman, al morir, repartió entre sus herederos los distintos dominios de la taifa: Lérida, Tudela, Tortosa, Calatayud, etc. Pero el heredero de Zaragoza, cabeza de la tribu, disputó con sus hermanos y los redujo a la obediencia, a excepción del de Lérida, que aguantó. Ese heredero de Zaragoza era nuestro personaje:AbúYafar Áhmad ibn Sulaymán al-Muqtadir Billah, o sea, al-Muqtadir.

La taifa de Zaragoza no era cualquier cosa. Abarcaba la actual provincia de Zaragoza, parte de Teruel, media provincia de Huesca, el sur de la actual Navarra, parte de La Rioja y Soria, parte de Tarragona y Lérida, casi toda la actual provincia de Castellón… Además, le rendían tributo de vasallaje las taifas de Valencia y Denla. Era un territorio realmente rico y bien organizado. Recordemos que aquí, sobre el eje del valle del Ebro, había estado el señorío de los Banu-Qasi, aquella familia hispanogoda que después de la invasión de 711 se convirtió al islam para mantener su dominio territorial. La región se había beneficiado de una estructura económica y social muy antigua, heredada de Roma, y que después de mil años seguía en pie por encima de los sucesivos cambios de poder. ¿Dónde radicaba la prosperidad de Zaragoza? En dos cosas: una, la gran riqueza agraria de las tierras del Ebro; la otra, las rutas comerciales que atravesaban su territorio, tanto la marítima, porque la taifa tenía una amplia zona costera, como la terrestre, que subía desde Córdoba en dirección a Francia.

Al-Muqtadir, por su parte, no era un simple jefe tribal, sino un gobernante de gran estilo. Se hizo un fantástico palacio que hoy conocemos como La Aljafería (la actual sede de las Cortes aragonesas) y en él se instaló para subrayar la pompa y esplendor de su reino. El talento que hizo aquel palacio, por cierto, era un eslavo, o sea, un europeo que había eludido la esclavitud islamizándose. Se llamaba y precisamente a su nombre debemos el de la Aljafería.Tan feliz estaba al-Muqtadir en su palacio maravilloso que incluso le dedicó unos sentidos versos:

¡Oh, Palacio de la Alegría!, ¡oh, Salón Dorado!
Gracias a vosotros llegué al colmo de mis deseos.
Y aunque en mi reino no tuviera otra cosa,
para mí sois todo lo que pudiera anhelar.

Y sin embargo, pese a ese esplendor, o quizá precisamente a causa de él, la situación de al-Muqtadir no era fácil. Por su situación geográfica, la taifa de Zaragoza hacía frontera con todos los reinos cristianos: en las tierras que hoy son Soria, lindaba con el condado de Castilla, es decir, con el Reino de León; en lo que hoy es La Rioja y Navarra, lindaba con el Reino de Pamplona y Nájera; al norte hacía frontera con Aragón, y al noreste con varios condados catalanes: Urgel, Pallars, Barcelona… En consecuencia, tenía que pagar tributos a todos y cada uno de estos reinos y condados si quería ver sus fronteras tranquilas.Y por cierto que el peligro no era sólo cristiano. Al conde de Barcelona, por ejemplo, al-Muqtadir le pagaba para que le protegiera de su hermano al-Muzaffar, el que mandaba en Lérida. ¿Y de dónde sacar dinero para pagar tributos? De los súbditos de la taifa de Zaragoza, que estaban literalmente fritos a impuestos, con el consiguiente malestar social. Una ruina, en fin.

Al-Muqtadir tiene que tomar una decisión: ha de elegir aliado. Es decir: entre todas las fuerzas a las que paga tributo, ha de escoger una y dejar de pagar a las demás.Y aún más, que esa que ha escogido, que tiene que ser la más poderosa, le proteja de los otros enemigos.Al-Muqtadir mira alrededor y no duda: el más poderoso es Fernando 1 de León. Desde 1060, al menos, le pagará tributo anual.Y el rey moro de Zaragoza, que era un político avispado, tratará de usar ese tributo en su propio beneficio. Si alguien amenazaba a Zaragoza, León se vería gravemente perjudicado, pues dejaría de ingresar un dinero que le era vital. Ésa era exactamente la situación ahora, año 1063, cuando el gran bastión de al-Muqtadir en el norte, Graus, vivía la amenaza de las tropas del Reino de Aragón.

Para Fernando 1, la cuestión no ofrecía dudas: tenía que ayudar a alMuqtadir. En este momento las parias eran el principal recurso económico de los reinos cristianos y, desde luego, su único recurso monetario. Gracias a las parias, los reinos cristianos habían empezado a conocer una vida comercial inusitada. No sólo eso, sino que además ahora los reyes cristianos podían pagarse huestes guerreras más o menos estables. Renunciar a las parias significaría que el Tesoro real volviera a depender de las campañas de saqueo en las tierras musulmanas del sur; campañas que no habían cesado, pero cuyo rendimiento era inferior y, desde luego, exigía más esfuerzo que el cobro de tributos. La propuesta de al-Muqtadir era un plato apetitoso: si Fernando ayudaba a Zaragoza, el suculento bocado de las parias zaragozanas sería sólo para él; no tendría que compartirlo con Aragón, Navarra o Barcelona.Y así Fernando decidió reforzar a las huestes de al-Muqtadir con un contingente militar comandado por su propio primogénito, Sancho.

Atención a este Sancho, llamado «el Fuerte» y también «elValiente», que pronto tendrá un lugar destacado en nuestra historia. Hijo mayor del rey Fernando, a él le correspondía heredar el trono. Sin embargo, los planes de Fernando eran algo más complicados. En ese mismo año de 1063, Fernando convoca un concilio en el que adopta inusuales disposiciones testamentarias: el trono de León no será para Sancho, sino para el segundo hijo, Alfonso, que al parecer era su favorito. Lo que a Sancho le va a quedar es otra cosa, una Castilla elevada a la condición de reino y, como dote perpetua, las parias de Zaragoza. Parece que Sancho no estuvo muy de acuerdo con el reparto, pero, en todo caso, era la voluntad de su padre. Y lo que estaba pasando ahora en Graus le afectaba directamente: las parias de Zaragoza estaban en juego.

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