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Authors: Kim Harrison

Tags: #Fantástico, Romántico

Por unos demonios más (48 page)

BOOK: Por unos demonios más
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Jenks echó a volar, desplegó sus alas lentamente y se puso de pie sobre el frasco.

—Avísame si sabes algo. Lo dejo por esta noche. Jhan está a cargo si surge algo. Si me necesitas, avísalo.

Abrí los ojos como platos. ¿Tenía a sus hijos de centinelas?

—¿Jenks? —pregunté, y él se giró en la puerta de mosquitera, volando junto al agujero para pixies.

Levantó y dejó caer los hombros.

—Voy a pasar un rato con Matalina —dijo, y yo me esforcé por no sonreír.

—Vale —dije—. ¿Quieres tomarte el día libre mañana?

Él sacudió la cabeza y luego se metió por el agujero. Yo me acerqué a la ventana, me apoyé en el fregadero y lo vi dejar un rastro tenue de polvo verde hasta el tocón del jardín. Luego desapareció. Estaba sola. Miré el pastel que Ivy me había preparado, todavía sin decorar. Lo había cubierto con papel de plata esta tarde para que no se secase.

Dios, esto es una mierda
.

Me negaba a permitir que esto se convirtiese en una fiesta de autocompasión, así que saqué uno de mis libros de hechizos de la estantería y me dirigí al santuario con el agua y la tarrina de nata destinada a cubrir la tarta. No tenía hambre, pero tenía que hacer algo. Vería una cadena local, ya que el cable no llegaba hasta aquí, fingiría hacer algo de investigación y luego me iría a la cama temprano. Jolín, vaya cumpleaños había tenido.

¿
Tengo yo la culpa de que se haya ido Ivy
?, pensé mientras entraba en el santuario. Maldita sea, ¿por qué había permitido que mis sentimientos tomasen mis decisiones por mí? Nadie me había obligado a morder a Kisten. Podría haberle devuelto las fundas. Pero Ivy no tenía derecho a enfadarse. ¡Era mi novio! Además, ella había dicho que su beso era una prueba para que pudiese decidir qué era lo que quería. Bueno, pues estaba intentando decidirme, y Kisten formaba parte de aquello.

Triste, me dejé caer en la cómoda butaca de ante de Ivy. Desprendió un olor a incienso de vampiro y lo inspiré con fuerza en busca de consuelo. A lo lejos, oí el estallido de un transformador y esperé a que se apagasen las luces. Permanecieron encendidas, afortunadamente para mí, pero no para la ardilla que se había ido al otro barrio por cortesía de tropecientos voltios de electricidad. Abrí el libro de hechizos y cogí el mando a distancia. Era casi medianoche. Probablemente las noticias ya dirían algo del incendio.

La televisión se encendió y, mientras veía los anuncios y me comía una cucharada de nata, llamé a Kisten. Nada. Después llamé a Pizza Piscary's y escuché el mensaje grabado que ponían durante las horas de apertura del local mientras me preguntaba por qué no contestaba nadie. Debían de estar realmente ocupados.

Incliné la cabeza y miré el vestíbulo oscuro. Podría coger las llaves y acercarme hasta allí, pero había mucha poli en la calle y me preocupaba que me pillasen con el permiso de conducir retirado.

Se escuchó otro estallido fuera, esta vez más cerca, y las luces parpadearon.

¿
Dos ardillas
?, pensé, y luego fruncí el ceño. Estaba oscuro. No había ninguna ardilla. Quizá alguien estaba disparando al azar de nuevo a las farolas.

Me picó la curiosidad, así que dejé el bol y me acerqué para mirar por una ventana. El golpe en la puerta me hizo girarme por completo y Ceri entró como un rayo.

—¡¿Rachel?! —exclamó con una sombra de preocupación en su rostro con forma de corazón—. Rachel, gracias a Dios —dijo acercándose y agarrándome la mano—. Tengo que sacarte de aquí.

—¿Qué? —dije con aire inteligente, y luego vi entrar a Keasley tras ella. Los pasos del anciano de color eran dolorosamente rápidos, a pesar de su artritis—. Ceri, ¿qué pasa?

Keasley me hizo una reverencia con la cabeza y luego cerró y atrancó la puerta.

—¡Eh! —exclamé—. Ivy todavía no ha llegado.

—No va a venir —dijo el viejo brujo, acercándose cojeando—. ¿Tienes un saco de dormir?

Yo lo miré perpleja.

—No, lo perdí en el gran baño de agua salada de 2006. —Había perdido muchas cosas durante mi amenaza de muerte de la SI, y comprarme otro saco de dormir no estaba entre mis prioridades—. ¿Y cómo sabes que Ivy no va a venir? —añadí.

Ignorando mis palabras, el anciano se dirigió hacia mi habitación por el pasillo.

—¡Eh! —repetí, y luego me giré hacia Ceri cuando me agarró el brazo—. ¿Qué está pasando?

Ceri señaló la televisión, que ahora era un batiburrillo de ruido y confusión.

—Está aquí —dijo con la cara blanca como la leche—. Al está a este lado de las líneas. Libre y sin estar bajo coacción de nadie, tanto de día como de noche.

Mis hombros se relajaron de inmediato.

—Dios, lo siento, Ceri. Quería decírtelo. Tienes que comprarte un teléfono. Al fue al ensayo y a la cena de Trent.

El elfo abrió los ojos de par en par.

—¡¿En serio?! —exclamó, y yo me encogí.

—Iba a decírtelo en cuanto llegase a casa, pero me olvidé —dije como pretexto, preguntándome cómo lo había averiguado tan pronto—. Pero no pasa nada. Solo me busca a mí. Puede estar bajo el sol porque hizo un trato con Lee para poseer su cuerpo hasta que Lee me mate. Y eso no va a ocurrir hasta que Al acabe lo que tiene que hacer conmigo. —No podía decirle que el trato que ella había hecho con Al era la razón por la que esta vez me buscaba a mí. La preocuparía.

Ceri dudó.

—¿Eso de que Lee te mate no entra en la cláusula de «él o sus agentes»?

Se me encogió el estómago y miré a Keasley, que estaba al final del pasillo esperándonos con mi edredón de verano en la mano.

—Al va a liberar a Lee antes de matarme y, como Lee tiene razones suficientes como para querer verme muerta, la cláusula del agente no se aplicaría.

Keasley dejó caer mi almohada y mi edredón justo dentro del santuario antes de echar a correr por el pasillo de nuevo. Ceri me agarró el brazo y se dispuso a seguirle.

—Podemos discutir los entresijos de la ley demoníaca más tarde. Tenemos que ir a suelo sagrado.

Exasperada, me libré de la mano de Ceri.

—¡Estoy bien! —protesté—. Si Al fuese a hacer algo, ya lo habría hecho. No va a matarme. Al menos no todavía.

Miré la televisión, desconcertada al ver que todo el mundo perdía el control. Luego miré con más atención. No estaban delante de El Almacén, estaban delante de un ultramarinos. La gente, aterrorizada, saqueaba la tienda con furgonetas y coches familiares. La reportera parecía asustada mientras le decía a la gente que no tuviese miedo, que la situación estaba bajo control. Ya. Tenía toda la pinta de estar bajo control.

Se oyó un estallido fuerte y un fogonazo de luz, y la hermosa reportera soltó un taco y luego se encogió. La cámara giró para enfocar la estación de servicio que había al otro lado de la calle. Se produjo otro fogonazo de luz y me di cuenta de lo que había ocurrido. Un brujo de líneas luminosas acababa de hacer explotar a alguien que intentaba impedirle el acceso a la estación de servicio. La nube de polvo ligeramente púrpura seguía flotando en el aire.

—¿Estás grabando esto? —gritó la reportera, y me puse nerviosísima cuando se amplió la imagen—. ¡La gente se está volviendo loca! —dijo con los ojos como platos—. La SI ha declarado el estado de ley marcial y todos los residentes han sido advertidos de que se queden en casa. Los autobuses dejarán de circular a medianoche y cualquiera que se encuentre en la calle será encarcelado. ¡Jake! —dijo al ser sacudida por un gran estruendo—. ¡¿Estás grabando esto?!

Jake lo estaba grabando y yo miré a la gente llenando frenéticamente sus depósitos de combustible. Me quedé sin aliento cuando un conductor frustrado se empotró contra el coche que tenía delante para empujarlo. Se inició una pelea y aluciné cuando una bolsa de siempre jamás teñida de verde arremetió contra el expendedor de gasolina, que explotó formando una nube naranja y roja. La mujer gritó y la cámara se cayó. Mis ventanas temblaron y me giré hacia la calle a oscuras. Maldita sea, había sido cerca. ¿Qué demonios estaba pasando? Así que Al andaba de paseo por ahí. Pero si solo me quería a mí.

—No lo entiendo —dije haciendo gestos—. Solo puede hacer lo que puede hacer Lee. Ahora no es más peligroso que cualquier brujo de líneas luminosas corriente, desquiciado y masoquista. —Dudé y sentí el miedo que transmitía la televisión—. Vale —corregí—. Quizá unos pocos gritos sean algo normal, pero lo pueden abatir.

—Ya lo intentó alguien. —Ceri tiró de mí, pero yo no me movía, sin dejar de mirar el caos—. Ayer por la noche montó un follón en un local de baile y cuando los matones intentaron sacarlo afuera, los mató. Los incineró justo donde estaban y después incendió el lugar. Luego desterró a siempre jamás a las seis brujas que la SI había enviado para atraparlo. Nadie puede detenerlo, Rachel, y nadie lo controla. La gente tiene miedo. Quieren que se vaya.

—¿Los incineró? —dije, mezclando mi horror con mi confusión.
Vale, quizá es más poderoso de lo que pensaba
—. Me quiere a mí. ¿Por qué está haciendo esto?

Ceri apartó la mirada de la tele, con los ojos muy abiertos, e intentó hacer que me moviese.

—¿Qué te pidió? —preguntó, y yo me humedecí los labios.

Dudé, y luego dije:

—Que testifique que tú prometiste no enseñar a nadie cómo entretejer energía de líneas luminosas. Le dije que no, y si regresa sin mí lo meterán en la cárcel.

Ceri cerró los ojos y apretó la mandíbula en un intento por evitar demostrar su miedo y su desesperación.

—Lo siento —susurró con voz temblorosa—. Está intentando hacerte cambiar de parecer. Ya le he visto hacerlo antes. Tú y Piscary sois las únicas personas que habéis demostrado ser capaces de controlarlo y, como esta noche no lo metiste en un círculo, todo el mundo pensará que está haciendo esto con tu bendición. Si no haces lo que Al quiere, va a volver a la ciudad en tu contra.

—¿¡Qué!? —grité cuando Keasley apareció en el pasillo con tres botellas de agua y la radio polvorienta que guardaba bajo las alacenas para cuando se iba la del grifo.

—Trae el teléfono —dijo brevemente—. ¿Tienes más pilas?

No podía pensar. Al ver mi confusión, levantó una de sus manos castañas y retorcidas y fue a buscarlas por sí mismo. Ceri tiraba de mí y yo le dejé arrastrarme hasta el principio del pasillo.

—Esto no es problema mío —dije, empezando a entrar en pánico—. Si testifico para hacer que Al se marche de Cincy entonces seré una practicante de magia demoníaca y me matará mucho antes. Y si no lo ayudo, ¿soy responsable de todo el mundo a quien haga daño o envíe a siempre jamás?

Ceri recogió el edredón y, mirándome a los ojos, asintió.

—Genial. —No podía ganar. No sin perder. ¡Maldita sea, esto no era justo!

—Pero eso no es lo peor de todo —dijo Ceri con el rostro envuelto en miedo—. En todos los telediarios dicen que cenaste con Al. Tú no lo controlaste, así que dejaron salir a Piscary de la cárcel para que lo hiciese. Aparte de ti, es la única persona en Cincy que puede hacerlo.

Me quedé de pie durante tres segundos asimilándolo. ¿
Piscary está libre
?
Oh… mierda
.

—¡Jenks! —grité, dirigiéndome al pasillo—. ¡Jenks! ¿Está despejado el jardín de atrás? —Tenía que salir de allí. Estaba oscuro. La iglesia no estaba consagrada. Mi seguridad se había convertido en una trampa.

Ceri me siguió a la cocina. Observaba mi miedo con tristeza, pero no me importaba.

—¡Jenks! —volví a gritar, y entró zumbando mientras se ponía su bata verde.

—¿Qué diablos quieres? —me espetó—. ¿No puedes pasar ni una maldita noche sola?

Yo parpadeé, sorprendida.

—Toda la ciudad ha entrado en pánico porque Al está recorriendo las calles sin que nadie lleve sus riendas —dije—. Seis brujas intentaron meterlo en un círculo y él las envió a siempre jamás. Todo el mundo teme que haya venido a recolectar familiares y, como yo no lo atrapé esta noche, dejaron salir a Piscary de la cárcel para controlarlo. ¿Está despejado el jardín trasero? Esta noche voy a dormir en el cementerio. —
Y mañana, y pasado mañana. Dios, quizá debería construir una pequeña choza
.

Jenks se quedó mirándome con la boca abierta y la cara pálida. Movió la boca y dijo en voz baja:

—Lo comprobaré.

Y se fue.

—Buenas noches, Jenks —le dijo Ceri al aire.

La puerta trasera de la mosquitera se cerró y Keasley entró a toda velocidad.

—Vámonos.

Yo me llevé la mano al estómago.

—Tengo que llamar a mi madre.

—Hazlo desde el cementerio.

Ceri me agarró por el hombro y me llevó hacia la puerta de atrás. La sombra inclinada de Keasley iba delante de nosotros y yo me dejé arrastrar al rellano de madera y luego a la noche cerrada.

La luz del porche trasero estaba encendida y, aprovechando su luz intermitente, busqué a tientas el teléfono. El número de Piscary brilló en el registro de últimas llamadas y, tras invadirme una oleada de miedo, me di cuenta de dónde estaba Ivy. No se había enterado de lo de Kisten. Piscary la había llamado para que fuese junto a él. Esto era un montaje. Al y Piscary estaban trabajando juntos, igual que antes. Piscary la había llamado y ella había ido a prepararse para él, como la sucesora que era.

—Oh, Dios —susurré. Sentí que me temblaban las rodillas cuando mis pies descalzos tocaron la hierba fría. Ivy estaba con Piscary. Justo en ese momento.

—¡Ivy! —grité, y me di la vuelta para volver a la cocina en busca de las llaves de mi coche.

—¡Rachel, no! —gritó Keasley, y de repente tuvo un ataque de tos. Yo salté hacia las escaleras pero Ceri me agarró por el hombro.

—Es una vampiresa —dijo la elfa, abriendo los ojos bajo la tenue luz—. Es una trampa. Un señuelo. Al y Piscary están trabajando juntos. ¡Sabes que es una trampa!

—¡Es mi amiga! —protesté.

—Vete al jardín —me dijo haciendo un gesto como si yo fuese un perro—. Nos ocuparemos de esto de una forma ordenada.

—¡De una forma ordenada! —le espeté—. ¿Sabes lo que puede hacerle ese monstruo? ¡¿Quién te crees que eres?! —le grité, apartándole la mano.

Ceri retrocedió un escalón. Luego apretó la mandíbula y sentí que invocaba una línea.

Me quedé rígida. ¿
Va a lanzarme un hechizo
?

—¡No te atrevas! —exclamé empujándola como si fuésemos dos niñas peleándose en el patio del colé por un trozo de tiza.

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