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Authors: Don Winslow

Tags: #Intriga

Salvajes (10 page)

BOOK: Salvajes
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¿Quieres saber cómo consiguieron Jeff y Craig aquel trabajo? Un día se acercaron a Ben, que estaba en la terraza del café Heidelberg, justo debajo de su «oficina», se sentaron a su mesa, con sus
latte
y su portátil, le
craquearon
el suyo y le enseñaron los mensajes de correo electrónico que había recibido en los tres últimos días.

Chon quería matarlos, pero Ben los contrató de inmediato.

Les paga en efectivo y en especie: con hierba.

Por eso, hoy se presentan en el Montage y peinan el aire, limpian el aura de Ben de las malas vibraciones de las agencias del alfabeto. A continuación, instalan elementos de interferencia, de modo que quien quiera escuchar las conversaciones no pueda oír más que un ruido como el de una banda juvenil tocando en un garaje.

Chon hace otro tipo de peinado: recorre todo el perímetro en busca de posibles francotiradores o
sicarios
aunque sabe que eso es ser demasiado precavido, demasiado diligente, porque no se asesina a nadie en el Montage. Sería un desprestigio para el negocio y los capitalistas cumplen el primer mandamiento: con el dinero no se jode. Tampoco se ven masacres en Rodeo Drive, en Beverly Hills, ni las verás, a menos que haya cerca alguna oficina de correos. Así que no es probable que nadie mate a balazos a ninguno de los gansos de oro allí presentes. Cuando era La isla del tesoro, todavía se podían desparramar trozos de carne, fragmentos de huesos y órganos vitales por toda la caravana y «se ampliará la noticia en el telediario sensacionalista de la noche», pero ahora es el Montage. El Montaaaggge. Es francés. Es refinado.

Los ricos no se meten con el dinero ni con el tiempo libre de los demás ricos, ni con su «relujación».

De todos modos, Chon hace la ronda, porque siempre hay una primera vez, ¿no es cierto? Siempre hay una excepción que confirma la regla, algún tío que dice: «A la mierda, me cago en las excepciones», que está por encima de todo, un menda dispuesto a disparar como el primer John Woo sobre el césped y los arriates de flores cuidados con esmero, sólo para demostrar que las convenciones le importan un pimiento.

Sin embargo, estamos hablando del cartel de Baja, que es propietario de un montón de hoteles en Cozumel, Puerto Vallarta y Cabo, de modo que son conscientes de que las balas ponen nerviosos a los
turistas
. Ningún alemán estará dispuesto a practicar
parasailing
si piensa que una bala puede cortar la cuerda y mandarlo flotando a la capa de ozono. (Mi Dios, eso sí que sería una mierda, ¿verdad?) Chon regresa de su patrulla y Ben le busca las cosquillas.

—¿No había tíos con sombreros, mostachos y bandoleras?

—Jódete.

Que en realidad es como ha empezado todo esto.

55

Los dos agentes del cartel van vestidos con trajes grises de Armani.

Camisas negras de seda con el cuello abierto, pero sin cadenas de oro.

Puños franceses, zapatos italianos.

En contraste, Ben lleva una camisa vaquera descolorida, unos pantalones vaqueros descoloridos y
huaraches
y Chon, una camiseta negra Rip Curl, vaqueros negros y Dr. Martens.

Apretones de manos.

Las presentaciones de rigor:

—Ben.

—Chon.

—Jaime.

—Álex.

—Mucho gusto.

Jaime y Álex son los típicos aristócratas de Baja, de treinta y pocos años y dos pasaportes: engendrados en Tijuana, pero nacidos en San Diego. Estudiaron en Tijuana hasta los trece años, después se mudaron a La Jolla para poder asistir a la Escuela del Obispo y fueron a la universidad en Guadalajara: Jaime es administrador de empresas y Álex, abogado.

Ninguno de los dos es un esbirro ni un recadero.

Pertenecen a los mandos medios altos del cartel de Baja, son muy valorados y muy respetados y están muy bien remunerados. Poseen
stock options
, cobertura médica (incluida la salud bucodental), planes de pensiones y el derecho a utilizar por turnos los apartamentos de la empresa en Cabo.

(Nadie se marcha jamás del cartel de Baja, pero no porque haya un juramento de sangre ni por temor a que le den el pasaporte, sino porque... vamos, ¿qué más se puede pedir?) Ben sirve la comida:
wraps
de pato y salsa hoisin con cebolleta; sándwiches club con panceta, en lugar de beicon, pavo ahumado y oruga; bandejas de
sushi
; surtido de ensaladas; fruta fresca: mangos, papayas, kiwis, piña; jarras de té frío, té frío con limonada y agua con hielo; galletas para
gourmets
: con pepitas de chocolate, de avena y pasas de uva; café, muy bueno y recién hecho.

Álex entra en materia.

—En primer lugar —dice—, gracias por organizar este encuentro.

—No hay de qué —dice Ben.

¡Anda ya!

—Agradecemos vuestra predisposición al diálogo —dice Álex.

«"Diálogo" es un sustantivo y no un verbo —piensa Chon, molesto—, lo mismo que "decapitación", mientras que "cortar cabezas" se puede usar como las dos cosas.»

—No puedo por menos de desear —dice Ben— que hubieseis cursado una invitación a hablar antes de emprender algunas acciones.

—¿Habríais aceptado? —pregunta Álex.

—Siempre estamos dispuestos a hablar.

—¿En serio? —pregunta Álex—. La última vez que alguien tuvo un conflicto de mercado con vosotros me da la impresión de que lo resolvisteis a tiros y con muy poco o nada de conversación.

Lanza a Chon una mirada significativa.

Chon se la devuelve.

Jódete.

—Te puedo asegurar que no somos una pandilla de motoristas —dice Álex.

—Sabemos quiénes sois —dice Ben.

Álex asiente con la cabeza...

CORTE A:

56

Interior de la suite del Montage, de día.

ÁLEX Para nosotros, ofrecéis un producto de prestigio, con un nivel superior a la media, y seguiríamos comercializándolo de la misma manera. Somos conscientes —y lo reconocemos— de que tenéis una clientela fiel, con unas características excelentes, y lo último que pretendemos es desbaratar todo eso.

JAIME Coincido plenamente.

BEN Me alegro de saberlo.

ÁLEX Sin embargo...

CHON Ya estamos.

ÁLEX ... sin embargo, consideramos que vuestra estructura comercial —supongo que estarás dispuesto a reconocerlo, Ben, si eres realmente sincero— es poco rentable e ineficaz. Tenéis una política de compensaciones demasiado generosa y vuestro margen de beneficios no es ni remotamente el que podría llegar a ser...

BEN Ésa es vuestra opinión.

ÁLEX Sí, claro, ésa es nuestra opinión. Por eso queremos introducir algunos cambios para elevarlo hasta el nivel que podría alcanzar.

JAIME Para aprovechar al máximo todo su potencial. Para sacarle el máximo provecho y darle el mejor uso, Ben.

BEN se pone de pie, se sirve té frío y da una vuelta por la habitación.

BEN Sois bastante listos para comprender que nuestros clientes minoristas —los que tienen las características excelentes que tanto apreciáis— están acostumbrados a comprar el producto a la gente que se lo suele vender. Va más allá de una mera relación comercial. Si en lugar de esas personas tratáis de poner...

CHON ... a un montón de campesinos mexicanos...

BEN ... un personal de ventas anónimo, no va a funcionar.

ÁLEX Por eso contamos contigo, Ben.

BEN ¿Cómo es eso?

ÁLEX Esperamos que entregues tu excelente clientela junto con tu excelente producto.

CORTE A:

57

—Lo que pedimos —dice Álex— no es que dejes de cultivar tu producto. Lo que queremos es que nos vendas tu producto a un precio que nos permita obtener un beneficio razonable. Una pieza importante del rompecabezas es que continuéis produciendo lo mismo y que nos ayudéis a conservar vuestra clientela.

Jaime asiente.

Parece que Álex se ha explicado bien.

—O sea que, fundamentalmente —dice Ben—, lo que queréis es que trabajemos para vosotros.

—En efecto, así es.

—Pues no.

—¿Por qué no?

—Porque no quiero —dice Ben—. Siempre he trabajado para mí mismo y no tengo ningún interés en trabajar para otros. No es nada personal. No lo toméis a mal.

—Me temo que quien se lo va a tomar como algo personal es nuestro cliente —dice Álex.

Ben se encoge de hombros, pensando en aquella perogrullada budista psicodélica: «Yo sólo puedo controlar mis acciones, no las reacciones de los demás». Trata de explicarlo:

—Quiero dejar el negocio de la droga. Estoy harto y se ha convertido en una carga. Quiero hacer algo distinto.

—¿Como qué? —pregunta Álex.

—Energía limpia, renovable.

Álex se queda perplejo.

—Turbinas eólicas y esas gilipolleces —dice Jaime.

—Vaya.

Álex continúa perplejo.

—Y paneles solares —añade Ben.

—Todo muy ecológico —dice Jaime.

—Tú lo has dicho.

—¿No podrías hacer las dos cosas? —pregunta Álex.

—¡Y dale! —responde Ben—. Es que no quiero.

Sale de la habitación y Chon lo sigue.

58

Se quedan mirando a lo lejos, a la playa de Aliso Creek.

El agua es de un azul frío e intenso.

—Tú no querrás trabajar para estos tíos, ¿verdad? —pregunta Ben.

—No —dice Chon—. Déjame que te lo diga de otra manera: que no, coño.

—Entonces no lo haremos —dice Ben—. Vamos, que no pueden obligarnos a cultivar maría.

Aprecia, sin embargo, la ironía de que los mexicanos quieran, en esencia, convertirlos en campesinos: que planten, cultiven y cosechen para ellos. La misma situación de colonialismo de siempre, pero al revés: no es lo suyo.

Chon mira hacia la suite.

—Podríamos matarlos a los dos. Así empieza la fiesta.

—Buda se cabrearía muchísimo.

—Ese japonés gordo.

—Es un gordo indio.

—Pensaba que era japonés —dice Chon— o chino. Vamos, de por ahí.

—«Por ahí» también está India. Regresan a la habitación.

59

Ben está hasta el gorro —ha llegado al límite de su «hidrocresía»— y se pone a despotricar:

—Basta de chuminadas, ¿vale? Vosotros estáis aquí porque os envía una organización que ha cortado la cabeza a siete personas ¿y os ponéis a hablar como si fuerais de Goldman Sachs? Representáis a un régimen que asesina y tortura ¿y me venís a enseñar a mejorar mis prácticas comerciales? Vais a incrementar los beneficios obligándome a vender a bajo precio (en eso consiste todo vuestro «plan comercial» tan genial), ¿y ahora queréis que me trague vuestra mierda y lo llame «caviar»? Un matón con un traje caro no deja de ser un matón bien vestido, así que mejor nos dejamos de fingir que esto es otra cosa que lo que es: una extorsión. Sin embargo... ¿queréis nuestro negocio de marihuana? Es todo vuestro. No podemos luchar contra vosotros. No queremos luchar contra vosotros. Nos rendimos.

(¡A la mierda, cabrones!)

60

Álex se vuelve hacia Chon.

—¿Y tú qué dices?

Venga ya. Ya sabemos lo que dice Chon. Ya lo hemos dicho.

61

Es su mala uva.

Su bienaventuranza.

62

Mientras tanto, O. está en el centro comercial de South Coast Plaza, la Meca y Medina del consumismo social, en el cual los peregrinos minoristas rinden homenaje en una multitud de santuarios.

Abercrombie & Fitch, Armani, Allen Schwartz y Allen Edmonds, calzados Aldo, Adriano Goldschmied, American Eagle y American Express, Ann Taylor y Anne Fontaine.

Baccarat, Bally, Balenciaga, Bang & Olufsen, Bank of America, Banana Republic. (¿Quién habrá inventado algo así?)

Bloomingdale's, Borders, Brooks Brothers, Brookstone, Bulgari.

Caché (mira quién habla), Cartier, Céline, Chanel, Chloé, Christian Dior.

Claim Jumper.

De Beers, Del Taco (¿qué coño hace esto aquí?), la tienda Disney, DKNY, Dolce y Gabbana.

Emilio Pucci, Ermenegildo Zegna, Escada.

Façonnable, Fendi, Fossil, Fresh. (La verdad...)

Godiva, Gucci, Guess.

Hermès, Hugo Boss.

J. Crew, J. Jill, Jimmy Choo, Johnston & Murphy, Justice. (Ajá.)

La Perla, Lacoste, Lalique, Limited. (Sin ironías.)

Louis Vuitton.

Macy's, McDonald's (lo mismo que para Del Taco), Miu Miu (¿qué coño?), Montblanc.

New Balance, Nike, Nordstrom.

Oilily, Optica, Origins, Oscar de la Renta.

Piaget, Pioneer, Porsche Design, Prada, Pure Beauty. (Pues, sí.)

Quiksilver. (El surf agota las existencias; la ambigüedad es intencional.)

Ralph Lauren, Rangoni de Florencia, Restoration Hardware, Rolex, Room and Board. (De nuevo, sin ironías.)

Saks, Salvatore Ferragamo, Sassoon, Sears (¿Sears?), Smith & Hawken, Sony, Sunglass Hut, Sur La Table, Swatch.

Talbots, Teen Vogue, The Territory Ahead, Tiffany, Tinder Box. (¡Guau! ¡Qué manera de fumar!)

Valentino, Van Cleef, Versace, Victoria's Secret, Victoria's Secret Beauty.

Wahoo's Fish Taco (véase lo de que «el surf agota las existencias»), Williams-Sonoma, Wolfgang Puck.

Yves Saint Laurent.

Zara.

E infinidad de santos menores.

63

O. es una de las adoradoras.

Si dispusiera de medios, sería de comunión diaria. ¿Hemos dicho que a la chavala le encanta salir de compras? Tal vez deberíamos decir que vive para comprar. No es una crítica severa: ella misma lo reconoce.

—Voy de compras —dijo a Ben en una ocasión, después de abusar de su propia tarjeta—, porque no tengo nada mejor que hacer. No trabajo, no hay nada que me interese demasiado, no tengo ningún propósito en la vida, en realidad. ¿Qué voy a hacer? Pues ir a comprar. Es algo que puedo hacer y que me hace sentir mejor.

—Llenas el vacío interior con cosas exteriores —dijo Ben, el mal budista moralista.

—Pues sí —le responde O. y añade—: como no me adoro, me adorno.

—Con adquisiciones materiales no vas a reemplazar el amor de un padre ausente ni vas a obtener la aprobación de una madre que te agobia —dijo Ben, digno hijo impertinente de dos psicoterapeutas.

—Es lo mismo que me dijo el loquero de pago —respondió O.—, pero no puedo encontrar la tienda Amor de un Padre Ausente y Aprobación de una Madre Agobiante. ¿Dónde queda?

—Son todas ellas —respondió Ben.

O. cambia de terapeuta como algunas personas cambian de peinado o, mejor dicho, como ella cambia de peinado. Y ya le ha contado toda la puta historia a todos ellos: que Rupa se siente culpable por no haber brindado a su hijita un hogar estable y, para compensarla, la mantiene, pero al mismo tiempo la paraliza, porque le permite bla-bla-bla; que a Rupa le horroriza la idea de envejecer, de modo que tiene que mantener a su hija como una criatura dependiente, porque tener una hija adulta supondría que se está haciendo vieja y bla-bla-bla, de modo que...

BOOK: Salvajes
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