Sin historial (23 page)

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Authors: Lissa D'Angelo

Tags: #Ciencia ficción, #Romántico, #Juvenil

BOOK: Sin historial
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Su lengua tímida comienza acariciarme. En este momento, siento que soy capaz de ver a través de sus ojos, ver su alma, saber lo que necesita… Y soy yo lo que más quiere, lo que anhela, porque sus ojos no mienten, mi corazón tampoco y está gritando que me quede, que no podré separarme de él, incluso si lo intento.

—Me mata dañarte —besa mis ojos y se queda así unos segundos hasta que ambos nos calmamos—, pero te juro que ni siquiera me doy cuenta.

—Entonces comienza a prestar más atención —le digo y tomo su mano guiándolo hasta la cama, por la sencilla razón de que quiero hacerlo, mis palmas están sudadas y pican por él, cuando nuestras pieles entran en contacto, es grato saber nos sentimos de la misma forma. Que todo esto es recíproco… De repente entiendo que no soy la única nueva en esto, este momento, este sentimiento.

—No lo hagas —pide él, tendido en la cama, el codo doblado y la cabeza apoyaba en una mano. Visto así, parece casi inocente, casi.

—Qué

Desliza su dedo por mi nariz, luego los labios, abro la boca con la intención de agarrarle el dedo, pero Irah lo retira antes. Pensé que reiría, en cambio, me mira serio.

—No hagas eso, no nos hagas esto —su dedo continúa bajando y se entretiene un buen rato en mi cuello—. No racionalices todo, no busques excusas para no creer en lo que está pasando entre nosotros.

Baja todavía más hasta el borde de mi pecho, se queda ahí un minuto y ambos nos miramos sin pestañear. Luego él traga.

—Irah, no necesito excusas para no creer —llevo mi mano hasta su rostro, mi pobre hombre con corazón de gato, luce exhausto—, míranos, las señales están por todas partes. Tú ni siquiera sabrás que existo, en cambio yo te recordaré por siempre.

—Aya.

Se cierne sobre mí, sus brazos a ambos lados de mi cabeza, y sus rodillas entre mis piernas. Gimo sorprendida cuando su boca se adueña de la mía, succiona mis labios hace un sonido nuevo y excitante, quiero más. Sé qué quiero más, pero no sé qué implica ese más. Paso mis manos por su cuello atrayéndolo más cerca de mí y le rodeo la cintura con las piernas.

Irah suelta un gemido y me vuelve a besar, más torpe y con más fuerza. Le doy la bienvenida al peso de su cuerpo sobre mí pecho y deslizo mis dedos desde la base de su cuello hasta su nuca con movimientos inexpertos y casuales. Me da vergüenza avanzar más, pero no parece molestarle, al contrario, su respiración sufre unas trasformaciones que nunca he percibido antes.

El calor de la anticipación que brinda lo desconocido, deja una capa de sudor en mi piel y cuando siento que Irah está a punto de perder el control, aleja sus labios de los míos y esconde su cara en la curvatura de mi hombro, justo en el hueco de mi cuello.

—Estás con suerte, acabo de decidir que es mejor dejar de pensar, así que voy a disfrutar de esto, como sea que se llame —bromeo para aligerar el ambiente.

—He leído que le llaman amor —responde él evasivo.

—¿Dónde?

—En los libros, claro —suelta un suspiro frustrado y vuelve a su posición inicial—. Puede que te parezca difícil de creer, pero los desmemoriados también tenemos cosas buenas.

—No es difícil de creer —digo tocándole los labios con un dedo e intentando sonar indiferente.

—Lo siento, había olvidado lo obsesionada que estás con renunciar a tu pasado.

—Olvídalo, sigue contándome.

Suelto su boca, paso las manos por detrás de mi cabeza y me dedico a mirar el techo para encontrar algún punto fijo, para menguar la sensación de mareo que me provoca el cuerpo de Irah.

—Ya se me quitaron las ganas —dice y finge un bostezo, pero luego viene otro y resulta más real.

—Duérmete.

—¿Sabes qué? —me pregunta, inclinándose para dejar un beso en mi frente— Acaban de entrarme ganas, como te estaba diciendo, recordar sólo veinticuatro horas tiene su lado bueno.

—¿Y ese sería? —replico, apartando mi cara porque su toque me deja anhelante.

—Soy realmente bueno leyendo, tengo un record de tres libros diarios.

—De cincuenta hojas.

—Trescientos cincuenta en promedio, contando las veces que voy al baño.

—¿Acaso no comes?

—Te lo dije, tengo un don.

—No sé para qué te esfuerzas tanto, si no los recordarás —tuerce la boca—. Ah, verdad. Tu diario, lo olvidaba.

Comprendo que Irah no se rendirá tan fácilmente, así que opto por el plan B.

—Voy por jugo.

—¿Tienes hambre? —pregunta intentando levantarse, lo empujo para que regrese a la cama mientras intento salir de la misma. No es fácil, me tiene sujeta de la cintura—. Puedo preparar algo para ti, sólo déjame salir…

—No, aún no me siento lo suficientemente repuesta para comer, sólo quiero un jugo.

Irah me mira receloso, pero no dice nada. Así que lo someto a una prueba y rezo internamente para que caiga.

—¿Quieres algo?

Él niega, está cansado, puedo verlo. Además, creo que agoté su energía con la sesión de besos, no sé si sentirme culpable o avergonzada, sin embargo lo dejo pasar a un segundo plano, porque la emoción que predomina en mi corazón es la alegría.

—¿Jugo? ¿Café?

Sus ojos claros se abren esperanzados, tiene sus pupilas dilatadas y cuando asiente emocionado se me rompe el corazón.

Una vez en la cocina, no es difícil encontrar la valeriana, de hecho, es más difícil distinguir el café de los otros productos. Una vez que el polvo dorado se disuelve por completo lleno un vaso de agua y me dirijo con ambos al cuarto de Irah.

Entro a la habitación y mi corazón se acelera, los remordimientos están a flor de piel, y cuando se bebe el café en varios sorbos largos, casi rompo en llanto.

Pasa toda una hora antes de que me deje contarle una historia para irse a dormir. Sólo acepta cuando le aviso que el protagonista es un apuesto gatito que salva a una niña de un monstruoso hombre, aún así, me asegura que no piensa dormir, pero está a segundos de rendirse, puedo verlo en sus ojos… O eso quiero creer.

Empiezo a temer que la valeriana no haya resultado, pero al repasar mentalmente las indicaciones del reverso del tarro de café, me detengo en sus advertencias: “El café produce estimulación del sistema nervioso, del sistema respiratorio, el aumento de la agilidad mental, la agudización de la atención y la desaparición del sueño”. Pienso en la última contraindicación, y entiendo que quizás esas es la razón por la que Irah sigue despierto, la cafeína retarda los efectos somníferos de la valeriana.

—¿Sabes una cosa? —pregunta con su cabeza recostada sobre mis rodillas y sus parpados cada vez más caídos, apenas parpadea.

—No, dime —mis palabras flotan en el aire.

—No he tenido a nadie con quién hablar en mucho tiempo. —Inclino mi cabeza y lo beso en la frente, me detengo ahí unos minutos pensando en que debería irme ahora, antes que se duerma, antes que me olvide—. Tu compañía es todo lo que necesitaba para soportar esta noche.

Deslizo mis dedos por los ángulos de su rostro, desde su nariz recta hasta sus pómulos cincelados, me demoro en la zona de su mandíbula cuadrada, más áspera que el resto de la piel debido al afeitado, deseo poder encapsularnos justo en este momento para permanecer así por siempre. Lo irónico de mi deseo, es que yo portaré este recuerdo hasta el día en que muera. Sin embargo, Irah no.

—Apuesto que era guapo —pregunta, regresándome de golpe al cuento del gatito y la niña asustada, que le estaba contando para que pudiera dormir—, admítelo, te gusta ese hombre —murmura antes de dormirse.

—Me tiene loca ese hombre —admito, pero el hombre en cuestión, ya está dormido—. De hecho, creo que lo amo. No sé amar de otra manera.

Irah suelta un suspiro tranquilo y sus facciones de relajan mientras deslizo mis manos por su pelo claro. Mis lágrimas caen silenciosas mientras trato de extender el momento para disfrutar de Irah el máximo posible, antes de que despierte y me expulse de su casa. De su vida.

Me acuerdo del libro gordo, aún en el piso. Estiro mi cuerpo hasta la orilla de la cama para dar con él; me muevo con cuidado, para no despertar a Irah. El libro está al revés y un par de hojas sueltas sobresalen. Esta parece una ocasión tan buena como cualquier otra, para comenzar a leerlo, después de todo, no creo que exista algo más espantoso que las cloacas con desperdicios orgánicos y torres cuyos moradores son asesinos de bebés.

19:00

“Toda lección requiere un sacrifico. Pide perdón, da la gracias y ofrece un favor,

antes que el día acabe”.

los fundadores

Leo en la portada.

Luego me encuentro con una serie de hojas revueltas, al principio da la impresión de que son cartas, pero a medida que las voy viendo reparo en que todas tienen fecha, así que debe tratarse de un diario o los restos de uno.

Día quinto del primer mes de primavera.

Año del Cerezo.

“Mamá y papá han vuelto a hacerlo, odio sus fiestas, sus amigos, su hedor. Odio la forma en que me hacen desnudarme en frente de todos. Es degradante.”

Belinda, Gs.

Tengo que detenerme para analizar ya que estoy un poco confundida. Siento curiosidad, pero no logro entender ¿qué clase de seres sometería a alguien a una humillación tan tremenda? Virgen querida, desnudarse en público, que cosa tan demencial. «¿Papá?», pienso aún más confundida, «¿qué será eso?» Más importante aún, ¿acaso no tiene a sus hermanas? Donde está el resto de las mujeres, que no hace nada para ayudar.

Nombra a una madre, pero no parece que haga mucho. ¡Qué tremendo!.

Vuelvo a la lectura, y paso a la hoja siguiente, y lo que ahí está escrito se vuelve aún peor.

Día treinta del primer mes de primavera.

Año del Cerezo.

“¡Va a matarlo, papá va a matarlo! Durante la velada, papá ha pedido que me presente frente a ellos, como siempre, para exhibir mis atributos en frente de sus invitados. Esta vez Jozafath ha intervenido y me ha forzado a dejar la habitación junto a él. Papá no se lo ha tomado bien, pero Jozafath dijo que no me preocupara, que él se haría cargo”.

Día decimosexto del tercer mes de primavera.

Año del Cerezo.

“Jozafath lo ha hecho de nuevo, se mete en mi habitación mientras duermo y comienza a tocarme, él me cree dormida, no sabe que lo escucho, que lo siento”.

Belinda, Gs

Día noveno del segundo mes de invierno.

Año de La Camelia,

“Es humillante, es la vergüenza con la que he cargado por años, para ya no me puedo quejar, ya no soy una niña”.

Belinda, Gs

Día dos del primer mes de Otoño.

Año del Melocotón.

“No hay señales de que vaya a acabar, la peste ha exterminado todo, no se parece a nada que hayamos visto antes.,No deja marcas en la piel ni al interior de la boca. No sabemos qué la produce ni cómo evitarla”.

Belinda, Gs.

Día uno del cuarto mes de Otoño.

Año del Melocotón.

“Los muertos se están multiplicando tan rápido como las moscas sobre sus cadáveres.

¿Qué hacer? Esto no para, la muerte está acechándonos y no se detiene”.

Belinda, Gs.

Día siete del segundo mes de invierno.

Año del Melocotón.

“Mi hermano Jozafath se ha contagiado la enfermedad, estamos consternados. Nadie de la familia ha tenido contacto con los pueblerinos, comenzamos a temer que sea viral”.

Belinda, Gs.

Día 12 del primer mes de invierno.

Año del Melocotón.

“Jozafath ha muerto esta mañana, agonizó cinco días, nadie en casa lloró por él, estamos todos preocupados por Jenny. Ese bastardo se atrevió a tocar a mi niñita, esa bestia miserable se atrevió. ¡Tiene diez años!”

Belinda, Gs.

De aquí en adelante se me hace difícil continuar con la lectura, la letra se ha vuelto inestable. Pero está claro que hablan de un abuso. ¡Oh Diosa Querida! No estarán hablando de la misma Jenny que…

—Imposible. ¿Por qué tendría Irah un diario con información sobre nuestras mártires?

De ser así, estas cartas responden un montón de interrogantes. Sí imploró piedad, esos ojitos grises tienen que haberlo hecho, estoy segura de que se defendió. Otra cosa en la que no me equivoqué, ese hombre sí que era una bestia. ¿Hermano de su madre?

Quién lo hubiera pensado… Hombres y mujeres hermanos. Una misma matriz. Increíble.

Día veintidós del primer mes de verano.

Año del Olivo.

“El bebé nació muerto y yo no tardaré en seguirlo. Mi pobre pequeñita, tan sólo tiene once años. ¿Qué puedo hacer?”

Belinda, Gs.

Día trece del primer mes de Otoño.

Año del olivo.

“La enfermedad ha terminado con más del noventa por ciento de la población, esta tierra ya no es segura, Terry y yo hemos decidido llevarnos a los niños.

Jenny luce mejor, las pesadillas son cada vez menos, pero temo por su salud mental. Dice que él tiene garras y colmillos, dice que se trata de una bestia y que lo tiene que matar”.

Belinda, Gs.

Día treinta del Segundo mes de invierno.

Año de La Salvia.

“Está nevando, no me gusta, hace que me duelan los huesos. También me recuerdan que quedan pocos días como estos, días en los que aún soy capaz de escribir más de un párrafo sin que me lleve seis horas.

Estoy preocupada por Jenny, la forma en que habla no es normal”.

Belinda, Gs.

Continúo leyendo las hojas sueltas, me salto algunas ya que no explican nada muy relevante, salvo su preocupación por Jenny y sus facultades mentales. Algo obvio después de haber sido violada. Sigo revisando y me encuentro con un texto que tiene cierta relación con las historias que Adel nos transmitía…

Día sexto del tercer segundo de Verano.

Año de la Bergamota.

“Jenny ha enloquecido, acaba de llegar a casa hecha una furia y terminó arrojando todos los platos de la cocina contra la pared. Al parecer, su amiga Dai ha conseguido novio, se llama Gustav y según Jenny es una bestia que quiere aprovecharse de Dai, ya no sé qué hacer para ayudarla”.

Belinda, Gs.

Día noveno del tercer mes de verano.

Año de la Bergamota.

“Dai y su novio Gustav han venido a casa, Jenny ha vuelto a perder el control”.

Belinda, Gs.

Día décimo primero del tercer mes de verano.

Año de La Grata.

“La bestia de la que Jenny habla es real, se ha presentado en nuestra cada esta mañana y he ayudado a Jenny a acabar con ella, Gustav ya no está con nosotras”.

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