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Authors: Amanda Hocking

Tags: #Infantil y juvenil, #Fantástico, #Romántico

Sirenas (21 page)

BOOK: Sirenas
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Hubo un momento en el que Gemma se dio la vuelta, acurrucándose contra su cuerpo y apoyando la cabeza sobre su pecho. Álex pasó el brazo por sus hombros, sujetándola contra su cuerpo. La besó en la frente, y después respiró hondo.

—Siempre hueles a mar —dijo con voz suave.

—Gracias.

A continuación la apretó aún más contra su cuerpo, pero en un abrazo tierno que la hizo sentirse más segura.

—No sé qué te está pasando, y no sé por qué no puedes contármelo. Me gustaría que pudieras. Pero sea lo que sea, estaré ahí para ayudarte. Sin importar de lo que se trate, estaré aquí. Quiero que lo sepas.

Gemma no dijo nada. Sólo cerró los ojos y lo abrazó con todas sus fuerzas. En ese momento, prometió que nada en el mundo la apartaría de él. Ni siquiera un grupo de sirenas o maldiciones tan antiguas como el propio mundo.

19. Descubrimientos

LA pared que las separaba era apenas visible. Cada vez que Harper intentaba hablar con su hermana, Gemma se cerraba en sí misma. Tampoco importaba de qué se tratara. Gemma sencillamente no quería dirigirle la palabra.

Después de su charla con Daniel en la lancha, Harper quiso encarar su relación con Gemma desde un ángulo diferente, pero era como si Gemma no quisiese tener ningún tipo de contacto con su hermana.

Ni siquiera la llegada de Brian mejoraba las cosas. La conversación durante la cena era tensa y poco natural. La triste verdad era que cuando Gemma se levantaba y se iba a su habitación era un alivio.

Harper tenía fiesta al día siguiente, de modo que llevó a Gemma en su coche al entrenamiento. El coche de Gemma todavía estaba estropeado y por cómo se había estado comportando últimamente, Brian no tenía ninguna intención de arreglarlo pronto. A Gemma no parecía importarle mucho. En realidad, a ella ya nada parecía importarle.

Después de dejar a Gemma en la escuela, Harper hizo algo que jamás habría imaginado que haría: revisó el cuarto de Gemma. En cierto sentido, casi había esperado encontrar drogas, menos, eso habría explicado lo que estaba pasando, pero salvo por una extraña escama verde de pez enredada entre las sábanas, no encontró absolutamente nada. A juzgar por su habitación, Gemma era una chica normal.

Tal vez su hermana ya no le hablara a ella, pero tenía que estar haciéndolo

con alguien. Con un suspiro, Harper fue a la casa de al lado a hablar con el chico al que todavía consideraba uno de sus mejores amigos.

—Hola —dijo Harper cuando Álex abrió la puerta. Álex se apoyó en el umbral, con una remera que se le ajustaba a su ancho pecho de una manera a la que Harper todavía no estaba acostumbrada. Álex siempre había sido alto y desgarbado, hasta el principio de su último año, cuando había pegado un estirón bastante milagroso y, aunque a Harper no le importaba —no de la manera en que a Gemma o a algunas otras chicas de la escuela había empezado a importarles—, aun así le resultaba raro que Álex fuese tan atractivo.

Afortunadamente, Álex tampoco parecía notarlo. No se había dado cuenta de que había pasado de ser un friki a un chico sexy. Harper no creía que pudiera seguir siendo su amiga si Álex hubiese cambiado las noches enteras de videojuegos para ir detrás de las animadoras.

—Hola —dijo él—. Gemma no está aquí.

—Lo sé. Está entrenando. —Harper se balanceaba hacia atrás y hacia adelante sobre las puntas de los pies—. ¡Vaya! Acabo de darme cuenta de lo triste que es.

—¿El qué? —preguntó Álex.

Ahora las únicas veces que hablamos es cuando estoy buscando a Gemma. —Harper se rascó la base de la nuca y apartó la mirada.

—Sí que suena triste, ahora que lo dices —respondió él

—¿Puedo ser sincera contigo?

—Siempre pensé que lo eras.

—Me resulta raro que estés saliendo con mi hermanita —admitió Harper. Las palabras se atropellaban casi unas contra otras por salir de su boca—. Me refiero a que nunca me gustaste, no de esa manera, tú lo sabes. Pero… eras mi amigo, y ella es mi hermana menor. Y ahora estás enamorado de ella. —Harper sacudió la cabeza—. No sé. Me resulta raro.

—Sí. —Álex metió las manos en los bolsillos y miró el escalón del umbral—

. Lo sé. Y siento que debería haber hablado contigo antes de invitarla a salir.

—No, no. —Harper agitó las manos—. No se trata de que tuvieras que pedirme permiso ni nada de eso. Es sólo que me parece raro verte si Gemma no está. Es como si la estuviera traicionando.

—Ya, te entiendo. —Álex asintió con la cabeza—. Porque igualmente eres una chica, aunque yo nunca haya estado interesado en ti de esa manera.

—Sí, exacto. Me alegra que lo entiendas.

—Sí, a mí también.

—Pero… la cuestión es que eras mi amigo. —Harper no paraba de juguetear con su anillo, haciéndolo girar a un lado y a otro—. Y me gustaría que volvieras a serlo.

Álex se quedó mirándola unos segundos, confundido.

—No sabía que habíamos dejado de serlo.

—No, en realidad no, pero hace siglos que no hacemos nada los dos solos

—dijo ella—. Creo que la última vez fue el día de la graduación, y eso fue hace semanas.

—¿De modo que me estás pidiendo que hagamos algo juntos? —preguntó Álex.

—Sí. —Harper hizo un leve gesto con la cabeza—. Te estoy pidiendo que hagamos algo juntos.

—¿Como por ejemplo ahora?

—Si no estás ocupado.

—No, no estoy ocupado. —Álex dio un paso hacia atrás—. ¿Quieres pasar?

—En realidad, ¿no prefieres dar un paseo? Tengo ganas de tomar un poco de aire fresco.

—Oh, sí, claro. —Álex miró alrededor como si pensara que se estaba olvidando algo, después salió y cerró la puerta—. Vamos.

Caminaron casi dos cuadras enteras sin decir nada. Harper trató de hablar un par de veces, pero sólo logró emitir unos extraños ruidos y entrecerrar los ojos, tratando de esquivar el sol. Pensó que paseando sería más fácil porque el movimiento los distraería.

En realidad, no entendía por qué las cosas parecían tan poco naturales entre ellos. En parte le echaba la culpa a Álex, ya que por lo general él se sentía incómodo en situaciones normales. Pero también ella tenía parte de culpa. Se sentía nerviosa a su lado.

—¿Y qué tal va el verano, entonces? —preguntó finalmente.

—Bien, supongo —dijo él, pero en seguida sacudió la cabeza para retractarse—. Bueno, salvo por lo de Luke, quiero decir.

—Oh, sí. —Harper hizo una mueca y lo miró, tratando de adivinar cuánto lo afectaba, pero él no levantaba la vista del suelo—. Sí, me he enterado. Lo siento.

—No tienes por qué sentirlo. No es culpa tuya. —Álex pateó una piedra—. Cuando pienso en su familia me siento muy mal.

—Sí, ya me lo imagino. Debe de ser muy duro.

—Su madre me llamó llorando el otro día para preguntarme si sabía algo, y al día siguiente me interrogó la policía. —Álex se quedó un minuto callado, y entonces Harper le tocó suavemente el hombro—. No sabía qué decirles. No sé dónde está.

Mientras caminaba por ahí con Harper, con el cabello oscuro cayéndole en cascada sobre la frente, parecía aquel otro Álex de doce años, el día en que un coche atropello a su querido perro. Por debajo de su nuevo aspecto sexy, Álex era el mismo niño dulce de siempre.

Un sentimiento de culpa oprimió, de golpe, el corazón de Harper. Tan pronto se enteró de la desaparición de Luke, debería haberlo llamado para ver cómo se sentía. Pero había estado tan enfrascada en su propio drama que se había olvidado de su viejo amigo.

—Lo siento de veras —volvió a decir Harper, pero esta vez lo decía para

disculparse por no haber estado ahí con él para acompañarlo.

—No te preocupes. Estoy seguro de que aparecerá. —Álex respiró hondo y sacudió la cabeza. Después miró a Harper, obligándose a sonreír—. ¿Y qué tal tú? ¿Cómo va tu verano?

—Oh, bastante bien —dijo ella sin estar segura de si era verdad o no. Hasta el momento, todo había sido un poco caótico.

—¿Te estás viendo con alguien? —preguntó Álex.

—¿Qué? —La pregunta la sobresaltó y tropezó con una grieta en la acera, porque no estaba prestando atención por dónde pisaba—. ¿Por qué tendría que estar viéndome con alguien?

—No sé —dijo Álex encogiéndose de hombros—. Gemina mencionó algo sobre un tipo que vive en un yate.

—¿Qué? —Harper meneó rápidamente la cabeza negándolo todo y miró hacia otro lado, esperando que Álex no hubiese notado el rubor en sus mejillas—. ¿Daniel? No, es sólo un… para nada. Quiero decir que me voy en un par de meses. Y con todo lo que ha estado pasando con Gemma no tengo tiempo para ese tipo de cosas. De modo que no me estoy viendo con nadie.

—Oh. —Álex hizo una pausa—. Eso tiene sentido.

—Sí. —Harper se mordisqueó el labio y volvió a hacer girar su anillo—

¿Cómo… cómo van las cosas con Gemma?

—Bien —respondió él, asintiendo con la cabeza— Genial.

—Me alegra oír eso. —Harper dejó escapar un suspiro y miró hacia el cielo, deseando que algunas nubes taparan el sol.

—En realidad… —Álex dejó de caminar y la miró—. Para serte sincero, no tengo la menor idea de cómo están las cosas con Gemma.

—¿En serio? —preguntó Harper, esperando no haber sonado demasiado ansiosa por obtener información—. ¿Por qué? ¿A qué te refieres?

—No sé… —Se pasó una mano por el cabello y después empezó a caminar

de nuevo—. Probablemente ni siquiera debería estar contándote esto.

—¡No! Por supuesto que puedes contármelo. —Harper se apresuró a alcanzarlo—. Somos amigos.

—¿Prometes que no le contarás nada a Gemma? —preguntó Álex.

—Lo prometo. —Después hizo un gesto de pena—. Últimamente no nos hablamos, de modo que no será muy difícil.

—¿Están peleadas? —preguntó Álex, sinceramente angustiado. Me apena oír eso. No lo sabía.

—No, no estamos exactamente peleadas, creo que ella simplemente… — Harper hizo un gesto con la mano—. No importa lo que yo crea. Me estabas contando sobre ustedes.

—Eh, sí, esto…

Antes de que Álex pudiera seguir hablando, Harper señaló un sendero que cruzaba el parque en dirección a los bosques.

—Vayamos por ahí. Va a estar más fresco.

Era un área bastante arbolada, llena de cipreses y de arces. El sendero que la atravesaba no era un camino exactamente, sino una senda que habían trazado los niños de tanto usarlo como un atajo hacia la bahía. De hecho, iba directo al mar, de modo que había muchos mosquitos, pero valía la pena evitar un poco el sol.

—Lo que pasa con Gemma… —Álex meneó la cabeza; parecía que le costaba encontrar las palabras exactas—. Me gusta. Me gusta de verdad.

—Lo sé —dijo Harper, mientras se adentraban en la arboleda.

—Y creo que le gusto. Bueno, estoy bastante seguro, en realidad.

—Sin duda le gustas.

—¿En serio? —Álex irguió de golpe la cabeza, aliviado—. Qué bien.

—¿No estabas seguro? —dijo Harper como si no pudiera creerlo.

—Ese es el asunto. A veces es bastante evidente que está enamorada de mí. Y otras veces, es como si ni siquiera estuviera ahí. —Álex la miró—.

¿Sabes a qué me refiero? Está contigo pero su mente está a millones de kilómetros de distancia.

—Sí, sé perfectamente a qué te refieres.

—Y ahora todo este asunto con esas chicas tan extrañas. —Álex hizo un gesto de preocupación—. No quiere contarme nada de lo que hace con ellas o por qué las ve tanto.

—¿No te cuenta nada? —preguntó Harper, sin molestarse por ocultar el tono de decepción en su voz.

—No. —Álex volvió a mirarla—. ¿A ti tampoco te cuenta nada?

—Te dije que no me hablaba, ¿recuerdas?

—Oh, sí —dijo Álex—. Y esas chicas son tan… siniestras.

—Lo sé —coincidió Harper, recordando cómo habían dejado a Gemma en la playa—. Estoy segura de que no son de fiar.

—No lo pongo en duda. Y Gemma no es así. De verdad que no es así. De modo que no sé qué hace con ellas.

—Lo sé. No tiene ningún sentido. —Harper estaba contenta de tener a alguien con quien hablar del tema, alguien que realmente las conocía y las entendía a las dos, a ella y a su hermana—. Cómo desearía que todo esto no estuviese sucediendo justo ahora.

—¿Qué quieres decir?

—Me voy a la universidad a finales de agosto, y entonces Gemma y papá se quedarán solos. —Harper hizo un gesto de preocupación—. Y Gemma está actuando de una manera muy rara y descontrolada, y muy pronto no voy a estar aquí para manejar la situación.

Álex no dijo nada, probablemente porque Harper acababa de recordarle que su tiempo con Gemma también era limitado.

A medida que el sendero se iba acercando a la bahía, empezaba a haber más mosquitos revoloteando a su alrededor. Harper agitaba las manos, tratando de ahuyentarlos.

—Estos bichos están insoportables este año —comentó Álex, y Harper estuvo de acuerdo.

Entre los árboles, el zumbido de los mosquitos era especialmente intenso. Pero de todos modos, les pareció muy extraño, porque haría falta una cantidad inmensa de insectos para producir todo ese ruido. Después, Harper se dio cuenta de que no eran mosquitos. Eran moscas, grandes y negras, que revoloteaban en una nube a un lado del sendero, donde había una mata grande de helechos y hierbas que cubrían una zona rocosa cerca del mar.

—Puaj —gruñó Álex—. ¿Qué es ese olor?

—No sé. —Harper se apretó la nariz con los dedos—. Huele a… pescado podrido, pero distinto.

En realidad, Harper había empezado a oler vagamente algo en cuanto entraron en la arboleda, pero no se había detenido a pensar qué era. En un día caluroso como aquel, no era raro percibir el olor a pescado en descomposición que llegaba del puerto.

Pero ese día era insoportable.

Harper dejó de caminar, pero Álex se adelantó unos pasos antes de detenerse y volverse hacia ella. La nube de moscas se hacía más densa, y los dos las apartaban con las manos.

—Esto es asqueroso —dijo Harper, agachándose para tratar de no tragarse ningún bicho—. Me parece que es mejor ir por el sol que tener que soportar estos insectos. Volvamos.

—De acuerdo. Buena idea. —Álex empezó a caminar de vuelta hacia ella, pero se paró en seco.

—¿Qué? —preguntó Harper.

Álex tenía los ojos clavados en el suelo, como petrificado. Los bichos revoloteaban alrededor de él, pero él no parecía notarlo. Harper estaba a punto de preguntarle de nuevo qué pasaba, cuando Álex se inclinó y recogió algo del suelo. Era algo pequeño y verde al borde del camino, aplastado en la tierra de modo que era apenas visible.

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