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Authors: Amanda Hocking

Tags: #Infantil y juvenil, #Fantástico, #Romántico

Sirenas (28 page)

BOOK: Sirenas
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—¿Qué haces? —preguntó Harper—. ¿Qué pasa?

—Gemma se ha ido. Se fue para siempre. Intenté detenerla… —Álex se interrumpió en mitad de la frase, ya que no quería explicar por qué la había dejado ir—. Creo que fue a la bahía, pero no estoy seguro.

Harper salió disparada de la cama y a tientas buscó su ropa en la oscuridad. Álex continuaba hablando afuera, pero ella en realidad ya no había oído gran osa después de que él dijera que Gemma se había ido. Mientras salía corriendo por la puerta de entrada, se puso el suéter; Álex seguía debajo de la ventana de su dormitorio, ahora vacío, hablando hacia ella.

—¡Álex, vamos! —Harper corrió hacia el costado de la casa para hacerle señas de que la siguiera, después corrió hasta su Sable estacionado en la entrada del garaje. En cuanto Álex se metió dentro del coche, Harper le preguntó:

—¿Estás seguro de que fue hacia la bahía?

—No —admitió él—. No quiso decirme adónde iba. Pero conociendo a Gemma, ¿a qué otro lugar iría?

Harper puso el coche en marcha y apretó el acelerador hasta el fondo, haciendo chirriar las ruedas del coche al salir a la calle. Álex no dijo nada, pero se puso el cinturón de seguridad.

—¿Qué te dijo? ¿Cómo que no pensaba volver? Tal vez sólo fue a nadar un rato.

—No, intenté ir con ella, porque el asesino anda suelto. —Álex se apoyó contra la ventanilla, cuando Harper giró en una esquina a toda velocidad—

. Pero ella no quiso que la acompañara.

—Maldición. —Harper le dio un fuerte golpe al volante—. Sabía que estaba actuando de un modo especialmente extraño hoy. Lo sabía y yo no… — Sacudió la cabeza al recordar todo lo Gemma le había dicho—. Se estaba despidiendo.

—Pero ¿por qué? —preguntó Álex, arrancándola de sus pensamiento—.

¿Por qué está haciendo esto?

—No lo sé. Ella no es así. Jamás rehúye una pelea. Sea lo que sea de lo que está escapando tiene que ser bastante terrible.

Harper llegó a la bahía en un tiempo récord. No frenó lo suficientemente pronto y el coche siguió de largo derrapando hasta la zona de los muelles, haciendo temblar con su peso los tablones de madera. En cuanto el coche se detuvo por completo, saltó fuera de su asiento y empezó a llamar a gritos a Daniel.

—¿Quién es Daniel? —preguntó Álex, corriendo detrás de Harper.

—Tiene un yate —le explicó Harper rápidamente.

El puerto estaba poco iluminado y como no podía ver el yate tuvo un horrible momento de pánico al darse cuenta de que podría haberse ido. Era un yate. Podía zarpar cuando quisiese.

Después vio que las luces titilaban dentro de
La gaviota sucia
, y se dirigió hacia allí. Daniel todavía no estaba en cubierta cuando Harper llegó, por lo que empezó a golpear con las palmas abiertas contra el lado del casco para que se saliera.

—¡Daniel! —gritó Harper.

—¿Qué? —Daniel por fin salió de la cabina, frotándose los ojos. Había logrado ponerse los vaqueros, pero todavía estaban desabotonados—. ¿Cuál es la emergencia?

—Gemma se fue. —Harper se inclinó hacia adelante lo más que pudo, aferrándose a la barandilla para no caer—. Huyó de casa, creemos que está en la bahía. Necesito que me ayudes.

—¿Huyó? —Daniel se pasó una mano por el cabello y sacudió la cabeza, tratando de despabilarse—. ¿Por qué?

—No lo sabemos, pero debe de sucederle algo muy grave. —Alzó la vista hacia Daniel, implorándole con la mirada—. Por favor, Daniel. Te necesito.

Sin dudar un segundo, Daniel respondió:

—¿Cómo te puedo ayudar?

—La bahía es el único lugar que adora. No puede haber ido tan lejos todavía, y con tu yate, podríamos encontrarla.

—La gaviota
no es tan rápida como antes, pero haré lo posible. —Daniel estiró el brazo por un lado del yate y sujetó la mano de Harper para ayudarla a subir—. ¿Quién es él?

—¿Qué? —preguntó Harper en cuanto Daniel la dejó en el suelo. Al volverse, Harper vio que Daniel señalaba a Álex—. Oh, ése es Álex. El novio de Gemma.

—Oh. —Daniel le tendió la mano—. Tanto gusto.

—Eh, igualmente. —Álex tomó vacilante la mano y Daniel lo ayudó a subir al yate. No lo levantó como había hecho con Harper pero le facilitó que subiera a cubierta.

—¿Puedes ayudarme a desamarrarlo?

—Sí, claro. — Álex se apresuró a hacerlo.

Harper corrió hacia la proa del yate. Un viento frío azotaba el mar y Harper se envolvió con sus propios brazos tratando de abrigarse. Miró hacia la bahía, deseando contra toda esperanza que su hermana estuviera a salvo.

—¿Quieres que dé una vuelta por la bahía? —preguntó Daniel, acercándose hasta donde ella estaba. Después de desamarrar el yate, se había abrochado los pantalones y puesto una remera.

—Quizá sí. —Harper lo miró, y después volvió a fijar la vista en el mar.

—¿Y la caleta? —sugirió Álex señalando en esa dirección—. Si tiene pensado no volver, necesita un lugar donde acampar. La caleta le brindaría un refugio sin tener que alejarse mucho de la bahía.

Daniel miró a Harper esperando una confirmación y ella asintió. Se dirigió hasta la parte posterior del yate para pilotear la embarcación, mientras que Álex se colocó a uno de los lados, inclinándose sobre la barandilla para poder ver mejor en la oscura masa del mar. Harper pensó en quedarse con él, pero se sentía tranquila si estaba con Daniel, indicándole adónde ir.

Cuando Daniel giró la llave, el yate se sacudió un par de veces pero no arrancó de inmediato. Harper le lanzó una mirada y Daniel le sonrió como disculpándose.

—Hace mucho que no lo saco.

—¿Qué sentido tiene tener un yate si nunca lo sacas a navegar? —peguntó Harper, con un tono más hostil de lo que pretendía.

—Lo importante es que tengo un techo sobre mi cabeza. El combustible es caro y en realidad no hay ningún lugar al que quiera ir. —Volvió a girar la llave y el motor finalmente cobró vida—. ¡Ahí va!

Una vez que dejaron el muelle, rumbo a la caleta, Harper se relajó un poco. No por completo, pero se sentía mejor sabiendo que estaban haciendo algo, que se movían hacia alguna parte.

—Gracias —le dijo Harper sonriendo agradecida, mientras Daniel piloteaba el yate.

—De nada. Y gracias por despertarme siempre, estoy aprendiendo a vivir sin dormir. —Daniel le sonrió y ella bajó la vista.

—Lamento tener que molestarte cada dos por tres, realmente te debo varias. Pero no sabía a quién más recurrir.

—Eh, lo sé. —Daniel estiró la mano y la tocó suavemente en el brazo—. Está bien.

—Espero que la encontremos. —Harper respiró profundamente y miró hacia el mar. Álex se aferraba con fuerza a la barandilla para evitar caer por la borda.

—El mar está bastante picado —comentó Daniel, mientras la embarcación avanzaba a saltos entre las olas.

—Pero el yate aguanta, ¿verdad? —preguntó Harper.

—Sí, sí, pero hay mucho viento. —Daniel se mordió el labio y miró a Harper con el rabillo del ojo—. Es una noche muy fría para nadar. ¿Estás segura de que Gemma fue a la bahía?

—Sí —respondió Harper—. Sé que parezco una loca y una exagerada, y tal vez lo sea. Pero sé que algo anda mal. —Se llevó la mano al estómago, y lo presionó—. Lo siento. Gemma tiene problemas y me necesita.

—Si dices que tiene problemas, entonces te creo.

—Gracias. —Harper avanzó unos pasos, forzando la vista para ver en la oscuridad a medida que se acercaban a la caleta—. ¿Esta cosa no puede ir más rápido?

—La estoy llevando al máximo —dijo Daniel—. Sabía que te conformarías con ir más despacio.

Cuando finalmente se acercaron lo bastante a la caleta como para verla, Daniel encendió los faros del yate, iluminando el exterior de la cueva. Tuvo que aminorar la velocidad para no chocar contra las piedras, pero incluso desde esa distancia podían ver que estaba vacía.

—No, tiene que estar ahí —insistió Harper, sacudiendo la cabeza—. Tiene que estar.

—¿Quieres que me acerque más para que lo compruebes? —preguntó Daniel.

—Si, por favor.

Daniel acercó el yate a la caleta tanto como pudo, y después lo amarró a un ciprés que crecía a su lado. Álex sacó la escalinata; apenas llegaba desde el yate hasta el extremo de la caleta, pero servía. Álex bajó corriendo primero, y Harper lo siguió de cerca.

El reflector del yate todavía iluminaba hacia allí, de modo que pudieron vislumbrar todo el interior de la cueva pero no había mucho que ver. Un círculo de piedras en el centro para una fogata. Huellas de pisadas en la tierra. Eso era más o me nos todo.

—¡Tengo algo! —gritó Álex sujetando una bolsa en alto.

—¿Tienes sus cosas?

Harper corrió hasta él y le arrancó la bolsa de las manos. La abrió desgarrándola, pero le bastó con ver un par de tangas y unos tops provocativos para darse cuenta de no era la ropa de su hermana. No obstante, era lo único que había encontrado, de modo que apretó la bolsa contra el pecho y se quedó en blanco.

—No es de ella, ¿no es cierto? —preguntó Álex, al ver caer una tanga roja de entre las manos de Harper.

—¿Qué encontraron? —preguntó Daniel. Había bajado del yate detrás de ellos y estaba a tan sólo unos pasos de Harper.

—Creo que es de esas chicas. —Harper se volvió y le tendió la bolsa a Daniel, como si él supiese qué hacer con ella—. Esas chicas horribles le han hecho algo.

—No lo sabes. —Daniel tomó cuidadosamente la bolsa de sus manos porque Harper se la estaba alcanzando y pensó que debía hacer algo con ella—. El hecho de que alguien haya estado aquí no significa que Gemma tenga algo que ver con ellas.

—Pero ¿dónde está? —preguntó Harper, con los ojos llenos de lágrimas—. No está aquí. ¿Dónde puede estar?

—¡Gemma! —Como no sabía qué otra cosa hacer, Álex empezó a gritar su nombre. Estaba al borde de la caleta, gritando hacia la bahía:

—¡Gemma!

—Tal vez hemos llegado antes que ella —sugirió Daniel—. Vinimos bastante rápido, ¿no es cierto?

—¿Te parece? preguntó Harper, alzando la vista hacia él, buscando desesperadamente en sus ojos una chispa de esperanza.

—Es posible —dijo Daniel, encogiéndose de hombros—. ¿O se les ocurre algún otro lugar al que podría ir?

—No, en realidad… Harper enmudeció en mitad de la frase, confundida e inclinó la cabeza hacia un lado. Daniel abrió la boca para decir algo, pero ella lo acalló poniéndole una mano en el pecho—. ¿Oyes eso?

—¿Qué? —preguntó Daniel, pero a continuación también él lo oyó.

Muy débilmente al principio, pero el viento llevaba una música hacia la caleta. Una canción como ninguna otra que Harper hubiese escuchado en su vida, pero que Álex conocía muy pero muy bien.

—Es Gemma —dijo Álex con un suspiro.

—¿Qué? preguntó Harper, pero sin el pánico constante que se había apoderado de ella segundos antes. La expresión de su rostro cambió por completo y la tensión se diluyó, dando paso a una extraña serenidad.

—¿Harper? —preguntó Daniel cuando ella comenzó a caminar hacía la entrada de la cueva donde estaba Álex, Daniel puso una mano en su hombro—. ¿Estás bien? ¿Qué pasa?

—No pasa nada. —Luego frunció momentáneamente el entrecejo como si se diese cuenta de que lo que estaba diciendo no encajaba del todo, y se volvió hacia Daniel—. ¿Estábamos buscando algo?

—Sí. A tu hermana. —Daniel la tomó de los dos brazos y la obligó a mirarlo de frente—. ¿Qué diablos te pasa?

—Me está llamando —dijo Álex a nadie en particular. Luego se zambulló en el agua y empezó a nadar alejándose de la caleta.

—Álex —gritó Daniel— ¡Álex! ¿Qué estás haciendo? ¡Tenemos un yate! — Corrió hasta el borde de la cueva. Álex se alejaba nadando furiosamente y Daniel no iba a saltar al agua tras él—. ¡Álex! ¡Vuelve al maldito yate!

—Algo extraño está ocurriendo —dijo Harper con voz temblorosa, y Daniel se volvió hacia ella y vio que estaba a punto de llorar.

—Oh, maldición, algo extraño está ocurriendo. —Fue hasta ella, dicidiendo que Álex era una causa perdida, al menos por el momento—.

¿Sabes por qué Álex salió disparado como un loco?

—No. —Harper se pasó la mano por el cabello y levantó los ojos hacia él—. Gemma ha desaparecido y no puedo… —Sacudió la cabeza y se tapó los oídos con las manos—. ¡Es esa canción, Daniel! ¡Está tratando de que me olvide de ella pero no me olvidaré!

—¿La canción? —Daniel aún podía oírla, pero no entendía de qué estaba hablando Harper.

—¡¿No la oyes?! —preguntó Harper, gritando porque aún tenía los oídos tapados.

—Sí, pero estoy bien —le dijo.

—¡Tenemos que ir hacia esa canción! —le dijo Harper—. ¡Allí es donde está Gemma!

Daniel pensó en discutir con ella, pero algo verdaderamente extraño estaba pasando y probablemente no hubiese tiempo para cuestionar nada. Tomó a Harper de la mano y la llevó al yate para ir tras Gemma, mientras aún estaban a tiempo. Durante todo ese tiempo, la canción flotaba en el aire.

Ven, fatigado viajero, yo te guiaré por las olas. No te inquietes, pobre navegante, porque mi voz es el camino.

27. La forma verdadera

—¿QUÉ están haciendo? —preguntó Gemma, aún luchando contra su impulso por empezar a cantar con Lexi y Thea.

—Lo que hay que hacer —le dijo Penn—. He tratado de razonar contigo. Te di todo lo que querías. Y tú todavía no entiendes nada. De modo que ahora te lo haré ver.

—No entiendo. —Gemma miró hacia la puerta donde las otras dos sirenas cantaban—. ¿Qué es lo que tienes que hacerme ver? ¿Por qué no dejas simplemente que me vaya?

—Porque, Gemma, sólo tenemos hasta la luna llena para encontrar una sirena nueva o todas moriremos. Y tal vez tú estés dispuesta a tirar la toalla, pero yo no me doy por vencida tan fácilmente. No sobreviví todos estos milenios para terminar mi vida por culpa de una mocosa malcriada.

—¡Precisamente por eso! —Gemma encontró algo donde agarrarse—. No valgo nada. Déjame ir y elige a otra.

—Ojalá fuera tan simple —dijo Penn—. La poción no siempre surte efecto. Eres la tercera muchacha que probamos y la primera que se ha convertido en sirena.

—¿Qué quieres decir con que la poción no siempre surte efecto? — preguntó Gemma.

—Cuando la bebes, pueden ocurrir dos cosas. Una, que te conviertas en una sirena, como te ocurrió a ti. —Penn la señaló con el dedo—. O, dos, que mueras.

—¿Qué? ¿Por qué? —preguntó Gemma—. ¿Cómo puede ser que yo me haya transformado y las otras chicas no?

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