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Authors: Amanda Hocking

Tags: #Infantil y juvenil, #Fantástico, #Romántico

Sirenas (12 page)

BOOK: Sirenas
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Harper señaló un enorme promontorio en el agua del otro lado de la bahía, el mismo hasta el que Gemma había nadado con Álex la noche que hicieron una carrera. Harper y Gemma habían hecho algunas carreras hasta ahí también, y Gemma siempre ganaba.

—¿Le gusta más el otro lado de la bahía? —preguntó Daniel.

—Digamos que sí —admitió Harper—. Allí no van los turistas ni los veleros, por miedo a las rocas, y le gusta que no haya nadie.

—De modo que si hubiese querido descansar un poco, lo habría hecho allí.

—¡Sí! —Harper asintió excitada, dándose cuenta de lo que Daniel estaba sugiriendo—. Cuando viene en coche lo estaciona allí, al lado de los cipreses.

Era más rápido llegar allí en coche que a pie, por lo que Harper empezó a correr de vuelta hacia el suyo, con Daniel siguiéndola de cerca. Para rodear la bahía, Harper condujo lo más rápido que pudo, lo que implicó saltearse algunas luces rojas y acortar camino por el césped.

En cuanto llegó a la playa, agradeció que Daniel hubiese recuperado su sandalia. La playa estaba cubierta de piedras afiladas y habría sido casi imposible avanzar descalza. Al menos para ella. Sabía que las rocas no habrían intimidado en lo más mínimo a Gemma.

Harper llegó al borde del mar, dejando atrás los árboles, para tener una vista despejada de la línea de la costa hasta la caleta. Daniel apareció detrás de ella y señaló un punto negro a lo lejos.

—¿Qué es eso? —preguntó, pero Harper no se quedó a contestarle.

Fue tan rápido que se tropezó con las rocas varias veces y una vez hasta se cayó, hiriéndose la rodilla. Daniel la seguía lo más rápido que podía, pero avanzaba más cautelosamente.

Una vez que estuvo lo bastante cerca como para asegurarse de que era ella, Harper empezó a llamarla a gritos. Podía ver a su hermana, tirada de espaldas y enmarañada en lo que parecía una red de pescadores dorada. Pero Gemma no respondía.

11. La resaca

—¡GEMMA! —gritó Harper y se desplomó al lado de ella, ignorando las piedras que se le clavaban en la piel—. ¡Gemma, despierta!

—¿Está viva? —preguntó Daniel que, de pie detrás de Harper, tenía los ojos fijos en el cuerpo tendido de Gemma.

El cuadro general era bastante pesimista. La piel de Gemma se veía casi azul de lo lívida que estaba. Tenía los brazos cubiertos de moretones y rasguños, y sangre reseca en una de las sienes. Los labios estaban cuarteados y resecos, y el cabello todo enmarañado con algas.

Unos segundos después, cuando Harper parecía haber perdido toda esperanza, Gemma lanzó un quejido y movió la cabeza hacia un lado.

—Gemma. —Harper le quitó el cabello de la frente y Gemma parpadeó varias veces hasta poder abrir los ojos.

—¿Harper? —preguntó, con voz ronca y entrecortada.

—Oh, gracias a Dios —dijo Harper, y al suspirar aliviada se le llenaron los ojos de lágrimas—. ¿Qué pasó?

—No sé.

Con evidente dolor, Gemma trató de incorporarse, pero las rocas eran demasiado dispares. Al ver que se tambaleaba, Daniel pasó un brazo por debajo de sus piernas y la alzó. Gemma trató de colgarse de él para no bambolearse, pero tenía los brazos demasiado enredados en la red que la

envolvía.

—Volvamos al coche —sugirió Harper, y Daniel asintió.

Una vez que tomó conciencia de que Gemma estaba con vida, Harper sintió ganas de llorar y de gritarle. Pero Gemma todavía parecía estar tan débil y aturdida que no quiso acosarla con preguntas.

Harper había estacionado lo más cerca posible, sobre el tupido y resistente césped que cubría la costa. Una vez que llegaron allí, Daniel la dejó en el suelo y Gemma se las arregló para mantenerse de pie por sus propios medios. Estaba bastante enredada en la red, por lo que Harper y Daniel tuvieron que ayudarla a quitársela.

—¿Qué es esto? —preguntó Harper—. ¿Quedaste atrapada en una red de pescadores? ¿Fue eso lo que te pasó?

—Esto no es una red —dijo Daniel, quien, una vez que lograron quitársela, la examinó en detalle, admirado por el extraño tejido—. Al menos no una red que yo conozca.

—No, no es una red —respondió Gemma, mientras ponía una mano sobre el coche para no perder el equilibrio, apoyándose con todo el cuerpo—. Es un chal o algo parecido.

—¿Un chal? —preguntó Harper—. ¿De dónde lo sacaste? Gemma hizo una mueca, vacilando antes de admitir a desgano:

—Penn.

—¿Penn? —dijo Harper casi a gritos—. ¿Qué diablos estabas haciendo con Penn?

—La verdad es que deberías mantenerte alejada de esas chicas —dijo Daniel seriamente—. Son… Tienen algo siniestro.

—Lo sé, créeme —masculló Gemma.

—Entonces ¿qué hacías con ellas? —preguntó Harper—. ¿Qué hiciste anoche?

—¿Podemos hablar de esto más tarde? —le rogó Gemma—. Me va a

estallar la cabeza. Me duele todo el cuerpo. Y tengo tanta sed, es increíble.

—¿Necesitas ir al hospital? —preguntó Harper.

—No, sólo necesito ir a casa —dijo Gemma negando con la cabeza.

—Si estás bien, entonces puedes decirme qué está pasando —dijo Harper cruzándose de brazos.

—Anoche estaba nadando y… —Gemma se interrumpió a mitad de la frase y miró el sol naciente al final de la bahía, como tratando de recordar exactamente lo que había pasado esa noche—. Nadé hasta la caleta y Penn, Lexi y Thea estaban allí… festejando algo.

—¿Festejando? —preguntó Harper, ahora totalmente perpleja—. ¿Pasaste la noche con ellas en una fiesta?

—Sí —respondió dubitativa Gemma—. Quiero decir, creo que sí.

—¿Crees? —Harper sacudió la cabeza.

—Sí. Me invitaron y apenas tomé un trago. Pero debe de haber sido algo realmente muy fuerte. Te juro que fue sólo un trago.

—¿Bebiste? —Harper abrió mucho los ojos—. ¡Gemma! Te pueden expulsar del equipo de natación por eso. En una hora tienes entrenamiento, y es evidente que no estás en condiciones de ir. ¿En qué estabas pensando?

—¡No sé! —dijo Gemma gritando—. ¡De hecho no tengo la menor idea! No sé cómo ocurrió nada de lo que pasó anoche.

Me acuerdo de que bebí un trago y después me desperté en las rocas. No sé qué pasó, lo siento.

—Entra en el coche —dijo Harper, apretando bien fuerte los dientes y demasiado molesta como para siquiera gritar.

—De veras que lo siento —repitió Gemma.

—¡Entra en el coche! —gritó esta vez Harper, y Daniel entrecerró involuntariamente los ojos.

—Gracias… por la ayuda —le susurró Gemma a Daniel, y bajó la vista.

—No es nada —dijo él. Luego, como Gemma casi se cayó al tratar de abrir la puerta del coche, Daniel fue hasta allí y la mantuvo abierta para que ella subiera—. Bebe mucho líquido. Las resacas son duras, pero sobrevivirás.

Gemma esbozó una débil sonrisa y subió. En cuanto logró sentarse en el coche, Daniel cerró la puerta y volvió su atención hacia Harper. Tenía los brazos cruzados y observaba a su hermana con enojo e indignación, pero cuando Daniel la miró sonrió avergonzada.

—Siento mucho haberte arrancado de la cama para que me ayudaras a recoger a mi hermana ebria. Quiero decir que te lo agradezco mucho, pero que siento haberte molestado.

—No ha sido ninguna molestia. —Daniel sonrió con un dejo de ironía—. Justo estaba pensando en lo tedioso que es despertarse después de la salida del sol.

—Lo siento —volvió a decir Harper—. No te molesto más, así que puedes volver a acostarte.

—Sí —dijo Daniel alejándose un paso del coche—. Pero no te pases con ella, ¿de acuerdo? Es sólo una niña. A veces se meten en líos.

—Yo no era así. —Harper dio la vuelta por la parte de delante del coche hacia el lado del conductor.

—¿En serio? —Daniel la miró alzando las cejas—. ¿Nunca metiste la pata?

—Así no —dijo haciendo un gesto hacia Gemma, que tenía la frente apoyada sobre el vidrio de la ventanilla—. Jamás falté de mi casa toda una noche o me emborraché. Puede que alguna vez me quedara dormida por la mañana y llegara tarde a la escuela.

—Oh, guau. —Genuinamente sorprendido, Daniel reprimió una gran carcajada—. Bueno, eso en realidad suena un poco triste. Me refiero a que muy bien por ti lo de no beber. Pero ¿una vida sin ninguna equivocación? Eso no suena para nada divertido.

—Me he divertido muchas veces —respondió Harper ofendida, y Gemma lanzó un gruñido, interrumpiendo su discusión con Daniel—. Ahora tengo que llevarla a casa.

—Claro, por supuesto. —Daniel la saludó agitando la mano y retrocedió varios pasos—. No te impediré cumplir con tu deber.

—Gracias —respondió Harper con una sonrisa.

—No entiendo cómo pudiste hacer esto —dijo Harper mientras ponía el coche en marcha y dejaba la bahía atrás—. Papá casi falta al trabajo por tu culpa. Podría haberlo perdido por esto.

—Lo siento. —Gemma cerró los ojos con fuerza y se frotó la frente deseando que Harper se callara de una vez por todas.

—¡No arreglas nada con decir lo siento! —gritó Harper—. ¡Podrías haber muerto! ¿Te das cuenta de eso? Casi te mueres. Ni siquiera entiendo qué pasó ni cómo sigues viva. ¿Cómo pudiste hacer una cosa así? ¿Cómo pudiste meterte en una situación así?

—¡No lo sé! —Gemma levantó la cabeza—. ¿Cuántas veces tengo que decirte que no lo sé?

—¡Tantas como haga falta para que lo entienda! —le replicó Harper—. Tú no eres así. Odias a esas muchachas y detestas el alcohol. ¿Por qué estabas con ellas? ¿Por qué te arriesgarías por gente que no siquiera te gusta?

—¡Harper! —gritó Gemma—. No me acuerdo de lo que pasó anoche. No tengo ninguna respuesta, por más que me lo preguntes mil veces de mil maneras distintas. ¡Ya te he dicho todo lo que recuerdo!

—Te das cuenta de que vas a estar castigada todo el verano, ¿verdad? — preguntó Harper—. Nunca más volverás a ir a esa bahía de noche. Con suerte papá te dejará ir de día.

—Ya lo sé. —Gemma suspiró y volvió a apoyar la cabeza sobre el cristal.

—Y no sé cuándo podrás volver a ver a Álex —continuó Harper—. Él también estaba preocupadísimo por ti.

—¿En serio? —Gemma miró a su hermana y su rostro se iluminó un poco—. ¿Cómo sabía que no había vuelto a casa?

—Pensé que tal vez estabas con él así que lo llamé y le pregunté si sabía dónde te habías metido. Me pidió que te dijera que lo llamaras cuando volvieras.

—Hum. —Gemma cerró los ojos—. Tal vez será mejor que lo llames tú. No tengo muchas ganas de hablar ahora mismo.

Ahora fue Harper quien miró a su hermana, ablandándose por la preocupación. Si Gemma no tenía ganas de hablar con Álex, entonces debía de estar realmente mal.

—¿Estás segura de que estás bien? —le preguntó—. Te puedo llevar ahora mismo al hospital.

—o, sólo tengo un poco de resaca y algunas magulladuras. Estaré bien.

—Tal vez deberían hacerte unas radiografías —dijo Harper—. Esos moretones pueden ser peor de lo que parecen. Y no siquiera sabes cómo te los hiciste.

—Estoy bien —insistió Gemma—. Llévame a casa, por favor. Sólo quiero dormir.

Harper todavía no estaba muy convencida, pero Gemma probablemente tuviera razón. Como ya había tenido la oportunidad de expresar parte de su enojo, decidió tranquilizarse. Si Gemma se sentía mal, lo que menos necesitaba era alguien que le gritara. De modo que por el momento, Harper se limitaría a cuidarla.

Cuando llegaron a su casa, Gemma fue a la cocina y se sirvió un vaso de agua fría del grifo. Bebió un vaso tras otro, tragándolos tan rápido que el agua le chorreaba por el mentón.

—¿Estás segura de que te sientes bien? —le preguntó Harper mientras la observaba desconcertada.

—Sí. —Gemma asintió y se secó la boca con el dorso de la mano—. Sólo tengo muchísima sed. Pero ya estoy mejor. —Dejó el vaso en la pileta y se obligó a sonreírle a su hermana.

—Siéntate, entonces. Tengo que limpiarte esas heridas.

Gemma acercó una silla de la cocina y se dejó caer sobre ella. Harper fue al baño a buscar una toalla mojada, el frasco de desinfectante y apósitos. Cuando volvió, se arrodilló frente a Gemma y examinó los cortes y los rasguños.

Ninguno parecía muy profundo, eso era lo único bueno de todo el asunto. Cuando Harper le limpió un corte que tenía en el muslo, Gemma se contrajo del dolor. Harper la miró disculpándose y siguió con más cuidado.

—¿No te acuerdas de cómo te hiciste estas heridas? —le preguntó Harper alzando la vista hacia su hermana y buscando en la expresión de su rostro alguna pista de lo que había ocurrido.

—No.

—¿De modo que no sabes si te las hicieron esas chicas? —preguntó Harper, y Gemma sacudió la cabeza—. Penn podría haberte golpeado. E incluso si no fueron ellas, te dejaron abandona en la bahía, ¿y tú ni siquiera sabes por qué? Harper sentía tanta furia de sólo pensarlo que no se dio cuenta de que le estaba frotando demasiado fuerte las heridas.

—¡Harper! —Gemma hizo una mueca de dolor y retiró la pierna.

—Perdona. —Harper dejó de limpiar el corte, y al vendárselo fue mucho más cuidadosa—. Tal vez deberíamos denunciarlas a la policía.

—¿Y decirles qué? ¿Qué bebí accidentalmente más de la cuenta y no recuerdo qué pasó? —preguntó Gemma con voz cansada.

—Bueno… —Harper se encogió de hombros—. No sé. Siento que debería hacer algo.

—Ya estás haciendo bastante —dijo Gemma tratando de tranquilizarla—. Ahora, lo que necesito es dormir un poco.

—¿No quieres darte una ducha primero? —le preguntó Harper, mientras Gemma trababa de ponerse de pie.

—Cuando me despierte.

Gemma se aferró a la mesa para sujetarse y se levantó lentamente. Tenía

el cabello pegajoso por la sal y la arena, y cuando pasó al lado de su hermana, Harper le quitó un trozo de alga que tenía enmarañado en el pelo.

Gemma logró subir la escalera, pero Harper la siguió de cerca, por si se resbalaba. Se quitó rápidamente el traje de baño y se puso ropa interior y una remera limpia; después se desplomó en la cama.

Una vez Gemma estuvo acostada sana y salva en su cuarto, Harper fue a su habitación a hacer unas llamadas. Dejó las puertas de las dos habitaciones abiertas por si necesitaba algo y habló en voz baja para no molestarla.

Primero tenía que llamar a su padre y decirle que Gemma estaba bien. Su padre pareció exasperarse tanto como ella cuando se enteró de por qué Gemma no había ido a dormir a casa. Brian se enojaba tan poco con ellas que era fácil olvidarse de lo aterrador que podía ser cuando se encolerizaba.

Las otras llamadas fueron más rápidas. Le dijo a Álex que Gemma estaba bien, y llamó a la escuela para hablar con el entrenador y decirle que Gemma no iba a asistir al entrenamiento. Después, Harper decidió llamar a su trabajo para decir que no iría. Aunque probablemente no fuese más que una resaca, a Harper no le parecía bien dejar a Gemma sola en casa.

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