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Authors: Amanda Hocking

Tags: #Infantil y juvenil, #Fantástico, #Romántico

Sirenas (7 page)

BOOK: Sirenas
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—¿Nos vemos luego? —preguntó Gemma.

—Sí, sí, claro —respondió en seguida Álex, asintiendo con la cabera. Gemma se apresuró a volver a su casa por la puerta trasera, donde estaba su padre esperando, manteniéndola abierta. Una vez que Gemma entró en la casa, Brian se quedó unos segundos más afuera, observando a Álex doblar torpemente la manta.

—¡Papá! —le gritó Gemma.

Brian dejó pasar un par de segundos más antes de entrar. Una vez adentro, cerró la puerta con llave y apagó la luz del jardín. Cuando entró en la cocina, Gemma caminaba de un lado a otro comiéndose las uñas de las manos.

—No hace falta que me vigiles todo el tiempo, ¿sabes?

—Saliste hace quince minutos a sacar la basura. —Brian se apoyó contra la mesa—. Salí simplemente a comprobar que no te hubiesen raptado o te hubiesen atacado unos mapaches rabiosos.

—Bueno, pues no ha pasado nada de eso. —Gemma dejó de moverse y respiró profundamente.

—¿Quieres explicarme qué estaba pasando ahí afuera?

—¡No! —Gemma abrió mucho los ojos.

—Mira, Gemma, sé que tienes dieciséis años y que vas a empezar a salir con chicos. —Brian pasó el peso de un pie al otro—. Y Álex no es exactamente un mal chico. Pero es mayor que tú y eres demasiado joven para algunas cosas…

—Papá, sólo nos hemos besado, ¿de acuerdo? —El rostro de Gemma tenía una expresión de disgusto por tener que discutir aquel asunto con su padre.

—Así que… entonces… ¿estás saliendo con él? —preguntó Brian con cautela.

—No —respondió Gemma, encogiéndose de hombros—. Sólo nos hemos basado.

—Y no deberías pasar de eso —dijo Brian—. Se va en un par de meses y eres demasiado joven para comprometerte con ese tipo de cosas. Además, tienes que concentrarte en la natación.

—Papá, por favor —dijo Gemma—. Deja que yo resuelva estos asuntos por mí misma. ¿De acuerdo?

—De acuerdo —dijo él a regañadientes—. Pero si te toca, lo mato. Y si te hace daño, lo mato.

—Ya lo sé.

—¿Y él lo sabe? —Brian hizo un gesto hacia la casa de sus vecinos—. Porque puedo ir a decírselo personalmente.

—¡No, papá! —Gemma alzó las manos—. Ya lo he entendido. Ahora, si no te molesta, me voy a ir a dormir para poder levantarme temprano mañana.

—Mañana es domingo. La piscina está cerrada.

—Voy a ir a nadar a la bahía. Esta noche no fui y quiero nadar.

Brian asintió con la cabeza, dando por terminada la conversación, y Gemma fue directo a su habitación. Había una franja de luz debajo de la puerta de Harper, lo que significaba que todavía estaba despierta, probablemente leyendo. Gemma se metió sigilosamente en su habitación, para no alertar a su hermana.

Desde la ventana de su dormitorio, Harper podría haber visto a Gemma y a Alex besándose, o podría haberla escuchado hablando con su padre sobre el tema. Y lo último que quería Gemma era hablar de aquello con su hermana, en especial cuando ella misma no sabía qué sentía al respecto.

Gemma cerró la puerta de su habitación y se dejó caer en la cama. Sobre el techo había pegadas unas estrellas de plástico fosforescente, pero sólo un par de ellas lograban emitir todavía un pálido resplandor. Se quedó mirándolas, con una sonrisa en el rostro, porque le recordaban a Álex.

Había sido Harper la que las había colocado, cuando Gemma tenía ocho años y sufría serios ataques de terror por las noches. Pero Álex la había ayudado, colocando las constelaciones con la mayor exactitud de que fue capaz.

Era tan extraño cómo había cambiado todo. Gemma estaba acostumbrada a verlo como el amigo aplicado de su hermana, pero ahora, cuando pensaba en él, su corazón latía más rápido y en su estómago notaba una fuerte sensación de calor.

Le picaban un poco los labios por el beso y se preguntaba cuándo podría besarlo de nuevo. Se quedó despierta hasta tarde, reviviendo la escena una y otra vez en su imaginación. Cuando al fin se durmió, lo hizo con una sonrisa en el rostro.

El despertador la arrancó del sueño. Estaba amaneciendo, y una luz anaranjada entraba por las cortinas de su habitación. Estuvo tentada de apagarlo y seguir durmiendo, pero ya había perdido todo un día de entrenamiento, así que debía recuperarlo.

Para cuando estuvo levantada y lista, la cálida luz del sol bañaba todo el pueblo de Capri. Tanto Harper como Brian seguían durmiendo, y Gemma dejó una nota en la refrigeradora, recordándoles que se había ido a la bahía de Antemusa.

Puso Lady Gaga en su iPod y saltó sobre su bicicleta. Todavía era temprano, y el resto del pueblo dormía. A Gemma le gustaba más así, cuando las calles no estaban repletas de turistas.

El viaje hasta la bahía fue más rápido que lo habitual. Incluso pedalear parecía más fácil. Gemma se sentía flotando en una nube. Un simple beso de Álex había vuelto todo su mundo más liviano.

Como había ido en bicicleta, no podía nadar cerca del bosque de cipreses, como hacía generalmente. La bicicleta no podía subir por ese camino, y no había ningún lugar donde dejarla atada. Por eso fue al puerto, cerca de donde trabajaba su padre.

Supuestamente no se podía nadar en ese lugar, ya que era peligroso por la cantidad de embarcaciones que lo transitaban, pero en realidad no pensaba nadar ahí. Después de encadenar la bicicleta, se zambulliría en el agua y nadaría hasta un lugar más seguro. No había nadie a esa hora que pudiera verla.

Gemma dejó la bicicleta junto a un poste en el muelle. Después de quitarse la ropa y quedarse en traje de baño, metió los vaqueros, el top y las sandalias en la mochila que había llevado con ella. Pasó la cadena por las correas de la mochila, enroscándola al caño de la bicicleta, y lo enganchó todo junto al poste.

Fue corriendo hasta el final del muelle y se zambulló. El aire de la mañana era un poco fresco y el agua estaba algo fría, pero a Gemma no le importaba. En realidad le daba igual cuál fuese la temperatura o cómo estuviese el agua. Gemma sencillamente se sentía a gusto allí dentro.

Nadó durante todo el tiempo que pudo, pero hacia el final de la mañana la bahía se empezó a llenar de gente. Se estaba perfilando un hermoso y cálido día de verano, de modo que la playa estaba a reventar. El agua más cercana al puerto se había llenado de embarcaciones que se dirigían mar adentro, de modo que Gemma sabía que si no regresaba corría el riesgo de que un motor fuera de borda le pasara por encima.

A la escalera del final del muelle le faltaban varios escalones, por lo que tuvo que hacer un gran esfuerzo para poder trepar por ella. Estaba a punto de conseguir subir al muelle, cuando alguien le tendió la mano.

Tenía las uñas largas muy bien cuidadas, de color rojo sangre, y su piel olía a aceite de coco.

Con el agua chorreándole por el rostro, Gemma alzó la vista y vio a Penn justo enfrente, con la mano extendida hacia ella.

—¿Te echo una mano? —preguntó Penn, sonriendo de una manera que automáticamente le recordó la imagen de un animal hambriento.

7. Arrinconada

PENN era la más cercana a Gemma, pero las otras dos jóvenes estaban justo detrás de ella. Gemma nunca las había visto tan cerca, y a esa distancia su belleza era aún más intimidante. Penn era perfecta.

Parecía la modelo de una portada de Vogue.

—¿Necesitas ayuda? —le preguntó de nuevo Penn, como si pensara que Gemma fuese sorda, ya que no había hecho más que quedarse con la boca abierta mirándola.

—No, gracias —dijo Gemma, sacudiendo la cabeza.

—Como quieras. —Penn se encogió de hombros y retrocedió para que Gemma pudiera salir del agua.

Gemma había intentado subir con gracia para demostrar que no necesitaba ayuda, pero como faltaba el último escalón, no pudo evitar caer pesadamente sobre el muelle. Era perfectamente consciente de que probablemente había parecido un pez salido del agua rebotando torpemente contra el suelo, por lo que se levantó lo más rápido que pudo.

—Te vemos nadar muy a menudo en la bahía —dijo Penn.

Gemma ya la había oído hablar una vez antes, pero todavía le sorprendía el sonido de su voz. Tenía esa manera de hablar de gatita sexy que generalmente le daba mucha rabia, pero con cierta tesitura sedosa por debajo que volvía sus palabras extrañamente hermosas y seductoras.

En realidad, el simple hecho de escucharla hablar borraba parte de los sentimientos negativos que Gemma sentía hacia ellas. Las tres jóvenes todavía la asustaban, pero en menor medida.

—Disculpa. —Penn le sonrió, revelando unos dientes blancos y brillantes que parecían anormalmente afilados—. Probablemente no tengas ni idea de quiénes somos. Yo soy Penn y ellas son mis amigas Lexi y Thea.

—Hola. —Lexi la saludó agitando la mano. Su cabello rubio brillaba como el oro a la luz del sol y sus ojos eran del mismo color que el océano.

—¿Qué tal? —dijo Thea. Aunque sonrió, parecía molesta de tener que hablar siquiera con Gemma. Miró hacia el mar y se pasó la mano por las rojas ondas de su cabello.

—Eres Gemma, ¿verdad? —preguntó Penn al ver que Gemma no decía nada.

—Sí, así me llamo —respondió, asintiendo con la cabeza.

—Te hemos visto nadar varias veces y nos gusta tu estilo —prosiguió Penn.

—¿Gracias? —dijo Gemma en un tono interrogativo, al no saber bien qué decir.

Como se sentía desnuda al lado de las tres jovencitas, se envolvió con los brazos. Gemma sabía que era atractiva, y a veces cuando se arreglaba para una fiesta pensaba que realmente era una bomba. Pero ahí, de pie junto a Penn, Lexi y Thea, se sentía torpe y sin gracia.

De su cuerpo goteaba agua sobre los tablones de madera, y en lo único que pensaba era en ir a buscar su ropa y vestirse.

—Nos encanta ir a nadar mar adentro de noche —dijo Penn—. Es realmente fascinante.

—Es maravilloso —agregó Lexi, excediéndose tal vez un poco en su entusiasmo. Penn le lanzó una mirada y Lexi bajó los ojos.

—Eh… sí. —Aunque Gemma estaba de acuerdo con ellas, le daba miedo admitirlo. Le parecía que Penn le estaba tendiendo algún tipo de trampa que ella no captaba.

—Nos encantaría que alguna vez vinieses con nosotras —dijo Penn, volviéndose de nuevo hacia Gemma con una sonrisa más amplia.

—No… no creo que pueda. Lo lamento. —A Gemma no se le ocurría en realidad ninguna excusa para darles, pero jamás aceptaría una invitación para hacer lo que fuera con ellas.

—¿Y qué tal si vamos a nadar una tarde? —preguntó Penn—. Precisamente estábamos pensando en ir ahora. ¿No es cierto?

—Llevo el biquini debajo del vestido —dijo Lexi y señaló el vestido de verano que llevaba bien ceñido a su cuerpo.

—Bueno, en realidad acabo de salir del agua —dijo Gemma—. Y tenía intención de vestirme.

Señaló su bicicleta, y viendo que ésa era su oportunidad de escapar, se encaminó hacia allí. Gemma supuso que entonces las jóvenes desistirían, pero al parecer se había equivocado. Penn la siguió por el muelle.

—Sé que te encanta nadar y de verdad me gustaría mucho que vinieses a hacerlo con nosotras —dijo Penn—. Si hoy no puedes, dime qué otro día te viene mejor.

—No sé. —Gemma forcejeaba torpemente con la cadena, tratando de abrirla. Penn permanecía a su lado, cubriéndola con su sombra, mientras ella estaba en cuclillas al lado de su bicicleta—. Tengo que entrenar mucho.

—Tienes todo el tiempo del mundo para entrenar —dijo Penn—. Mucho trabajo y poca diversión tampoco es bueno.

—Yo me divierto —insistió Gemma.

Una vez que logró abrir el candado, tomó su mochila y se paró. Tenía tanta prisa por irse que ni se vistió. Lo único que quería era echarse la mochila al hombro, subir a la bicicleta y alejarse de Penn y de su voraz sonrisa.

—Tienes que venir un día a nadar con nosotras. —La voz de Penn era suave como la seda pero sus palabras eran claramente una orden. Sus ojos oscuros se clavaron en los de Gemma, ardiendo con un brillo tan intenso que la dejó sin aliento.

El ruido de algo cayendo al agua desconcentró por un momento a Penn, el tiempo suficiente para que Gemma se recuperase y apartara la mirada.

Daniel estaba parado en el muelle a unos metros de ellas; de su pecho desnudo y de sus bermudas chorreaba agua. Gemma lo conocía de vista de cuando visitaba a su padre en el puerto, pero no tenía ninguna razón para odiarlo como Harper.

—¿Pasa algo? —preguntó Daniel, quitándose el agua de los ojos. Sin esperar una respuesta, empezó a caminar hacia donde las tres muchachas tenían arrinconada a Gemma.

—Todo está perfectamente en orden —le dijo Lexi con una brillante sonrisa—. Puedes ocuparte de tus asuntos.

—No lo creo. —Daniel siguió caminando, sin prestar la menor atención a Lexi. Una vez que estuvo lo bastante cerca, la apartó empujándola con el hombro y miró a Gemma.

—¿Estás bien?

—Hemos dicho que no hay ningún problema —dijo Penn, fría como un témpano.

—No te he preguntado a ti. —Daniel le lanzó una mirada fulminante y luego volvió a dirigirse a Gemma suavizando la mirada. Gemma estaba totalmente mojada y tenía la mochila apretada contra el pecho—. Vamos,

¿por qué no vienes a mi barco y te secas?

—Ocúpate de tus asuntos —volvió a decirle Lexi, pero sonaba más confundida que enojada. No entendía cómo el muchacho podía ignorarla.

Daniel le hizo un gesto a Gemma para que lo siguiera. Al acercarse apresuradamente a él, Gemma no consiguió librarse de la sensación de que Penn quería cortarle literalmente la cabeza a ese entrometido. Una vez que escaparon de las jóvenes, Daniel pasó el brazo por el hombro de Gemma. No de una manera romántica, sino con la intención de protegerla.

Mientras caminaban hacia su yate, Gemma sintió que los ojos de Penn perforaban su espalda como un láser. Lexi le gritó que se volverían a ver y algo en el tono melodioso de su voz sonó como una canción.

Al escucharla, Gemma casi dio media vuelta para volver con ellas, pero el brazo de Daniel la retuvo.

Una vez que llegaron al barco, Daniel la ayudó a subir. Como Penn, Lexi y Thea todavía estaban en el muelle observándolos, sugirió que bajaran a la cabina. Por lo general, Gemma no se subiría al yate de un muchacho mayor que apenas conocía, pero dadas las circunstancias, sentía que era lo más seguro.

El yate era bastante pequeño, de modo que el espacio habitable estaba atiborrado de cosas. Una cama marinera enfrente de una mesa pequeña con un banco amollado a cada lado. Una cocina pequeña con una heladerita y una pileta minúsculas. Un baño y algunos recovecos para guardar cosas, y eso era más o menos todo.

BOOK: Sirenas
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