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Authors: Amanda Hocking

Tags: #Infantil y juvenil, #Fantástico, #Romántico

Sirenas (10 page)

BOOK: Sirenas
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Al hablar, borró parte del malestar que había sentido Harper al notar su extraña sonrisa, e incluso Marcy pareció relajarse un poco y se atrevió a mirarla de nuevo directamente a la cara.

—Me encantaría ganar un oso de peluche —dijo Lexi con voz cantarina. Álex y Luke la miraron, y Luke se quedó con la boca abierta, como pasmado. Harper tenía los brazos apoyados en la mesa delante de ella, y se inclinó hacia delante.

No podía explicar por qué, pero estaba pendiente de cada palabra que decía Lexi, como si fuese la persona más fascinante a la que había oído en su vida. Incluso la gente que había alrededor parecía acercarse más a ellas para estar más próxima a Lexi.

—¿Qué te parece? —Lexi inclinó la cabeza hacia abajo y miró a Luke—.

¿Podrías ganarme un osito de peluche?

—¡Por supuesto! —gritó Luke excitado, y se puso de pie tan rápido que casi se cae del banco—. Quiero decir, sí, me encantaría ganar un osito para ti.

—¡Genial! —Lexi sonrió y lo tomó del brazo.

La gente volvió a apartarse de nuevo, mientras Lexi y Luke caminaron entre la multitud hacia la avenida principal. Thea los siguió, pero Penn se quedó con el resto, sonriendo a los que estaban en la mesa. Álex no sacó los ojos de encima de Thea hasta que desapareció entre la multitud; Gemma se habría dado cuenta de no haber estado ocupada en hacer lo mismo.

—Bueno, los dejo disfrutar del resto de la tarde —dijo Penn. En teoría, les hablaba a todos los presentes, pero sólo miraba a Gemma—. Nos vemos.

—Que te diviertas —balbuceó Álex, tartamudeando un poco. Penn rio, después dio media vuelta y se fue.

—Qué cosa más extraña —dijo Harper en cuanto Penn se marchó.

Sacudió la cabeza tratando de disipar la neblina que la envolvía, como si no lograra entender la situación. Era como si todo hubiese sido un sueño, como si Penn en realidad nunca hubiese estado ahí.

—Estoy segura de que la mataron. —Marcy entrecerró los ojos, meneando la cabeza como hablando para sí misma—. Hay algo en esas chicas que no me despierta ninguna confianza.

9. La caleta

EN cuanto se puso el sol, Gemma se subió a la bici y fue hasta la bahía. Hacía tres días que no se entrenaba en la piscina y eso le provocaba una especial ansiedad por meterse en el mar. Durante varios días no había salido tarde para complacer a Harper, y sentía que se merecía nadar un poco bajo las estrellas.

Aunque había pasado un día maravilloso con Álex en el picnic, necesitaba nadar. En realidad, el día había sido más que maravilloso. En cierto sentido… mágico.

Había pasado parle de la tarde con Harper y Marcy, y todo salió sorprendentemente bien, ya que Gemma no estaba segura de cómo reaccionaría su hermana al verla saliendo con Alex. Al parecer Harper no tenía en principio ningún problema con verlos juntos.

Al final, Gemma y Álex se habían ido de nuevo por su lado, y todo fue aún mejor. Álex hizo cosas que provocaron que el corazón de Gemma latiera más rápido. Sus palabras se atropellaban cuando trataba de impresionarla, y le sonreía de una manera que ella nunca antes había visto.

Gemma pensaba que lo conocía lo suficiente como para saberse todas sus sonrisas, pero ésta era nueva. Era pequeña, casi como una mueca de ironía, pero que a su vez le iluminaba los ojos.

Álex la dejó en su casa a las ocho, y la acompañó hasta la puerta. Gemma sabía que su padre y Harper estaban adentro y Álex también lo sabía, y ella pensó que él no la besaría. Pero la besó. No fue un beso muy apasionado ni muy largo, sino un beso que demostraba algo aún más bonito: un beso lleno de cariño y de respeto.

Gemma sólo había besado a dos chicos antes que a Álex, y uno había sido en primero, durante un juego de Verdad y Consecuencia. Su único beso real había sido con su novio de tres semanas, y él la besaba con tanta ferocidad que Gemma pensó que le iban a quedar moretones en la cara.

Los besos de Álex era exactamente lo opuesto. Eran dulces y perfectos y hacían que su corazón se acelerara cada vez que se acordaba.

No entendía cómo no se había dado cuenta antes de lo fascinante que era Álex. Si lo hubiera hecho, podrían haber empezado a salir mucho antes, y ella habría tenido todo ese tiempo para robarle esos maravillosos besos.

Al llegar a la bahía siguió por el muelle, como hacía siempre, ya que era el mejor lugar para dejar la bicicleta. Al pasar por el yate de Daniel,
La gaviota sucia
, oyó Led Zeppelin sonando a todo volumen.

Si no hubiese oído la música, tal vez se habría parado un segundo a darle las gracias por lo del otro día, pero no quería molestarlo.

Se había sentido mal cuando Harper le gritó a Daniel; Gemma todavía no entendía qué tenía contra él. Sí, era cierto que parecía un vago. Pero por el solo hecho de que su vida no estuviese bien encaminada no quería decir que fuera una mala persona.

Siempre que Gemma pasaba para llevarle el almuerzo a su padre, Daniel la saludaba y una vez la había ayudado a enganchar de nuevo la cadena de la bicicleta que se le había caído.

Gemma aseguró la bicicleta al final del muelle y se quitó la ropa, quedándose en traje de baño. Se zambulló en el agua y nadó hasta la bahía.

Para esa hora de la noche, había más gente que lo habitual en la playa y navegando con sus embarcaciones, restos de los festejos de la tarde. Iba a tener que nadar más lejos, más cerca de la caleta, cerca de mar abierto, para alejarse de la gente.

En cierto sentido, era mejor. Tenía que nadar más para compensar los días en que no se había entrenado.

Una vez que estuvo lo bastante lejos como para no oír a la gente en la playa, se colocó de espaldas y flotó en el agua, dejándose mecer por el suave oleaje. Gemma alzó la vista hacia el cielo nocturno, asombrándose de su belleza. Entendía perfectamente por qué a Álex le gustaban tanto las estrellas.

A Harper no le interesaba nadar tanto como a Gemma; de hecho, Gemma dudaba de que a alguien le gustara tanto como a ella. Las veces que Harper la había acompañado, se asustaba al verla flotar de esa manera. Harper estaba convencida de que la corriente se la llevaría y de que Gemma se perdería para siempre en el océano.

Gemma nunca había creído que eso fuera posible, pero incluso si ocurría, la idea nunca la había asustado. En realidad, el dejarse llevar por el mar siempre había sido más un sueño que un temor.

—Gemma
. —Su nombre flotaba en el aire como una canción.

Al principio creyó que debía de provenir del sonido del estéreo de alguna persona en la playa mezclado con el golpe de las olas. Pero entonces volvió a escucharlo, ahora un poco más fuerte.

—Gemma
. —Alguien cantaba su nombre.

Mientras se mantenía a flote, estiró la cabeza para mirar a su alrededor, buscando de dónde venía la voz, pero fue bastante fácil de ubicar. Gemma se había dejado arrastrar por la corriente y sin darse cuenta se había acercado mucho a la caleta. Estaba a unos pocos metros de ella y la caverna resplandecía por la fogata que ardía en el centro.

Aunque no había prestado mucha atención antes, estaba segura de que hacía pocos minutos que habían encendido el fuego. Y de que Penn, Lexi y Thea no estaban ahí hacía unos minutos.

Los últimos dos días se las había encontrado demasiado y si hubiese tenido la menor sospecha de que las vería allí, no se habría alejado tanto para no correr el riesgo de toparse con ellas de nuevo.

Thea estaba agazapada junto al fuego y su sombra se proyectaba detrás de ella sobre la pared de la cueva. Penn giraba, bailando en un círculo lento y grácil al compás de una música que sólo ella podía oír. Y Lexi estaba de pie justo al borde del mar, tan cerca que el agua le salpicaba los pies.

Era Lexi la que la llamaba, pero no se limitaba a decir su nombre. Lo cantaba; Gemma nunca antes había oído cantar así. Era algo hermoso y mágico. Sonaba tan dulce como los besos de Álex, o incluso más.

—Gemma
—volvió a cantar Lexi—.
Ven, fatigado viajero, yo te guiaré por las olas. No te inquietes, pobre navegante, porque mi voz es el camino.

Gemma se quedó paralizada en el agua, totalmente hipnotizada por la canción. Lo único que podía sentir era la belleza y la calidez de las palabras que atravesaban su piel, claras como el cristal.

—Gemma —dijo Penn. Su voz lujuriosa no era para nada tan dulce como la de Lexi, pero de todos modos tenía algo seductor. Penn dejó de bailar y se paró al lado de Lexi.

—¿Por qué no te sumas a nosotras? Nos estamos divirtiendo tanto aquí arriba. Te va a encantar.

—De acuerdo —se oyó decir de pronto Gemma. En algún lugar remoto de su conciencia sonó una alarma, pero su sonido quedó instantáneamente ahogado cuando Lexi volvió a entonar su canción. Una vez que nadó hasta ellas, el miedo quedó por completo bloqueado. No dependía de su voluntad decidir si se unía o no a ellas. Era su cuerpo el que decidió acercárseles.

Al llegar a la costa, Lexi le tendió la mano y la ayudó a salir del agua y entrar en la caleta. La única manera de llegar allí era por la bahía. La caleta no estaba conectada con tierra firme por ningún lado y, sin embargo, las tres jóvenes estaban totalmente secas.

—Toma. —Penn había estado bailando con un chal alrededor de su cuerpo hecho de algún tipo de tul de hilos de oro con el que envolvió los hombros de Gemma—. Para que no tomes frío.

—No tengo frío —dijo Gemma, y era verdad. Para empezar, la noche era cálida, y la fogata templaba aún más el aire.

—Pero te sientes mejor con él, ¿no es cierto? —preguntó Lexi, ronroneándole suavemente al oído.

Lexi la envolvió con su brazo y el contacto con su piel hizo que se le erizara

el vello de la nuca. Gemma se apartó instintivamente, pero Lexi comenzó a cantar de nuevo y Gemma se derritió en sus brazos.

—Ven con nosotras. —Penn no le sacaba los ojos de encima y caminó hacia la fogata.

—¿Es una especie de fiesta o algo así? —preguntó Gemma. Seguía inmóvil, de modo que Lexi la arrastró de la mano hacia donde estaba el fuego, llevándola hasta una gran roca al lado de Thea, y la empujó suavemente para que se sentara. Thea la miró; las llamas se reflejaron en sus ojos como si salieran directamente de ellos.

—Estamos celebrando algo —dijo Lexi riendo, y se arrodilló al lado de Gemma.

—¿Y qué están celebrando? —preguntó Gemma mirando a Penn, que permanecía al otro lado de la fogata, enfrente de ella, sonriéndole.

—Un banquete —respondió Penn, y tanto Lexi como Thea rieron de una manera que a Gemma le recordó el graznido de los cuervos.

—¿Un festín? —Gemma miró alrededor de la caverna, pero no vio rastro alguno de comida—. ¿De qué?

—No te preocupes —le respondió Lexi.

—Tendrás tiempo de sobra para comer después —le dijo Thea con una sonrisa.

Era la primera vez que la oía hablar y se dio cuenta de que había algo raro en su voz. Tenía algo áspero, como un ronco murmullo. No era desagradable, pero causaba un efecto extraño.

Su tono era opuesto al de Lexi y Penn. Si la voz de Lexi y de Penn era como la miel, la de Thea era como los dientes de un tiburón. Era puntiaguda y escalofriante.

—No tengo hambre —dijo Gemma, provocando que las chicas estallaran de nuevo en una carcajada.

—Eres muy hermosa —comentó Lexi cuando dejó de reír. Se inclinó más

cerca de ella, apoyando una mano sobre su pierna, y la miró fijamente—. Lo sabes, ¿verdad?

—Supongo que sí. —Gemma se envolvió más con el chal, aliviada de poder cubrirse el cuerpo con algo. No sabía cómo tomar el cumplido de Lexi, porque se sentía tan adulada como perturbada.

—Eres un gran pez en un estanque demasiado pequeño, ¿no es cierto? — Penn fue hasta el otro lado de la fogata, sin sacarle los ojos de encima.

—¿A qué te refieres? —preguntó Gemma.

—Eres bellísima, inteligente, ambiciosa, intrépida —explicó Penn—. Y este lugar no es más que una playa de veraneo. Un pueblecito que languidecería si no fuera por los ruidosos turistas que lo arrasan todos los veranos.

—Es muy bonito fuera de temporada. —Su defensa de Capri sonó poco convincente hasta para los propios oídos de Gemma.

—Lo dudo —dijo Penn con una sonrisa sarcástica—. Pero aun así, tú vales más de lo que esta bahía llegará a ser jamás. Te he visto en el agua. Nadas con un gran empuje, con gracia y una desenfrenada determinación.

—Gracias —dijo Gemma—. Me he estado entrenando mucho. Quiero ir a las Olimpiadas.

—Las Olimpiadas no son nada comparadas con lo que tú puedes hacer — respondió Penn con desprecio—. Tienes una aptitud natural que es casi imposible de conseguir. Y créeme, sé de lo que estoy hablando. Hemos buscado mucho.

Esto le pareció muy extraño a Gemma, alarmantemente extraño. Para tranquilizarla, Lexi empezó a cantar de nuevo. Esta vez era algo más que un tarareo, pero bastó para mantener a Gemma sentada sobre la roca. No obstante, aunque no saliera corriendo, sus recelos continuaban.

—¿Por qué me invitaron a venir con ustedes? —preguntó Gemma—. ¿Y por qué tenían tantas ganas de nadar conmigo el otro día?

—Ya te lo he dicho —le reiteró Penn—. Eres algo muy raro y especial.

—Pero… —Gemma frunció el entrecejo, notando que había algo extraño en todo aquello que no atinaba a adivinar—. Tú eres mucho más atractiva que yo. Eres mucho mejor en todo lo que has dicho de mí. ¿Para qué me quieres?

—No seas tonta. —Penn hizo un gesto con la mano, como desechando sus palabras—. Y no te preocupes por eso.

—No te preocupes por nada —agregó Lexi y en cuanto lo dijo, Gemma sintió que sus preocupaciones se esfumaban como si jamás las hubiera tenido.

—Queríamos que vinieras aquí y te divirtieras —le dijo Penn con una sonrisa—. Queríamos que nos conociéramos.

—¿Qué quieren saber de mí? —preguntó Gemma.

—¡Todo! —Penn abrió de par en par los brazos—. Cuéntanos todo.

—¿Todo? —Gemma miró a Lexi desorientada.

—Sí, como, por ejemplo, ¿qué haces con ese tonto con el que sales? —dijo Thea desde el otro lado, y Gemma volvió rápidamente la cabeza para mirarla—. Está muy por debajo de ti.

—¿Tonto? —Gemma se inquietó al darse cuenta de que se refería a Álex—. Álex es un chico fantástico. Es dulce y divertido y es muy amable conmigo.

—Cuando una tiene un cuerpo como los nuestros, todos los tipos son muy amables —le replicó Thea, sin siquiera pestañar—. Tú sabes que eso no significa nada. Los hombres son superficiales y eso es todo.

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