Star Wars Episodio VI El retorno del Jedi (5 page)

BOOK: Star Wars Episodio VI El retorno del Jedi
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—Seguro que te recompensarán por ello —añadió Luke.

—Seguro que seré recompensado —sonrió satisfecho Bib.

Cuando Luke y Bib entraron en el salón de la corte de Jabba, el ruidoso tumulto se acalló súbitamente al sentir la presencia de Luke. Todo el mundo percibió el cambio.

El lugarteniente de Jabba y el Caballero Jedi se acercaron al trono. Luke vio que Leia estaba sentada junto a la voluminosa panza de Jabba, encadenada por el cuello y vestida con la diminuta prenda de las danzarinas. Podía detectar su sufrimiento, incluso a través del salón, pero su rostro no registró ningún cambio; ni siquiera la miró, procurando borrar la angustia de su mente. Necesitaba concentrar todas sus energías en Jabba.

Leia, a su vez, advirtió el problema al instante y cerró su mente a Luke para evitar distraerlo, a la par que dejaba un resquicio abierto, listo para recibir cualquier señal que la impulsara a actuar. Se sentía pletórica de posibilidades.

3PO atisbo, tras el trono, la aproximación de Bib.

Por vez primera en muchos días, repasó su programa de esperanzas.

—¡Ah! Por fin, el amo Luke viene a rescatarme de aquí —se alegró.

Bib se plantó orgullosamente frente a Jabba y dijo:

—Amo, le presento a Luke Skywalker, Caballero Jedi.

—Te dije que no lo recibieras —mugió en Huttés la gansteril babosa.

—Ha de concedérseme la palabra. —Luke habló quedamente, pero su voz fue oída en toda la sala.

—Se le debe conceder la palabra —asintió, pensativo, Bib.

Jabba, furioso, golpeó a Bib en la cara y le arrojó al suelo.

—¡Idiota! ¡Débil mental! ¡Está sirviéndose de un viejo truco Jedi! —rabió.

Luke dejó que la abigarrada horda que le rodeaba se desvaneciera en lo más recóndito de su consciencia para lograr que Jabba ocupara por completo su mente.

—Traerás a mi presencia al Capitán Solo y al Wookiee —ordenó a Jabba.

—Tus poderes mentales no me afectan —sonrió, inexorable, Jabba. —Los esquemas de pensamiento humanos no tienen ningún efecto sobre mí. Además, ya mataba a los de tu clase en la época en que ser Jedi significaba algo.

Luke modificó su actitud, tanto interna como externamente.

—No importa: me llevaré al Capitán Solo y sus amigos. Puedes beneficiarte por ello o... ser destruido. Te toca elegir, pero te advierto que no subestimes mis poderes, habló en su propio idioma, que Jabba bien comprendía.

Jabba estalló en carcajadas propias de un león al que lo amenaza un ratón.

3PO, que había seguido el diálogo atentamente, se inclinó hacia adelante y susurró a Luke:

—Amo, te estás imponiendo... —Bruscamente, un guardia detuvo al atribulado robot y, de un empujón, lo devolvió a su sitio.

—No habrá ningún trato, joven Jedi —dijo Jabba, cortando sus risas y frunciendo el ceño—. Disfrutaré viéndote morir.

Luke alzó su mano derecha. Una pistola saltó fuera de la funda del guardia más próximo y aterrizó limpiamente en la palma de la mano del Jedi. Luke apuntó a Jabba con el arma.

Jabba escupió una sola palabra:

—¡Boscka!

El suelo repentinamente desapareció bajo los pies de Luke, enviándole, junto con el guardia al foso inferior. La trampilla enrejada se cerró al momento y todos los brutales cortesanos se abalanzaron para no perderse el espectáculo.

—¡Luke! —chilló Leia. Una parte de sí misma pareció desgajarse y caer al foso con él. Intentó saltar hacia delante, pero se lo impidió la cadena del cuello. Estridentes carcajadas atronaron la sala clavándose en Leia como espinas. Sin embargo, agudizó su atención disponiéndose para huir.

Un guardia humano le tocó en el hombro y ella lo miró. Era Lando, que, con gesto apenas perceptible negó con la cabeza. Leia se relajó y abandonó la idea de la huida. No era el momento oportuno. Lando lo sabía, pero ahora sí que tenían una buena mano. Todas las mejores cartas estaban ya allí: Luke, Han, Leia, Chewbacca... y la vieja y bravía carta del propio Lando. Por ello, no convenía que Leia revelara el juego antes de que finalizaran las apuestas. Los intereses eran demasiado elevados.

Abajo, en la fosa, Luke se levantó del suelo. Estaba en una enorme y cavernosa mazmorra con peñascos que sobresalían de las agrietadas paredes. Esparcidos por el suelo se veían los huesos a medio roer de incontables animales. Olía a carne putrefacta y terror condensado.

Ocho metros por encima de él, en el techo, vio la rejilla metálica a través de la cual atisbaban los repugnantes cortesanos de Jabba.

El guardia, a su lado, prorrumpió a chillar desaforadamente al abrirse, con sordo retumbo, una puerta lateral de la caverna. Con infinita calma, Luke inspeccionó los alrededores mientras se quitaba el manto que cubría la túnica de Jedi, liberando así sus movimientos. Se acuclilló pegado a la pared, observando.

Por el pasadizo lateral surgió el gigantesco Rancor. Del tamaño de un elefante, era un ser en cierto modo reptilesco y en cierto modo informe como una pesadilla. Su enorme boca, chirriante, recorría asimétricamente la cabeza; sus fauces y garras sobrepasaban toda proporción. Claramente era un mutante, salvaje como la locura.

El guardián recogió la pistola de entre la basura donde había caído y disparó varias andanadas de láser al horrible monstruo. Sólo logró enfurecer a la bestia que se abalanzó sobre el guardia.

El guardia siguió disparando, mas la bestia, ignorando las ráfagas de láser, agarró al histérico guardia, lo aplastó con sus babeantes mandíbulas y lo engulló de un solo golpe. Los espectadores, allá arriba, aplaudieron y rieron con entusiasmo arrojando luego algunas monedas.

El monstruo se giró y arrancó hacia Luke. El Caballero Jedi saltó los ocho metros que le separaban del techo y se asió a la enrejada trampilla. La muchedumbre abucheó la hazaña. Mano tras mano, Luke comenzó a recorrer la reja, dirigiéndose al rincón de la cueva, luchando por no soltarse, mientras la audiencia chillaba y protestaba. Una mano resbaló de su grasiento asidero y el joven Jedi se balanceó precariamente justo encima del bramante monstruo.

Dos Jawas corrieron sobre la reja y machacaron los dedos de Luke con la culata de sus rifles; la muchedumbre rugió de nuevo mostrando su acuerdo.

El Rancor lanzaba zarpazos a las piernas de Luke sin lograr alcanzarlo. De improviso, Luke se soltó de la reja y cayó directamente sobre el ojo del mutante y de ahí saltó al suelo.

El Rancor rugió de dolor, mientras daba traspiés y se golpeaba la cara para aliviar la agonía. Corrió en círculo varias veces hasta que localizó a Luke y se abalanzó contra él. Luke se agachó para recoger un hueso de alguna enorme víctima precedente, y lo blandió contra el enfurecido mutante. La tribuna de espectadores, divertida, aullaba de risa.

El monstruo aferró a Luke y lo atrajo hacia su boca salivante. En el último instante, Luke calzó el hueso dentro de las fauces del Rancor y saltó al suelo. La bestia, bramando y debatiéndose, corrió hasta chocar de cabeza contra la pared. Varias rocas se desmoronaron, iniciando un alud que casi entierra a Luke, mientras se introducía en una grieta. La muchedumbre allá arriba aplaudió al unísono.

Luke intentó aclarar su mente. El miedo es una espesa nube, solía decirte Ben. Convierte el frío en hielo y la oscuridad en tinieblas, pero deja que se alce esa nube y se disolverá. Así, Luke permitió que ascendiera por encima del clamor de la bestia y analizó las formas en que podría utilizar en provecho propio la furia de la triste criatura.

No era una bestia demoniaca: eso era evidente. Si hubiera sido totalmente maligna, su perversidad se podría volver contra sí misma fácilmente; porque la maldad pura —como Ben decía— al final siempre es autodestructiva. Pero este monstruo no era malvado, sino sólo estúpido y maltratado; Hambriento y dolorido, destrozaba cuanto se ponía a su alcance. Considerarlo como algo malvado sería sólo una proyección de las facetas sombrías del propio Luke. Además sería una falsedad y, ciertamente, no le ayudaría a salir de esa situación.

No, tenía que mantener despejada la mente, eso era todo, y, de ese modo, derrotar en ingenio al salvaje bruto y sacarlo de su miseria. Lo ideal sería dejarlo suelto por la corte de Jabba, pero no parecía factible. Consideró, entonces, dar a la criatura los medios para que pusiera fin a su sufrimiento. Desgraciadamente, la bestia estaba demasiado furiosa como para percibir el consuelo que la muerte le otorgaría. Luke comenzó a examinar los contornos de la cueva intentando madurar algún plan específico.

Mientras tanto, el Rancor había logrado arrojar el hueso de su boca y, enrabietado, escarbaba furiosamente entre los escombros buscando a Luke. Luke, aunque los cascotes dificultaban su visión, divisó una concavidad al fondo de la cueva y, tras ella, una puerta de servicio. ¡Si pudiera llegar hasta allí!

El Rancor desplazó un pedrusco y localizó a Luke que reculaba por la grieta. Vorazmente, introdujo una zarpa, intentando extraer al muchacho: Luke asió un pedrusco y golpeó con todas sus fuerzas el dedo de la criatura. Al brincar el Rancor, aullando de dolor una vez más, Luke corrió hacia el hueco.

Alcanzó el pasillo que conducía a la puerta y se metió por él. A su frente, una verja de fuertes barrotes bloqueaba el camino; tras la verja, a un lado, dos guardias estaban sentados cenando: Alzaron la vista cuando entró Luke, se levantaron de sus asientos y se aproximaron a la verja.

Luke se giró a tiempo de ver cómo el Rancor se acercaba pleno de furia. Aferró la verja y trató de abrirla. Los guardianes enarbolaron sus puntiagudas lanzas y le aguijonearon a través de los barrotes, mientras se reían y continuaban mascando su comida. El Rancor estaba cada vez más próximo al joven Jedi.

Luke se aplastó contra la pared cuando el Rancor comenzó a penetrar en la concavidad anterior. De repente, en la pared opuesta, tras las rejas, vio un panel de control. Mientras el Rancor le buscaba con ánimos más que asesinos, Luke levantó una esquirla del suelo y la arrojó con todas sus fuerzas contra el panel.

El tablero estalló, produciendo una cascada de chispas. La gran reja de hierro del techo cayó crujiendo sobre la cabeza del Rancor, a la que aplastó como si fuera un melón maduro.

Los espectadores boquearon al unísono y se quedaron silenciosos, asombrados por el increíble giro de la situación. Todos miraron a Jabba, que estaba a punto de estallar de rabia. Nunca había sentido tal furia. Leia intentó ocultar su deleite, pero no pudo evitar una sonrisa que aumentó, si ello era posible, la cólera de Jabba.

—Sacadlo de ahí —vociferó a los guardias—. Y traerme a Solo y al Wookiee. Pagarán todos esta afrenta.

En el foso, Luke aguardó tranquilamente en pie a que los secuaces de Jabba, corriendo le maniataran y sacaran de allí.

El guardián que cuidaba del Rancor lloró profusamente sobre el cadáver de su mascota. La vida para él iba a ser una proposición solitaria desde entonces.

Han y Chewie fueron conducidos a presencia de un Jabba hirviente de ira. Han avanzaba, con los ojos aún medio cerrados, dando traspiés. 3PO enormemente inquieto, estaba de pie, escudándose tras el Hutt. Jabba mantenía a Leia atada muy cerca de sí, acariciando su pelo en un intento de calmarse. Un constante murmullo llenaba el salón al preguntarse la canallada que iba a suceder y quiénes serían los afectados.

Con un revuelo, varios guardias —incluido Lando Calrissian— introdujeron a Luke en el salón. Los cortesanos, retrocediendo en revueltas oleadas, formaron un pasillo.

Al llegar Luke frente al trono, saludó a Solo con una sonrisa.

—Me alegra verte aquí, viejo amigo —exclamó.

La faz de Solo brilló de alegría. Parecía no haber fin en el número de amigos que aterrizaban de improviso.

—¡Luke! ¿Estás tú también metido en este lío? —preguntó.

—No quería perdérmelo —sonrió Skywalker. Durante un instante se sintió rejuvenecido.

—Bueno: ¿cómo nos va? —preguntó Han, alzando las cejas,

—Igual que siempre —replicó Luke.

¡Oh, oh! —dijo para su coleto Han. Se sentía ciento por ciento relajado. ¡Igual que en los viejos tiempos! Pero, instantes después, un pensamiento le heló el corazón—. ¿Dónde está Leia? ¿Está…?

Los ojos de Leia habían estado pendientes de Han desde el momento en que entró en el salón, sintonizando su espíritu con el de él. Cuando ahora preguntó por ella respondió al instante desde su puesto en el trono de Jabba:

—Estoy perfectamente, pero no sé por cuanto tiempo soportaré al babeante amigo tuyo que está a mi lado.

Leia habló en tono ligero para no preocupar a Solo. Además, ver a todos sus amigos reunidos le hacía sentirse casi invencible. Han, Chewie, Luke, Lando, incluso 3PO, que estaba remoloneando por ahí en un intento de pasar inadvertido. Leia deseaba reír, abrazarlos a todos y darle a Jabba un buen puñetazo en la nariz.

De pronto, Jabba bramó, acallando a todos los presentes.

—¡Robot Intérprete!

Tímidamente, 3PO dio un paso al frente embarazado y, con gesto remiso, se dirigía a los cautivos:

—Su Excelencia, el gran Jabba el Hutt, ha decretado que habéis de ser exterminados inmediatamente...

—Eso está bien —interrumpió Solo—. Detesto que me hagan esperar.

—Vuestra extrema ofensa a Su Majestad —continuo 3PO— exige que muráis del modo más terrible…

—Sería ridículo hacer las cosas a medias —cloqueo Solo, interrumpiendo de nuevo. Jabba llegaba en ocasiones a ser enormemente fatuo y pomposo; más aún con los discursitos del viejo Lingote de Oro.

3PO podía soportar cualquier cosa, excepto que lo interrumpieran. Sencillamente lo odiaba. Sin embargo, se contuvo y prosiguió:

—Seréis llevados al Mar de las Dunas, donde os arrojarán al Gran Hoyo de Carkoon...

—No me parece mal la cosa —dijo Han, encogiéndose de hombros y dirigiéndose a Luke.

3PO ignoró el inciso.

—...donde mora el Todopoderoso Sarlaccc. En su estómago descubriréis una nueva definición del dolor y el sufrimiento, mientras sois digeridos durante mil años.

—Mejor evitar la segunda parte —reconsideró Solo. Mil años era un poco excesivo.

Chewie ladró su más completo acuerdo.

—Debieras haber pactado, Jabba —dijo Luke, sonriendo levemente—: éste es el último error de tu vida.

Luke no podía ocultar la satisfacción que embargaba su voz. Jabba era, para él, despreciable: una sanguijuela que absorbía la vida de cuanto tocaba. Luke deseaba poder reducirlo a cenizas y se alegraba, en el fondo, de que no hubiera negociado porque ahora le arrebataría la vida; Por supuesto, el primer objetivo consistía en liberar a sus amigos, a quienes apreciaba de todo corazón; ahora le guiaba esa preocupación por encima de todo. Pero eliminar de paso a la gansteril babosa era un proyecto que añadía una sombría satisfacción a sus propósitos.

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