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Authors: Nalini Singh

Tags: #Fantástico, #Erótico, #Romántico

Susurro de pecado (10 page)

BOOK: Susurro de pecado
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Colgando, Ria se cambió y luego hizo lo que Jet había esperado que hiciera, se aseguró de que todos permanecieran tranquilos, aunque sus propias emociones se sentían increíblemente frágiles bajo la superficie. ¿Y si le sucedía algo a Emmett? No, se dijo, logrando de algún modo mantener su fachada compuesta cuando Amber se puso de parto de repente y toda la familia se apresuró a ir al hospital, acompañada por un trío de soldados DarkRiver.

Estaban atravesando la sala de urgencias cuando varias ambulancias llegaron con las sirenas puestas.

Ria reconoció el contraste de cabello rubio casi blanco sobre la camilla que sacaron de la parte trasera del vehículo.

—Dorian —susurró, buscando la forma grande de Emmett. No estaba allí. Pero Dorian estaba sangrando, el rojo contra el oro pálido de la piel—. Popo…

—Vete —Miaoling le apretó la mano—. Me ocuparé de tu madre.

Con Cian a su lado, Ria corrió hacia el soldado DarkRiver caído, deslizando la mano en la suya mientras el equipo médico trabajaba a su alrededor.

—Aguanta, Dorian —estaba inconsciente, pero sintió como si él supiera que estaba allí. Se giró hacia Cian—. ¿Tamsyn?

Una enfermera apartó a Ria mientras metían a Dorian en la sala de operaciones.

Al darse la vuelta, se encontró a Cian al teléfono.

—Casi ha llegado —le dijo, metiéndose el teléfono en el bolsillo. Arrugas diminutas de preocupación rodeaban las comisuras de los ojos azul pálido.

Tamsyn entró corriendo unos minutos más tarde con una mujer rubia a su lado.

Mientras la sanadora corría para prepararse para la sala de operaciones, la mujer se detuvo al lado de Cian. El soldado la abrazó inmediatamente por los hombros.

—¿Qué estás haciendo aquí?

—Estaba en casa de Tammy cuando entró la llamada —contestó la mujer, apartándose el cabello.

En el instante que Ria vio sus ojos, todas las piezas encajaron. El modo que Cian se movía, el modo que hablaba, no era de extrañar que le hubiera parecido familiar.

—Sois los padres de Emmett.

—Y tú debes de ser Ria. Soy Keelie —la sonrisa de la madre de Emmett fue ancha, esos ojos color whiskey que había legado a su hijo tan brillantes como diamantes.

Ria ni siquiera pensó en estrecharle la mano. Caminó directa a los brazos abiertos.

El abrazo fue apretado.

—¿Has sabido algo de Emmett? —preguntó Keelie.

Sorprendida de que Keelie esperara que Emmett la llamara a ella primero, Ria sacudió la cabeza.

—Todavía no —su teléfono sonó en ese momento. Sacándolo, se lo llevó al oído.

—Estoy camino del hospital, visón. No te desmayes.

Sintió que se la caía el estómago.

—¿Qué pasa? Emmett, si te han disparado…

—Es sólo una herida superficial. Puedes besarla para que se cure —su tono era cálido, una caricia a través de la piel.

—Iré después de que pare en el hospital…

—Estoy allí —le interrumpió—. Amber está de parto.

—¿Problemas? —aguda preocupación.

El corazón se le contrajo.

—Se ha adelantado un par de semanas, pero el médico dice que no prevé dificultades —tomó un aliento tembloroso, tratando de convencerse de eso—. Estoy en urgencias. Vi que metían a Dorian.

—¿Está el Rubito bien?

—Tamsyn está dentro con él.

—Le dieron en las costillas, no creo que acertara a nada vital. Aguanta. Estaré allí en un minuto.

Cerrando el teléfono, se giró para compartir lo que había dicho con Keelie y Cian, pero la pareja sacudieron las cabezas.

—Lo hemos oído.

—Oh, bien.

—Emmett te conseguirá un auricular —dijo Keelie—. Es lo que los otros miembros humanos del clan utilizan cuando quieren tener conversaciones privadas.

La curiosidad de Ria se sobrepuso por un momento a su preocupación.

—¿Tenéis miembros humanos?

—¡Por supuesto! —sonrió Keelie—. Supongo que la gente asume que son gatos.

Ria abrió la boca para contestar pero algo le hizo girarse hacia la puerta. Ya estaba corriendo hacia Emmett antes de darse cuenta de que se había movido. Él la agarró con un brazo, el otro en cabestrillo.

—¿Herida superficial? —apartó su camisa para revelar la venda—. Eso es una venda terriblemente grande para una herida superficial.

Una mano grande le acarició el pelo.

—Estaré bien tan pronto como Tammy tenga tiempo libre. Dame un beso, visón.

—¡Emmett! Tus padres están justo ahí.

Pero él ya la estaba besando y ¿qué podía hacer ella excepto devolverle el beso? Lo estrechó con fuerza, tan contenta de que estuviera a salvo.

—¿Cuándo te has vuelto tan exhibicionista? —susurró ella después de que él retrocediera, con las mejillas de un calor nuclear.

Una sonrisa pequeña y malvada.

—Sólo dejo que los otros sepan que me perteneces.

Ria abrió los ojos con horror, miró por encima del hombro… para ver las caras sonrientes de diez o más soldados DarkRiver. Inclusive su jefe. Y una alta hembra pelirroja que le levantó los pulgares.

—Oh. Dios. Mío —enterró la cara en el pecho de Emmett y sintió que la risa burbujeaba por su cuerpo—. Voy a matarte —pero en verdad, todo lo que quería hacer era quedarse apretada contra él para siempre.

Dorian fue estabilizado media hora más tarde y Tamsyn tuvo suficiente energía para hacer un poco de sanación extra.

—¿Cómo funciona? —preguntó Ria mientras la sanadora colocaba la mano sobre el hombro de Emmett y cerraba los ojos.

—Algunos sanadores dicen que viene de dentro, pero yo creo que actúo como un depósito de la energía del clan.

Tamsyn frunció el ceño con concentración.

—Mi cuerpo sólo puede contener una cantidad finita, así que si Dorian hubiera sido herido de forma grave, me habría agotado. Pero él es fuerte.

—Se vende mal —dijo Emmett—. Tammy dirige y canaliza su energía como hacen la mayor parte de los buenos, probablemente sabe más acerca del cuerpo humano que la mayoría de los doctores. Aunque también es uno de ellos.

Diez minutos más tarde, el cabestrillo ya no hacía falta y la herida de Emmett era de un rosa suave. Ria pasó los dedos sobre ella, con un cuidado supremo.

—¿Duele?

—Nah, soy duro. Pero si quieres besarla para que se cure, no me opondré.

Riéndose, Tamsyn se retiró del cubículo.

—Recordad niños, esto es un hospital —cerró la puerta batiente detrás de sí misma.

Ria dio un puñetazo suave al impenitente Emmett en su hombro ileso.

—¿Cómo te han disparado?

—Ay, venga visón, no quieres que entre en eso.

Poniéndose las manos en las caderas, ella se le enfrentó.

—Emmett, ¿sabes que íbamos a mantener una conversación más tarde?

Él pareció un poco cauteloso.

—¿Sí?

—Bien —empezó justo cuando su teléfono comenzó a pitar en una pauta frenética que sólo la familia utilizaba—. ¡Amber! —se puso el móvil en la oreja—. ¿Mamá?

Una respuesta frágil.

—Amber tiene problemas.

Ria empezó a moverse, consciente de Emmett a su espalda. La sala de maternidad estaba en un ala completamente diferente del hospital así que le llevó unos minutos preciosos llegar. Allí se encontró a Miaoling sentada con la mano entrelazada tan fuertemente con la de Alex que los dedos se habían puesto blancos. Simon estaba sentado al otro lado de Alex. Nadie decía una palabra.

El corazón de Ria se detuvo.

—¿Qué? ¿Qué es?

Fue su padre quien contestó.

—Estaba sangrando. Complicaciones. No saben si…

—Nadie habla con nosotros —dijo Alex, sonando al borde de lágrimas—. Sólo entran y salen corriendo.

—Esperad —Ria respiró hondo y agarró a la primera enfermera que vio.

Agachado al lado de Miaoling, Emmett tomó su pequeña mano arrugada mientras miraba como Ria intimidaba de forma efectiva y tranquila a una enfermera para que le diera la información que su familia necesitaba. Volvió varios minutos más tarde, una pequeña guerrera feroz.

—Tienen un latido fetal. Amber está consciente y habla.

—¿Sangra? —preguntó Alex, su voz rompiéndose en palabras.

—Trabajan para conseguir controlarlo —Ria levantó la mirada cuando otro grupo entró en la sala de espera.

Los padres de Amber, se dio cuenta Emmett por cómo los saludó Ria con un chorro de mandarín, intentando claramente evitar el pánico. La pareja se sentó al otro lado de Simon, haciendo más preguntas a Ria. Ella le disparó a Emmett una mirada agradecida mientras él continuaba hablando con Miaoling y con Alex en voz baja, contándoles cosas sobre la vida en el clan, cualquier cosa por apartar sus mentes de lo que sucedía en la habitación a sólo unos metros de distancia.

Le hicieron toda clase de preguntas, pero él sabía que era improbable que recordaran alguna a la mañana siguiente. Siguió hablando, dándoles la distracción que necesitaban, mientras Ria hacía lo mismo con los padres de Amber. Simon habló con su esposa y su suegra, y con los padres de Amber, a turnos, tratando obviamente de permanecer fuerte para su familia.

Pero Ria era el pegamento, la fuerza callada que los mantenía unidos.

Su leopardo gruñó con orgullo.

Cuarenta minutos más tarde, hubo lágrimas de felicidad, no de pena. Amber estaba estable, aunque tendría que permanecer en el hospital un poco más de tiempo de lo normal, el bebé era una bola gritona con la cara roja de ira y Jet sonreía como un tonto.

—¿Cómo vas a llamarla? —preguntó Ria después de que todos se hubieran tranquilizado y amontonado en el cuarto y de que tanto la madre como el bebé estuvieran bien.

—Joy —dijo Jet, tocando suavemente la mejilla del bebé con un dedo—. Es lo que es… nuestra Alegría.

—Es un hermoso nombre.

—Sí. Amber quiere utilizar el nombre de la abuela como segundo nombre —fue al lado de su esposa como si le atrajera, curvando la mano alrededor de la suya.

Aunque la cara tenía arrugas de cansancio, Amber sonrió.

—Hola.

Ria comenzó a dar codazos a todos para que salieran de la habitación.

Media hora más tarde, Emmett utilizó el coche de Simon para dejar a los padres de Amber, junto con Alex y Miaoling, dado que ninguno de ellos estaba en condiciones de conducir, antes de volver para recoger a Ria y a su padre. Simon entró en el asiento de pasajero, mientras Ria se deslizaba detrás. Emmett podía sentir la atención del hombre mayor sobre él mientras conducía y no fue una sorpresa oír que Simon decía:

—Ri, entra. Iremos en un momento.

Ria miró de un hombre al otro. Emmett sacudió la cabeza en una negativa leve cuando fue a abrir la boca. Frunciendo los labios, salió y entró en la casa. Emmett miró a Simon.

—Cuidaré de ella.

—Es especial —dijo Simon, mirándolo directamente a los ojos—. Perdimos una niña a causa de un aborto con el embarazo avanzado un año después de que Jet naciera. No fuimos los mismos después… pero entonces llegó Ria. Nos curó. Es nuestro corazón.

Emmett asintió, comprendiendo completamente la profundidad del terror de todos en el hospital esa noche.

—Comprendo —lo hacía. Porque ella también era su latido del corazón.

Una pausa. Luego Simon abrió la puerta y salió.

—Te enviaré a Ria. Te ahorrará el subir furtivamente por la pared.

Emmett respingó.

—Esto…

Simon curvó los labios.

—Pregúntame alguna vez acerca de cómo entraba en el cuarto de Alex cuando éramos estudiantes en el instituto.

Emmett todavía sonreía cuando Ria se deslizó en el asiento del pasajero. Antes de que ella pudiera decir algo, él arrancó el motor otra vez.

—¿Crees que a tu padre le importará si nos llevamos el coche para dar una vuelta?

—No, pero ¿a dónde vamos?

—Un pequeño paseo —poniendo el vehículo en automático, los sacó de la ciudad y atravesó los arcos rojos del puente que había estado allí durante tanto tiempo que el mundo no podía imaginar a San Francisco sin él.

Ria se puso cómoda, soltando un suspiro.

—Estoy tan contenta de que todo esté bien.

—¿Incluso yo?

—Incluso el idiota que consiguió que le dispararan cuando le dije específicamente que no lo hiciera.

El leopardo golpeó juguetonamente ante su respuesta aguda, encantado por ella.

—Sólo comprobaba.

Pasando por el principal mirador al otro lado del puente, condujo por una ruta «secreta» que todos los estudiantes de secundaria conocían.

—Oye, ¿a dónde va esto? —se retorció—. Nunca he estado aquí arriba.

—Visón, debes haber sido una niña tremendamente buena.

—Admito mi categoría friqui con orgullo —hizo un sonido estrangulado de sorpresa cuando vio a otros cuatro coches aparcados en la cima, todos a bastante distancia los unos de los otros—. ¿Me has traído a un picadero?

—¿Cómo se supone que voy a ponerte las manos encima? —aparcando el coche al final del terreno de tierra, se apartó de los controles manuales, se estiró y desabrochó el cinturón de seguridad de Ria—. Ven aquí.

La risa bailaba en los ojos de Ria mientras se movía para cabalgarlo con las rodillas sobre el asiento a ambos lados de sus muslos.

—No vamos a hacerlo en el coche de mis padres.

—Sí, vamos a hacerlo. Esa es la regla. ¿Crees que esos chicos poseen esos coches?

—Cabeceó hacia la ventanilla—. Exactamente.

La sonrisa de Ria se suavizó, se volvió seria.

—Estaba tan asustada por ti, Emmett.

—Eh —apretó los labios sobre los suyos—. No te puedo prometer que nunca me hieran, pero puedo prometerte que haré todo lo que esté en mi poder para regresar contigo cada día.

Los labios de Ria temblaron.

—Si no lo haces, iré tras de ti.

—Lo sé —después de verla en el hospital, por fin comprendió lo que ella había estado tratando de decirle todo este tiempo, Ria podría ser una humana pequeña y vulnerable, pero también era lo bastante fuerte para tomar lo que fuera que el mundo le lanzara, un guerrero a su propia manera. Era hora de que él empezara a tratarla como uno—. ¿Quieres oír cómo lo derrotamos?

Un asentimiento brusco.

—Bien, tenemos el camión rodeado y hemos bloqueado las calles que podría utilizar para huir, así que es una rata en una jaula. Esperamos hasta el anochecer —le desabrochó los tres primeros botones de la camisa.

—¡Emmett!

—Es para alejar los malos recuerdos.

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