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Authors: Roberto Bolaño

Tags: #Poetry, #General, #Caribbean & Latin American

The Unknown University (36 page)

BOOK: The Unknown University
8.84Mb size Format: txt, pdf, ePub
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Quiero decir: allí está Giorgio Fox, el pelo cortado al
cepillo, los ojos azul pastel, perfectamente bien dentro de una viñeta trabajada con
pulcritud.
Y aquí estoy yo, el hoyo inmaculado en el papel momentáneo de masa
consumidora de arte, masa que se manipula y observa a sí misma encuadrada en un
paisaje de ciudad minera.
(El desaliento y la angustia de Fichte, etc.)

 

I mean: there’s Giorgio Fox with his crew cut, his pale
blue eyes, doing just fine inside a neatly worked vignette.
And here I am, the
immaculate grave in the momentary role of mass consumer of art, mass that mutates
and watches itself inserted in a mining town landscape.
(Fichte’s dejection and
angst, etc.)

 

Recurrente, la desconocida cuelga del caleidoscopio.
Le
digo: «Soy voluble.
Hace una semana te amaba, en momentos de exaltación llegué a
pensar que podríamos haber sido una pareja del paraíso.
Pero ya sabes que sólo soy
un fracasado: esas parejas existen lejos de aquí, en París, en Berlín, en la zona
alta de Barcelona.
Soy voluble, unas veces deseo la grandeza, otras sólo su sombra.
La verdadera pareja, la única, es la que hacen el novelista de izquierda famoso y la
bailarina, antes de su momento Atlántida.
Yo, en cambio, soy un fracasado, alguien
que no será jamás Giorgio Fox, y tú pareces una mujer común y corriente, con muchas
ganas de divertirte y ser feliz.
Quiero decir: feliz aquí, en Cataluña y no en un
avión rumbo a Milán o a la estación nuclear de Lampedusa.
Mi volubilidad es fiel a
ese instante prístino, el resentimiento feroz de ser lo que soy, el sueño en el ojo,
la desnudez ósea de un viejo pasaporte consular expedido en México el año 73, válido
hasta el 82, con permiso para residir en España durante tres meses, sin derecho a
trabajar.
La volubilidad, ya lo ves, permite la fidelidad, una sola fidelidad, pero
hasta el fin.»

La imagen se funde en negro.

Una voz en off cuenta las hipotéticas causas por las cuales Zurbarán
abandonó Sevilla.
¿Lo hizo porque la gente prefería a Murillo?
¿O porque la peste
que azotó la ciudad por aquellos años lo dejó sin algunos de sus seres queridos y
lleno de deudas?

 

Recurring, the stranger hangs from the kaleidoscope.
I
tell her: “I’m mercurial.
A week ago I loved you, in moments of exaltation I got to
thinking we could have been a couple from paradise.
But you know now I’m just a
failure: those couples exist far from here, in Paris, in Berlin, in the nice part of
Barcelona.
I’m mercurial, sometimes I want greatness, sometimes just its shadow.
The
true couple, the only one, is the famous leftist novelist and the ballerina, before
her Atlantis moment.
I, on the other hand, am a failure, someone who’ll never be
Giorgio Fox, and you seem like an everyday woman, with a great desire to have fun
and be happy.
I mean: happy here, in Catalonia, and not on a plane headed for Milan
or the Lampedusa nuclear plant.
My inconsistency is loyal to that pristine moment,
the ferocious resentment of being what I am, the dream in my eye, the boney
nakedness of an old consular passport issued in Mexico in ’73, good until ’82, with
permission to live in Spain for three months, without the right to work.
Inconsistency, you see, allows for loyalty, just one loyalty, but until the
end.”

The image fades to black.

A voice-over explains the hypothetical reasons Zurbarán left Sevilla.
Was it because people preferred Murillo?
Or because the plague that battered the
city in those years took some of his loved ones and left him deep in debt?

 

El paraíso, por momentos, aparece en la concepción
general del caleidoscopio.
Una estructura vertical llena de manchas grises.
Si
cierro los ojos, bailarán dentro de mi cabeza los reflejos de los cascos, el temblor
de una llanura de lanzas, aquello que tú llamabas el azabache.
También, si quito los
efectos dramáticos, me veré a mí mismo caminando por la plaza de los cines en
dirección al correo, en donde no encontraré ninguna carta.

 

Paradise, at times, appears in the general arrangement
of the kaleidoscope.
A vertical structure covered in gray blotches.
If I close my
eyes I’ll see dancing in my head the reflections of helmets, the quaking of a field
of spears, that thing you called jet.
Also, if I cut the dramatic effects, I’ll see
myself walking through the plaza by the cinema toward the post office, where I won’t
find any letters.

 

No es de extrañar que el autor pasee desnudo por el
centro de su habitación.
Los carteles borrados se abren como las palabras que él
junta dentro de su cabeza.
Después, casi sin transición, veré al autor apoyado en
una azotea contemplando el paisaje; o sentado en el suelo, la espalda contra una
pared blanca mientras en el cuarto contiguo martirizan a una muchacha; o de pie,
delante de una mesa, la mano izquierda sobre el borde de madera, la vista levantada
hacia un punto fuera de la escena.
En todo caso, el autor se abre, se pasea desnudo
dentro de un entorno de carteles que levantan, como en un grito operístico, su otoño
en Gerona.

 

It’s hardly surprising that the author walks around
naked in the middle of his room.
The faded posters split open like the words he
pieces together in his head.
Later, almost without transition, I’ll see the author
out on a roof contemplating the landscape; or sitting on the floor, his back against
a white wall, while in the room next door they torment some girl; or standing, in
front of a table, his left hand on the wooden edge, his gaze lifted to a point
offscreen.
In any case, the author splits, he walks around naked in a milieu of
posters that raise, like an operatic scream, his autumn in Gerona.

 

Amanecer nublado
.
Sentado en el sillón, con una
taza de café en las manos, sin lavarme aún, imagino al personaje de la siguiente
manera: tiene los ojos cerrados, el rostro muy pálido, el pelo sucio.
Está acostado
sobre la vía del tren.
No.
Sólo tiene la cabeza sobre uno de los raíles, el resto
del cuerpo reposa a un lado de la vía, sobre el pedregal gris blanquecino.
Es
curioso: la mitad izquierda de su cuerpo produce la impresión de relajamiento propia
del sueño, en cambio la otra mitad aparece rígida, envarada, como si ya estuviera
muerto.
En la parte superior de este cuadro puedo apreciar las faldas de una colina
de abetos (¡sí, de abetos!) y sobre la colina un grupo de nubes rosadas, se diría de
un atardecer del Siglo de Oro.

Amanecer nublado
.
Un hombre, mal vestido y sin afeitar, me
pregunta qué hago.
Le contesto que nada.
Me replica que él piensa montar un bar.
Un
lugar, dice, donde la gente vaya a comer.
Habrá pizzas y no serán muy caras.
Magnífico, digo.
Luego alguien pregunta si está enamorado.
Qué quieren decir con
eso, dice.
Explican: si le gusta seriamente alguna mujer.
Responde que sí.
Será un
bar estupendo, digo yo.
Me dice que estoy invitado a la inauguración.
Puedes comer
lo que quieras sin pagar.

 

Cloudy daybreak.
Sitting in an armchair, with a
cup of coffee in my hand, before having showered, I imagine the protagonist in the
following way: his eyes closed, his face very pale, his hair dirty.
He’s lying on a
train track.
No.
Only his head is over one of the rails, the rest of his body
stretched out to the side of the track, on top of the whitish gray stones.
It’s
strange: the left side of his body gives the impression of sleep’s relaxation, but
the other half seems rigid, stiff, as if he were already dead.
In the upper part of
the frame I can see a hillside of firs (yes, firs!) and on top of the hill a group
of pink clouds, as if from a Golden Age dusk.

Cloudy daybreak.
A man, poorly dressed and scruffy, asks me
what I’m doing.
I answer him, nothing.
He replies that he’s thinking of starting a
bar.
A place, he says, where people will go to eat.
There will be pizzas and they’ll
be reasonably priced.
Great, I say.
Later someone asks if he’s in love.
What do you
mean by that, he says.
They explain: do you seriously like some woman.
He replies
that he does.
It’ll be a great bar, I say.
He tells me I’m invited to the opening.
You can eat whatever you want for free.

 

Una persona te acaricia, te hace bromas, es dulce
contigo y luego nunca más te vuelve a hablar.
¿A qué te refieres, a la Tercera
Guerra?
La desconocida te ama y luego reconoce la situación matadero.
Te besa y
luego te dice que la vida consiste precisamente en seguir adelante, en asimilar los
alimentos y buscar otros.

Es divertido; en el cuarto, además del reflejo que lo chupa todo (y de
ahí el hoyo inmaculado), hay voces de niños, preguntas que llegan como desde muy
lejos.
Y detrás de las preguntas, lo hubiera adivinado, hay risas nerviosas, bloques
que se van deshaciendo pero que antes sueltan su mensaje lo mejor que pueden.
«Cuídate.» «Adiós, cuídate.»

 

A person caresses you, teases you, is sweet with you and
then never speaks to you again.
What do you mean, the Third War?
The stranger loves
you and then recognizes the slaughterhouse situation.
She kisses you and then says
that life’s about moving forward, acquiring nourishment and looking for more.

It’s funny; in the room, in addition to the reflection that sucks up
everything (and hence the immaculate grave), there are children’s voices, questions
that arrive as if from far away.
And behind the questions, you might have guessed,
are nervous laughs, blocks that are crumbling but that first blurt out their message
as best they can.
“Take care.”
“Bye, take care.”

 

El viejo momento denominado «Nel, majo».

 

That age-old moment they call “Fat chance, hon.”

 

Ahora te deslizas hacia el plan.
Llegas al río, allí
enciendes un cigarrillo.
Al final de la calle, en la esquina, hay una cabina
telefónica y ésa es la única luz al final de la calle.
Llamas a Barcelona.
La
desconocida contesta el teléfono.
Te dice que no irá.
Tras unos segundos, en los
cuales dices «bueno» y ella te remeda: «bueno», preguntas por qué.
Te dice que el
domingo irá a Alella y tú dices que ya la llamarás cuando vayas a Barcelona.
Cuelgas
y el frío entra en la cabina, de improviso, cuando pensabas lo siguiente: «es como
una autobiografía».
Ahora te deslizas por calles retorcidas, qué luminosa puede ser
Gerona por la noche, piensas, apenas hay dos barrenderos conversando afuera de un
bar cerrado y al final de la calle las luces de un automóvil que desaparece.
No debo
tomar, piensas, no debo dormirme, no debo hacer nada que perturbe el fije.
Ahora
estás detenido junto al río, en el puente construido por Eiffel, oculto en el
entramado de fierros.
Con una mano tocas tu cara.
Por el otro puente, el puente
llamado
de los labios
, sientes pisadas pero cuando buscas a la persona ya
no hay nadie, sólo el murmullo de alguien que baja las escaleras.
Piensas: «así que
la desconocida era así y asá, así que el único desequilibrado soy yo, así que he
tenido un sueño espléndido».
El sueño al que te refieres acaba de cruzar delante de
ti, en el instante sutil en que te concedías una tregua –y por lo tanto te
transparentabas brevemente, como el licenciado Vidriera–, y consistía en la
aparición, en el otro extremo del puente, de una población de castrados,
comerciantes, profesores, amas de casa, desnudos y enseñando sus testículos y sus
vaginas rebanadas en las palmas de las manos.
Qué sueño más curioso, te dices.
No
cabe duda que quieres darte ánimos.

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