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Authors: David Brin

Tags: #Ciencia Ficción

Tiempos de gloria (81 page)

BOOK: Tiempos de gloria
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.Algo le ha pasado al Manitú
.. Algo que hizo que las saqueadoras se retractaran de su promesa a Poulandres
.

¿Había mencionado el primer oficial que tenía algo que ver con las rads? ¿Habían escapado Thalla y las otras prisioneras? La posibilidad alegraba a Maia, pero de una forma seca y sin esperanzas, pues todo aquello que irritara aún más a las piratas de arriba sólo aumentaba la amenaza allí abajo. Maia reprimió sus inquietudes mientras dejaba que el navegante la ayudara a acercarse a la luz de las estrellas que podía entrever. Por un momento, la ilusión fue completa.
.Como si la pantalla fuese sólo una gran abertura en la pared
, deseó
.Directo desde aquí a una noche de invierno
.

Al llegar a la puerta, su compañero y ella dejaron escapar una exclamación al mismo tiempo, en alegre reconocimiento. Ante ellos, esparcida en un parpadeante firmamento parecido a una gran mancha, se encontraba la nebulosa de múltiples tentáculos conocida como la Garra. Se fue haciendo más pequeña, poco a poco, hasta que pautas familiares de estrellas se apiñaron a cada lado.

—¡Habéis tardado bastante! —los reprendió Leie mientras se acercaban—. Mira, no puedo reducirlo más.

Maia miró la diminuta ventana y vio que la pantalla había cambiado mucho. Los números a la derecha de cada letra «». estaban más próximos al cero.

—¡Es un sistema de coordenadas! —gritó el navegante—. Y tiene que estar centrado en Stratos. ¿No puedes reducirlas más?

—Si eres tan listo, ¿por qué no lo intentas tú? —replicó Leie.

—Buena idea, Leie —asintió Maia—. Él ha trabajado con herramientas como ésta toda su vida. Adelante —le dijo al joven, que frunció el ceño, inseguro, mientras ocupaba el lugar de Leie. La hermana de Maia se desperezó, intentando ponerse derecha.

—Con cuidado, amigo —dijo—. Es delicado como…

Soltó un gritito cuando la escena cambió bruscamente. La imagen simulada de la oscura nebulosa se abalanzó hacia delante, cubrió la escena de negrura, y luego se movió hacia un lado con una confusión que mareó brevemente a las dos hermanas.

Las cantidades de la pantalla aumentaron. Leie se rió, desdeñosa, y el joven hizo una mueca.

—Es un poco inseguro —comentó. Luego se inclinó, concentrándose—. Siempre puedo impedir que las ruedas se agiten si me retuerzo un poco mientras las giro. Eso reduce la vibración.

Las cantidades dejaron de aumentar y se redujeron. Las constelaciones, que habían empezado a agitarse por la alteración de la perspectiva, asumieron gradualmente formas que Maia conocía. La nebulosa Garra pasó de nuevo, situándose en su posición normal.

Entonces, desde la izquierda, un objeto entró en el campo de visión, tan grande y radiante que toda la sala se iluminó.

—¡Es nuestro sol! —exclamó el navegante. Un momento después, se quedó boquiabierto cuando otra entidad más pequeña apareció por la derecha. Su brusco y penetrante color blanco salpicado de azul apuñaló los ojos de Maia, provocándole un escalofrío que le recorrió toda la espalda. El efecto fue indudablemente menor que el que provocó en el joven teniente. Éste se tambaleó, cubriéndose los ojos con una mano, y gimió en voz baja:

—¡La Estrella Wengel!

La luz pasó ante ellos, atravesó la puerta abierta y salió al pasillo. No hubo ningún clamor, así que tal vez nadie se diera cuenta conscientemente. No obstante, Maia se preguntó si los restos de la indecisión invernal masculina habrían desaparecido bajo aquel brillo, para ser sustituidos por la certidumbre hormonal del verano.

Era muy posible que la luz infundiera fuerzas a los hombres para lo que les aguardaba.

Maia contempló cómo la diminuta pantalla del sextante giraba rápidamente a medida que el navegante manipulaba los tres controles.

—Nos acercamos al límite de lo que puedo conseguir —gruñó, concentrándose en los brillantes dígitos. De repente, el sextante emitió un extraño sonido, un chasquido audible. Los diminutos números quedaron fijos y la pantalla parpadeó.

Los números desaparecieron un instante. Cuando la pantalla volvió a iluminarse, los viejos símbolos fueron sustituidos por otros nuevos.

—¿Qué significa…? —empezó a decir Leie, sólo para ser interrumpida por un grito del navegante.

—¡Eh! ¡Algo ha cambiado también en los controles!

—¿Qué quieres decir?

—La respuesta ahora es diferente. Los toco y las estrellas apenas cambian. Mirad.

Empujó una de las ruedas, y las constelaciones se movieron, pero sólo levemente. Un minuto antes, un giro semejante los habría hecho cruzar la galaxia. Maia contempló la pantalla del sextante, y vio que la nueva lectura no había cambiado nada. Comprendió rápidamente.

—¡Ya lo tengo! —exclamó—. ¡Es una prueba!

—¿Una qué?

Maia extendió los brazos.

—Una prueba. Hay que superar cada fase para llegar a la siguiente. Primero tuvimos que descubrir cómo conectar la máquina. Luego cómo encontrar un modelo de universo dentro del gran Juego de la Vida. El siguiente paso fue hallar nuestro propio sistema solar. Ahora debemos averiguar cómo maniobrar
.dentro
del sistema.

No añadió que eran habilidades poco corrientes en Stratos. En cualquier momento podrían atravesar una barrera que superara sus limitadas habilidades.

El navegante respiraba con dificultad, a pesar de que mantenía la mano alzada para bloquear la cortante luz de la Estrella Wengel.

—Bueno, en ese caso… —dijo—. El siguiente paso debería ser fácil. Ambos conocemos estas estrellas. Ahora mismo estamos en el lejano Sol. Mediado el invierno. Así que Wengel está a un lado del Sol y queremos que esté en el opuesto. —Empezó a girar de nuevo el sextante.

—Déjame a mí —dijo Maia, advirtiendo que la luz lo había distraído. El navegante retrocedió para permitirle acceder a los controles. Maia cogió su pequeña herramienta astronómica y dio unos cuantos giros de prueba. El diminuto compañero blanquiazul del Sol desapareció en los límites de la pantalla. El joven suspiró, medio aliviado, medio pesaroso.

Comenzaron a zambullirse directamente hacia la otra bola de fuego, más grande y familiar, que se abalanzó hacia fuera velozmente, una superficie rojiza cada vez más grande y detallada a cada segundo que pasaba. Un escalofrío recorrió el cuerpo de Maia cuando una sensación de abrumador movimiento la envolvió. El calor imaginario encendió sus mejillas mientras el Sol pasaba ardiendo por su derecha, lo bastante cerca como para que tuviera la sensación de que podía extender la mano y tocarlo. Leie jadeó.

Desapareció en un instante, perdido «tra». ellos. En el punto de más proximidad, Maia había advertido que el grado de detalle era bajo, como si la simulación nunca hubiera pretendido representar cada destello de la cromosfera de la estrella. Eso encajaba con su idea de que el universo contenido en el ordenador de pared no era una copia perfecta de la realidad.

Pero se parecía mucho. Como si hubieran sido liberadas de repente, las constelaciones surcaron los cielos simulados.
.Hola
,
.amigas
, las saludó Maia. Mientras buscaba las pautas conocidas del invierno, prestó atención al destello azul de un planeta, su mundo natal. Pronto todas las posiciones de las estrellas fueron las adecuadas.

Frenó el ritmo, giró, y ejecutó un barrido en espiral. Pero por mucho que buscara, ninguna canica azul aparecía ante ellos.

—No lo entiendo. Stratos debería estar por aquí.

Contemplaron juntos el cielo vacío. Maia oyó que un mensajero llegaba y le murmuraba a Leie que la tensa situación del pasillo se mantenía, pero que los signos de actividad al otro lado hacía que los hombres estuvieran preocupados y nerviosos. Era evidente que algo iba a suceder, y pronto.

Mientras tanto, Maia se debatía entre la frustración y el orgullo. Mucho tiempo atrás, al menos unas cuantas personas de su mundo estaban lo bastante familiarizadas con el vuelo espacial para simularlo y emplearlo en juegos y pruebas. Sin duda, de vez en cuando, incluso se aventuraban a salir… al menos para poder seguir haciéndolo. Eso significaba que Lysos nunca había insistido en que sus herederas estuvieran eternamente ancladas al suelo. Aquella innovación debía de haber sido posterior.

También el navegante parecía aturdido, frustrado. De pronto, señaló:

—¡Allí! ¡Un planeta! —Frunció el ceño—. Pero no es Stratos. Es Demeter.

Maia vio que tenía razón. El gigante gaseoso, miembro dominante del sistema planetario, era una imagen familiar.

—Es Demeter, sí. Clavado en mitad de la Cola del Pez. ¡Oh, Lysos! —gruñó.

—¿Qué pasa? —preguntó Leie—. ¿No puedes utilizar Demeter para sintonizar…?

—¡Está en la parte equivocada del cielo! —interrumpió Maia—. Hace unos días, Demeter estaba en el Tridente.

Eso significa…

—Tiempo —coincidió el navegante, mirándola—. Estamos desplazados en el tiempo. —Sus ojos se dilataron, al parecer compartiendo los pensamientos de Maia. Sus cabezas estuvieron a punto de chocar cuando los dos se inclinaron para ver la pequeña pantalla del sextante—. ¿Sideral? ¿No es una palabra empleada por los astrónomos?

—Sí —respondió Maia—. Tiene que ver con medir el tiempo por las estrellas. Entonces el número debe de ser…

—Una coordenada —terminó él—. ¿Una fecha? Pero es un número negativo.

—Del pasado, entonces. Con una fecha fijada en decimales, en vez de en años y meses. Digamos que está basada en el mismo calendario. Sólo hay una pequeña fracción tras el decimal, lo que implica…

—… que la fecha es justo posterior a Año Nuevo, con el Sol en el equinoccio vernal.

—¡Así que estamos desviados un cuarto de órbita y noventa grados! ¡Estamos viendo un cielo de primavera!

Esta vez el hombre tomó los controles, mientras que Maia lo guiaba. Empezaban a cogerle el truco, y las cosas se movieron velozmente.

—Sigue así… así… A la izquierda diez grados… abajo cinco…

Las estrellas y los planetas pasaron fugaces, hasta que Leie dejó escapar un grito de alegría. El Sol y la Estrella Wengel habían desaparecido, pero su luz combinada se veía una vez más, iluminando un globo azul, marrón, blanco y verde que aumentó rápidamente de tamaño, sus continentes y mares resaltados por casquetes polares y finas películas de nubes estratosféricas. Una cohorte de lunas plateadas pasó de largo mientras la escena se fijaba en la gran bola azulada.

.Esto debe de ser lo que vio Renna cuando se acercaba en su astronave, dedujo Maia. La envidia nunca había fluido con tanta fuerza por sus venas.
.Nunca imaginé que fuera tan hermoso. Mi mundo natal
.

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