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Authors: Bill Bridges

Tags: #Fantástico

Wendigo (10 page)

BOOK: Wendigo
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Evan miró a John.

—Creo que será mejor despertar a los demás. Grita Caos va a tener que practicar su oratoria. Lo espera una audiencia bastante fría.

John se apoyó en la lanza y levantó la mirada hacia el cielo.

—Un mal chiste. Parece que voy a tener que enfrentarme a esas expectativas antes de lo que esperaba. Sólo espero que sople un buen viento a mis espaldas.

Capítulo ocho

Albrecht reunió la asamblea a la puesta de sol del día siguiente. Durante todo el día, los Garou habían llegado en pequeños grupos, Theurge con sus compañeros de manada o sus séquitos. La mayoría venía por los Puentes Lunares pero algunos llegaron en coche. Otros entraron por la Penumbra, tras presentarse a los Guardianes del Túmulo que custodiaban el lugar. Llegaron por sendas lunares de túmulos de todo el nordeste. Había presente al menos un miembro de casi todas las Doce Tribus. Sólo los Caminantes Silenciosos estaban ausentes porque eran muy pocos en aquella región. Antonine no había podido regresar de su viaje a tiempo, así que también los Contemplaestrellas —que ya no eran miembros de pleno derecho de la nación Garou— tampoco estuvieron representados.

La Manada del Río de Plata, con la excepción de Grita Caos, paseaba por la finca, tratando de ver alguna cara famosa entre los eminentes Garou que habían llegado. Entre las Furias Negras se encontraba Nadya Zenobia, la curandera que había cuidado de Mari durante su enfermedad. También se alegraron mucho de volver a ver a Madre Larissa, de los Roehuesos de Nueva York. Perla del Río representaba a los Hijos de Gaia; ella estaba con la manada en Finger Lakes cuando Albrecht había convocado aquel encuentro. La manada no conocía al extraño e inquietante Theurge que había traído consigo. Se llamaba Wyrdbwg, de los Fianna. Actuaba como si no entendiera el inglés y su mente parecía estar en otra parte pero la reverencia con la que los demás Garou lo trataban era señal inequívoca de su poder.

Tampoco conocían a Dedos Nudosos, el espeluznante señor de las runas de la Camada de Fenris, ni a la fría e intimidante Sylvan-Ivanovich-Sylvan, de los Señores de las Sombras, ataviada con un traje carísimo y rodeada siempre de lo que hubiera podido pasar por el séquito de un mafioso. Cinco Garras, un Theurge de los Garras Rojas, se mantenía siempre apartado de los homínidos y se quedó con su manada en los linderos del claro hasta que se acercó la hora del encuentro.

El Theurge que representaba a los Caminantes del Cristal tenía, como cabía esperar, todo lo que nadie esperaría en un chamán. Kleon Winston vestía ropa moderna comprada en Nueva York y se conducía con modales desenvueltos y sociables. Otro que se mostró muy amable con la manada fue Robert Kinsolver, de los Uktena, un indio de la reserva de Tuscarora, cerca de las cataratas del Niágara. Estaba impaciente por encontrarse con John Hijo del Viento Norte y les dijo que admiraba muchísimo el relato de las hazañas que su manada había realizado hasta el momento.

Loba Carcassone, una mujer de trato difícil que se había hecho famosa al desenmascarar un plan del Wyrm que había estado oculto a la vista de todos durante años, representaba a los Colmillos Plateados. Aún se ocupaba de proteger a los niños que sufrían a causa de conspiraciones como aquélla. Cuando se encontró con la manada, se llevó consigo a Grita Caos, tratando de conseguir que le contara todo lo que sabía sobre el verdadero nombre de Jo’clath’mattric. A continuación se marchó para hacer sus propios preparativos que, según dijo, tenían que ver con la invocación de un espíritu.

Los Colmillos Plateados se esmeraron mucho para alojar a todos aquellos grupos y mantenerlos separados casi del todo hasta el momento de la reunión, cuando los condujeron a sus correspondientes asientos bajo las tiendas, todos ellos de cara al trono y a una pequeña plataforma que se había erigido junto a él, donde los oradores se dirigirían a los chamanes. El primero de ellos fue, como es lógico, el propio rey Albrecht. Sus compañeros de manada, Evan y Mari, estaban sentados tras él, cerca del trono.

—Para empezar, quiero daros a todos las gracias por haber venido habiéndoos avisado con tan poca antelación —dijo Albrecht—. Creo que vuestra presencia demuestra la seriedad con la que nos tomamos esta amenaza. Europa ha sufrido mucho por su causa, pero hemos logrado detenerla con bastante facilidad. Por ahora. Eso se acabó. Tenemos que pasar a la acción, tenemos que cazar a esta criatura del Wyrm llegada desde el pasado y matarla antes de que pueda manifestarse y destruir aquello que más amamos, o sea, el mundo.

»Mientras me encontraba en Europa, descubrimos algunas cosas muy importantes sobre Jo’clath’mattric. Estoy seguro de que todos las conocéis ya. Las historias sobre el cónclave de Yunque-Klaiven se han extendido por todas partes. Básicamente, nos encontramos ante una criatura realmente vieja. Tan vieja que nadie la recordaba. Al menos al principio. Según parece, se alimenta de recuerdos. Así es como se esconde. Hasta sus propios servidores lo llaman El Hijo Olvidado.

Un bufido despectivo salió de la audiencia.

—Sylvan-Ivanovich-Sylvan —dijo Albrecht dirigiéndose a la causante de la interrupción—. Parece ser que vas a ser la primera en hablar. ¿Tienes algo en mente?

—Todos hemos oído las historias sobre el viaje de la Manada del Río de Plata a Bosnia y su enfrentamiento con los devoradores de recuerdos —dijo la severa Señora de las Sombras—. Eso no es nada nuevo.

—Excepto por un detalle. Gracias a una de las mentiras que el bastardo de Arkady utilizó para engañar a su propio pueblo y a cierta información reunida por otros, pudimos localizar el túmulo en el que los Danzantes iban a liberar a Jo’clath’mattric, y los detuvimos.

Sylvan refunfuñó pero no dijo nada más.

—Dime —intervino Nadya Zenobia—, ¿por qué devora recuerdos esa criatura? ¿Cuál es su historia?

—Me alegro de que lo preguntes —dijo Albrecht—. Y has hecho la pregunta precisa. «Historia». De eso es de lo que va todo esto. Veréis, hubo una vez un puñado de espíritus a los que se había encomendado recordar todas las historias del mundo. Ellos
eran
historias, historias vivientes. Pero entonces las cosas empezaron a empeorar. El Wyrm cambió. Jo’clath’mattric era una especie de espíritu del equilibrio. No podía soportar lo que le había ocurrido al Wyrm, de modo que hizo lo que muchos de nosotros hacemos constantemente: trató de reprimirlo todo, olvidar lo malo. Como un niño que se tapa las orejas con las manos, cierra los ojos y empieza a gritar para no oír lo que no quiere oír. Al igual que el Wyrm, se volvió loco.

—¿Así que, no sólo olvidó lo que era sino que trató de hacer que los demás lo olvidaran también? —preguntó Kleon Winston, el Theurge de los Caminantes del Cristal—. Perdonadme por decirlo pero ¿no es todo esto un poco freudiano?

—Una estupidez es lo que es —dijo Dedos Nudosos, el Theurge de la Camada de Fenris—. ¿Cómo sabes eso? ¿Porque lo dijo un Colmillo traidor?

—De hecho, nuestra fuente de información fue la Tercera Manada de la profecía de Yunque-Klaiven. —Albrecht señaló a la manada del Río de Plata mientras decía esto. Todas las miradas se volvieron hacia ellos. Los miembros de la manada mantuvieron los ojos sobre el rey—. Y en los últimos tiempos han aparecido muchas pruebas que lo corroboran. Gracias a ellos sabemos lo que estaba ocurriendo con los espíritus del saber. Cuando los liberaron, nos contaron muchísimas cosas.

Los Garou allí reunidos volvieron de nuevo su atención hacia el rey Albrecht.

—Veréis, uno de los mecanismos de defensa de Jo’clath’mattric es la Perdición del Saber. Estas criaturas, una mezcla entre murciélago y buitre, absorben parte del espíritu de sus víctimas y se llevan consigo los recuerdos de su vida. Lo que no averiguamos hasta hace muy poco, gracias a Grita Caos aquí presente, es que las Perdiciones del Saber estaban hechas de espíritus del saber capturados, entrelazados y atados entre sí con tanta fuerza que nadie podía verlos más allá de las alas y las plumas de las Perdiciones.

—Me resulta imposible de creer —dijo Robert Kinsolver—. Creo que mi pueblo, los Uktena, se hubiera enterado si tales cosas hubieran estado ocurriendo.

—Nadie supo nada sobre esas criaturas hasta hace muy poco. Parece ser que estuvieron latentes hasta que las cadenas de Jo’clath’mattric empezaron a debilitarse. Entonces él las envió al mundo a buscar recuerdos para que se los llevaran a su reino. Con cada historia que roban para él se hace un poco más fuerte.

—Has dicho que impedisteis la invocación —dijo Sylvan-Ivanovich-Sylvan—. ¿Por qué estamos aquí entonces?

Albrecht se tomó un momento para reprimir su furia.

—Esa cosa sigue ahí fuera, en algún lugar del mundo espiritual y por lo que yo sé, las cadenas que la mantienen prisionera están rotas o se están rompiendo. Impedimos que los Danzantes la invocaran, pero si nos quedamos cruzados de brazos, muy pronto será libre. Y entonces todos estaremos hundidos hasta las rodillas en Perdiciones del Saber.

—Si esos espíritus son reales —repuso la Señora de las Sombras— muéstranos uno de ellos. Como alguien capaz de ver el mundo del espíritu, yo sólo creo aquello que veo con mis propios ojos. Los rumores son sólo eso, rumores.

Grita Caos emitió un gruñido, tan grave que sólo sus compañeros de manada pudieron oírlo.

—No me lo puedo creer. Muchos de esos tíos no quieren más que una excusa para no tener que ayudar a Albrecht. Deberíamos haber traído el espíritu con nosotros desde Inglaterra.

—No se puede estar en todo —dijo Carlita—. Esperemos a ver qué pasa.

Albrecht sonrió.

—Bueno, yo confiaba en que el hecho de que tu hermano de tribu, el margrave Konietzko, apoyara la idea, bastaría para convencerte, pero bueno, aún tengo más cosas que contar.

Hizo una señal a Loba Carcassone, que se levantó de su asiento y subió al estrado. La mujer de cabello plateado parecía cansada, como si hubiera pasado recientemente por alguna prueba. Sacó un libro de su mochila, un viejo volumen encuadernado en piel, del siglo XIX o más antiguo. Lo sostuvo en alto para que todos pudieran verlo.

—Éste es el
Libro de los Tronos
—dijo—. Es un antiquísimo volumen de los Colmillos Plateados que lleva generaciones en nuestra biblioteca. Antaño lo utilizaban los Theurge para registrar los nombres, oficios, títulos y rangos de los espíritus de las cortes de la Umbra para que los embajadores de la tribu supieran cómo dirigirse a ellos.

—Oh, buen Dios —dijo Wyrdbwg. Los miembros de la manada lo miraron, sorprendidos. Hasta entonces había fingido que no entendía el inglés. Su acento, en cambio, era notablemente galés—. ¿Es que vosotros los Colmillos Plateados no podéis dejar tranquilos a los espíritus? ¿Siempre tenéis que ponerle título y rango a todo? Apuesto algo a que hasta las sillas en las que estamos sentados tienen escudo heráldico.

Los Theurge allí reunidos se rieron, pero sin malicia. Hasta Loba lo hizo.

—Este libro sólo enumera el rango de los espíritus que se jactaban de un rango —dijo Loba— y que parecían merecerlo. Os lo muestro porque hoy mismo lo he utilizado para llevar a cabo un ritual. He invocado a un espíritu del saber, uno de los que fueron liberados recientemente en Europa y lo he ligado a este libro para que pudiera contaros su historia.

Los Theurge asintieron y murmuraron entre sí, impresionados aparentemente por la previsión de Loba.

—La llave que me faltaba para recabar su ayuda me fue traída por la Manada del Río de Plata. —Una vez más, todas las miradas se volvieron hacia ellos hasta que Loba prosiguió con su relato—. Enseguida comprenderéis la importancia de todo esto. Si nadie tiene objeciones liberaré al espíritu. Entonces su historia nos rodeará. Es una especie de realidad virtual. —Se detuvo y reconsideró la elección de la metáfora. Muchos de los Garou allí presentes no habían comprendido el término—. Viviréis la historia como si estuvierais allí, observadores pero no participantes.

Miró la multitud y esperó a ver si alguien tenía algo que añadir pero saltaba a la vista que todos estaban impacientes por empezar.

—Muy bien. Allá vamos. —Abrió el libro y empezó a leer en una página cercana al final—. En los días antiguos, cuando el mundo no conocía aún los horrores que desde entonces ha engendrado…

Mientras hablaba, el estrado desapareció, sustituido por un nuevo paisaje, un bosque agreste. A cada uno de los presentes le dio la impresión de que sólo él o ella se encontraba allí, observando la escena. Las palabras no les llegaban como sonidos, sino como
conocimiento
, imágenes y pensamientos que se manifestaban en sus mentes como si se encontraran realmente allí…

El poderoso dragón emplumado atravesaba el cielo mientras su sombra sobrevolaba el bosque, siempre rezagada pero siempre a su lado. Los animales del bosque levantaban la mirada al ver a la majestuosa bestia y lanzaban sus llamadas, con la esperanza de que respondiera a ellas y acudiera para escuchar sus súplicas, porque todos sabían que era un buen juez y un noble mediador cuyas sentencias tenían siempre por sabias todas las partes implicadas. Nadie se sentía agraviado por sus decisiones y cuando las obedecían, crecían en su entendimiento. Todos honraban al gran dragón Macheriel.

Pero incluso una criatura tan intachable como ésta respondía a un poder más grande. Se remontaba a grandes alturas para poder vigilar a su amo, el Gran Wyrm Que Sostiene la Tierra. Cuando las escamas de este ser ancestral podían verse, Macheriel regresaba a la tierra y se posaba sobre ellas. Metía la cabeza y el cuello bajo las cálidas escamas de metal y escuchaba el palpitar de la sangre en el corazón de la vieja serpiente. Estos latidos escondían mensajes para aquellos que pudieran oírlos, sendas para que sus sirvientes pudieran mantener el Equilibrio del mundo y asegurarse de que las fuerzas del caos y el orden se emparejaban en un abrazo amoroso y no en una disputa sanguinaria.

Pero llegó un día en que Macheriel no vio las escamas de su amo, sino un capullo de seda que las envolvía y ahogaba al Gran Wyrm. La ancestral serpiente se retorcía en sus ataduras pero la Araña Tejedora que las estaba hilando no prestaba atención a sus gritos. Macheriel descendió a tierra y atacó a la Araña con las garras pero ésta se movió con rapidez y se hizo a un lado. Mientras Macheriel volvía a remontarse, la Tejedora le echó una telaraña y lo atrapó por la cola. El dragón luchó contra la telaraña pero ésta no se partió. La Araña tiró de su sedosa cuerda y el dragón cayó a tierra.

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