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Authors: Bill Bridges

Tags: #Fantástico

Wendigo (11 page)

BOOK: Wendigo
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Cayó en picado contra el suelo, se golpeó la cabeza con una piedra y dejó de moverse. La Araña reemprendió su labor ignorando al dragón muerto. Sólo que no había muerto. Despertó más tarde, sacudió la cabeza herida y miró a su alrededor con ojos nublados. Su amo había desaparecido. En su lugar encontró un capullo imposible de atravesar.

Macheriel aulló de desesperación porque le era imposible alcanzar los latidos del corazón de su amo. Se arrastró por la tierra durante leguas y leguas, llorando y rugiendo de furia y congoja. Había olvidado cómo se volaba. Mientras se arrastraba por entre las rocas duras y afiladas, se le cayeron las plumas, dejando tras de sí sólo una piel negra y cubierta de escamas. Cuando finalmente llegó a los bosques donde moraban los animales que lo conocían, no supieron quién era. Gritaron de horror al ver aquella extraña bestia desconocida que venía hacia ellos, gimiendo miserablemente.

Su miedo lo encolerizó. ¿Acaso no les había servido bien durante todos esos años, resolviendo sus disputas? ¿Cómo osaban darle ahora la espalda, en su momento de mayor necesidad? Se precipitó sobre ellos y atrapó con las fauces al más lento. Le clavó los colmillos a la pobre criatura y le gustó su sabor.

—Recupero ahora lo que libremente concedí —gritó y retiró su juicio para que ninguno de aquellos que habían visto una disputa resuelta por él pudieran recordar cómo había sido. Las viejas enemistades volvieron a azuzarse, ofensas y agravios que todos creían pasados. Macheriel cogió sus sentencias y las engulló como si fueran pescaditos, para esconderlos en el fondo de su estómago, donde nadie podría consultarlas.

Los animales empezaron a luchar entre sí, olvidando que sus disputas podían resolverse de manera armoniosa. Macheriel rió, porque su venganza era en verdad una cosa dulce. Recordaba a su amo y la agonía de su confinamiento. Se golpeó la cabeza contra una roca, tratando de alcanzar el olvido que la Araña le había concedido. Con cada golpe que se daba, olvidaba más cosas. Al fin, terminó por olvidar hasta su propio nombre y los animales empezaron a llamarlo Jo’clath’mattric. Hasta su sombra lo abandonó y fue a vagar por los bosques sin que nadie volviera a verla. Él se escondió reptando en una profunda caverna y durmió, con sueños vacíos de imagen y significado.

La oscuridad de la caverna dio paso de nuevo al estrado iluminado que había frente al trono. Loba cerró el libro y miró a sus camaradas Theurge con ojos viejos y cansados. Un murmullo apagado recorrió la multitud mientras los chamanes se volvían unos hacia otros para confirmar que todos ellos habían experimentado la misma historia. Los detalles que compartieron entre susurros eran en efecto los mismos. El espíritu del saber les había contado la misma historia. Todos los ojos se volvieron hacia el estrado.

—Fue un espíritu muy viejo el que vivió esa historia —dijo Loba—. Un espíritu que llevaba edades prisionero. Albrecht y Konietzko lo liberaron en Europa y el secreto del verdadero nombre de Jo’clath’mattric, descubierto por la Manada del Río de Plata, me permitió convocarlo.

Inclinó la cabeza y bajó del estrado.

Albrecht volvió a subir.

—Esa criatura, ese dragón ancestral, debe ser destruida. No podemos curarlo. Ha pasado demasiado tiempo para eso. Si pudiese ser curada, ya lo habría sido a estas alturas. La única conclusión posible es que no quiere ser curada. Es malvada hasta la médula y nuestro deber es matarla.

—Estoy de acuerdo —dijo Sylvan-Ivanovich-Sylvan—. La bestia debe morir. Pero ¿dónde está? ¿Cómo podemos encontrarla cuando son tantos los que ni siquiera recordaban que existiera?

—Tenemos una pista, gracias de nuevo a la Tercera Manada, la Manada del Río de Plata. Ahora dejaré que sean ellos los que os cuenten el relato de sus hazañas.

Albrecht hizo un gesto hacia la manada y Grita Caos se levantó para subir al escenario. Los demás lo siguieron pero permanecieron a un lado, más como testigos que como narradores. Por la mañana habían estado practicando lo que iban a decir y habían decidido entre todos que sería Grita Caos el que contara la historia. Si era necesario, los demás representarían las escenas de tanto en cuanto para dar mayor énfasis al relato.

Contaron a los Theurge reunidos allí su asalto contra el club de Danzantes de la Espiral Negra de Londres, donde habían matado una hueste de Perdiciones del Saber y habían liberado docenas de espíritus del saber. Les contaron cómo habían curado a Mari Cabrah y les explicaron lo que podía hacerle una Perdición del Saber a un Garou, atrapándolo en sus propios recuerdos. A continuación contaron el reencuentro de John Hijo del Viento Norte con su padre y la promesa que el espíritu les había hecho, prestarle a su causa la ayuda de sus espíritus para que pudieran atravesar la tormenta de la Umbra y llegar a la guarida de Jo’clath’mattric.

Muchos de los Theurge parecían escépticos al comienzo del relato pero Grita Caos había recuperado todas sus habilidades como Galliard después de vencer a la Perdición del Saber que lo acosaba y al cabo de algún tiempo acabó por ganárselos. Hacia el final de la historia, todos sonreían y jaleaban las victorias de la manada. O la mayoría de ellos, al menos. Carlita advirtió que hasta el viejo y gruñón Dedos Nudosos asentía con gesto de satisfacción mientras escuchaba el relato.

Cuando la manada estaba bajando del estrado, John Hijo del Viento Norte se demoró un momento y buscó a Aurak Danzante de la Luna con la mirada.

—De nada me sirve la gloria que pueda recibir por mis acciones si no alienta a otros a actuar.

Se volvió y bajó del estrado junto con sus camaradas.

Aurak se levantó. Albrecht le ofreció el estrado y el anciano subió lentamente apoyándose en el bastón.

—He recibido la visita en sueños de espíritus del viento, que me han pedido que haga esto que John Hijo del Viento Norte os ha contado. Viajar por la tormenta de la Umbra hasta una antigua madriguera del Wyrm de la que podría ser que ninguno de nosotros regresara. Yo tengo grandes responsabilidades en mi clan. Hay jóvenes Theurge que necesitan mi sabiduría para alcanzar la mayoría de edad y asumir sus deberes para con la tribu. Arriesgaría mucho si hiciera ese viaje por el bien de otros.

John apretó los dientes. Sentía que su rabia se alzaba, alimentada por las palabras de Aurak. Era evidente que el chamán creía que las necesidades de su clan eran más importantes que el destino del mundo.

—Y, sin embargo… —dijo el viejo chamán, mirando a John—. Elijo hacerlo, aun a sabiendas de que puede que nunca regrese. Creo que la tarea es digna. Creo que es necesaria.

Bajó del estrado y volvió a sentarse.

John cerró los ojos y pidió a los espíritus que olvidaran su cólera, que olvidaran que había juzgado al chamán antes siquiera de que hubiera terminado de hablar. Grita Caos le dio un puñetazo en el hombro.

—Lo conseguiste, tío.

John sonrió y miró a Evan, quien le devolvió la sonrisa y levantó el pulgar.

Albrecht volvió a subir al estrado.

—Gracias, Aurak. No sabes lo mucho que significa tu gesto. No espero que el resto se nos una. Será un viaje muy peligroso. Una vez que lleguemos allí, será trabajo para los guerreros. No habrá tiempo para apaciguar espíritus. Lo que os pido es vuestro consejo. Trabajad juntos y averiguad qué plan de ataque necesitamos para asaltar ese lugar. Los espíritus del viento nos llevarán hasta allí pero una vez dentro del reino no podemos contar con ellos. Lo otro que necesitaremos serán algunos fetiches. Llamad a vuestros amigos y que preparen armas capaces de destruir a las Perdiciones del Saber. Las garras sirven pero los proyectiles o las armas de fuego podrían funcionar mejor.

—Bah —dijo Dedos Nudosos—. Creía que buscabas sabiduría, pero está claro que lo que quieres es poder. ¿Quieres que hagamos armas para los Colmillos Plateados? ¿Para qué íbamos a armar a aquellos que podrían volverse contra nosotros?

—Porque ya no se trata de las diferencias entre las tribus, Dedos Nudosos, y tú lo sabes. Lo más probable es que esos fetiches no sobrevivan a la batalla. Joder, es muy posible que nosotros no sobrevivamos a la batalla. Estamos a punto de arrojarnos al fuego. Si quieres sentarte y asistir al espectáculo sin ayudar, tú mismo. Pero todos sabemos lo que las demás tribus dirán de ti.

—¿Crees que nos importan los cotilleos de los demás? ¡Lo que pretendes es emprender esta expedición para ganar gloria para ti, dejando atrás a la Camada!

—¡Si lo crees así, únete a nosotros! Vamos, trae contigo un puñado de guerreros. Les daremos la bienvenida gustosamente.

—¡Lo haré! ¡Mañana estaré aquí con una manada de guerreros para asegurarme que no provocas la ruina de todos!

—¿De veras? —dijo Sylvan-Ivanovich-Sylvan—. Yo no pienso dejar que ni los Colmillos Plateados ni la Camada se lleven la gloria de esta historia. Allí donde está la tormenta, están los Señores de las Sombras. ¡Que venga esa tormenta, cabalgaremos sobre ella!

—¡Y nosotros! —dijo Wyrdbwg—. ¡Contad con los Fianna! ¡Seremos los primeros en contar la historia!

¡No!
, gruñó Cinco Garras, de los Garras Rojas.
¡Esa gloria corresponderá a los lobos!

Y así continuó. Cada tribu prometió, no sólo los fetiches solicitados, sino también guerreros.

—Está haciendo un gran trabajo fingiendo contrariedad —susurró Evan a Mari mientras señalaba a Albrecht con la cabeza—. Creo que por fin está empezando a aprender sutileza.

—Por el momento —dijo Mari—. Ésta se la concedo. Le dije que nunca conseguiría que aportaran guerreros a la empresa, pero parece que jugar con su ansia de gloria está funcionando. Nadie quiere que los Colmillos Plateados se ganen su reputación.

—Eh, cuantos más seamos, más nos divertiremos —dijo Evan.

Por la mañana, los Theurge habían regresado a sus hogares para reunir unas partidas de guerra como Norteamérica había visto muy raras veces.

Capítulo nueve

Pasaron la semana siguiente haciendo los preparativos. Albrecht quería partir cuanto antes pero la organización de los guerreros que se estaban reuniendo por toda la región no lo hubiera permitido. Además, los espíritus de los vientos informaron a Aurak que la tormenta de la Umbra había amainado pero, al igual que una ola, que se retira para regresar con fuerzas renovadas, no tardaría en crecer. Tendrían que esperar. De modo que los Theurge pasaron el tiempo invocando espíritus e introduciéndolos en armas, como amuletos de corta duración o fetiches de larga vida: arcos, flechas, balas, armas de fuego y klaives.

Al final, cuando llegaron los últimos guerreros prometidos, el contingente del rey Albrecht estaba compuesto por casi cincuenta Garou, un número sin precedentes en tiempos modernos. Cada tribu puso en peligro sus túmulos enviando a sus guerreros a esta batalla en un reino lejano. Si los sicarios del Wyrm llegaban a enterarse, podrían aprovecharse de las debilitadas defensas y destruir todo lo que generaciones enteras de Garou habían luchado y muerto por defender. Y lo que es más, la mayoría sabía que no regresaría de aquella guerra. Las tribus perderían fuerza y habría menos adultos para instruir a los cachorros. Y a pesar de todo los guerreros habían acudido, consciente de que si Jo’clath’mattric llegaba a liberarse, todas sus defensas no servirían de nada.

Albrecht los dirigiría, junto con Evan y Mari, a quien no fue posible convencer para que se quedara atrás. Con ellos irían Loba y otros siete Colmillos plateados, uno de ellos Galliard pero el resto guerreros Ahroun.

Cinco guerreros de la Camada de Fenris habían acudido, junto con tres Señores de las Sombras y cuatro Garras Rojas. Llegaron dos Fianna, acompañados por dos Hijos de Gaia, que se encargarían sobre todo de curar a los heridos. De la ciudad de Nueva York vinieron un Roehuesos y dos Caminantes del Cristal. Esto supuso una sorpresa para todos los demás: los Roehuesos no eran conocidos por sus habilidades guerreros y los Caminantes del Cristal solían mantenerse apartados de estos asuntos.

Vinieron cuatro Furias Negras del túmulo de Finger Lakes y dos Uktena llegaron poco después, un guerrero y un Theurge. También acudieron cinco guerreros Wendigo, hombres y mujeres grandes y musculosos para proteger a Aurak Danzante de la Luna, que dirigiría a los espíritus del viento.

Con la Manada del Río de Plata, totalizaban cuarenta y siete. Julia estaba convencida de que no tenían ninguna posibilidad.

—Mirad, no quiero ser negativa —les dijo a los demás—. Pero es que vamos a meternos en un enorme y conocido agujero del Wyrm y somos sólo cuarenta y siete. Dudo que salgamos de ésta.

—¿Sólo cuarenta y siete? —dijo Carlita—. Estás hablando de cuarenta y siete guerreros de puta madre. ¿Te olvidas de que Albrecht nos dirige, o de que Aurak y Loba vienen con nosotros? ¿Y no has visto al tío ese de la Camada, Lanzarrocas? ¡Uau, tía! Si los Garou no lo tuviéramos prohibidos, ahora mismo estaría haciendo guarradas con él.

—Eres asquerosa —dijo Julia mientras ponía los ojos en blanco y se estremecía con sólo pensarlo—. No estoy subestimando nuestras fuerzas. Sólo pretendo subrayar las del enemigo.

—No tenemos la menor idea de qué es lo que nos espera —dijo John—. Podría ser tal como temes, un reino interminable lleno de criaturas demoníacas. Pero también podría ser un lugar vacío que sólo albergue a Jo’clath’mattric. Por lo que sabemos, es posible que sus intentos de manifestarse lo hayan debilitado, o puede que siga maniatado con las cadenas de la Umbra y por eso quiera entrar en este mundo. Si está atrapado, tal vez podamos acabar rápidamente con él.

—Oh, supongo que tienes razón —dijo Julia—. No sabemos lo que hay allí. Puede que tengamos suerte. Pero hazte esta pregunta: ¿Cuándo hemos tenido suerte desde que empezó todo este embrollo? No hacen más que pasar cosas horribles.

Puedes quedarte si quieres
, dijo Ojo de Tormenta sin cólera ni lástima en la voz.
Puede que de ese modo sobreviva uno de nosotros
.

Julia miró al lobo, consternada.

—Nunca os abandonaría. Lo sabes, ¿no? Sólo estaba desvariando. Será mejor que cierre la boca.

Grita Caos se encogió de hombros y el asunto quedó zanjado. A la mañana siguiente, la expedición se puso en marcha.

Los Theurge llevaron a los guerreros a la Umbra en varios grupos y, una vez, allí, empezaron a alejarse de túmulo y la casa. En el horizonte, el cielo estaba a oscuras, salpicado de destellos de relámpago. El aire estaba agitado y se movía en círculos a su alrededor.

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