XXI (15 page)

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Authors: Francisco Miguel Espinosa

Tags: #Histórico

BOOK: XXI
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—Supongo que me repito demasiado. Es lo que tenemos los viejos. Y tú, ¿quién eres?

—Me llamo Luis. Y he venido a matarte.

Luis se lanza hacia él, pero se encuentra con Nate, que le arroja al suelo y le aprieta el cuello con fuerza. Luis se da la vuelta y agarra el cuchillo que había caído al suelo y se lo clava a Nate en el hombro con todas sus fuerzas. Nate cae de bruces sobre Luis, que se aparta, y el mango del cuchillo choca contra el suelo y la hoja se le clava todavía más. Luis se levanta y descarga una patada contra Nate.

Alice mira a Fox y desvía el arma hacia él. Nate respira muy deprisa, como si el corazón le fuese a saltar del pecho. Se incorpora poco a poco, tratando de sacarse el cuchillo roto del hombro. Grita de dolor y le recorren espasmos por los brazos y el torso. Cierra los dedos en torno a la hoja y se la arranca del hombro. Fox sonríe y ni siquiera titubea ante la pistola de Alice.

—Ya podéis matarme.

—¿Por qué has hecho todo esto?

—No sé qué respuesta esperas, pero no puedo darte ninguna. Yo sólo le dije a la gente lo que quería oír.

—¿Y ahora qué? ¿Por qué mandas a tus leales por todo el mundo para secuestrar niños y violar mujeres?

—Esos hombres no tienen nada que ver conmigo. Nate es mi único fiel.

Alice mueve un poco el dedo del gatillo. Tiene el brazo cansado, pero sigue apuntando a Fox directamente a la cara. Lo que hay ante ella no es más que un viejo, un pobre hombre sentado en una silla de ruedas, con manchas en la piel y casi calvo. Un hombre que no puede ni respirar por sí mismo, ni mucho menos andar, ni dar órdenes a un grupo de hombres desperdigados por todo el mundo. La mano le tiembla. Sabe que en el fondo nada va a cambiar. La muerte de este viejo no cambiará ni su futuro ni su pasado.

Luis piensa en la pequeña Amelia. Si él tuviera la pistola, Fox ya estaría muerto. Él no necesita tantas respuestas como Alice. No es tan complicado. Necesita venganza.

Alice da un paso al frente. Nate se interpone, pero Fox le aparta con la mano. Nate duda, pero se echa a un lado. Alice aprieta la pistola contra la sien de Fox, que dice:

—Cada día me despierto preguntándome si antes vivía mejor. Y la respuesta siempre es la misma.

La mano de Alice tiembla.

—Siempre me pregunté qué hacía mal. Pero no era yo. Éramos todos.

—Había cosas buenas, como el amor —dice Alice.

—¿Alguna vez lo experimentaste?

—No todo el mundo merecía morir. ¿Qué pretendías conseguir?

—La liberación, Alice. La paz. Darle otra oportunidad al mundo.

—Alice —dice Luis—, no puedo escuchar más las mentiras de este monstruo. Mátale. Si tú no puedes hacerlo, lo haré yo.

—¡Claro que puedo hacerlo, pero necesito un por- qué!

—¡No hay un maldito porqué, Alice! ¡No hay razón para esto!

—¡Cállate! ¡Quiero saber por qué ha hecho esto!

—Tiene razón, Alice, no hay más razones que las que te he explicado.

Alice mueve un poco el dedo del gatillo, pero no lo aprieta lo suficiente. Fox arruga un trozo de papel en su mano decrépita. Nate mantiene los ojos muy abiertos. Fox levanta la mano, muy lentamente. Las lágrimas empiezan a caer por las mejillas de Alice. Fox agarra el cañón de la pistola y la desliza hasta el centro de su frente. Alice llora, sin poder contenerse. Todo sucede por alguna razón y todos los caminos la han llevado hasta Fox. Sólo con mover un dedo podría terminar con su vida. Pero Fox no destruyó el mundo. Nosotros lo hicimos. Fox desliza algo en la mano de Alice, un papel arrugado. Alice baja la mirada y ve la foto de un niño pequeño.

—Este niño es el pequeño Michael. Prometí que nunca le olvidaría, ni a él ni a su familia. El día en que recibí esta fotografía lo entendí todo.

—Alice, no le escuches, por favor —dice Luis.

—Michael murió en un mundo injusto. El mismo que nosotros ayudamos a crear. Mátame ahora si quieres. Sigue con tu vida. Reconstruid las ciudades. Pero, Alice, no olvides a Michael. Por favor, cumple esa promesa por mí.

—¡Alice, mátale!

Alice baja la pistola y siente a Luis acercarse a ella. Se da la vuelta, levanta el arma y le dispara directamente en el pecho. Luis cae al suelo con el pulmón perforado, chorreando sangre, intentando coger aire como un pez asfixiándose fuera del agua. Alice baja la pistola y se limpia las lágrimas con el brazo. Tiene la foto del pequeño Michael arrugada en su mano.

—Has hecho lo correcto —dice Fox.

Alice extiende la mano y le da la foto a Fox.

—Toma, esto es tuyo. Cumple con tu promesa. No le olvides.

Deja caer la pistola al suelo. Solloza y cierra los ojos. Luis emite un estertor, por última vez, y muere. Y así termina todo. En un instante. Alice piensa que la muerte es algo tan rápido, tan ridículamente efímero, que no merece la pena tanto dolor y sufrimiento. Luis era un ser vivo que respiraba y sentía, y al instante siguiente ya no es nada. Y Alice sabe que se ha convertido en un brazo ejecutor, en el verdugo de Fox. No. No de Fox. Es el brazo ejecutor del futuro, de los tiempos que le ha tocado vivir. El sufrimiento, el caos. Todo podría terminar como ha terminado con Luis, un simple movimiento con el dedo y una vida se apaga. Y entonces Alice lo ve claro. No hay otro final posible. Todos los caminos llevaban aquí, a este instante, a este segundo exacto en que Luis muere y Alice vive. Y Fox también. Y Alice cierra los ojos y acepta la verdad, la única verdad que el futuro le puede ofrecer: el ser humano es la plaga para el ser humano. La autodestrucción es el único camino que conocíamos, y eso debe erradicarse. A veces los héroes, los verdaderos héroes, son los que se atreven a hacer lo imposible por un bien mayor. A sacrificarse ellos y sacrificar todo lo que tenga que ser sacrificado en honor al bien. En honor a la vida. Aunque para ello deba usarse la muerte. Y mira a Fox y sabe que él tomó la decisión más difícil de todas: acabar con la humanidad para salvar todo lo demás. El último acto noble. Igual que ella al disparar a Luis. Un trabajo duro y desagradecido, pero alguien tiene que hacerlo. Y el que es odiado y perseguido por hacer lo correcto es el verdadero héroe.

—Hay un asentamiento de gente —dice Alice—, no muy lejos de aquí. En Bloemfontein.

Y así, con una sencilla frase, condena a la humanidad a su inevitable final. Porque eso es lo correcto, aunque sea duro de aceptar.

—Debemos destruirlo.

—Los leales… —dice Nate— deben morir.

—Sí, por supuesto. Lo primero es lo primero, debemos acabar con cualquier asentamiento de gente que se pueda volver autónomo y seguro.

—¿Quién nos ha dado ese derecho?

—Nosotros mismos, niña. Nosotros mismos.

Alice mira a su alrededor, sintiéndose muy sola en la habitación de Fox. Repara en algo que no había visto, al fondo de la habitación, flores. Flores de verdad. Un pequeño altar rodeado de flores, con una fotografía en el centro. Una fotografía en blanco y negro, una mujer que se intuye rubia, de labios rojos y carnosos. Rodeada de flores de verdad, rosas rojas, que inundan la estancia, de pronto, de color. Y se da la vuelta y mira por la ventana, y Nate hace lo mismo. En ese momento, todo está encauzado hacia el final. El final que siempre debió ser, el único final que no puede evitarse. Alice piensa en Adze, y en cómo le ha traicionado. Ellos, Alice, Nate y Fox, podrían ser las tres caras de la muerte. O de la vida.

—¿Quién es la mujer de la fotografía? —dice Alice.

—Un fantasma de mi pasado.

Sólo eso, fantasmas.

Los verdaderos héroes fueron los hombres y mujeres que se suicidaron. Que se lanzaron a la calle y destruyeron edificios, quemaron coches y difundieron el mensaje de Fox. El mensaje que prendió la mecha. Porque alguien tenía que decirlo, y el futuro no podría desarrollarse sin escucharlo. Ellos son los héroes, los que se atrevieron a hacer lo correcto, aunque fuera algo terrible

Un rayo cruza el cielo.

Imagina que todo termina aquí.

Unos segundos después, se oye el trueno.

Agradecimientos

Tengo que agradecer a mucha gente que este libro haya salido adelante. Ojalá pudiera agradeceros a todos como es debido la ayuda y la comprensión que me habéis demostrado durante todos estos duros años.

Muchas gracias a mi familia, a mi madre, a mi hermana, a Quique, a mis abuelos. Gracias a mis amigos: Jerry, Virginia, Montka, María José, Paco, Edu, Natalia y Elena. Gracias a todos los artistas del blog de Lamedores. A todos los que han entrado en mi web y han leído cada palabra. A los amigos a los que ni siquiera conozco en persona. A Ferran, por su inestimable ayuda. A Bruno, que está al otro lado del charco. A Kenny, que no existe. A mi editora, Desirée, por la confianza que ha depositado en mí.

Y por supuesto a mi musa. Laura, esto es para ti.

Francisco Miguel Espinosa tiene veinte años y en 2009 publicó su primera novela, "Encerrado" (Ediciones Atlantis), que gozó de gran aceptación y buenas críticas, situándose durante varias semanas en el tercer puesto de los Mejor Valorados por la Casa del Libro. En febrero de 2010 ganó el Certamen Arte Joven de Madrid en la categoría de relato corto, siendo el ganador más joven en los últimos tres años. Además, dirige su propio sitio web, http://www.frankespinosa.tk, donde distribuye gratuitamente sus relatos breves y que desde su creación a finales de 2008 ha recibido más de trece mil visitas.

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