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Authors: Alberto Bermúdez Ortiz

Tags: #Terror

Zoombie (25 page)

BOOK: Zoombie
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—Donovan: De eso ya me encargo yo, que soy un fenómeno.

—Agustina: No quisiera entrometerme, pero ¿podría alguien explicarme qué es lo que vamos a hacer?

Aparecían las primeras tensiones dentro de LR: se hacía patente que todos éramos conscientes de la que se nos avecinaba en las próximas horas.

—Julieta: Nada, nada, eso es cosa de hombres… ¡Nosotras limpiaremos la casa mientras ellos juegan a la guerra!

El estrés hacía mella entre algunos miembros de LR.

—Trancos: Eso no es justo, y tú lo sabes…

Me sentí azorado, e incluso un poco responsable de que Julieta hubiese manifestado su descontento acerca de los canales de comunicación entre los miembros de LR, que para nada tenían que ver con los resabios de machismo que le quiso atribuir, así que brindé una somera explicación para que todos eliminaran dudas al respecto de cómo se desarrollarían los hechos a partir de aquel momento.

—Prestad atención todos, es necesario que no alberguéis ninguna duda acerca de cuáles serán vuestras obligaciones y responsabilidades con respecto al despliegue previsto para las próximas horas. Supongo que todos sois conscientes de que esta noche se librará la Gran Batalla; probablemente no sirva de nada, aunque cabe la posibilidad, y ésa es nuestra única esperanza, de que hayan encontrado un arma…

Una señal del cielo nos proporcionó un ápice de esperanza: mis palabras fueron rotas por el inconfundible sonido de un reactor surcando los cielos. Ni siquiera los avistamos, pero el ruido de los reactores no dejaba lugar a dudas; estaban sobrevolando la zona. Lo celebramos con una explosión de júbilo.

—Donovan: ¿Has escuchado con la oreja, quillo? ¡Un caza!… ¡Es un caza del ejército español! ¡A mí la legión! ¡A mí la legión! ¡Estamos salvados! ¡Vienen a darles caña a los Zeta de los jolines!

—Serpiente: ¡Ole, ole, ole! ¡La madre que me parió! ¡Que la han encontrado! ¡Esos cerebritos han encontrado un potingue que los deja tiesos
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!

—Agustina: ¡Gracias a Dios! ¡Gracias a Dios! ¡Estamos salvados!

Todos recibimos con alegría la anunciación, y dimos muestras de ella abrazándonos y felicitándonos. Julieta exteriorizó sus sentimientos hacia mí fundiéndose en un abrazo que, aunque breve en duración, tuvo la intensidad que sólo los enamorados son capaces de reconocer: nuestros cuerpos, unidos por unos segundos, indagaron recíprocamente a través de las claves del amor. Presa de la efusividad que la caracteriza, se le escapó un besó que acabó estampándose en la mejilla de Trancos. Ni que decir tiene que no di la menor importancia al hecho, que atribuí a una sobredosis de alegría que desembocó en una acción espontánea y de sincera amistad para con uno de los miembros de LR.

—Trancos: Bien, manos a la obra; ahora sí que no tenemos tiempo que perder… —iniciando lo que se suponía que iban a ser las primeras acciones militares de ese nuevo día, aunque no iba a ser tan sencillo.

—Agustina: ¿Cómo que manos a la obra? ¿Y ese avión? Estamos salvados.

No todos habíamos interpretado la señal de la misma manera.

—Julieta: Claro que sí, dentro de unas horas seguro que vienen a rescatarnos, o bombardearán el bosque cargándoselos a todos.

Donovan y Serpiente habían confeccionado uno de sus cigarros psicotrópicos. Yo, por mi parte, opté por cargar mi pipa y mantenerme en un discreto segundo plano.

—Trancos: Me temo que no va a ser tan fácil.

—Agustina: ¿Pero por qué? No lo entiendo. Dios nos ha enviado una señal. ¡Estamos salvados!

Como digo, cada uno entendía las manifestaciones terrenales a su manera. En mi modesta opinión, creo que Él tenía que resolver otros problemas antes que el de salvarnos.

—Trancos: No quiero ser aguafiestas, pero me temo que tendremos que seguir con nuestro plan —un rayo de luz entre tanta oscuridad—. No sabemos cuánto tardarán en iniciar una ofensiva, pero probablemente les llevará un tiempo organizarse, o establecer objetivos prioritarios, o algo por el estilo, y no sé si os habéis dado cuenta, pero este pueblo no aparecerá en sus mapas (por lo menos no tendría que enfrentarme a aquello solo). Los primeros objetivos, seguramente, serán las grandes ciudades y, progresivamente, irán ganando terreno. No podemos abandonar ahora, sabemos que hay una posibilidad.

Las palabras terminaron horadado los ánimos de LR, a excepción de los míos, claro. Evidentemente ya había tenido en cuenta tal circunstancia, así que recurrí a mi capacidad de convicción para devolver la esperanza a mis amigos.

—En efecto, ahora más que nunca debemos saber guardar la compostura. No alteraremos nuestros planes. Tenemos un motivo para luchar, y si somos capaces de aguantar los embates de esta noche, posiblemente llegarán efectivos aliados. Pongámonos manos a la obra. Duplicaremos las provisiones de cócteles y aprovecharemos hasta el último recurso del que dispongamos, tenderemos emboscadas y prepararemos trampas, utilizaremos nuestra inteligencia para…

—Donovan: Que sí, hombre, que sí, que ya nos hemos enterado. Venga, vamos a preparar unos artefactos explosivos. Trae eso —echando mano del croquis donde había especificado la colocación de los coches—. A ver: ¿dónde tengo que colocar los regalitos?

—Esperad, acabaré de informaros de cuál es el plan. —No quería que volviesen a suscitarse comentarios como los que habían iniciado la discusión minutos antes—. Como os iba diciendo, nuestra posición defensiva será la azotea, desde la que iremos ejecutando de forma precisa las diferentes fases de las que consta. Aguantaremos hasta el límite la proximidad de los Zs; deberíamos conseguir el hacinamiento masivo de Zs dentro del perímetro donde se harán estallar los coches, de manera que los que queden dentro no tengan escapatoria. Lanzaremos los cócteles molotov sobre sus cabezas y utilizaremos todas las armas de las que dispongamos. Sólo tendremos una oportunidad, de la que depende que seamos capaces de mermar sus activos bélicos al máximo para afrontar una segunda ofensiva. Esperemos que con sus líneas lo suficientemente dañadas podamos aguantar hasta el amanecer.

—Julieta: ¿Y si algo sale mal? ¿Y si no conseguimos matar a suficientes? Además, ¿por qué no nos escondemos en tu casa? Es segura. Esperamos a que vengan a rescatarnos y ya está.

¡Erre que erre!…

—Agustina: Yo estoy de acuerdo. No entiendo mucho de guerras, pero ayer estuvimos muy a gusto. Os prepararé un caldito que os vais a chupar los dedos.

—Donovan: Eso también estaría pata negra
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. Unas partiditas de cartas o de dominó, unos cigarritos… En fin, como esta noche, vamos.

Recayó sobre mí la responsabilidad de despejar dudas al respecto de tan sugerente propuesta. Ya lo había compartido con mi compañero Trancos. Habíamos concluido que sería mejor no hacerlo público, aunque no pude postergarlo.

—Ojalá pudiera ser. Lamentablemente mi casa ya no es segura. Mi vecino la ha convertido en una alternativa peligrosa, al menos en primera instancia. No aguantará los ataques de tantos efectivos, lo que explica la importancia de reducir al máximo su capacidad ofensiva. Quizá así tengamos una oportunidad. Una vez nos metamos dentro de casa, sólo nos cabrá esperar a que amanezca. Pero si precipitamos nuestro encierro, será el fin definitivo.

—El Cid: ¿Y si nos escondemos y ya está? Me refiero a quedarnos en la azotea y no dar señales de vida. Esperamos a que amanezca y punto, y habremos ganado otro día.

La cuestión era no luchar: tengo que admitir que el cariz que había tomado la conversación me estaba decepcionando.

—Serpiente: Mira, eso ha estado bien pensado. Ahí calladitos, sin hacer una miaja de ruido, lo mismo no se coscan.

Supe entonces que o se reconducía el tema o tendríamos problemas serios en el seno de LR.

—Trancos: Si algo sale mal y nos descubren, y lo harán, no tendremos escapatoria. Escuchad, tarde o temprano nos quedaremos sin munición, y entonces… Tenemos que aguantar al máximo antes de volver a su casa, es la única manera…

Nadie osó replicar. El mensaje había llegado alto y claro. Habíamos conseguido que todos reconociesen el plan como la menos mala de todas las opciones.

Entregué el croquis que especificaba dónde tenían que ubicar los coches para provocar un mayor perjuicio de los efectivos de la milicia

Z. El Equipo de Intervención se puso manos a la obra y los demás buscamos otras tareas defensivas. El Equipo de Avituallamiento retomó la tarea de llenar botellas con combustible para la confección de cócteles. Julieta se encargó de la parte logística: hacía acopio de cualquier cosa que pudiéramos necesitar para librar la batalla final con un mínimo de condiciones. Preparó mantas, ropa de abrigo, cócteles y dispuso munición, además de otros elementos que juzgó necesarios, en todo el perímetro de la azotea, por lo que al final ésta acabó pareciendo una almoneda. Trancos y yo, por nuestra parte, repasamos de nuevo el plan y establecimos los tiempos de acción, así como el aseguramiento de la casa que íbamos a ocupar. En este sentido, tapiamos a conciencia cualquier resquicio que pudiera proporcionar acceso a ella y, lo más importante, confeccionamos el plan de evacuación inmediata por si las cosas se ponían feas. Así, logramos armar una tirolina desde la azotea que habría de ser nuestra escapatoria en caso de que las defensas cayeran. A medida que desplegábamos nuestro plan, íbamos ganando confianza, ya que indiscutiblemente nos dotaba de una notable capacidad defensiva. Aun así, éramos conscientes de las dificultades que entrañaba que todo saliera conforme a lo planeado. Una de ellas era hacer explosionar los coches, seis en total, en el momento justo que nos interesase. Algunos quedaban fuera de la línea de tiro, lo que hacía imposible activarlos desde nuestro enclave. No contábamos con temporizadores o elementos técnicos o mecánicos que supiéramos utilizar, así que se convocó una reunión de urgencia para intentar solventar problema.

—Donovan: Pues yo qué sé… Metemos un móvil en el depósito y luego llamamos, de modo que la chispa lo enciende y luego explota, ¿no? Yo lo he visto en las pelis.

—El Cid: Eso no funciona así, qué chispa ni qué niño muerto, mecachis en la mar. Ves cómo no sé lo que os enseñan en el colegio, aunque creo que tú no fuiste a muchas clases, mecachis en la mar —dijo, contestando la bienintencionada pero estúpida idea del compañero.

—Agustina: Por favor… no seas así, son buenos chicos. Hacen lo que pueden, a ver si tú propones algo… ¡Venga! —recriminando la obvia aunque poco delicada intervención de su marido.

—Julieta: Pues cambia de sitio esos coches y ponlos en otro lugar desde el que puedas verlos —propuso de forma tan práctica… como irrealizable.

—Trancos: No podemos cambiarlos sin alterar todo el plan, y no tenemos tiempo.

—Donovan: Joder, ¡me cago en todo!, ¡a ver si ahora la vamos a liar por esto! Dame un cigarro, quillo.

Mientras decía esto, cogió el cigarro que le pasaba su amigo y lo encendió, un gesto espontáneo que solucionaba nuestro problema, aunque él no fuera consciente.

—Agustina: Pues te pones donde puedas verlos y luego les disparas… —no acabó la frase, pues se dio cuenta de la inoperatividad de su propuesta.

Los coches debían estallar e incendiarse cuando los aledaños de nuestro emplazamiento estuvieran total y absolutamente atestados de Zs, lo que convertía la retirada del tirador en una acción sumamente peligrosa. Además, los coches que quedaban fuera del alcance del rifle estaban demasiado separados entre sí, lo que suponía la necesidad de contar con dos tiradores diferentes, maniobra logística-mente inaceptable puesto que sólo disponíamos de un rifle. Mientras se exponían toda clase de ideas para poder ejecutar la misión, pude fijarme en cómo el fumador tiraba a medio acabar el cigarrillo que tenía encendido: por lo visto, si no contaba con el aliño que estaba acostumbrado a consumir, no le era satisfactorio. No presté demasiada atención: seguíamos debatiendo el mecanismo que nos facilitaría la tarea de encender los coches bomba. No recuerdo cuánto tiempo pasó; quizá el suficiente como para que se expusiesen dos o tres propuestas, a cuál más peregrina e inoperante. Cuando volví a reparar en el cigarro lanzado a escasos metros del grupo, ya se había consumido hasta convertirse en una colilla. El corazón se me aceleró: de pronto recordé cómo en algunas películas se había recurrido al responsable de provocar el mayor índice de mortalidad a largo plazo por cáncer para fabricar una especie de temporizador casero. Debieron de percatarse de que algo se me había ocurrido, porque de repente todos se quedaron mudos.

—Julieta: A ver, ¿qué se te ha ocurrido?

—¡Un cigarrillo! —pronuncié sin casi alzar la voz.

—Donovan: ¡Mira el tío! ¡Y nosotros pensando que se te había ocurrido algo! Anda, toma, si ya decía yo que eso de la pipa era para nada. ¿Quieres que te haga uno de los míos, a ver si así te sientes inspirado?… —tuve que rechazar su oferta y explicar el sentido de mis palabras.

—No, me refiero a que utilizaremos un cigarrillo como temporizador. Bastará con encenderlo y esperar a que se consuma para que active una mecha y acabe detonando el depósito.

Deduje por las caras que pusieron que todos imaginaron el proceso: cuando expuse la idea, no tenía claro el mecanismo que deberíamos utilizar, pero, en esencia, se trataba de eso.

—Agustina: ¿Pero y si se apaga?

—Donovan: Qué va, qué va… eso no se apaga ni para atrás. Que yo me acuerdo de que he fumado en el patio del trullo cayendo la del pulpo
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y aquello seguía echando humo, eso es fijo.

—Julieta: No se apagan, llevan pólvora en el papel, es lo que los mantiene encendidos —aclaraba, segura de lo que acababa de decir.

—Trancos: Además, podemos colocarlos debajo del coche, con lo que quedarán resguardados. ¿Cuánto tarda en consumirse un cigarrillo?

Hicimos la prueba con uno: el tiempo que registramos era insuficiente, por lo que al final se optó por unir tantos cigarrillos como fueran necesarios para proporcionar más tiempo a los diferentes artefactos, según su ubicación. Habiéndoles quitado sus respectivas boquillas y uniéndolos entre sí, los tiempos obtenidos se acercaban a lo deseado. La idea había tenido efectos revitalizantes para LR, de modo que saltaron a la palestra algunas ideas más: se distribuirían recipientes de gasolina en el perímetro más cercano a nosotros para que en caso necesario pudiéramos utilizarlos de igual modo como artefactos incendiarios. Además, se habilitaron unos globos cuyo cometido sería impregnar de gasolina al mayor número de Zs una vez impactaran sobre ellos. Después sólo tendríamos que incendiarlos y propagar el fuego entre los que estuvieran manchados de combustible. La idea había sido de Serpiente, quien recordó lo que parecía ser una especie de práctica juvenil para aliviarse durante los calurosos días de verano en su pueblo natal: evidentemente el contenido de los globos en este caso era agua.

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