Zoombie

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Authors: Alberto Bermúdez Ortiz

Tags: #Terror

BOOK: Zoombie
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El día del juicio final ha llegado a la Península Ibérica. ¿Quién asumirá la defensa de los pocos enclaves en los que todavía quedan supervivientes?: ¿el Gobierno?, ¿el ejército?... Sólo unos pocos privilegiados adelantados a su tiempo supieron predecir el Apocalipsis. Uno de estos visionarios formará parte del grupo resistente de un pequeño pueblo peninsular. Como experto en el fenómeno zombi intentará poner sus conocimientos al servicio de los integrantes de La Resistencia: no tienen armas y nadie sabe que existen, sólo se tienen los unos a los otros... Y se enfrentan a la criatura más peligrosa sobre la faz de la tierra: el zombi ibérico.

Un relato donde se entremezcla el humor que camina entre la ironía más sutil y la pura escatología, donde los trazos de la crítica social, política, y de la propia psicología humana van de la mano, y donde la mezcolanza de géneros dispares (cómic, cine, literatura...) tienen cabida por igual. Imaginativo e innovador, nunca antes el género zombi tuvo una representación tan genuina como en Zoombi: un libro con auténtica denominación de origen.

No dejes que otros asuman el reto de salvar tu vida. Adelántate a los acontecimientos... y sobrevive.

Alberto Bermúdez Ortiz

Zoombi

El apocalipsis Zombi con denominación de origen

ePUB v1.0

elchamaco
16.08.12

Título original:
Zoombie El apocalipsis zombie con denominación de origen

Alberto Bermúdez Ortiz, 2010.

Diseño/retoque portada: elchamaco

Editor original: elchamaco (v1.0)

ePub base v2.0

Agradecimientos

A JLF, sin cuya colaboración este proyecto no habría visto la luz.

Y por ser mi amigo.

A Bel y Albert.

PRÓLOGO

El temido apocalipsis zombi ha llegado hasta el umbral de nuestros hogares. Debemos hacernos fuertes. Aunar esfuerzos. Buscar enclaves estratégicos en los que sentirnos protegidos. Rastrear nuevas fuentes de aprovisionamiento. Analizar a nuestro enemigo. Conocer sus costumbres. Encontrar efectivos métodos de defensa… y ataque.

Debemos organizarnos. Resistir. Sobrevivir. Perpetuarnos.

Pero que nadie piense, ni por un momento, que será una tarea fácil. Aquí no hay militares expertos en defensa personal y modernas técnicas de combate. Ni siquiera soñéis con una atractiva científica que os promete un antídoto capaz de erradicar el virus zombi.

Esto es España. Aquí no hay héroes. Sólo maleantes, aprovechados, vagos e inútiles. Habrá momentos en los que desees convertirte en uno de ellos.

Quizá no sea éste el lugar idóneo para sobrevivir a un apocalipsis zombi.

Zoombi
es la primera epopeya zombi con auténtica denominación de origen. Un relato costumbrista sobre el horror de los muertos vivientes, atiborrado de personajes pintorescos y humor cañí en el que podrás experimentar el fenómeno zombi como nunca antes lo habías hecho.

J.L.F

Si te encuentras en medio lo que podríamos denominar un «holocausto Zombi» (podrás deducirlo simplemente mirando por la ventana y comprobando si seres semejantes a los humanos, en cuanto a morfología, están comiéndose a otros que realmente lo son) y tienes la suerte de contar entre tus manos con este Informe-Diario, pasa directamente a la lectura del Anexo que se incluye en él y aplica con la mayor urgencia posible los consejos que se especifican. En caso contrario, sabedor del peligro que se cierne sobre la humanidad, y habiendo ya tomado las pertinentes medidas de seguridad, lee desde aquí y relájate: el espectáculo ha comenzado.

Informe-Diario de a bordo: día 1, 3.00 p.m., lunes.

«En el principio creó Dios los cielos y la tierra.»

Se equivocaron los incrédulos, los que nos tacharon de locos, los que se rieron a nuestras espaldas y aquellos que ni siquiera nos concedieron el beneficio de la duda. Tanto experimento científico y manipulación genética incontrolada han terminado por alterar el devenir de la naturaleza dando al fin la razón a los integrantes del Núcleo Precognitivo y a sus prosélitos, entre los que obviamente me encuentro, aunque no quisiera pecar de presuntuoso adelantándome a los acontecimientos. Gracias a aquellos que intuyeron los derroteros de la involución humana, otros podrán sobrevivir. Supisteis anticiparos a vuestro tiempo: los Jules Verne de mi tiempo. He soportado durante años constantes alusiones a mi carencia de vida social y amorosa y a lo perjudicial para mi estabilidad mental de mi inusitada afición por películas, libros o cualquier otro soporte de información que tuviera como protagonista a la criatura más interesante que el hombre ha sido capaz de crear: el zombi.

Era cuestión de tiempo que ocurriese. El día de la tribulación ha llegado, y el presente Informe-Diario dejará constancia de la evolución de la invasión zombi en los sucesivos días y de los avatares que ella me depare. He decidido llamarlo así después de sopesar los pros y los contras de dicha denominación: al principio me decantaba por llamarlo sólo «informe» para dotarlo de la necesaria objetividad que redundaría en su valía científica, aunque implicaba renunciar al estilo literario, que al fin y al cabo es uno de los factores que me empujan a escribirlo y del que no estoy dispuesto a prescindir, por lo parco en palabras del lenguaje científico y su intrínseca y por otra parte requerida «asepsia sentimental», así que he tenido que desestimarlo. Denominarlo «diario» tendría justo el efecto contrario: menoscabaría la pretendida intención erudita, por lo que, ciñéndose a mis expectativas, me he visto obligado también a desecharlo. Es evidente que la fórmula ideal es la que finalmente he escogido: Informe-Diario, en lo sucesivo ID. Me doy cuenta de que no será éste el único documento escrito que perpetúe lo acaecido en estos días aciagos, aunque dudo que tengan un estilo narrativo que haga amena su lectura. Siempre supe que se presentaría la oportunidad de mostrar mi talento narrativo: lástima que el momento escogido por la providencia sea el de la destrucción de la humanidad, pero no por ello voy a hacerle ascos. No quisiera excederme en la introducción, teniendo en cuenta que desde hace unas horas los medios de comunicación alertan de que la invasión empieza a tomar tintes extintivos para la raza humana, pero tampoco forma parte de mis pretensiones que el fuero se lleve una idea equivocada —o en todo caso no llevarse ninguna— del autor de este legado para la Nueva Era: la que tenga que constituirse con los restos de la civilización que actualmente conocemos; así que espero que se me perdone la licencia.

Las noticias que hasta ahora aparecen tampoco merecen especial atención: son las normales en caso de Invasión Zombi, o Apocalipsis Zombi —no es mi intención ponerme puntilloso con el tema—. Ataques masivos a cualquiera que se aventure a salir de su casa, cuerpos destrozados por doquier, disparos, saqueos y violaciones: lo normal, ya digo. Hordas de zombis surgidos de la nada han empezado a atacar a diestro y siniestro y no están dejando, valga la expresión, títere con cabeza. En la televisión se afanan en mostrar toda clase de imágenes de cuerpos destrozados y de banquetes pantagruélicos con comensales ávidos de carne y sangre. Muchas de estas escenas ya las recrearon las obras de los del Núcleo Precognitivo anteriormente mencionado. Aparte de un comportamiento marcadamente antropófago, todavía no puedo asegurar si presentan otras características consustanciales atribuidas a estos zombis (también «Z» o «Zs»
[1]
, si hago referencia al plural, según convenga) o si difieren en mucho de lo que marcan los cánones. Pero deduzco que en las próximas horas podré dilucidar más sobre el asunto. Como comentaba, los medios de comunicación narran con estupor el Armagedon (aunque jamás se plantearon que se derivase de una plaga zombi), presentando una imagen bastante patética de sí mismos: denotan una ignorancia supina acerca de los hechos que les toca narrar y su incapacidad intelectual queda patente en cada intervención. Algunos de los reporteros han sido atacados en directo, por lo que la sucesión de imágenes dantescas ha podido ser vista por millones de personas: un hecho evidentemente sin precedentes en la historia de la televisión.

El presidente y algunos miembros del gobierno han hecho ya su aparición en los medios de comunicación afines llamando a la calma, a la serenidad —cosa bastante complicada de llevar a cabo en el caos más absoluto—, y quitando importancia a lo acaecido. Mientras, el partido de la oposición ha hecho lo propio en los suyos arremetiendo sin miramientos contra los primeros y culpando de la invasión a la gestión política mantenida, al paro y a otras cuestiones de índole socioeconómica que no vienen al caso. De todo ello se deduce que la crisis Z ha tomado proporciones incontrolables y que la gravedad del asunto es inversamente proporcional a la importancia que le atribuye el estamento oficial; de ahí que la población, dados los antecedentes políticos en los que últimamente nos hemos visto envueltos, desoigan cualquier comunicado gubernamental: mis conciudadanos, presos del pánico, abandonan sus hogares hacia lugares supuestamente no afectados quedando expuestos a un ataque. Ignoran que las aglomeraciones de personas que se producen en grandes ciudades son el caldo de cultivo perfecto para que la epidemia se extienda en progresión geométrica, y que es mucho más seguro permanecer en poblaciones de poca densidad demográfica, como es el caso del pueblo en el que habito y que elegí concienzudamente en previsión de tales circunstancias. Agradezco no tener adónde ir: no tengo familia (viva, me refiero) y mis relaciones sociales se han fraguado al calor del anonimato de lo superfluo. Si la habitación en la que me encuentro no contase con cristales blindados, llegaría hasta mí la batahola de la huida de todos ellos. Los que no sean devorados mañana engrosarán las filas zombis. Se ha declarado el estado de excepción y el ejército intenta controlar la situación, sin mucho éxito por el momento.

He tenido que suspender la escritura para atender una llamada al timbre de mi puerta de un conciudadano avisándome de que se han habilitado el autobús de línea del pueblo, y el escolar, para huir hacia… no se sabe dónde. Evidentemente, he declinado la oferta argumentando que estaba inmerso en un proceso creativo que no podía desatender, cosa que ha debido de ofender en extremo a mi interlocutor, ya que ha mostrado su disconformidad con mi decisión haciendo alusiones a mi estado mental. Me he enterado por otra parte de que el vecino de arriba ha seguido mi ejemplo, lo que me extraña dada su timorata personalidad: pero éste será un hecho que me beneficie, tal y como quedará patente más adelante.

Pronto amanecerá y estos nuevos inquilinos tendrán que buscar un lugar donde pernoctar a salvo de los rayos de sol, poco adecuados a priori para sus pieles cianóticas. Será entonces el momento de realizar la primera misión de reconocimiento. Por ahora, permanecer en casa encerrado a cal y canto es la opción más segura. Avanzaré de todos modos las líneas maestras de mi plan para el día de mañana. No tengo necesidad de avituallarme: mi despensa se encuentra bien provista, pero me he quedado sin tabaco de pipa, lo cual es inaceptable y requerirá una visita al estanco ubicado dentro del supermercado del pueblo. Mi empeño en conseguir una buena mezcla de tabaco no es gratuito: me ayuda a pensar, a tomar decisiones trascendentales, mantiene mis nervios templados y es lo único que consigue que mis visitas al lavabo no sean un vía crucis: sufro de estreñimiento severo crónico; me ahorraré ser más explícito abundando en detalles escatológicos.

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