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Authors: Alberto Bermúdez Ortiz

Tags: #Terror

Zoombie (11 page)

BOOK: Zoombie
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—Agustina: ¿El capitán Quin?, ¿y ése quién es?

—No, no… Kirk… Ka de kilo, i, erre, ka de kilo —deletreé para evitar nuevos malentendidos.

—El Cid: Otro yanqui, seguro —y antes de escuchar una nueva retahíla de estupideces, disipé cualquier duda al respecto.

—El capitán Kirk, de la nave espacial
Enterprise
. Con su tripulación surcaba el firmamento en busca de nuevos mundos.

Al final parecieron reconocer al personaje vagamente, a excepción de El Cid y Agustina: tal y como había sucedido con Trancos y Serpiente, no habían ni oído hablar de ellos. Por el contrario, sí parecieron dar muestras de recordar a Donovan en la famosa serie televisiva.

Había rozado la gloria, pero tuve que aceptar la derrota en esta pequeña batalla: no había conseguido el liderazgo de LR, aunque no daría por perdida la guerra. Como mínimo, quedaban constituidos el Equipo Especial de Intervención y el de Avituallamiento, y todos estrenábamos nombres de guerra: Trancos, Donovan, Serpiente, El Cid, Agustina y el capitán Kirk serían los renovados integrantes de LR. Tengo que reconocer que me sentí decepcionado: haberme topado con este género de tropa no colmaba ni de lejos mis expectativas, pero al final intuí que eran un diamante en bruto y que sólo hacía falta pulirlos. Esperaba un grupo de aguerridos hombres de uniforme perfectamente equipados y adiestrados en el arte de la guerra. Máquinas perfectamente engrasadas para matar capaces de obedecer cualquier orden sin rechistar. La realidad era bastante diferente: dos púberes con la ropa de deporte proporcionada en el servicio militar, un neófito aprendiz de policía local (que pugnaba por mantener su estatus de líder) y un matrimonio de la tercera edad a los que el holocausto Z había sorprendido de vacaciones en la ciudad integraban tan singular Resistencia.

No reproduciré las conversaciones que se entablaron después, pero pasamos un par de horas intercambiando opiniones de diferente índole durante las cuales rompimos el hielo entre nosotros y empezaron a fraguarse los primeros compases de la confraternización. Pude así enterarme de la procedencia de cada uno de mis nuevos compañeros y de algunas circunstancias personales superfluas. Dadas por concluidas las presentaciones, y respetando escrupulosamente la designación por medio de los nuevos nombres de guerra —pese a que hubo algunos errores y acabé enterándome de los nombres propios de todos ellos (aunque no los revelaré)—, al final todo el mundo pareció acostumbrarse a ellos.

La cuestión es que pasadas un par de horas, y después de haber comido unos bocadillos que amablemente había preparado el recién nombrado Equipo de Avituallamiento, en concreto su integrante femenina, nos centramos en los temas realmente trascendentales, aunque primero se hizo necesario ocuparse de otros más superficiales derivados del yantar: establecimos que quedaba prohibido el consumo de alcohol y las manifestaciones aeróbico-fisiológicas desmesuradas. Durante una ausencia de Trancos, inicié la conversación que establecería las bases de actuación para las siguientes horas: básicamente trataría de exponer cuáles eran las prioridades referentes a preservar la seguridad del grupo. La mayoría de ellas no eran de mi cosecha, pues estaban recogidas en las obras de los miembros del Núcleo Precognitivo, pero sí era mío el mérito de haberlas compilado y de aplicar las más adecuadas.

—Bueno, es evidente, queridos compañeros, que deberíamos plantearnos algunas cuestiones de vital importancia para nuestra supervivencia. He estado meditando al respecto y, echando mano de mis recuerdos bélicos en aras de establecer prioridades, he concluido que el primer punto que hemos de solventar… —volvía Trancos de dar solaz a sus necesidades fisiológicas sin prestar mucha atención a mi postulado. Hice una breve pausa y seguí con mi disertación—. Como iba diciendo, el primer punto que hemos de solventar es el de establecer un punto de encuentro donde nos reuniremos todos los días para iniciar la Reconquista. —De nuevo tuve que interrumpir mi exposición porque el grupo mostró, al fin, interés por el término utilizado, y me vi obligado a explicar sus connotaciones históricas y su similitud con nuestra causa: fue aceptado sin discusión y proseguí con mi
dialogus interruptus
—. Ciertamente no he desarrollado esta cuestión, así que sería interesante que aportarais propuestas, con un mínimo de sentido común, por favor.

—Trancos: Establecer diferentes puntos de encuentro en función de la hora, así siempre tendríamos una referencia para reunirnos de forma segura. Hacer una especie de mapa solar. Podría ayudarnos en caso de que necesitáramos un refugio. Sobre todo a la caída de la tarde, el horario más peligroso.

Nueva carga de profundidad a mis pretensiones de ocupar el puesto de capitán. Además, me había hecho recordar el incidente de la pira funeraria de XY-Z, cuando me sorprendió el anochecer de forma tan penosa. La idea era buena y fue aceptada enseguida. Me reproché no ser su autor, pese a que tuve la capacidad de reacción suficiente para decir la última palabra.

—Donovan: Eso está chachi
[21]
, a esos bichos no les mola
[22]
el lorenzo
[23]
ni una miaja.

—Serpiente: Ya te digo, los deja como a un chicharrón.

—Bien, entonces seré yo mismo quien confeccione ese mapa con los puntos seguros, «PS» a partir de ahora —las zonas soleadas que nos mantendrían a salvo de posibles ataques Z durante la puesta y la salida del sol—. Conozco el pueblo desde hace tiempo y no me será difícil. Además, requerirá ciertos cálculos y valoraciones que dudo que podáis realizar. Me comprometo a tenerlo mañana —no quería dejar en manos de nadie más la tarea de establecer los PS que podrían salvarnos la vida.

—El Cid: Sí, señor, mecachis en la mar
[24]
, así se habla. A ver si aprendéis… que no sé lo que os enseñan en el colegio.

—Agustina: Calla, hombre, que siempre estás metiendo baza. Y no digas palabrotas o al final ya sabes que me voy a enfadar —frase que repetiría hasta la saciedad intentando una modificación en la conducta de su marido con respecto a la forma de expresarse que jamás tuvo la más mínima repercusión.

Sin dar tregua, y valiéndome de la coyuntura, me aventuré a proponer la segunda cuestión: aproveché para encender mi pipa.

—Solventado el tema de los PS, quisiera plantearos el siguiente plan de acción, bélico, me refiero. Hasta ahora, y según vuestras informaciones…

El Equipo de Intervención entabló una conversación privada que me despistó, hasta que, alzando la mano, terminaron por interpelarme.

—Donovan: Quillo, digo… Kirs —queriendo pronunciar Kirk—, pido permiso para liarme un canutito. Disculpe usted la interrupción.

Al principio no supe a qué se estaba refiriendo con lo del canutito. Me esforcé por atisbar en las manos del sujeto cualquier objeto que pudiera tener su forma o recordármelo, pero no lograba ver más que una porción de un material color chocolate —nombre por el que curiosamente se conocía al estupefaciente que pretendían fumar—, un cigarrillo colocado en su oreja y un papel de liar tabaco en la otra mano. La petición suscitó un nuevo altercado con los demás miembros de LR, que reprochaban la afición de estos sujetos a los psicotrópicos. En cualquier caso, no hubo más remedio que aceptar la moción.

La inoportuna interrupción me había dado tiempo suficiente para aprovechar los PS e ingeniar un plan bélico a partir de ellos: retomé el alegato y propuse llevar a cabo un barrido por cuadrantes desde los puntos seguros eliminando cualquier presencia Z que pusiera en peligro nuestra seguridad. Mi idea era hacer del pueblo una zona segura: una ínsula en medio de un mar de Zs donde nos haríamos fuertes. Dividiría el pueblo en diferentes cuadrantes. Cada uno de ellos contaría con un PS desde el que se llevaría a cabo la limpieza de ese cuadrante; una vez limpio, se abordaría otro, y así sucesivamente hasta acabar con todos los cuadrantes, lo que convertiría el pueblo en una zona segura. En teoría, un plan sencillo, aunque otra cosa sería llevarlo a la práctica. Sólo quedaba asignar un nombre a la misión, nueva diatriba que nos distraería los diez minutos siguientes, ya que todos creían tener el más indicado. Saltaron a la palestra nombres variopintos: Misión Limpieza Zombi, Misión Aniquilación, Misión Pelar Zombis, Misión Reventar Cabezas… y otras que prefiero no reproducir. Finalmente se alzó con la victoria Misión Limpieza Zeta (MLZ). Durante esos minutos hice una estimación mental del tiempo que invertiríamos en asegurar los cuadrantes y lo compartí con mis compañeros:

—Bueno, según mis primeros cálculos, si imprimimos a la misión la suficiente presteza, podríamos asegurar del orden de dos cuadrantes diarios. Entendiendo diarios desde las 7.00 a.m., cuando se iniciarían las primeras actuaciones, hasta las 6.00 p.m., momento en que nos reuniríamos para planear el día siguiente. En total, resultan seis cuadrantes, lo que quiere decir que el pueblo sería zona segura en unos cuatro días, teniendo en cuenta posibles retrasos… —sus rostros revelaron que acababa de decir algo impropio o sumamente equivocado, como quedaría de manifiesto inmediatamente.

—Trancos: Me temo que eso no es correcto. No tenemos tres días. Según nos han informado, los zombis aparecerán, como mucho, en tres.

La noticia me conmocionó: ¿Quién les había informado?, ¿qué significaban aquellas aseveraciones? Me apresuré a demandar en qué circunstancias habían conseguido tan capitales datos; no obstante, la cara debió de cambiarme de tal modo que obtuve respuesta incluso antes de pronunciar palabra.

—El Cid: El jefe tiene una radio —creí haber resuelto el entuerto. Estaba tan estupefacto que no encontraba la manera de expresarme, lo que puede dar una idea de la magnitud de mi sorpresa.

—Trancos: Sí, bueno, no lo habíamos comentado porque supusimos que estabas al corriente, pero claro, ahora que caigo, no lo podías saber. Tengo una radio de onda corta, bueno, está en el coche patrulla, todos llevan una. Desde el inicio de la crisis he mantenido el contacto con otros como nosotros que están en la ciudad.

Según sus informaciones, de esta misma mañana, el avance de los Zs es imparable, no han podido contenerlos y cada vez son más. Están desbordados, y como muy tarde, pasado mañana tendrán que abandonar su puesto —hizo una pausa durante unos segundos; después volvió a recibir noticias importantísimas referidas al avance en las investigaciones para el desarrollo de un arma contra la invasión—. Si te sirve de consuelo, parece ser que casi se ha encontrado un arma química que los pueda aniquilar. El problema sigue siendo que por lo visto tiene efectos secundarios muy dañinos para los seres humanos.

Aquella información revelaba el statu quo de la humanidad. Estaba claro que las previsiones más pesimistas de los integrantes del Núcleo Precognitivo se estaban cumpliendo a rajatabla, incluso más deprisa de lo que ellos mismos imaginaron. Eran tantas las cuestiones que se suscitaban a raíz de tales revelaciones, que inicié una batería de preguntas, intentando mantener la calma y henchir la moral de la tropa:

—Entiendo; entonces deduzco que la situación empieza a ser crítica y que debemos hacer algunos cambios en nuestros planes para establecer prioridades. ¿Cómo se encuentran nuestros aliados?

—Donovan: Chungos
[25]
que te cagas, quillo. Más jodidos que el Atleti
[26]
. Se piran de la ciudad y se vienen para el pueblo —quería dar a entender que se estaba llevando a cabo la evacuación de la ciudad.

—Serpiente: ¡El Atleti no está tan chungo, listo! Vosotros si que lo tenéis chungo… —por fortuna bastaron unas miradas para que la cosa no derivase en una discusión bizantina.

—El Cid: Mal, bastante mal… no nos dan muy buenas noticias, me cago en todo lo que se menea
[27]
.

—Agustina: ¡Ay, Dios mío! Lo que nos espera…

Agustina no era prolija en comentarios de ningún tipo, y menos que tuvieran que ver con la planificación bélica. Como ya he comentado, se limitaba a reprochar a su marido su manera de hablar y poco más. Se mostraba bastante morigerada en todo lo que hacía y decía y prácticamente pasaba desapercibida la mayor parte del tiempo (de ahí que de vez en cuando salpique las conversaciones con algunos de sus apuntes para recordar así al lector su sempiterna presencia dentro del grupo). En el polo opuesto se encontraban Donovan y Serpiente, quienes a la menor oportunidad daban muestras de su garrulería opinando peregrinamente con ocurrencias varias que en el mejor de los casos nos hacían reír, motivo por el que en última instancia también plasmaba sus intervenciones. Aun así, tanto la una como los otros serían de capital importancia en el desarrollo de los acontecimientos venideros y en el mantenimiento del equilibrio emocional dentro del grupo.

—Trancos: No pueden contener el avance en las ciudades. Han caído las más importantes y, por lo visto, los voluntarios se están refugiando en pueblos, donde la incidencia de bajas es mucho menor. El ejército se encarga de las ciudades, aunque los problemas de abastecimiento de armas y alimentos están haciendo estragos. La única esperanza es que den con el arma.

Se ponía de manifiesto que estábamos abatiendo moscas a cañonazos. Si todo aquello era verídico, no debíamos perder ni un minuto: la dirección de mis intervenciones así lo dejaban entrever.

—¿De qué disponemos?

—Donovan: De esta fusca
[28]
—dijo alzando una escopeta.

—El Cid: ¡Y de mi arrojo
[29]
, mecachis en la mar
[30]
!

—Serpiente: ¡Y de los míos! Les vamos a dar para el pelo a esos muertos de hambre…

—Trancos: Por favor… —interrumpió—. Disponemos de lo que ves. Además de una radio de onda corta.

Sin más dilación una mente privilegiada debía urdir un plan que diese la vuelta a la situación. Como mínimo, la moral de la tropa era alta, y no era conveniente desaprovecharla, así que hice valer mi talento innato para la oratoria.

—Bien… podría ser peor. Contamos con mucho más que eso, contamos con nuestra inteligencia. En concreto con la mía, que sin duda nos da ventaja. Además de con todo un pueblo para expoliar: un polvorín del que aprovecharemos hasta el último recurso. Necesitamos armamento, pues con lo que tenemos no conseguiremos detener el avance de los Zs. Combinaremos la MLZ con la búsqueda de armamento ligero y con la confección de otro que podamos utilizar. Convertiremos el pueblo en un castillo inexpugnable donde nos haremos fuertes al asedio. Contamos con víveres y agua suficiente. Reclutaremos a cualquiera que pueda empuñar un arma y resistiremos hasta el final —sabía que mi liderazgo dentro del grupo estaba subiendo enteros, así que sin perder ripio seguí improvisando la arenga a la tropa—. Si nos mantenemos unidos y luchamos con todos nuestros medios, quizá resistamos. Que no se diga que los hombres que defendieron este pueblo tiraron la toalla sin dar hasta la última gota de su sangre.

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