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Authors: James Luceno

Tags: #Aventuras, #Ciencia ficción

Agentes del caos II: Eclipse Jedi (37 page)

BOOK: Agentes del caos II: Eclipse Jedi
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—Cosas del destino —exclamó Droma malhumorado—. Pero me sigues debiendo una vida.

—¿De qué hablas? —preguntó Han volviéndose hacia él.

—Te salvé a bordo del
Reina del Imperio
cuando Reck te hizo saltar, y después te liberé de la cápsula de salvamento del
Halcón
cuando Elan intentaba matarte.

—Sí, ¿y qué me dices cuándo te saqué del canal de desagüe?

—Ésa es la que he contado —dijo Droma.

—¿Y el haberte sacado de una pieza de la sede no cuenta?

—Me has rescatado, no me has salvado la vida. No sabemos si mi vida estaba en peligro, así que lo mejor que podemos decir es que me has librado de los trabajos forzados.

—Está bien, te debo una —aceptó Han riendo.

—Entonces, págamela ahora… ¡sácanos de aquí!

Han le dio unas palmaditas en la espalda antes de ponerse serio.

—Oye, por si no salimos de ésta…, ha sido un placer volar contigo.

—Lo sé —dijo Droma inexpresivo, para luego agregar—: ¿Qué quieres decir con eso de volar conmigo?

—Exactamente eso. Pero ahora ya no estoy tan seguro.

Han oyó cómo reducían su intensidad los repulsores del explorador-recolector y se puso en pie.

—Estamos aterrizando. Si abren las compuertas antes de congelarnos, vamos por ellos, ¿de acuerdo?

Droma extendió su mano y Han la estrechó.

El explorador quedó inmóvil y se oyeron ruidos en el exterior, antes de que las compuertas empezaran a abrirse. Han y Droma se prepararon.

—Gracias al Hacedor que están vivos —dijo una voz de androide. Han intentó que sus ojos se acostumbrasen a la luz procedente de la abertura.


¿Confuso?

Una escalera descendió al interior, y Han y Droma treparon fuera. El explorador se encontraba en el espacioso interior de una instalación. El retumbar que se escuchaba sobre sus cabezas indicó a Han que estaban bajo tierra. Les rodeaban docenas de androides, cada uno saludándolos a su propio estilo.

—Éstos deben de ser los amigos que mencionaste, ¿no? —conjeturó Droma, sacudiéndose el agua como si fuera un perro.

—¿Cómo diablos nos has encontrado? —se interesó Han.

—Hemos seguido todos los acontecimientos gracias a las comunicaciones —explicó
Confuso—.
Escáneres de seguridad, los intercambios de información entre los equipos de seguridad, imágenes en tiempo real transmitidas vía satélite, incluso el sistema de control de los canales de irrigación y de desagüe. Cuando estuvimos seguros que estabais a punto de llegar al río, desplegamos la red y el explorador-recolector, un vehículo que hace tiempo que no se utiliza.

—¿Dónde estamos? —preguntó Droma, ya repuesto de la sorpresa.

—Debajo del espaciopuerto —explicó
Confuso
señalando un túnel cercano—. Por ahí se llega directamente al hangar de atraque donde se encuentra vuestra nave.

Han miró a Droma y sonrió abiertamente.

—Gracias por todo lo que habéis hecho por nosotros —dijo
Confuso,
hablando en nombre de todos los androides.

Han movió la cabeza nervioso y entrecerró los ojos.

—Escucha, si nos habéis estado siguiendo, Salliche también lo habrá hecho. Y probablemente tendrán imágenes de todo lo sucedido en el río. Tenéis que huir de aquí… ¡y rápido!

—Que nos capturen no importa; ya hemos conseguido nuestro objetivo. En estos momentos estamos quitando el mecanismo de desactivación a muchos de los androides que has liberado, y nuestra protesta ha pasado del estadio de planificación a una realidad inmediata.

—¿Protesta? —preguntó Droma.

—Ya te lo explicaré luego —Han se volvió hacia
Confuso—.
Después de todo lo que habéis hecho, casi me da vergüenza preguntártelo, pero, ¿habéis conseguido reunir más datos sobre el
Trevee?

—Sí. Nuestra suposición original de que la nave tenía como destino registrado Abregado-rae era correcta. No obstante, el verdadero destino no es ni Thyferra ni Yag’Dhul, sino el mismo lugar donde me activaron: Fondor.

El nombre fue casi un grito para Han. Fondor era un planeta industrial en el sistema del mismo nombre, famoso por sus enormes fábricas orbitales. Durante la Rebelión, los astilleros de Fondor habían ensamblado a varios destructores estelares clase Súper.

Han se volvió hacia Droma.

—Tus compañeros de clan se encuentran en Fondor.

—Entonces… ¿no están en el Campo 17? —Droma parecía confundido. Han negó con la cabeza.

—Llegamos demasiado tarde. Hicieron un trato con los hombres de Tholatin. Su nave era el
Trevee.

—Señores, si me permiten una sugerencia —intervino
Confuso—,
pueden ahorrarse tres saltos hiperespaciales utilizando una hiperruta poco transitada, la de Gandeal-Fondor. Fue establecida por el Imperio para mover naves entre Fondor y Coruscant, y estoy seguro que podremos proporcionarles las coordenadas de salto necesarias.

—Eres todo un androide,
Confuso
—sonrió Han alegremente—. Espero que tu mensaje llegue a todas partes.

—Ojalá, señor. Con el eco que la HoloRed ha dado a nuestra protesta, los androides de toda la galaxia lucharán por sus derechos.

—Tienen mucho que agradecerte.

—Sólo soy una pieza más de una enorme maquinaria —aseguró
Confuso
sin afectación—. Mi deber es hacer todo lo que pueda por mis camaradas. Han y Droma intercambiaron una breve mirada.

—Y el nuestro —confirmó Han.

Wurth Skidder, inmovilizado por un pegote de adhesivo orgánico, siguió con la mirada a Chine-kal mientras el comandante completaba el segundo círculo a su alrededor. Concéntricos al círculo que trazaba Chine-kal se hallaban una docena de guardias armados con anfibastones y otras armas.

—Me sorprende que tus poderes no te permitan liberarte de nuestra gelatina blorash —musitó Chine-kal fijándose en los inmovilizados pies de Skidder—. Quizá no seas tan poderoso como pensábamos.

En un estallido de rabia, Skidder utilizó la Fuerza para crear una burbuja de vacío en torno a la cabeza del yuuzhan vong.

Chine-kal boqueó y se llevó las manos a la garganta.

—Muy bueno —exclamó en tono áspero cuando la burbuja de Fuerza se disipó—. Sí, muy bueno —aspiró profundamente—. Muéstrame algo más.

La venenosa mirada de los ojos de Skidder era la prueba de que, por lo menos, estaba pensando hacerlo. Pero esa mirada duró poco, y pronto fue reemplazada por una sonrisa desdeñosa.

—¿No quieres elevarme del suelo? —preguntó Chine-kal—. ¿Poner palabras en mi boca? ¿Derribarme sobre cubierta como yo hice contigo? Skidder no respondió.

—¿Puedes levitar tan fácilmente como haces levitar objetos? —como Skidder seguía sin responder, Chine-kal emitió un profundo suspiro—. Tu reticencia a luchar es tan decepcionante como incomprensible. Los Jedi representáis una amenaza para nosotros, una amenaza que estamos dispuestos a exterminar. Y aunque nosotros somos una clara amenaza para vosotros, no hacéis más que actuar furtivamente, ofreciendo apoyo o información, pero sin participar en la lucha como guerreros. ¿Por eso os gusta definiros más como guardianes que como soldados?

Chine-kal hizo un movimiento con la mano para indicar que estaba siendo retórico.

—Dado que nuestro yammosk y tú habéis establecido una fuerte relación, tendré que pensar en una forma diferente de quebrantar tu voluntad. Pero al final lo conseguiré —calló un momento antes de proseguir—. Deja que te muestre una cosa.

El comandante se acercó al muro membranoso que era el casco exterior de la nave y gritó una orden que hizo que una parte de él se volviera transparente. Un planeta de mares azules y masas de tierra verdes y marrones flotaba en medio de la negrura del espacio. Más cercana estaba una luna de buen tamaño, en cuyo hemisferio iluminado podía verse una ciudad bajo un domo transparente.

—¿La reconoces? —preguntó Chine-kal—. El planeta es Kalarba, y la luna es Hosk. Esa ciudad se llama Estación Hosk y, al parecer, es una maravilla tecnológica llena de androides y otras aberraciones mecánicas. —Se volvió hacia Skidder—. Para nosotros, los Jedi no sois mejores que las máquinas que muchas especies de esta galaxia tratan como si fueran seres vivos. Los Jedi sois una profanación para la naturaleza, como la Estación Hosk es una profanación para la luna que la acoge. Voy a ordenar que destruyan esa luna. Puedes considerar esa destrucción como una muestra de los horrores que le esperan a tu mente.

Chine-kal se giró hacia uno de sus funcionarios menores. Pero, antes de que pudiera decir una sola palabra, el casco recuperó su estado opaco y la nave se sacudió lo bastante como para que todos los presentes, excepto el aprisionado Jedi, cayeran al suelo gelatinoso. Un yuuzhan vong entró tambaleante en la sala mientras Chine-kal y los guardias se esforzaban por recobrar la vertical.

—¡Comandante, nos atacan!

Chine-kal se quedó blanco.

—¿Nos atacan? Cuando entramos en el sistema no encontramos rastro de ninguna nave de guerra de la Nueva República.

—Los atacantes son cazas estelares, comandante. Estaban ocultos tras la segunda luna de Kalarba.

—Entonces, ¿por qué no los rechaza nuestra escolta?

—Ya han destruido a ocho coralitas, y algunos cazas están consiguiendo llegar hasta la nave.

—¿Dónde está la nave que envió el comandante supremo Choka?

—Todavía no ha llegado.

Otra poderosa explosión sacudió la nave. El yuuzhan vong corrió para ayudar a Chine-kal, pero apenas consiguió mantener el equilibrio.

—Los pilotos apuntan a nuestros impulsores dovin basal, comandante.

—¿Nuestros impulsores?

—Intentan destruirlos.

Chine-kal se giró hacia Skidder, que parecía sumido en profunda meditación.

—Han venido a por ti. Pero ¿cómo han sabido dónde encontrarnos? A menos, claro está, que sean Jedi. —Miró fijamente a Skidder y agitó la cabeza—. No, ni siquiera tú tienes la habilidad de llamar a tus compañeros a través del espacio… ¡Pero este ataque no es casual!

—Comandante —dijo cautamente el oficial yuuzhan vong—, el origen de la comunicación villip del comandante supremo Choka es Nal Hutta. Chine-kal tardó un momento en comprenderlo; entonces, frunció el ceño.

—Los hutt les han informado de nuestra situación —cuadró los hombros y ajustó la caída de su capa—. Preparad la nave para la velocidad-luz. Nos uniremos a la flota en el sistema designado como objetivo.

Las manos de su subalterno volaron hasta sus hombros, pero no se movió.

—Comandante, ¿es aconsejable llegar antes que la flota?

Chine-kal lo miró ceñudo.

—¿Prefiere arriesgarse a que el yammosk sufra daños permaneciendo aquí, al alcance de los disparos de unos supuestos rescatadores?

—No, comandante —aseguró el otro, saludando por segunda vez.

—Entonces, cumple mis órdenes. Y una cosa más, procura que Randa y sus guardias personales queden confinados en sus camarotes. Nos encargaremos de ellos cuando estemos bajo la protección de la flota.

Cerca de Hosk, Kyp Durron aceleró su Ala-X, aunque sabía que no daría alcance a la nave-racimo yuuzhan vong.

—Va a saltar al hiperespacio —le dijo Ganner por la red interna.

—Mi androide dice lo mismo —confirmó Kyp. Abrió la red al resto de su Docena—. Escuchadme, todos. Que vuestros ordenadores de navegación graben la trayectoria de esa nave y calculad sus posibles cursos. Deak, intenta marcarla con una baliza hiperespacial antes de que desaparezca.

—Estoy en ello, Kyp.

Un instante después, la nave enemiga desaparecía. Kyp clavó la mirada en la pantalla de su cabina, mientras su astromecánico intentaba trazar los posibles destinos. Poco después, una lista de sistemas estelares, con el más probable resaltado en azul y parpadeando, apareció en la pantalla.

—Tengo un destino bastante fiable —informó Ganner.

—Yo también —añadieron Deak y un par de los otros.

—Estoy esperando —dijo Kyp.

—Fondor —repitieron cinco voces al unísono.

En el Espacio Hutt, Nas Choka, Malik Carr y Nom Anor estaban de pie en el puente del acorazado del Comandante Supremo, contemplando el despliegue de su flota en un conjunto de villip.

Un subalterno los interrumpió.

—Comandante Supremo —saludó—, un mensaje del comandante de la nave enviada a recoger al Jedi capturado. Pilotos coralitas encontrados en Kalarba informan que el
Guardería
fue atacado por una escuadrilla de cazas estelares de la Nueva República. Como estaba en peligro, la nave del comandante Chine-kal huyó de la batalla.

Nas Choka lo miró fijamente sin comprender.

—¿Que huyó? ¿Adónde?

—Al objetivo, Comandante Supremo. A Fondor.

Nas Choka se giró alarmado hacia Malik Carr.

—¿Cuánto tardará nuestra avanzadilla en llegar a Fondor?

—Pronto —respondió el comandante sin querer comprometerse.

—El yammosk no estará adecuadamente protegido hasta que lleguemos —señaló Nas Choka más para sí mismo que para los demás—. ¿Cuál es la situación de la flota de la Nueva República?

—Sigue anclada en Commenor, Kuat y Bothawui.

—¿Y las rutas hiperespaciales que unen Bothawui con Fondor?

—Sembradas de obstáculos.

Nas Choka se giró ligeramente para sonreír débilmente a Nom Anor.

—Parece que ha conseguido convencerlos de que planeábamos atacar Corellia.

Nom Anor inclinó la cabeza haciendo una reverencia.

—Entonces, no importa que adelantemos el ataque. —Nas Choka se dirigió a su subalterno—. Informe a todos los comandantes de que atacaremos Fondor en cuanto haya atracado el último coralita.

En la bodega de pasajeros del
Trevee,
Gaph bailaba mientras cantaba al mismo tiempo:

La vida es un viaje interminable, Sobre todo para los ryn.

De un hogar desconocido partimos, De estrella en estrella vagamos,

Aborrecemos las estrellas por lo que nos han dado,

Instigadoras son de nuestra mala fortuna, Centinelas de nuestro destino.

Pero cargamos nuestro equipaje de alegría, De canciones y danzas lo llenamos. Ahora, Abregado-rae nos espera, Nuestro hogar será por un tiempo, Hasta que nos obliguen a vagar de nuevo.

Melisma y otro ryn bailaban con él o acompañaban su improvisada canción con instrumentos musicales. Algunos zumbaban o piaban a través de sus perforados picos, mientras el resto tocaba tambores, címbalos y flautas talladas con partes de maquinaria recogidas de la basura, de cañerías desechadas o de cualquier otra cosa útil.

BOOK: Agentes del caos II: Eclipse Jedi
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