Read Agentes del caos II: Eclipse Jedi Online
Authors: James Luceno
Tags: #Aventuras, #Ciencia ficción
Lo que empezó siendo unas simples vacaciones familiares acabó siendo una rebelión cuando la Tríada Sacorriana, utilizando el increíble poder de la estación
Centralia,
intentó obligar a la Nueva República a conceder autonomía al sector. Ebrihim, contratado por Leia como tutor de Jacen, Jaina y Anakin, había terminado rescatándolos y llevándoselos de Corellia a Drall, donde Marcha no sólo les brindó refugio, sino que los llevó al repulsor planetario que Anakin empleó para frustrar los planes de la Tríada.
—¿No pudisteis impedir que la Nueva República se apoderase de
Centralia?
—preguntó Jacen.
—Soy una representante política, Jacen —explicó amablemente Marcha—. Dado que gran parte de mi propio personal se volvió en mi contra por no tomar una posición más firme, probablemente habría sido más inteligente desafiar los actos de Coruscant, o al menos denunciarlos. Pero sin el respaldo de vuestra madre, Borsk Fey’lya se habría limitado a echarme de mi despacho, y los militares se hubieran apoderado igualmente de
Centralia.
Anakin frunció el ceño, confuso.
—Cualquiera de los repulsores enterrados en Corellia, Drall, Selonia o los Mundos Dobles es capaz de detener el ataque de toda una flota de naves estelares. Y con
Centralia
reactivada, Corellia podrá defenderse tan bien como cualquier sistema de la Nueva República… Coruscant incluido. Así que no veo por qué todo el mundo protesta contra lo que intentamos hacer.
Marcha y Ebrihim intercambiaron una mirada de inteligencia.
—Me temo que no te lo han explicado todo, Anakin —dijo su ex tutor—. Tienes la impresión de que te han llamado para contribuir a la defensa de Corellia, cuando la verdad es que la reactivación de la estación
Centralia
es una postura más ofensiva que defensiva.
—Sabía que tramaban algo —estalló Jacen.
—La baja gravedad de Drall está afectando la cabeza de Jacen —dijo Anakin forzando una sonrisa—. Está convencido de que nuestra misión afectará al equilibrio de la Fuerza o algo así.
—No andas muy desencaminado, Anakin —replicó Jacen ardiendo por dentro.
—Tú eres quien anda desencaminado. Cualquier cosa que sirva para detener a los yuuzhan vong tendrá la Fuerza de su lado.
—¿Qué os pasa, chicos? —interrumpió Marcha—. Antes no solíais discutir.
—No estamos de acuerdo sobre esta misión —explicó Jacen mirando fijamente a su hermano pequeño.
—Entre otras cosas —añadió Anakin en voz baja.
—Anakin, ya has oído lo que ha dicho Ebrihim hace un momento —Jacen señaló al drall—. Esto tiene que ver con adoptar una actitud ofensiva. Y fuiste tú mismo el que describiste
Centralia
como el sable láser de Corellia.
—Lo cual significa que puede utilizarse para parar un golpe o asestarlo. Todo depende de quién lo empuñe.
—¿Y también significa que te negarás a ayudar si descubres que piensan usar
Centralia
para lanzar un ataque?
—Significa que quiero escuchar los argumentos a favor y en contra —Anakin se volvió hacia Ebrihim—. ¿Existe alguna prueba de que la Nueva República planea utilizar a
Centralia
como arma y no como escudo?
Ebrihim meditó largamente su respuesta.
—El problema, tal como yo lo veo, y como tú mismo has señalado, es que
Centralia
tiene capacidad para ser utilizada de ambas formas. Aunque hoy la utilicen como escudo, no hay garantía de que mañana no se emplee como un arma. Pero esa dualidad no es la razón de las protestas. La causa es más profunda.
—¿Cuánto recuerdas de lo que intentó hacer la Tríada durante la crisis? —preguntó Marcha.
—En realidad no recuerdo casi nada —confesó Anakin—. Sé que utilizaron
Centralia
para crear un amplio sistema de campos de contención capaz de mantener atrapados a los rehenes al tiempo que impedía su rescate.
—Tenemos la fuerte sospecha de que la Nueva República intentará hacer lo mismo —asintió Ebrihim—. Ya ves, esta operación no se basa en utilizar
Centralia
para proteger Corellia, sino en usarla para atrapar a la flota yuuzhan vong y que su campo de contención sirva de campo de batalla.
—¡Oh, maldita sea! —gimió Jacen—. No me extraña que Corellia tenga ganas de rebelarse.
Anakin paseó la mirada de Jacen a Ebrihim.
—Has hablado de «sospecha»…
—Exacto. No podemos saber todo lo que ocurre en el interior de
Centralia, y
mucho menos en el interior de las mentes del Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa. Lo que sabemos es lo siguiente: a pesar de que la flota de los yuuzhan vong está concentrada muy cerca de Corellia, el sistema está prácticamente indefenso. Oh, sí, la Nueva República ha enviado tres defensores estelares clase Estridente a Corellia, y la flotilla que ha estado protegiendo Duro está cerca de los sistemas exteriores, pero todos sabemos que su potencia de fuego es insuficiente en caso de un ataque masivo.
—Que es precisamente lo que las Fuerzas de Defensa quieren que crean los yuuzhan vong —agregó Marcha.
—Nuestra vulnerabilidad es el cebo para atraer aquí a los invasores e incitarlos a atacar —dijo Ebrihim—. Entonces, cuando
Centralia
tenga inmovilizada su flota, las naves de la Nueva República desplegadas en Bothawui, Kuat y otros mundos darán un salto hiperespacial para presentarles batalla.
La frente de Anakin se arrugó de preocupación.
—¿Cómo esperan penetrar las Fuerzas de Defensa en el campo de contención que mantendrá a raya a la flota yuuzhan vong?
—Equipando sus naves con la misma hiperonda inercial que usaron los bakuranos durante la crisis —explicó Ebrihim—. Anakin, tienes que entender que esta operación se puso en marcha hace bastante tiempo.
Marcha lo confirmó con una inclinación de cabeza.
—No importa cuánto saben los manifestantes de todo esto, o incluso el Partido Pro-Centralia. Ellos se limitan a reaccionar ante el hecho de que Coruscant los ha dejado indefensos y de que piensa reactivar
Centralia
sin incluir a los ciudadanos corellianos en la ecuación.
Anakin meditó unos instantes, antes de mirar a Marcha.
—Haces que parezca que todo está ya decidido. Y, si es así, no entiendo para qué me necesitan.
—Ojalá fuera así —sonrió Marcha—. Pero lo cierto es que el éxito de esa estrategia depende muy mucho de ti.
Ebrihim se explicó.
—Las Fuerzas de Defensa tienen a sus mejores hombres trabajando sin descanso para restablecer toda la red, incluidos los repulsores alojados en los Cinco Hermanos: Corellia, Drall, Selonia, Talud y Tralus. Su objetivo es enlazar los cinco repulsores planetarios con la propia
Centralia
para dotarla de más poder y alcance del que ya obtiene absorbiendo la energía gravitatoria de los Mundos Dobles. Teóricamente, la estación será capaz de crear campos de contención dondequiera que lo deseen el almirante Sovv y los demás.
Centralia
también tendrá la posibilidad de alterar las órbitas o la situación de planetas distantes, o provocar la explosión de soles, como ya ocurrió dos veces durante la crisis.
—Pero los científicos todavía no han podido ver cumplidas sus ambiciones —enfatizó Marcha—. Tal como pasó durante la crisis, los misterios de
Centralia
siguen ocultos para todos los investigadores. La estación sigue siendo imprevisible e inestable, y a estas alturas nadie está seguro de poder recrear un campo de contención como el que necesitan, y mucho menos convertir una estrella distante en nova.
—Y aquí es donde entras tú en el plan, Anakin, porque muchos de los científicos están convencidos de que el sistema todavía lleva la impronta que dejaste aquí, en el repulsor de Drall, y que sólo tú puedes sincronizar toda la red.
—Hace ocho años fuiste el responsable de la desactivación de
Centralia
—insistió Ebrihim—. Puede que ahora seas el único en poder reactivarla. La preocupación chispeó en los ojos de Anakin.
—Jacen se dio cuenta desde el principio, pero… —los miró a todos uno por uno—. No es que no me fíe de lo que me habéis dicho, pero tengo que ir a
Centralia
y comprobarlo por mí mismo. Quizá sea capaz de reactivarla únicamente como escudo. De esa forma, Corellia, Drall y el resto de planetas podrán al menos protegerse de un ataque, al margen de los planes de las Fuerzas de Defensa o de cualquiera otro.
Marcha sonrió tristemente.
—Quizá seas capaz de hacer lo que dices, Anakin, pero una advertencia antes de que partáis: cuando los repulsores y la estación estén reactivados, Coruscant no tendrá más remedio que recurrir a muchos de los que se vieron directamente involucrados en la crisis.
—Te refieres a la Tríada Sacorriana —dijo Anakin.
—Y a muchos otros que jugaron un papel importante en aquellos acontecimientos —añadió Ebrihim.
Marcha miró a Anakin y a Jacen.
—¡Así es, chicos! Puede que lo que encontréis en
Centralia
no os guste. Tened cuidado y pensad muy bien antes de aceptar lo que os propongan.
Tenemos un inspector de Comestibles y Curtidos —anunció por su comunicador el centinela de la entrada a la sede principal de Salliche Ag—. Humano. Sí, ya le he dicho que la semana pasada se presentaron otros tipos de la ACC, pero insiste en que lo han enviado a hacer una inspección. Sí, toda su documentación está en regla.
Con el pelo y la barba teñidos de negro y una gorra calada hasta las cejas, Han se mostraba indiferente mientras esperaba fuera de la caseta de seguridad.
Confuso,
que lo había llevado hasta la verja, le aseguró que el traje verde pálido era el habitual de los inspectores de la Administración de Comestibles y Curtidos, y el corpulento centinela humano había examinado la tarjeta de identidad con la indiferencia de quien ha visto centenares.
—¿Qué zonas le interesa ver? —preguntó el hombre de repente.
—Divulgar esa información minaría la naturaleza de mi inspección —respondió Han dibujando una sonrisa oficial.
El centinela frunció el entrecejo.
—No quiere decírmelo —susurró en el micrófono del comunicador—. Dice que estropearía la sorpresa. No, yo tampoco me he reído. De acuerdo, lo retendré hasta que llegue —apagó el comunicador y devolvió la tarjeta a Han—. Espera un momento, amigo. Una escolta vendrá a recogerlo.
El hombre con ropa informal, que llegó unos momentos después en un deslizador de cuatro asientos, era todavía más musculoso que el centinela y tenía el mismo aspecto de granjero quemado por el sol. Ambos eran lo más opuesto posible al aristocrático Harbrights que regía la corporación Salliche Ag y que aparentemente intentaba aliarse con los yuuzhan vong. El escolta estrechó la mano de Han mientras éste, con un maletín metálico en la mano derecha, se acercaba al deslizador.
—Me sorprende que no te hayan retirado ya, anciano —comentó. Una etiqueta de identificación cosida al bolsillo de su camisa lo identificaba como Bow.
Era mucho esperar del tinte para el pelo, pensó Han mientras subía al asiento trasero del deslizador.
—Con suerte, será una de mis últimas inspecciones.
—Salliche nunca ha tenido problemas con vosotros, ¿sabes? —dijo Bow sin dejar de mover el palillo que llevaba entre los dientes—. Pagamos un buen dinero para asegurarnos.
—No sé nada de eso —negó Han pestañeando nerviosamente—. Me limito a cumplir con mis órdenes.
—Vale, pero asegúrate de hacerlo deprisa. No tengo todo el día. Han forzó una risa nerviosa.
—Te aseguro que tengo más ganas que tú de acabar con todo esto.
Se pusieron en marcha, pero apenas habían recorrido unos metros cuando el hombre de Salliche paró el deslizador junto a un enorme mapa. Bow se giró con cierta dificultad en el asiento delantero para encarar a Han.
—¿Dónde quieres ir primero? Podemos coger muestras de un par de campos cercanos… ¿o quieres analizar muestras aleatorias de lo que ya se ha cosechado? —Señaló hacia el norte—. En caso de que estés interesado en los procedimientos de descontaminación de los contenedores, la zona de empaquetado está por allí.
Han fingió estudiar el mapa y dijo:
—¿Y si empezamos por las mejoras del producto?
Bow frunció sus espejas cejas.
—Estás de broma…
—¿Algún problema? —preguntó Han aclarándose la garganta.
—No, ninguno. Sólo espero que la ACC te pague un buen sueldo.