Agentes del caos II: Eclipse Jedi (31 page)

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Authors: James Luceno

Tags: #Aventuras, #Ciencia ficción

BOOK: Agentes del caos II: Eclipse Jedi
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—¿Y Salliche no se ha dado cuenta?

—Todos los androides de Ruan tienen programada una fecha de desactivación —explicó
Confuso—.
Para mantener el engaño, muchos de nosotros nos hemos sometido a una desactivación voluntaria mientras planeábamos nuestro sabotaje.

—¿Todo eso no va en contra de vuestra programación o algo así?

—Nuestros programas inhibidores impiden que tomemos acciones directas contra los seres vivos, pero se nos permite, incluso se nos anima, a tomar medidas autoprotectoras. Sólo esperábamos la llegada de un ser de carne y hueso que pudiera y quisiera ayudarnos.

Han alzó las manos.

—Eh, eh, no tan rápido. Quiero decir, supongamos que decido seguir adelante y que, de repente, Ruan se encuentra con un par de miles de androides que no pueden ser desactivados por control remoto. ¿Creéis que eso impedirá que Salliche os cace uno a uno y os coloque un circuito restrictivo en vuestros plastrones…, o que se limite a haceros pedazos?

—Somos conscientes del destino que nos espera —dijo
Confuso—.
Pero antes de que Salliche Ag pueda terminar con todos nosotros, tenemos intención de ejecutar y transmitir un acto de resistencia pasiva que no sólo atraerá la atención de toda la galaxia, sino que alertará a nuestros compañeros de los peligros a los que se enfrentan.

Han pensó en C-3PO y su actual obsesión con la desactivación. Y también pensó en Droma, que le había salvado la vida en dos ocasiones. Sería más fácil rescatar al ryn acudiendo a los burócratas que administraban Ruan. Sólo tenía que revelar su verdadera identidad y decirles que Droma y él trabajaban para el Servicio de Inteligencia de la Nueva República. Pero el tiro podía salirle por la culata a causa del papel que había jugado en el asunto de Elan. Han se imaginaba al director Scaur negando cualquier conexión entre Han y el Servicio de Inteligencia. Y aunque el director respaldase sus palabras, existía la posibilidad de que Leia se enterase y acusara a Han de entrometerse en los asuntos de SELCORE. Además, rescatar a Droma aprovechándose de su posición no ayudaría a
Confuso
ni al resto de androides ruanos.

—Está bien, lo haré —accedió por fin—, pero con una condición: quiero saber adónde ha ido el
Trevee.
Y quiero informes exhaustivos sobre sus motores fónico y térmico, sus códigos, sus coordenadas hiperespaciales y todo lo que podáis conseguir.

—Me encargaré de ello personalmente —aceptó
Confuso.

Tomó aire y lo dejó escapar lentamente entre sus labios.

—Has dicho que Droma está en una zona a la que no tenéis acceso. ¿Cuál es?

Confuso
intercambió miradas con algunos de los demás androides.

—Lo tienen en las instalaciones de mejora de productos.

—¿Mejora de productos? —repitió Han lentamente.

—Está en la fábrica de estiércol —aclaró
Confuso.

Capítulo 21

—Hablando de equipos desastrosos… —dijo Shada D’ukal mientras trece Ala-X, Ala-A y Ala-Y modificados, muchos de ellos tan parcheados como una nave pirata, penetraban a través del campo de contención magnética de la estación orbital
Kothlis II,
rumbo al hangar de atraque de popa. Los cazas estelares habían sido escaneados nada más llegar al sector bothano, pero una unidad militar bothana se apresuró a comprobar su documentación y efectuar una revisión completa en cuanto aterrizaron en cubierta.

Talon Karrde y el ex guardia sombra Mitryl originario de Wmberlene contemplaban el sobrecargado hangar desde una galería de observación. Shada llevaba un equipo de elastex negro y Karrde un traje entallado que le daba más aspecto de agente de seguros que de patrón del otro.

—Es una lástima que no vieras el escuadrón de Kyp hace un año —dijo Karrde—. Por aquel entonces tenía dos XJ recién llegados de Incoen y un par de Ala-B casi inmaculados.

—Eso me han contado —replicó Shada sin apartar sus ojos de los cazas estelares.

—Kyp los llamaba La Docena de Vengadores más Dos, en contra de la opinión de Skywalker. Kyp los llevó al Borde Exterior para enfrentarse con piratas y contrabandistas, y meter la nariz donde le apetecía sin que Coruscant moviera ni un dedo.

—¿La Docena más Dos? —repitió Shada interrogante.

—Kyp y Miko Reglia, su aprendiz de Jedi por entonces.

—Debí suponerlo.

—Les gustaba frecuentar Dubrillion. Varios miembros del escuadrón tenían el récord de los TIE modificados que Calrissian compró para su carrera de obstáculos de asteroides… al menos, hasta que Jaina Solo les demostró todo el partido que se podía sacar a esas máquinas. —Karrde rió, sobre todo para sí mismo—. Pero reconozco que Kyp daba espectáculo. Hacía que Los Vengadores realizasen unas maniobras espectaculares al aterrizar o al despegar, y a veces parecía el director de una orquesta perfectamente sincronizada. Entonces, pasó lo de Helska.

Shada se volvió ligeramente en dirección a Karrde.


.
¿Kyp los perdió a todos?

—Fue el primer encuentro entre los cazas estelares y los coralitas yuuzhan vong… Bueno, el primero del que tenemos noticia. Los Vengadores no tenían ni la más mínima idea de a qué se enfrentaban. Reglia fue capturado pero, según parece, murió más tarde, mientras intentaba escapar. Shada volvió a contemplar el hangar de atraque.

—¿Dónde se supone que encontró Kyp reemplazos?

—La mayoría son veteranos de una u otra guerra. Algunos se dedicaban a misiones de rescate, incluso en mundos ocupados, e hicieron méritos ante la Nueva República derribando naves yuuzhan vong. Kyp los convenció de que serían más útiles si se unían y formaban una unidad, y así consiguió recuperar a sus Vengadores.

—Pero no están reconocidos por el ejército.

—Están considerados una unidad de apoyo —explicó Karrde agitando la cabeza—. Para tranquilizar a Skywalker y a los militares, Kyp prescindió del nombre de Vengadores y ahora se hacen llamar La Docena de Kyp. —Miró a Shada—. Vamos a saludarlos.

Cuando Karrde y Shada llegaron a la bodega, Kyp, Ganner Rhysode y los doce miembros del escuadrón de Kyp se agrupaban junto al Ala-Y modificado que copilotaba Ganner. Los morros de algunos de los demás cazas llevaban grabadas las marcas de las tormentas de meteoritos lanzadas contra ellos por los coralitas.

Al ver a Karrde y a Shada, los dos Jedi salieron a su encuentro.

—Un lugar muy extraño para una cita, Karrde —saludó Kyp—. La mitad de la Quinta Flota está concentrada entre Bothawui y esta estación. Hemos tenido suerte de no haber sido enviados a Kothlis.

—No quería confiar a los canales normales lo que os tengo que decir —explicó Karrde—. En cuanto a la flota, los bothanos no quieren correr ningún riesgo…, aunque la situación ha cambiado desde nuestra visita a Ryloth.

—¿Cambiado? ¿En qué sentido? —se interesó Kyp.

Karrde hizo un gesto con la cabeza en dirección a la galería de observación.

—Vamos a mi despacho.

Kyp ordenó a sus hombres que permanecieran junto a sus naves. Después, Ganner y él siguieron a Karrde y Shada hasta un turboascensor que los llevó hasta la plataforma superior. Nadie habló hasta que llegaron a la galería, donde reunieron cuatro sillas y se sentaron.

—Los hutt han vuelto a enviar especia a Bothawui y Kothlis —empezó Karrde—. Con tantas patrullas no consiguen colar muchos embarques, pero eso es irrelevante.

—¿También están enviando cargamentos a Corellia? —se interesó Ganner.

—Todavía no.

Kyp frunció el ceño, desconcertado.

—Entonces, ¿por qué sigue aquí la flota y no ha ido a Corellia? Por lo que he oído, el sector corelliano está a punto de sublevarse.

—No sé por qué —admitió Karrde—. Parece que no todo el mundo está dispuesto a admitir la exactitud de los informes que les presentamos.

—Fey’lya —dijo Kyp.

—Y otros del Consejo Asesor. Pero la especia no tiene nada que ver con lo que he pensado para ti —Karrde hizo una breve pausa—. ¿Consideras que las misiones de rescate no son tarea Jedi? Lo pregunto porque no quiero ser responsable de más desavenencias entre Skywalker y vosotros.

—No hay desavenencias —aseguró Kyp con firmeza—. No vemos las cosas desde el mismo punto de vista, pero no hay desavenencias. Luke aprobó mi venida aquí.

—Eso es bueno, porque no estoy muy seguro de querer pasarle esta información al Escuadrón Pícaro. Aunque Jaina Solo vuele con ellos, tendría que dar demasiadas explicaciones. —Los ojos de Karrde se estrecharon mientras evaluaba a los dos Jedi—. ¿Wurth Skidder sigue desaparecido?

—Sí —admitió Ganner.

—¿Ningún otro Jedi?

—¿Qué sabes, Karrde? —exigió Kyp impaciente.

—La información viene directamente de Crev Bombaasa, así que supongo que es fiable. Los yuuzhan vong tienen a un Jedi a bordo de una nave que se dirige a Kalarba. La nave también lleva un Coordinador Bélico, así que es muy posible que vaya muy bien armada o viaje con escolta.

—Kalarba —repitió Kyp pensativo—. Por eso nos has citado aquí. Estamos a un salto de distancia.

—Tendréis que actuar rápidamente. Skidder va a ser trasladado a otra nave y dejado a cargo de uno de sus principales comandantes. Si lo consiguen, nuestras posibilidades de rescatarlo serán prácticamente nulas.

Ganner apretó los labios y asintió con la cabeza.

—Gracias por contar con nosotros, Karrde.

—Aseguraos de que Skywalker no se opone —dijo Karrde poniéndose en pie.

Kyp saludó marcialmente.

—Los rescates están autorizados.

Varios miles de manifestantes, la mayoría drall y humanos pero mezclados con algunos selonianos, se concentraban tras las majestuosas puertas que una vez le permitieron a la gobernadora general Marcha de Mastigophorous mantener un enclave tranquilo en esa parte de Drall. Escuadrones del Servicio de Seguridad Pública reforzaban la cerca que rodeaba la finca, aunque la verdad era que cualquier drall decidido podría abrirse camino al interior.

Desde una ventana redonda de la sala de estar que dominaba la parte delantera de la finca, Jacen estudió con sus electrobinoculares algunos de los carteles que enarbolaba la vociferante muchedumbre.

—«Jedi belicistas» —leyó en voz alta—, «Siervos del Lado Oscuro», «Corellia vivirá para ver morir a Coruscant»… —Bajó los prismáticos y se volvió hacia su hermano más joven—. Éste te gustará, Anakin: «Familia Solo, vete a casa» —se mordió el labio inferior y agitó la cabeza—. Ya verás cuando papá se entere de esto.

El transbordador que había llevado a Anakin y Jacen hasta Drall estaba aparcado en una superficie de permeocemento situada tras la blanca mansión semiesférica de Marcha, cerca del río. Más allá, una manta de césped se extendía hasta los límites de un exuberante bosque. Sirvientes androides se mantenían ocupados dentro y fuera de la mansión, arreglando los setos que delimitaban los muros de ladrillo de la propiedad y haciendo pequeños ajustes a la fuente del vestíbulo principal.

—No sé a quién se le ha ocurrido hacer una escala aquí antes de seguir hasta la estación
Centralia
—dijo Marcha mientras servía pedazos de pastel casero color castaño oscuro decorado con nueces vweliu—, pero esto no es nada personal contra vosotros, la mayoría de esa gente hace un mes que está ahí fuera. En Coronet y algunos mundos de los Bordes Exteriores las cosas están todavía peor. Y en Talus y Tralus, la Federación de los Mundos Dobles ha formado recientemente una coalición con los arqueólogos para intentar que la Nueva República se retire de
Centralia.

—El Partido Pro-Centralia —dijo Ebrihim, el sobrino de Marcha, mientras cogía un pedazo del pastel—. Extremistas que utilizan a su antojo la retórica de la vieja Tríada Sacorriana.

Cerca, Q9-X2, el androide astromecánico de Ebrihim, con su cabeza negra azabache en forma de bala, seguía atento cada palabra. Cuando hablaba, solía mostrar una alta opinión de sí mismo.

—Como este sistema lo integran mundos capturados por la estación
Centralia y
situados en órbita alrededor de Corellia —dijo Marcha—, el partido pretende aumentar su representación en el nuevo Senado de la República.

—Los líderes del partido creen que, con cinco votos en lugar de uno —añadió Ebrihim—, podrían impedir que Coruscant controle
Centralia.

Bípedos, fornidos y con un suave pelaje; Ebrihim y Marcha tenían garras en los pies, hocicos con largos bigotes y pequeñas orejas en la parte superior de la cabeza. Como la mayoría de los drall, eran inteligentes y honrados, aunque a veces enloquecedoramente quisquillosos. Pero allí donde la edad había atemperado la tendencia de Ebrihim a pontificar, Marcha, algunos años mayor que Ebrihim, tenía la misma confianza en sí misma que recordaba Jacen de la crisis de la estación
Centralia,
casi ocho años atrás.

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