Agentes del caos II: Eclipse Jedi (29 page)

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Authors: James Luceno

Tags: #Aventuras, #Ciencia ficción

BOOK: Agentes del caos II: Eclipse Jedi
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Borga permaneció en silencio, preguntándose si la estaban poniendo a prueba, pero al final decidió que la oferta de Choka era sincera.

—Pero, excelencia, ahora mismo tenéis uno en vuestro poder —dijo con cautela.

Fue el turno de Choka para quedarse callado. Se giró primero hacia Malik Carr y después a Nom Anor, pero ambos se encogieron de hombros.

—Explícate, Borga.

—La nave en la que mi hijo Randa viaja actualmente como invitado —aclaró Borga—. Randa me informó de que habían descubierto a un Jedi entre los cautivos de la nave.

Choka miró a Malik Carr una vez más.

—No sé nada de eso.

—¿De qué nave habla el hutt? —exigió saber Choka a sus consejeros yuuzhan vong.

—Del
Guardería,
Comandante Supremo —respondió un yuuzhan vong sin casco—. La nave del yammosk al mando de Chine-kal.

—¿Podemos comunicarnos con la nave? —susurró Choka furioso.

—Siempre que no esté en tránsito superlumínico, Comandante Supremo. —¡Entonces, prepara el villip de Chine-kal y tráemelo en seguida!

—Excelencia, yo podría ponerle fácilmente en contacto con mi hija… —empezó a decir Borga, pero Choka se giró hacia ella.

—¿Te atreves a insultarme sugiriendo que utilice una de tus malditas máquinas?

—Pero…

—¡Silencio, babosa mutante! ¡Habla sólo cuando te hablen o te arrancaré esa obscena lengua de tu boca!

Los guardias de Borga parecían esperar una oportunidad como aquélla y levantaron sus rifles láser y sus bastones aturdidores. En rápida respuesta, los soldados de Choka adoptaron posiciones del combate, empuñando anfibastones y cuchillos. Todos permanecieron callados e inmóviles por unos segundos, como si el tiempo se hubiera detenido repentinamente, esperando a que el destino jugara su baza. Borga y Leenik intercambiaron miradas significativas, igual que Nom Anor y Malik Carr. Finalmente, Borga hizo señas a sus hombres para que bajaran las armas.

Nas Choka lo miró de soslayo.

—Así que, después de todo, tienes una chispa de inteligencia.

Fue interrumpido por la llegada de un yuuzhan vong que llevaba en brazos un villip. Un segundo sirviente llevaba lo que, obviamente, era uno de los propios villip de Choka.

Choka se dirigió en idioma yuuzhan vong al facsímil del rostro de Chine-kal.

—Comandante, ¿es cierto que tienes un Caballero Jedi en custodia?

—Sí, Comandante Supremo. Nuestro yammosk, que está madurando rápidamente, tuvo el acierto de descubrirlo. Creí que sería un buen premio para el maestro bélico Tsavong Lah.

Choka frunció el ceño.

—Yo decidiré cuál es el mejor uso para ese Jedi. ¿Cuál es la actual posición de tu nave?

—Nos acercamos a un mundo llamado Kalarba, Comandante Supremo. De hecho, esperábamos su orden para atacar…

—¡Silencio! —los ojos de Choka se convirtieron en dos hendiduras que llameaban de furia—. Permanecerás en Kalarba y entregarás el Caballero Jedi a los enviados que ahora mismo enviaré al encuentro del
Guardería.
¿Está claro?

—Absolutamente claro —respondió el villip de Chine-kal.

Choka desvió la mirada hacia Borga.

—Por la información que acabas de proporcionarme, tienes mi palabra de que Nal Hutta seguirá siendo tuyo para que hagas con él lo que quieras mientras yo viva y respire. A menos, claro está, que seas lo bastante estúpida como para traicionarme.

Borga forzó una sonrisa.

—Entonces, excelencia, que su salud sea perfecta allí donde vaya.

—Os lo advertí —dijo Pazda a Borga en cuanto los yuuzhan vong abandonaron la sala. El hutt Desilijic de barba gris acercó su cama flotante al diván de Borga—. Cualquier clase de relación con esos salvajes terminará mal.

Desde su diván, Borga vio cómo Crev Bombaasa, Gardulla
El Joven y
el ex cónsul general Golga asentían con la cabeza.

—Sí, yo misma me di cuenta hace tiempo, aunque confieso que creí que podríamos mantenernos neutrales algún tiempo más.

Pazda soltó un resoplido despreciativo.

—Los yuuzhan vong no están dispuestos a aceptar términos medios, harán las cosas a su manera o no las harán. No pasará mucho tiempo antes de que descubran que la obediencia que les mostramos es falsa.

Desde un modesto sofá con repulsores, Golga miró primero a Pazda y después a Borga.

—¿Qué podemos hacer aparte de declarar la guerra?

Borga entrecruzó los dedos con patente inquietud.

—¿Qué te dijo la senadora Viqi Shesh sobre los planes de batalla de la Nueva República?

—Sugirió que el Senado y el ejército estaban convencidos de que los yuuzhan vong atacarían primero Corellia o Bothawui —dijo Golga—. Sin embargo, el mensaje que tenía que entregaros era que la Nueva República prefería que fuera Corellia, ya que, evidentemente, les tienen preparada una sorpresa. La senadora Shesh también quiso dejar constancia de que esa información era un regalo… para compensar un antiguo error, si no recuerdo mal. Obviamente, la Nueva República confía en que los yuuzhan vong se crean ese farol.

—Informé a Malik Carr de eso —dijo Borga pensativo—, y parece que ese Choka se ha tragado el cebo. Pero empiezo a preguntarme quién está utilizando a quién. Si Choka se ha aprovechado de nosotros para mandar un falso mensaje a la Nueva República, lo hace poniendo en peligro nuestros envíos de especia a Bothawui. Y si ése es el caso, está obviamente preparado para la eventualidad de que nosotros les declaremos la guerra.

—Como he dicho antes, no hay término medio —sentenció Pazda. Borga se volvió hacia Crev Bombaasa.

—Triplica nuestros embarques de especia a los mundos bothanos. Asegurémonos de que la Nueva República reciba claramente el mensaje de que el objetivo es Corellia.

—¿Y la promesa hecha a Choka de que no transmitiremos información? —se interesó Bombassa.

—Una promesa es como un cargamento de especia lanzado al espacio —dijo Gardulla
El Joven—.
No pesa nada.

—Sea —aceptó Crev—, pero si descubren nuestra traición, Nal Hutta correrá peligro… por no mencionar a Randa.

—Arriesgamos mucho más manteniendo nuestra alianza con los invasores —arguyó Pazda.

Todos esperaron la respuesta de Borga.

—Crev tiene razón —dijo por fin—. Habrá que ser prudentes si queremos ayudar a desbaratar los planes de los yuuzhan vong. Para sacar un sarlacc de su madriguera, un hutt inteligente utiliza la mano de otro. —Se volvió hacia Leenik—. Conoces a los yuuzhan vong mejor que yo. ¿Qué instrucciones dio Choka al comandante del
Guardería?

El rodiano hizo una reverencia.

—Choka dijo que enviaría una nave a Kalarba para reunirse con el
Guardería.

Borga miró a Crev Bombaasa.

—Avisa a tu amigo Talon Karrde. Puede que al Jedi le interese conocer el paradero de uno de sus Caballeros perdidos.

—Tenía que verlo con mis propios ojos —dijo Randa Besadii Diori, utilizando su potente cola para impulsarse hasta el límite del campo inhibidor de los dos dovin basal que llevaba a bordo el
Guardería—.
Pero, por supuesto, no hay forma de evaluar a un Jedi por su aspecto. Tomemos a Luke Skywalker como ejemplo, ¿quién podría suponer, sólo viéndolo, que tiene ese inmenso poder?

Bajo la mirada vigilante de varios guardias yuuzhan vong, Randa se acercó todavía más, hasta casi tocar al magullado humano confinado tras el campo de fuerza.

—Una vez, hace tiempo, vi al joven Skywalker cuando tenía trece de sus años. Fue durante el lamentable asunto en el que estaba involucrado Durga y su Proyecto Espada Oscura. No es que yo tuviera algo que ver con Durga, no. Yo estaba de visita en la Corporación Mulako cuando Skywalker, que viajaba de incógnito, apareció acompañado de una hembra humana delgada y con el pelo muy corto, que parecía ser su amante. ¿Qué habrá sido de ella, mmm?

El prisionero resopló a través de su nariz rota.

—Dicen que Mara Jade organizó su desaparición permanente. Randa plantó las manos en su vientre y rió a carcajadas.

—¿Así que eres quien Chine-kal dice que eres… o, mejor dicho, quien su Coordinador Bélico dice que eres?

El labio partido de Wurth Skidder se curvó en una parodia de sonrisa.

—¿Qué quieres, Randa? ¿O sólo has venido a disfrutar?

—¿Disfrutar? Claro que no, Jedi. Más bien he venido a mostrarte mi simpatía. No sólo por lo que Chine-kal tiene planeado para ti, sino por lo que los yuuzhan vong tienen planeado para la Nueva República.

—Supongo que todos deberíamos seguir el ejemplo de tu padre y arrodillarnos ante ellos, ¿verdad?

Randa fingió fastidio.

—Todos servimos a alguien, Jedi…, incluso tú. Es más, nos malinterpretas. Aunque gobernamos un importante sector de la galaxia, como corresponde a seres de nuestro tamaño y longevidad, nunca hemos querido fundar un imperio. Insistís en considerarnos una especie belicosa, cuando la verdad es que somos más parecidos a los solitarios hapanos.

—Una corrección, Randa. Los hapanos no infringen las leyes. No están interesados en el contrabando de especia ni en organizar actividades criminales allí donde quiera que plantan los pies… o la cola.

Randa respondió mortificado.

—¿Estoy escuchando la voz de la minoría moral? Tanta vehemencia hace que me pregunte si no eres uno de los Jedi de Kyp Durron, que parece empeñado en una cruzada personal que mantenga seguras las líneas espaciales para todo ciudadano cumplidor de las leyes…, a pesar de que muchos de los contrabandistas y de los piratas que ahora persigue sirvieron a su manera a la Nueva República.

Los ojos de Skidder, casi cerrados a causa de la hinchazón, se estrecharon todavía más.

—¿Cuánto tiempo crees que tolerarán los yuuzhan vong vuestros negocios ilegales?

—Creo que los yuuzhan vong son más tolerantes con los «criminales», como tú dices, que con los llamados «seguidores de la Fuerza» —Randa sonrió abiertamente—. ¿Qué se siente al verse acusado de ser un impedimento para, el progreso, la personificación del mal? Puede que muy pronto sepas lo que significa ser perseguido y acosado como lo fuimos los hutt en tiempos pasados.

Skidder devolvió la sonrisa a Randa.

—Quizá tengas suerte y los yuuzhan vong le planteen esa cuestión a Borga.

—¿No sería irónico que los hutt resultasen ser los garantes de la paz y del triunfo de la justicia? —Randa volvió a reírse—. No creo que nos carguen con esa responsabilidad mientras sigamos suministrando especia.

—Tu madre debe de estar orgullosa de ti, Randa.

—Tu madre ha estropeado mi sorpresa —interrumpió Chine-kal entrando por sorpresa en la sala.

Randa se volvió perplejo hacia el comandante.

—En realidad, Randa, creo que la culpa es tuya —siguió Chine-kal cuando llegó junto al campo inhibidor—. Dijiste a Borga que tenía a un Jedi en mi poder, y Borga se lo dijo a mis inmediatos superiores, que ahora desean privarme del honor de entregárselo al superior de mi superior.

Los ojos de Randa se abrieron desmesuradamente.

—¿Quiere decir que se lo van a llevar de esta nave?

—Exactamente.

—Entonces ¿qué pasará con sus planes de utilizarlo para instruir al yammosk en los caminos de la Fuerza?

Chine-kal se encogió de hombros.

—Lo propondré a mis superiores y, ¿quién sabe?, quizás algún día vuelvan a ponerlo bajo mi custodia. Entretanto, estoy seguro de que el comandante supremo Choka encontrará otros usos para él. —Dio un paso atrás para estudiar a Skidder—. Quizá sería prudente quebrantar tu espíritu antes de entregarte. En los primeros estadios de nuestra campaña, la Pretoria Vong aplicó el procedimiento a uno de los vuestros, pero intentó escapar y tuvimos que matarlo antes de completar el proceso. ¿Lo conocías, Jedi?

Skidder probó la resistencia del dovin basal acercándose al límite del campo.

—Era mi amigo.

—¿Tu amigo? —dijo Chine-kal sorprendido—. Y ahora aquí estás tú. ¿Quizá viniste para vengarlo? —Hizo una pausa, antes de sonreír por la revelación—. Sí, eso es. Dejaste que te capturasen en Gyndine para tener la oportunidad de vengarlo. Pero ¿cómo sabías que teníamos un yammosk a bordo? ¡No me extraña que el yammosk te descubriera como lo hizo! Mientras yo pensaba que mi experimento estaba teniendo éxito, tú estabas llevando a cabo tu propio experimento.

Skidder no dijo nada.

Chine-kal miró a Randa.

—Tenía la impresión de que la venganza no entraba en los parámetros de los Caballeros Jedi. ¿O es que éste está dominado por el Lado Oscuro?

—No, comandante —negó Randa agitando la cabeza—. Digamos que sus compañeros y él han adoptado un enfoque más liberal en su defensa de la paz.

—En ese caso, tendré que purgarlo de parte de su odio antes de entregarlo —dijo Chine-kal mortalmente serio—. No quiero que el comandante supremo Choka reciba más de lo que espera.

El yuuzhan vong dio media vuelta y se dirigió hacia el pasillo.

—Termina sus asuntos con él, Randa —añadió sin mirar—. Es improbable que vuelvas a verlo.

Randa contempló la partida del comandante. Luego se acercó al Jedi todo lo que le permitía el campo inhibidor.

—¡Están planeando traicionarme! —susurró agriamente—. ¡Quieren ligarme al yammosk como hicieron contigo! ¡Ayúdame, Jedi! ¡Sálvame de ellos y haré todo lo que me pidas!

Capítulo 20

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