Aprendiz de Jedi ed. esp. 2 Los discipulos (9 page)

BOOK: Aprendiz de Jedi ed. esp. 2 Los discipulos
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17


V
oy a comprobar el exterior de la nave para asegurarme de que no ha sido saboteada —dijo Anakin cuando entraron en el hangar.

Obi-Wan sonrió. Sabía que su padawan prefería investigar algo mecánico a hacer cualquier otra cosa.

—Vale —dijo—. Yo entraré a hablar con el capitán... y con Lundi.

Obi-Wan subió rápidamente la rampa de la nave y entró en la cabina.

—Ya era hora —dijo el piloto, aunque Obi-Wan creyó ver algo de alivio en él—. Lleva despotricando una media hora —nervioso, señaló al almacén, donde Lundi estaba sentado en su jaula—. Dice no sé qué del trasto ése que le llama. Y de las mareas.

—Gracias —dijo Obi-Wan, dirigiéndose hacia allá. Respiró hondo. Quería que aquella conversación (si es que era eso lo que iban a tener) saliera bien. Tenía que salir bien.

—Vengo de ver a Dedra y a Omal —dijo Obi-Wan con calma. Observó a Lundi por si mostraba alguna reacción ante aquellos nombres, pero no vio nada. Lundi se limitó a mirarlo fijamente a través de la oscura rendija que era su ojo visible.

Decepcionado, Obi-Wan insistió.

—Me contaron un par de cosas interesantes de Norval.

Eso sí que pareció provocar una reacción, pero no la que Obi-Wan esperaba. El profesor sonrió con malicia, dejando entrever sus dientes amarillentos y roídos. Aquel gesto pareció congelarse en su cara. Por mucho que lo intentase, no consiguió entender lo que significaba aquella sonrisa.

Obi-Wan volvió a sentirse frustrado. Lundi era como un muro. A pesar de que estaba más debilitado que la última vez que se vieron en Coruscant, hace diez años, la mente del profesor era una complicada construcción. Obi-Wan no podía acceder a sus pensamientos ni siquiera con la Fuerza. ¿Cómo iba a averiguar quién buscaba el holocrón si el quermiano no quería cooperar con él?

—Norval estuvo en Kodai contigo —dijo Obi-Wan en voz alta.

Tanto Lundi como él se sorprendieron ante la resonancia de la cabina, y el profesor alzó la mirada. Obi-Wan pensó de repente que igual había encontrado un camino para atravesar el muro infranqueable que era Lundi.

—Y Omal también. Todos fueron a buscar el holocrón.

Lundi se echó hacia delante, como si fuera a decir algo. Apretó la cara contra los barrotes de la jaula. Pero al instante volvió a recostarse, sonriendo con aire de suficiencia.

—Sabías todo lo que había que hacer, pero necesitabas que esos chicos hicieran el trabajo sucio por ti. Que lo cogieran por ti. No creíste llegar tan hasta el fondo tú solo...

Obi-Wan esperó a que Lundi saltara, que comenzara a hablar, que le discutiera lo que le decía, pero el profesor parecía saber exactamente que era eso lo que quería. Así que permaneció allí sentado, inmóvil como una piedra, con los largos brazos cruzados sobre el pecho y la cara torcida en gesto desafiante.

Obi-Wan sintió la urgente necesidad de romper los barrotes de la celda y arrancarle aquella sonrisa burlona de la cara. El quermiano tenía poder aunque estuviera loco y encerrado en una jaula, y, en ese momento, Obi-Wan odió ese poder con cada fibra de su ser.

—¡Necesitamos saber si el holocrón sigue en ese cráter! —gritó—. Tenemos que llegar a él antes de que...

Obi-Wan se detuvo. En su ira había estado a punto de revelar información peligrosa. Tras diez años de encierro, Lundi no podía saber que los Sith habían regresado. No podía saber que había otros en la galaxia que poseían el conocimiento que él perseguía...

Lundi ladeó su pequeña cabecita.

—Tienes miedo, chico, pero no de mis alumnos —dijo, echándose hacia delante—. No... hay algo más. Algo mucho mayor, mucho más terrible. —Hablaba despacio, como si quisiera asegurarse de que Obi-Wan entendiera todas sus palabras—. Los Sith —dijo, volviendo a apoyarse en el respaldo. Su ojo se abrió de par en par y Obi-Wan pudo ver la pupila grande y negra—. Tienes miedo de los Sith, de su regreso.

Lundi se recostó y soltó una aguda risotada.

—Más te vale —dijo.

Obi-Wan miró fijamente a Lundi. Sabía que el profesor quería que dijera algo, que le confirmara su temor, pero no le iba a dar esa satisfacción.

La estancia quedó en silencio durante varios minutos, mientras ambos se miraban fijamente. Por último, Lundi tomó la palabra.

—Te voy a decir dónde está el holocrón —dijo con voz notablemente lúcida—. Incluso puedo decirte cómo conseguirlo. La pregunta es... ¿qué me darás tú a cambio?

18

A
nakin recorrió el casco de la nave por tercera vez. No había visto nada inusual y empezaba a pensar que el capitán estaba un poco paranoico. Teniendo en cuenta su personalidad, era bastante posible. Y Anakin tuvo que admitir que la cercanía con el doctor Lundi podía poner nervioso a cualquiera.

Satisfecho al no ver nada fuera de lo normal, se dirigió al interior de la nave. Obi-Wan estaba en el puente, programando las coordenadas de Kodai en el ordenador de navegación.

—Partimos de inmediato hacia Kodai —dijo.

Anakin se sintió aliviado al saber que se iban de aquel planeta y que iban a retomar la misión. Su Maestro también parecía contento.

—El profesor me ha confirmado por fin que el holocrón sigue en su catacumba submarina.

Anakin arrugó la nariz.

—Podría estar mintiendo —señaló.

Obi-Wan suspiró.

—Lo sé —admitió—. Puede que sólo quiera ponernos en peligro. O jugar con nosotros. Pero es lo único que tenemos para seguir adelante y mi instinto me dice que tenemos que confiar en ello. Además, sólo podemos investigar durante el breve periodo de retirada de las mareas.

Anakin asintió. Ahora que iban a salir del planeta ya no se sentía tan mal con respecto al mensaje holográfico. Quizás hubiera llegado el momento de contárselo a Obi-Wan.

—Maestro —comenzó a decir—. He encontrado un...

—Os digo que ahí fuera había alguien —dijo el piloto, interrumpiéndole—. Había alguien toqueteando mi nave.

Anakin puso los ojos en blanco antes de dirigirse hacia el capitán, que empezaba a ponerle muy nervioso.

—Lo he comprobado todo —dijo Anakin en tono tranquilizador—. Y está todo bien.

El capitán pareció dudar, pero no respondió e hizo despegar la nave. Pronto, lo único que vieron fue la oscuridad del firmamento a través de la pantalla de la cabina. El capitán se dispuso a saltar al hiperespacio.

Anakin se sintió cansado de repente y agradeció tener un momento de reposo. Tardarían más de un día en llegar, así que dispondría de un rato para descansar y ordenar sus pensamientos.

Súbitamente se produjo una gran explosión en un lado del motor, y la nave se escoró violentamente hacia la izquierda.

—¡Os lo dije! —gritó el capitán—. Alguien ha saboteado mi nave. ¡Tenemos que aterrizar de inmediato!

—No podemos —dijo Obi-Wan racionalmente—. Eso es exactamente lo que los saboteadores querían obligarnos a hacer.

El capitán se quedó boquiabierto.

—Pero así no podemos volar —dijo, levantando la voz mientras el humo llegaba a la cabina desde la parte de atrás de la nave—. Los mandos no responden. Vamos a morir.

Anakin volvió a sentirse irritado, pero esta vez el sentimiento se mezclaba con la culpabilidad. Era evidente que alguien había manipulado la nave, a pesar de que él no había hecho caso de la preocupación del capitán.

—Aquí no morirá nadie —dijo Anakin con calma—. Dime dónde guardas las herramientas.

El capitán señaló un pequeño armario justo al salir de la cabina. Anakin fue a buscar la caja y se aproximó al fondo de la nave, apartando el humo a manotazos. El control automático de incendios había apagado las llamas, así que podía llegar al motor dañado a través de la escotilla de un pasillo secundario. Aunque Anakin sabía arreglarlo, no le resultaría fácil hacerlo con la nave en marcha.

Abrió la escotilla y vio que el panel de circuitos se había fundido. Eso significaba que tendría que sustituir varios circuitos rápidamente. La cuestión era... ¿cuáles? Algunos carecían de importancia, pero otros bastarían para que pudiesen llegar a Kodai.

No estaba especialmente familiarizado con el tipo de nave en que viajaban. Nunca había volado en un vehículo así, y mucho menos lo había reparado. Tendría que fiarse de sus instintos.

Sacó una herramienta de energía lumínica y se puso manos a la obra con los cables. Era difícil mantenerla firme porque la nave daba bandazos constantes. Con mucho cuidado, consiguió reconectar los cables dañados uno por uno. La nave no tardó en recuperar la estabilidad, y el piloto se hizo nuevamente con el control.

Anakin reparó unos cuantos cables más y cerró la escotilla. De regreso a la cabina, pasó por delante de la jaula de Lundi.

—Bien hecho, chaval —dijo el profesor—. Me habrías venido bien en Kodai.

Anakin intentó ignorar aquel comentario mientras devolvía las herramientas al armario. El quermiano estaba chalado, no decía más que locuras.

—Buen trabajo, padawan —dijo Obi-Wan, orgulloso, cuando Anakin entró en la cabina.

—Ahora podremos llegar hasta Kodai —dijo el capitán—. Aunque quizá tardemos un poco más de lo previsto.

El alivio en la cabina fue palpable. Estaban todos a salvo... de momento.

19

O
bi-Wan contempló a su padawan, que guardaba las herramientas en su caja. Le tranquilizó que hubiera arreglado el motor, pero al observarle también experimentó otra cosa: preocupación.

Cuando, diez años antes, Obi-Wan emprendió aquella misión con Qui-Gon sintió la influencia del Lado Oscuro. Se sintió frustrado, vulnerable y tuvo miedo.

Anakin no parecía estar pasando por aquello. No, era otra cosa.

Obi-Wan vio que el chico se levantaba y se acercaba a la jaula para observar al quermiano. No mostraba ningún miedo. Parecía más bien... fascinado.

Su padawan sentía mucha curiosidad por Lundi y por lo que le había convertido en un loco malvado. De hecho, era esa clase de atracción al poder lo que había corrompido a Lundi y a Omal.

Esa curiosidad preocupaba a Obi-Wan.

Obviamente, Anakin no había experimentado el poder del Lado Oscuro como Obi-Wan. No había visto cómo su Maestro era cortado en dos por un Señor Sith. Y tampoco había estado a punto de morir.

Tras haberlo experimentado tan de cerca, Obi-Wan era muy consciente de la amenaza que suponían los Sith si conseguían recuperar su antiguo poder, y que recuperar el contenido del holocrón sería un gran paso en esa dirección. Algo devastador para toda la galaxia.

Obi-Wan se estremeció ante ese pensamiento, y luego dejó que se desvaneciera en el fondo de su mente. Necesitaba aguzar la concentración y concentrar su atención en el momento, en su padawan.

El chico necesitaba orientación, y Obi-Wan lo sabía. Hacía diez años que su propio Maestro había sabido llevarlo sabiamente por el camino correcto, lejos de la ira y de la frustración, y consiguió que no se desviara del camino Jedi. Cuando Qui-Gon murió, había prometido hacer lo mismo por Anakin.

Obi-Wan recordó la reacción iracunda que tuvo Anakin con Lundi la primera vez que se encontraron en la nave. La ira era peligrosa. Quizá debería advertir a su aprendiz de los peligros del Lado Oscuro, de que era un camino fácil hacia el poder, pero también hacia la autodestrucción.

El problema era que no sabía cómo organizar su discurso. No sabía lo que debía decirle exactamente. Y cuando intentaba ofrecer a Anakin ese tipo de orientación, el chico la rechazaba. Era casi como si creyera que las cosas que Obi-Wan intentaba enseñarle no le servirían de nada.

Suspiró y deseó que Qui-Gon siguiera vivo. Él habría sabido exactamente qué decir, qué hacer. Habría podido comunicarse con Anakin.

—Creo que nos siguen —dijo el piloto cuando salieron del hiperespacio, irrumpiendo en los pensamientos de Obi-Wan.

El Jedi se levantó y se acercó a los mandos. Se dio cuenta de que no era difícil. Los saboteadores de la nave podrían haberles seguido sin problemas.

Examinó cuidadosamente el sistema de detección de la nave. No encontró nada.

Pronto aterrizaron sin problemas en Kodai. Tras indicar al piloto que no se fuera del planeta, Obi-Wan llevó a Anakin a la ciudad.

—Habrá que llegar pronto al agua —explicó Obi-Wan mientras avanzaban por la calle principal. La marea ya se estaba retirando, pero no esperarían a que llegase a su punto más bajo. Si lo hacían, podía ser demasiado tarde. Tenían que llegar antes que Norval o quienquiera que buscase el holocrón. Esta vez, ellos tenían que llegar primero.

Anakin miró a su alrededor.

—Aquí no hay gran cosa, ¿no? —preguntó.

—No —respondió Obi-Wan—. Hace cientos de años hubo una terrible inundación en la que murieron muchas personas. Casi todos los supervivientes abandonaron el planeta, y los que quedaron esperan que se produzca otro desastre y una muerte segura.

Anakin puso una mueca de sorpresa.

—Qué mal —dijo.

Obi-Wan se rió.

—Así es, padawan —luego se puso serio—. Yo no podría vivir así, pero los kodaianos tampoco tuvieron opción. Debe de ser difícil tener un pasado con tantas pérdidas.

Anakin recorría pensativo la ciudad.

—En un sitio así debería haber tiendas de buceo en todas partes —dijo al fin—. Casi todo el planeta está sumergido bajo el agua.

—Cierto, pero la gente le tiene miedo —le recordó Obi-Wan.

—Y parece que a nosotros también —dijo Anakin—. Cuando nos cruzamos con alguien, aprietan el paso y apartan la mirada.

—Qué observador eres, Anakin —dijo Obi-Wan, orgulloso—. A los kodaianos les ponen nerviosos los forasteros.

Tras ir a ver la marea y comprobar que no era el momento de sumergirse, los Jedi regresaron a la nave. Muchos kodaianos se apartaban de su camino para no cruzarse con ellos por la calle. Otros se detenían y se les quedaban mirando. Y unos pocos gritaron advertencias sobre el mar letal y sus fuerzas malignas ocultas.

—Maestro —dijo Anakin de repente. Su voz sonaba tranquila, casi vacilante. Algo poco común en el chico—. Tengo que contarte una cosa.

Obi-Wan se detuvo y miró a su padawan.

—¿Qué pasa? —preguntó.

—Encontré un holoproyector cuando estuvimos en el apartamento de Omal. Tenía..., tenía un mensaje, uno de los mensajes que mencionó Ki-Adi Mundi.

Obi-Wan abrió los ojos de par en par.

—¿Uno de los mensajes en los que se ve el asesinato de un Jedi? —preguntó.

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