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Authors: Blue Jeans

Tags: #Relato, Romántico

Cállame con un beso (33 page)

BOOK: Cállame con un beso
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Acaba de regresar. Escucha cómo introduce la llave en la ranura de la puerta y la abre. Camina hasta la cama y se agacha junto a ella. Le sopla en una oreja y contempla cómo se gira. La chica lo mira a los ojos. Le brillan.

—Estoy despierta, amor.

—Vaya. ¿Desde cuándo?

—Desde que has entrado.

El chico hace un gesto lamentándose. Pero rápidamente sonríe y la besa. Ella se agarra a su cuello y cierra los ojos. Se deja llevar una vez más. Como tantas y tantas veces en aquella habitación de hotel.

—Me… estás… haciendo daño —se queja el joven—. La uña. Me la estás clavando.

—Uy. Perdona.

Quita las manos de su cuello y le da un último beso cortito.

—No te preocupes, se me pondrá morado y parecerá un chupetón.

—Yo no hago chupetones —señala irónica.

—No, no… —dice él, bajándose un poco el jersey y enseñándole una marca reciente.

—Eso no te lo hice yo.

—¿No?

—Por supuesto que no. Sería… con la moto —indica sonriente mientras él arquea las cejas—. Vaaaale. Fui yo. Lo reconozco.

Aquella huella no es ocasional. Desde que está con él se han desatado sus instintos más salvajes. No puede controlarse. En cambio, al chico le ha pasado justo al contrario. No solo en la cama, sino en su forma de ser. Ha cambiado. Ahora es más moderado en todo lo que hace. ¿Ha sido por ella?

—Mira lo que te he traído —comenta, recogiendo del suelo una caja envuelta en un papel rojizo muy llamativo—. Espero que te gusten.

—¿Qué es?

—Ábrelo y lo compruebas.

La chica obedece y coge la caja. Quita primero el celo de los bordes y a continuación, con cuidado, aparta el papel. Aquello son…

—¡Me has traído pasteles! —grita mientras abre la caja y se encuentra con media docena de dulces.

—Necesitas azúcar para recuperarte de tanto esfuerzo.

—Tú lo que quieres es que engorde.

—Yo lo que quiero es que estés contenta.

Y lo está. Claro que lo está. Más que contenta. ¿No lo ve en sus ojos? ¿O en su sonrisa permanente? Está muy feliz. Y él tiene la culpa. Si él ha cambiado por ella, ella también ha cambiado por él. Ha dejado atrás sus miedos, sus complejos, su timidez natural. No del todo, pero sí en gran parte.

Un «te amo», un beso y un suspiro. Ahora quiere un pastel. Es difícil decidirse por alguno de aquellos seis. Todos tienen una pinta increíble. Finalmente elige el que está cubierto de chocolate. Lo muerde y se relame.

—¡Dios! ¡Está riquísimo…!

—A ver…

El joven se echa sobre ella y unta su dedo pulgar con el chocolate que sobresale de sus labios. Se lo mete en la boca y lo chupa.

—¡Qué haces!

—Sí, está muy rico —confirma, poniéndose de nuevo de pie—. Y estará mejor si lo acompañamos con un café.

—¿Vas a pedirlo?

—Sí. El tuyo con leche, ¿verdad?

—Sí. Gracias.

Descuelga el auricular del teléfono que está sobre una de las mesillas de la habitación y pulsa el asterisco y el nueve. Es la clave para llamar a la cafetería. Dos tonos y una voz femenina al otro lado.

—Hola, buenas tardes, ¿puede subirnos dos cafés con leche a la 411, por favor…? Muchas gracias.

Y cuelga ante la sonrisa de la chica que lo observa con admiración. Es una suerte que aquel hotel sea suyo. Su padre lo colocó como codirector cuando decidió que se iba a vivir a aquella ciudad. Era una apuesta arriesgada debido a su juventud e inexperiencia, pero todo ha ido bien hasta ahora.

—Qué majo eres.

—¿Sí? Eso lo dices porque estás enamorada de mí.

—¡Qué creído…!

—Antes lo era mucho más. Ya lo sabes.

—Antes no solo eras mucho más creído: eras un arrogante, un prepotente, un descarado, un chulo…

El joven escucha atento la lista de críticas de la chica. Sonríe, agacha la cabeza y lo admite, moviéndola hacia arriba y abajo. Está totalmente de acuerdo.

—Y si era así, ¿por qué te gustaba?

—No lo sé. Cosas que pasan.

Suelta una carcajada y se sienta junto a ella en la cama. La chica se sonroja y le acaricia el cabello. Su pelo rubio alborotado está mucho más corto que hace unos meses, cuando empezaron a salir. Casi lo llevan a la misma altura, aunque cada uno con su propio estilo.

—¿Te puedo decir una cosa? —le pregunta él, susurrando.

—Claro.

Se ha puesto nerviosa. No sabe cómo lo hace, pero siempre lo consigue. El chico se aproxima aún más a ella y mete la mano bajo las mantas. Siente cómo le acaricia su abdomen desnudo. Y sube y sube hasta terminar rozándole el pecho con los dedos.

Se hace un poco de rogar antes de hablar, pero finalmente suelta lo que le quería decir.

—Deberías… vestirte. El camarero está a punto de subir. Y no querrás que te vea así, ¿no?

—Tonto.

No imaginaba que saldría por ahí. ¡Qué rabia! Creía que era algo importante. Pero le perdona con un beso. Después se levanta, muerta de frío, y entra corriendo en el cuarto de baño. Allí tiene su ropa. Empieza a vestirse. Ropa interior, sujetador, vaqueros… Ahí se detiene. Se dejó el móvil en uno de los bolsillos. Lo saca y se encuentra con un mensaje recibido. Se sorprende muchísimo cuando ve quién lo envía. Lo abre y lee curiosa el SMS. Rápidamente se termina de vestir y entra otra vez en la habitación.

—¿Tienes encendido el portátil?

—Estoy en ello.

—¿Me lo dejas un momento?

El joven sonríe y la invita a que se siente sobre sus rodillas. La chica acepta y le da un beso. Luego centra su atención en la pantalla del pequeño ordenador.

—¿Qué quieres ver?

—Mi Tuenti.

—¿Y eso? Hace mucho tiempo que no lo usas.

Pero ella no responde. Teclea la dirección de su cuenta, su contraseña y entra. Tiene un mensaje privado sin leer.

—¿Esa no es…? —pregunta el chico, leyendo el nombre de quien le envía el privado por encima de su hombro.

—Sí. Es Diana.

—Vaya, cuánto tiempo hace que no la veo… Ni lo recuerdo.

—Yo sí que me acuerdo. Perfectamente. Fue aquel día en el que… tú y yo…

—¿Fue ese día? ¿De verdad?

—Sí.

—Qué buena memoria tienes. Por eso yo siempre te consideré la más inteligente de las Sugus.

—Yo no era la más inteligente de las Sugus. Simplemente era Cris, más bien la más tímida de las Sugus.

Hace unos meses, un día de junio, en un lugar de la ciudad

Le ha encantado volver a ver a Diana y a Mario. Hacía muchísimo tiempo que no sabía nada de ellos. Ya ni siquiera entra en las redes sociales para enterarse de lo que hacen o dicen. Su vida ha dado un gran giro. El cambio de instituto y lo que pasó en el verano anterior hizo que se fuera alejando poco a poco de sus amigas. Para Cris las cosas no han sido fáciles ese último año. Estuvo arrepintiéndose muchas semanas de haberse liado con el novio de Miriam. Por su culpa todo se fastidió. Pero ahora vuelve a estar ilusionada. ¡Hasta se ha cortado el pelo a lo Demi Moore en
Ghost!
Eso le dice él, el chico que ha vuelto a hacerle sonreír. El mismo que ahora le entrega el casco para que se suba en la parte de atrás de su moto. Ella se lo coloca y se monta en aquella impresionante Kawasaki Ninja de color verde. Le da una palmadita en el hombro para avisarle de que está lista y el joven arranca a toda velocidad. Sin embargo, pronto tienen que detenerse delante de un semáforo en rojo.

—¿Quiénes eran esos? —le pregunta el joven girando la cabeza hacia ella.

—¿No los has reconocido?

—No. ¡Es que estabais muy lejos!

—¿No será que el pelo te tapa los ojos?

A pesar de que no le disgusta su larga melena rubia, le gustaba más cuando tenía el pelo más cortito.

—Llevaba el casco puesto, así que no ha sido por culpa del pelo.

Cris se ríe. Ahora está más tranquila, aunque sabe que pronto volverán los nervios.

—Eran Diana y Mario.

—¡Ostras! ¿Eran ellos? ¡Cuánto tiempo!

—Sí, mucho. ¡Y siguen juntos!

—Me alegro. No apostaba nada por ellos.

—Creo que ni tú ni nadie. Pero hay que reconocer que no hacen mala pareja.

—Bueno, si tú lo dices… ¿Diana está bien de lo suyo?

—Parece que sí. O eso me ha dicho.

El disco del semáforo se pone en verde y la Kawasaki arranca de nuevo. El ruido del motor impide que hablen. Eso hace que Cris piense y vuelva a ponerse nerviosa. Espera que todo salga bien. Hace mucho tiempo que no… Pero él es el chico perfecto para ello.

No tardan en llegar al hotel. La pareja se baja de la moto, se quitan los cascos y se miran, algo dubitativos.

—¿Estás bien?

—Sí. Un poco nerviosa.

—¿Te pongo nerviosa?

—Tú no. El hotel y lo que nos espera dentro, sí.

El joven rubio sonríe y se acerca un poco más a ella. La abraza y le da un beso en los labios.

—Confía en mí. Todo irá bien.

Cris asiente con la cabeza y le coge de la mano. Los dos entran en el hotel, saludan al hombre que está en recepción y caminan hacia la 411. El instante que están en el ascensor se hace eterno. Igual que el pasillo por el que caminan hasta la puerta de su habitación. Él introduce la tarjeta en la ranura y abre. Ella pasa delante. Todo el cuerpo le tiembla, y más cuando contempla la cama de matrimonio cubierta de pétalos de rosa y decenas de pequeñas velitas encendidas a su alrededor.

—¡Guau…! ¡Qué bonito!

—Menos mal que no se ha quemado nada mientras iba a por ti.

La chica sonríe. Traga saliva y se sienta en el borde de la cama. Él acude a su lado y le pone una mano en la pierna. Le acaricia la rodilla y nota cómo le vibra. Está hecha un flan. Cris se da cuenta de sus nervios y lo mira a los ojos.

—Perdona, no sé qué me pasa.

—No te preocupes. ¿Quieres que lo dejemos para otro día?

—No. Tengo muchas ganas de estar aquí contigo, de verdad. Y quiero hacerlo ahora.

—¿Estás segura?

—Sí, lo estoy.

Y cerrando los ojos se inclina sobre él y le da un beso en la boca. Seguido, continuado. Luego con lengua. Y con caricias. Y más apasionado, más intenso. Poco a poco, entra en calor y se va sintiendo más cómoda. Y es capaz hasta de quitarse la camiseta y de quitársela a él. Las ganas se van apoderando de Cris, que libera su lado más sensual en el botón de su
short
. Y en los vaqueros de él.

De repente se detiene, hace una pausa frenando su impulso y lo mira a los ojos. Es real. Aquello que está sucediendo es completamente real. Le acaricia el pelo y sonríe. No es un sueño, está a punto de hacer el amor con Alan Renoir.

Capítulo 49

Un día de diciembre, en un lugar de la ciudad

Hola, Cris, soy Diana. ¿Me recuerdas? Te tengo que pedir un favor, pero en un SMS no hay espacio. Cuando puedas, entra en tu Tuenti, que tienes un privado mío. Un beso.

• • •

Hola Cris. ¿Cómo estás? Sé que no te conectas a esta cuenta desde hace mucho tiempo, por eso te mandé el mensaje al móvil avisándote para que la miraras. Espero que no hayas cambiado de número.

¡Cuánto tiempo hace que no nos vemos! La última fue aquella vez en la que iba con Mario y nos encontramos en la calle. Fue en junio, ¿no? Tú te montaste luego en una moto con un chico de melena rubia, me parece. ¿Era tu novio? Me resultaba familiar, aunque no pude verle la cara porque llevaba el casco puesto.

¡Qué tiempos aquellos de las Sugus! Los echo de menos. Qué bien lo pasábamos las cuatro juntas.

Bueno, al grano, que me enrollo mucho. En los últimos tiempos las cosas han cambiado. Ya te dije, cuando nos vimos, que Miriam no era la misma. Dejó el instituto y empezó a andar con gente poco recomendable. Pues si antes estaba mal, ahora está todavía peor. Se ha escapado de casa y se ha ido a vivir con Fabián Fontana, un delincuente peligroso. Sus padres no saben que está con él, pero Mario y yo fuimos a buscarla hace unos días y la vimos allí. Ella no se enteró de nada porque su novio no la quiso avisar. Mario además salió herido con una navaja. No te preocupes, está bien.

Miriam pasa de su familia y de nosotros. No ha contestado a ninguno de nuestros mensajes, no ha llamado a sus padres y todos estamos muy preocupados por ella. Tampoco podemos avisar a la policía porque ella es mayor de edad y, además, se vería implicada en otras cosas y no queremos poner más nerviosos a sus padres.

Lo que te pedimos Mario y yo: si puedes, mándale un SMS pidiéndole que al menos se ponga en contacto con sus padres o con nosotros. No te pido que la llames porque su teléfono está siempre desconectado. No sabemos si solo lo conecta para leer los mensajes que le envían.

Después de lo que pasó en aquel mes de junio de hace dos veranos, ella se distanció de todos. Lo pasó mal. Y vuestra pelea fue el principio de su cambio. No te estoy juzgando a ti por lo de Armando. Creo que pasó porque tuvo que pasar y ya está. No quiero remover el pasado. Todos cometemos errores.

No estoy segura de que Miriam te haga caso a ti tampoco, pero si ve que hasta te hemos pedido ayuda a ti, tal vez se dé cuenta de lo realmente mal que está su familia. Si además os pedís perdón y arregláis lo vuestro, todo irá mucho mejor. Estoy segura que eso le recordará los buenos tiempos que pasó siendo una sugus y que la amistad de todas es algo que algún día podremos recuperar.

¡Siento la parrafada! No soy mucho de escribir, pero tenía que explicarte lo que está pasando y pedirte ayuda.

Seguramente no consigamos nada con esto, pero por probar no perdemos nada.

Te mando un besazo enorme de parte de Mario y otro de mi parte. Espero que nos veamos pronto y nos presentes a tu novio!!

Ya me dirás algo.

La sugus de manzana.

• • •

Hola, Diana. Es verdad, nos vimos aquel día. Han pasado unos cuantos de meses ya desde entonces. Estoy muy perdida de todo desde que me cambié de instituto el año pasado. Ahora estoy haciendo un módulo de diseño gráfico y tampoco me deja tiempo para nada. Tengo las redes sociales olvidadas.

Lo que me escribes es muy triste. Cuando he leído tu privado, me ha hecho pensar mucho. Lo que puede cambiar la vida de tantas personas en poco más de un año, ¿verdad?

No imaginaba que las cosas con Miriam saldrían de esa forma y, en cierta manera, me siento un poco culpable. No sé hasta qué punto influyó la pelea que tuvimos aquel día para que haya terminado así. Fue una metedura de pata muy grande por mi parte. De hecho estuve varias semanas arrepintiéndome de lo que pasó con Armando. Fue la peor decisión de mi vida.

BOOK: Cállame con un beso
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