Cetaganda (16 page)

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Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Novela, Ciencia ficción

BOOK: Cetaganda
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Iván alzó las cejas y se inclinó hacia delante, mirando el brillante conjunto de esferas y líneas sobre la placa de vídeo.

—Bueno… Rho Ceta está en posición de expandirse hacia Komarr, o lo estaría si no domináramos las dos terceras partes de los saltos de agujero de gusano que hay entre los dos. Mu Ceta acaba de recibir un buen golpe, administrado por nosotros, cuando trató de expandirse más allá de Vervain hacia el Centro Hegen. Ésas son las más evidentes. Las otras tres satrapías y Eta Ceta son todas interiores, no veo qué ventaja podrían obtener.

—Pero queda el otro lado del nexo. —Miles hizo un gesto hacia el mapa—. Sigma Ceta, que bordea los grupos de la Estación Vega. Y Xi Ceta, que da hacia Marilac. Si trataran de separarse de Eta Ceta, les resultaría muy útil que todos los recursos militares del imperio estuvieran centrados en una expedición contra Barrayar.

—Cuatro de ocho. Es un principio —concedió Iván.

Entonces, el análisis de Iván era paralelo al suyo. Bueno, habían tenido el mismo entrenamiento estratégico… era obvio. Pero Miles se sintió oscuramente reconfortado. Si Iván lo veía también, seguramente no podía atribuir sus sospechas a un exceso de imaginación.

—Es una triangulación —dijo Miles—. Si consigo que cualquiera de las otras líneas de la investigación elimine aunque fuera parte de la lista, el lugar donde las líneas se superpongan… bueno, sería estupendo que todo terminara señalando a un solo gobernador…

—¿Y entonces qué? —quiso saber Iván, obstinado, frunciendo el ceño en un gesto de sospecha—. ¿Qué vamos a hacer nosotros si descubrimos cuál es?

—No… no estoy seguro. Pero creo que estamos de acuerdo en que un final discreto es preferible a un gran escándalo, ¿no es cierto?

—Ah, sí. —Iván se mordió el labio, mirando el mapa de nexos de agujero de gusano—. Y, ¿cuándo lo informamos?

—Ahora no… todavía no. Pero creo que será mejor que empecemos a documentarlo. Archivos personales. —Así, si alguien seguía sus pasos, Miles esperaba que no póstumamente, pero ésa era la idea, por lo menos podría entender lo que había pasado.

—Yo estoy haciendo eso desde el primer día —le informó Iván con amargura—. Está todo en mi equipaje, bajo llave.

—Ah, bien… —Miles dudó—. Cuando hablaste con el coronel Vorreedi, ¿le sugeriste la idea de que Yenaro podía tener apoyo en niveles más altos?

—No exactamente.

—Entonces me gustaría que hablaras con él de nuevo, Iván. Trata de desviar su atención hacia los gobernadores de satrapías… o algo así.

—¿Por qué no le hablas tú?

—No estoy… preparado. Todavía no. Esta noche no. Todavía estoy asimilando todo lo que ha pasado. Y técnicamente, aquí él es mi superior en SegImp, o lo sería si yo estuviera de servicio… Me gustaría poner límites a mis… eh…

—¿Mentiras directas? —completó Iván con dulzura.

Miles esbozó una mueca, pero no lo negó.

—Mira, en este asunto, yo tengo un acceso del que no dispone ningún otro oficial de SegImp, por mi posición social. No quiero perder esta ventaja. Pero eso también limita mi… no puedo hacer el trabajo de campo, los detalles sucios… mi situación es demasiado expuesta. Tengo que jugar con mis propias fuerzas y hacer que otros cubran mis debilidades.

Iván suspiró.

—De acuerdo. Ya le hablaré yo. Pero que no sirva de precedente. —Se puso de pie con un gruñido de cansancio y se dirigió a la puerta, algo mareado. Miró por encima del hombro antes de irse—. El problema de que tú controles toda la situación, es que manejando los hilos de la tela como una araña, primito, tarde o temprano las partes interesadas acabarán convergiendo por los hilos hacia ti. Eres consciente de eso, ¿verdad? ¿Y qué, vas a hacer
entonces
, Mente Maestra? —Se inclinó con una ironía demasiado agresiva.

Miles se encogió en la silla de la comuconsola, gruñó y volvió a pedir su lista de ocho sospechosos.

A la mañana siguiente, el embajador Vorob’yev recibió una comunicación y tuvo que retirarse en la mitad de lo que se estaba convirtiendo en una costumbre: el desayuno con los jóvenes enviados de Barrayar en su comedor privado. Para cuando volvió, Miles e Iván ya habían terminado.

El embajador no volvió a sentarse. En lugar de eso, dedicó a Miles una mirada divertida.

—Lord Vorkosigan, tiene usted una extraña visita.

El corazón de Miles le saltó en el pecho.
¿Rian aquí? Imposible
… Su mente revisó rápidamente el uniforme verde de fajina, el estado de las insignias, el cierre…

—¿Quién, señor?

—El ghemcoronel Dag Benin, de Seguridad Imperial Cetagandana. Es un oficial de rango medio asignado a asuntos internos en el Jardín Celestial y ha solicitado hablar con usted en privado.

Miles trató de no jadear.
¿Qué anda mal? Tal vez nada, tal vez nada… Cálmate
.

—¿Ha dicho de qué se trataba?

—Al parecer, lleva la investigación del suicidio de Ba… no se qué. Y sus movimientos… eh… erráticos le llamaron la atención. Ya le advertí que había hecho usted mal en apartarse de la fila.

—Y… ¿debo hablar con él, entonces?

—Hemos decidido hacerle ese favor, por cortesía. Lo hemos llevado a uno de los pequeños compartimentos para entrevistas en la planta baja. Un lugar monitoreado, por supuesto. Tendrá usted un guardaespaldas de la embajada dentro de la habitación. No creo que Benin venga con intenciones asesinas, sólo servirá para recordarle el estatus de su Casa y el suyo dentro de la sociedad barrayaresa, lord Vorkosigan.

Hemos decidido
. Así que el coronel Vorreedi, a quien Miles todavía no conocía, y probablemente Vorob'yev también, escucharían todas y cada una de sus palabras. Ay, qué follón.

—De acuerdo, señor.

Miles se levantó y siguió al embajador. Iván lo miró marcharse con la expresión reprimida de un hombre que aguarda la inminente llegada de alguna forma especial de justicia cósmica.

La habitación era exactamente lo que decía su nombre: un cuarto de muebles cómodos pensado para reuniones de dos o tres personas con el personal de seguridad de la embajada como cuarto sujeto invisible. El ghemcoronel Benin no tenía inconveniente en que se grabara toda la conversación. Un guardia de Barrayar, de pie al otro de la puerta, se deslizó detrás de Miles y el embajador cuando entraron, y se situó en su puesto, estoico y silencioso. Era alto y corpulento incluso para el estándar barrayarés, con un rostro inexpresivo. Lucía los galones de sargento y los del cuerpo de élite, así que Miles dedujo que esa expresión de bajo voltaje era una máscara.

El ghemcoronel Benin ya los estaba esperando dentro y se levantó al verlos entrar. Era de estatura mediana, así que probablemente no tenía demasiados hautgenes en sus antepasados recientes: los haut favorecían la altura. Eso significaba que había adquirido su puesto sólo por mérito y no por rango social, lo cual no era necesariamente una ventaja desde el punto de vista de Miles. Benin estaba muy elegante en el uniforme de gala verde oscuro de los cetagandanos, es decir, el uniforme de trabajo diario del personal de Seguridad del Jardín Celestial. Tenía la cara completamente cubierta de maquillaje, por supuesto, con un diseño imperial y no de clan: su alianza básica era con el Emperador. Una base blanca con curvas negras intrincadas y toques rojos: para Miles el efecto general le sugirió el de una cebra herida. Pero por asociación, era un dibujo que exigía un respeto instantáneo y profundo, y una cooperación total y abyecta en ocho planetas. Barrayar, claro está, no se contaba entre ellos.

Miles trató de juzgar el rostro que se escondía bajo la pintura. No era un joven sin experiencia, pero tampoco se trataba de un viejo astuto. A primera vista le calculó algo más de unos cuarenta años estándar, joven para su rango pero no extremadamente inexperto. Su expresión revelaba una seriedad atenta pero el hombre se las arregló para esbozar una sonrisa de amabilidad cuando Vorob'yev lo presentó a Miles, que se transformó en un gesto de alivio cuando Vorob'yev los dejó solos.

—Buenos días, lord Vorkosigan —saludó. Obviamente bien entrenado para la arena social, consiguió reducir su primera mirada al físico de Miles y convertirla en un rápido examen subrepticio—. ¿Le ha explicado su embajador por qué estoy aquí?

—Sí, coronel Benin. Entiendo que debe investigar la muerte de ese pobre tipo…, si es que tipo es un término correcto, que vimos tendido en el suelo de la rotonda el otro día. Impresionante, sí… —
La mejor defensa es el ataque
—. ¿Consideran que fue un suicidio?

Benin se puso en guardia.

—Obviamente. —Su voz tenía un tono extraño, un tono que ponía en entredicho la afirmación.

—Bueno, sí, por la cantidad de sangre era evidente que su ba murió en ese mismo lugar, o sea, que no le cortaron el cuello en otra parte y luego lo llevaron allí. Pero se me ocurre que si la autopsia demostrara que estaba inconsciente cuando murió, eso… descartaría el suicidio. Es una prueba sutil: la tensión y señales de la muerte suelen confundir en parte los síntomas del bloqueador… pero si se busca con cuidado, se pueden descubrir rastros. ¿Sabe si se ha llevado a cabo esta prueba?

—No.

A Miles no le quedó claro si eso significaba que la prueba no se había hecho o que… no. Benin tenía que saberlo.

—¿Por qué no? Si estuviera en su lugar… es lo primero que haría. ¿No puede hacerla ahora? Aunque claro, dos días después no es lo más adecuado.

—La autopsia terminó. Cremaron el cuerpo —afirmó Benin en tono inexpresivo.

—¿Ya? ¿Antes de cerrar el caso? ¿Quién lo ordenó? Usted no, estoy seguro…

—No… Lord Vorkosigan, eso no es de su incumbencia. He venido aquí por otra cuestión —dijo Benin, tenso. Después hizo una pausa—. ¿A qué viene ese interés morboso en los sirvientes de la Señora Celestial?

—Es lo más interesante que he presenciado desde que llegué a Eta Ceta. Espero que me entienda, es deformación profesional. En Barrayar me dedico a seguridad civil. Investigaciones sobre asesinatos… —Bueno, por lo menos una—. Y… tendría que agregar que me va bien. —¿Qué experiencia tendría ese oficial cetagandano en estos asuntos? El Jardín Celestial era un lugar tan ordenado—. ¿Se encuentra muy a menudo con situaciones como ésta?

—No. —Benin estaba mirando a Miles con interés creciente.

Por lo tanto, tal vez había leído mucho, pero le faltaría experiencia directa, por lo menos desde que lo habían ascendido a ese puesto. De todos modos, era evidente que aprendía deprisa.

—A mí me parece prematuro cremar el cuerpo antes de cerrar el caso. Después siempre surgen preguntas…

—Le aseguro, lord Vorkosigan, que Ba Lura no llegó inconsciente a la rotonda del funeral. Hasta los guardias de ceremonial hubieran notado una cosa así… —Ese tono levemente ácido, ¿era una insinuación de que los guardias de ceremonial no se elegían por su inteligencia sino por el aspecto?

—Bueno, en realidad, yo tengo una teoría —burbujeó Miles con entusiasmo—. Usted es el hombre indicado para confirmarla o descartarla. ¿Alguien ha testificado haber visto la entrada de Ba Lura en la rotonda?

—No exactamente.

—¿Ah, no? Y… el lugar donde estaba el cuerpo… no sé qué tipo de cobertura de vídeo tienen ustedes, pero estoy seguro de que esa parte estaba oculta. O no habrían pasado quince… veinte minutos hasta el descubrimiento del cuerpo, ¿correcto?

Otra mirada pensativa.

—Tiene razón, lord Vorkosigan. Normalmente, se rastrea visualmente la rotonda entera, pero en este caso, las dimensiones del catafalco… lo impedían.

—¡Ajá! Y entonces, ¿cómo es posible que Ba Lura supiera exactamente…? No, déjeme decirlo de otra forma. ¿Quiénes podían saber lo del punto ciego a los pies de la difunta emperatriz? Su Seguridad, y ¿quién más? ¿Hasta dónde llega su cadena de mando, ghemcoronel Benin? ¿Lo están presionando para que resuelva rápidamente que se trató de un suicidio y se cierre el caso?

Benin hizo una mueca.

—No hay duda de que todos deseamos que el caso se resuelva con la mayor rapidez posible. La interrupción de una ocasión solemne como ésta es un hecho vergonzoso. Yo estoy tan interesado como cualquiera. Lo cual me recuerda mis preguntas, lord Vorkosigan. ¿Me permite?

—Ah, sí, claro. —Miles hizo una pausa breve y agregó justo antes de que Benin abriera la boca—: Entonces, ¿usted está haciendo esto en su tiempo libre? Admiro su entrega.

—No. —Benin respiró hondo y recompuso su expresión otra vez—. Lord Vorkosigan. Según nuestros registros, usted abandonó la recepción y mantuvo una conversación privada con una hautlady.

—Sí. Ella mandó su ba a buscarme. No podía negarme, no sé si me entiende… Además… tenía curiosidad.

—Estoy seguro de eso —musitó Benin—. ¿Y cuál fue el tema de la conversación con la haut Rian Degtiar?

—¿Pero cómo? Seguramente ustedes la monitorearon… —Era evidente que no había sido así. De lo contrario, Seguridad cetagandana lo habría buscado dos días antes, en el momento de los hechos, sin darle oportunidad de abandonar el Jardín Celestial… y la entrevista habría sido mucho menos amable, seguro. Pero probablemente Benin tenía un vídeo con la salida de Miles hacia el jardín del pabellón, y otra cinta con su regreso. Y un testimonio del guía ba.

—De todos modos… —dijo Benin sin responder.

—Bueno… debo admitir que la conversación me confundió mucho. Ella es especialista en genética, como ya sabrá usted…

—Sí.

—Creo que su interés por mí… disculpe, todo esto me resulta muy embarazoso… Creo que su interés en mí es sólo por un tema genético. Circulan rumores de que soy mutante. Pero mis problemas físicos son totalmente teratogénicos, es un daño que me causaron con un veneno que entró en contacto con mi organismo antes de que yo naciera. No es genético. Y para mí es de la máxima importancia que eso quede bien claro. —Miles pensó brevemente en los hombres de SegImp que lo estaban escuchando—. Según he sabido, las hautmujeres coleccionan variaciones genéticas naturales para sus investigaciones. La haut Rian Degtiar pareció decepcionada cuando le aseguré que mi caso no ofrece el menor interés desde un punto de vista genético. Al menos, eso supongo. Habló del asunto sin ir al grano realmente… No estoy seguro, pero supongo que percibía que su interés era algo… eh… cuestionable. Lamento decir que las motivaciones de los haut no me resultan totalmente comprensibles. —Miles sonrió alegremente. Ahí estaba. Era el farol más vago, más convincente y poco comprobable que podía improvisar en el momento. Dejaba mucho espacio para lo que el coronel le hubiera sacado a Rian, si es que le había sacado algo—. Lo que sí me interesó fue la burbuja de energía de la hautlady. No tocaba el suelo. Seguramente estaba dentro de una silla-flotante.

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