Read Cómo mejorar su autoestima Online
Authors: Nathaniel Branden
Las personas que gozan de una alta autoestima están lejos de gustar siempre a los otros, aunque la calidad de sus relaciones sea claramente superior a la de las personas de baja autoestima. Como son más independientes que la mayoría de la gente, son también más francas, más abiertas con respecto a sus pensamientos y sentimientos. Si están felices y entusiasmadas, no temen mostrarlo. Si sufren, no se sienten obligadas a "disimular". Si sostienen opiniones impopulares, las expresan de todos modos. Son saludablemente autoafirmativas. Y como no tienen miedo de ser quienes son, de vivir auténticamente, a veces despiertan la envidia y la hostilidad de quienes están más atados a las convenciones.
A veces, en su Inocencia, se asombran de esta reacción, y quizás se sientan heridos por ella; pero no por eso desisten de su compromiso con la verdad. No valoran la buena opinión de los otros por encima de su autoestima. Sencillamente aprenden que hay gente a la que es mejor evitar.
Tratan de buscar relaciones enriquecedoras en lugar de nocivas, en contraste con las personas de baja autoestima, que casi siempre parecen entablar relaciones nocivas.
Las relaciones de las personas de alta autoestima se caracterizan por un grado de benevolencia, respeto y dignidad mutua superior al nivel medio. Los hombres y mujeres orientados hacia el desarrollo tienden a apoyar las aspiraciones de desarrollo de los demás. Las personas que disfrutan con su propio entusiasmo también disfrutan con el de los demás. Las personas que practican la franqueza al hablar aprecian la franqueza en la conversación con los otros. Las personas que se sienten cómodas diciendo si cuando quieren decir sí, y no cuando quieren decir no, respetan el derecho de los otros a hacer lo mismo. Las personas auténticas tienen amigos mejores y más dignos de confianza, porque saben que pueden apoyarse en ellos, y porque los instan a igualar su autenticidad.
Al ser auténticos, no sólo nos honramos a nosotros mismos: a menudo es como un regalo para cualquier persona con la que tratemos.
"A veces doy a la gente una falsa impresión de lo que siento (decía una paciente que se quejaba de que nadie la entendía), cuando sonrío y por dentro estoy llorando; cuando trato de impresionar a personas que no respeto; cuando niego mi irritación y estoy ardiendo por dentro; cuando finjo que nada me molesta; cuando no discuto con nadie con respecto a nada; cuando parezco estar de acuerdo con cualquiera que diga algo; cuando no digo lo que quiero; cuando digo sí y quiero decir no."
"A veces impido que la gente me dé lo que quiero (sostenía un paciente que se lamentaba de que nadie se preocupaba por sus deseos), cuando no les digo lo que quiero; cuando finjo que no quiero nada; cuando actúo como si fuera totalmente autosuficiente; cuando me burlo sutilmente de los esfuerzos de los demás para ser buenos conmigo; cuando lo critico todo; cuando doy mucho a los demás y utilizo eso para mantenerlos a distancia; cuando me muestro distante; cuando no me quedo quieto si veo que la gente se me acerca; cuando ni siquiera me permito saber lo que quiero."
"Si estuviera dispuesta a decir 'no' cuando quiero decir 'no' (manifestaba una mujer que se quejaba de que la gente se aprovechaba de ella), me respetaría más a mí misma; quizás la gente me apreciaría más; me sentiría más limpia; tendría más tiempo para hacer las cosas que quiero; la gente no me molestaría; sería más amable; no me rebelaría ni diría 'no" por cosas sin importancia; la gente me conocería mejor; creo que en general sería más generosa; no me sentiría una inútil; sería responsable de lo que me sucediera; no podría echarle la culpa a nadie; todo dependería de mí; no podría sentir lástima de mí misma; tendría dignidad."
"Si dijera 'si' cuando quiero decir 'sí' (declaraba un hombre que se lamentaba de que su vida era aburrida), tendría más coraje: correría más riesgos; permitiría que la gente supiera quién soy; tendría que ser honesto con las cosas que me importan: me volcaría más hacia la gente; tendría aventuras; no sería tan prudente; participaría en la vida en vez de ser un observador; una mayor parte de mí estaría en contacto con la realidad."
"Si no tuviera que vivir de acuerdo con las expectativas de los demás (afirmaba una mujer demasiado preocupada por ganarse la aprobación de la gente), les diría a los demás lo que verdaderamente pienso y siento; debería encontrar mi propio rumbo; me defendería a mí misma; tendría que asumir la responsabilidad de mi propia vida; averiguaría quiénes son en realidad mis amigos; tal vez pudiera ser dueña de mí misma; es hora de que me pregunte qué creo
yo
que es lo importante."
"SI fuera más sincero con respecto a mis pensamientos y opiniones (decía un hombre que se quejaba de sentir angustia en la vida social), me pregunto cómo respondería la gente; creo que me sentiría más seguro; me sentiría más fuerte; estaría más relajado; no me sentiría tan intimidado; me gustaría más a mí mismo; confiaría más en mí mismo; no me importarían tanto las opiniones ajenas; estaría menos ansioso; no me sentiría un ciudadano de segunda clase; sabría que pertenezco a la raza humana."
"Si fuera más sincera respecto de mis sentimientos (decía una mujer que se lamentaba de haber perdido su identidad), tendría que saber lo que siento; creo que la gente me respetaría más; a veces tendría que enfrentar la desaprobación; quizás perdiera algunos amigos; no siempre me preocuparía de no herir los sentimientos de los demás; tendría más integridad; tendría que cambiar mi modo de vida; no diría que no sé quién soy; sentiría que tengo estabilidad; sentiría que sirvo para algo; no me sentiría tan vacía ni tan cursi; no estaría asustada; sería yo misma;
tendría un sí-mismo."
Al reflexionar sobre el tema de la vida auténtica, debemos formulamos algunas preguntas básicas. (Entre ellas hay algunas superposiciones.)
Por lo general ¿soy sincero conmigo mismo con respecto a lo que siento,
aceptando
mis emociones,
experimentándolas,
sin sentirme necesariamente empujado a actuar sobre ellas?
Por lo general ¿soy sincero con los demás respecto de mis sentimientos, en aquellos contextos donde es apropiado hablar de los sentimientos?
¿Me esfuerzo conscientemente por ser veraz y preciso en mis mensajes?
¿Converso cómoda, abierta y directamente sobre lo que amo, admiro y disfruto?
Si estoy apesadumbrado, irritado o deprimido, ¿hablo sobre ello con sinceridad y dignidad?
¿Defiendo lo que soy y hago honor a mis necesidades e intereses?
¿Permito que los demás adviertan mi entusiasmo?
Si sé que estoy equivocado, ¿lo reconozco sencilla y francamente?
¿Siento que el sí-mismo que experimento en mi interior es el sí-mismo que presento ante el mundo?
Empleando, una vez más, una escala de 1 a 10, en la que 10 equivale a la autenticidad óptima y 1 al nivel más bajo imaginable, califíquese en cada uno de estos ítems. Por supuesto que el modo en que se califique constituirá todo un reto a su voluntad de ser auténtico. Quizás vea con más claridad las áreas en las que es inadecuadamente autoafirmativo.
Después tómese unos minutos para sentarse solo y tranquilo, y meditar sobre las mentiras que está viviendo en la actualidad. No se haga ningún reproche; el objetivo de este ejercicio no es despertar la culpa sino lograr más claridad y autocomprensión, como paso previo a una mayor autenticidad de su ser. Imagine que le cuenta su historia a un amigo cariñoso y comprensivo que tiene verdaderos deseos de entenderlo, y quiere saber por qué usted cree necesario o deseable vivir esa mentira (o mentiras) en concreto. Dígale a su amigo cuál le parece que es el beneficio funcional (su valor como supervivencia) de su falta de autenticidad. Luego imagine que su amigo lo invita a explorar sus fantasías acerca de lo que sucedería si usted abandonara esa mentira. Describa con detalle lo que usted imagina que sucedería. Imagine que su amigo le pregunta si existe alguna condición o circunstancia en la cual usted pueda verse actuando de un modo más auténtico en esta área, y respóndale. Después, siéntese en silencio e imagine cómo podría sentirse, cómo podría experimentarse a usted mismo, si decidiera vivir más auténticamente. Tómese el tiempo necesario para reflexionar sobre ello. Practique este ejercicio durante diez minutos una vez por semana durante dos meses... y puedo prácticamente garantizarle que al vivir de un modo más auténtico se sentirá cada vez más natural y cada vez más satisfecho consigo mismo, menos ansioso y más confiado.
Puede explorar aun más este territorio mediante la técnica de completar oraciones, escribiendo de seis a diez finales para cada uno de los siguientes principios:
Lo difícil de ser sincero conmigo mismo con respecto a lo que siento es...
Lo difícil de ser sincero con los otros con respecto a mis sentimientos es...
Si me esforzara por ser veraz y preciso en mis mensajes...
Si hablara abiertamente sobre las cosas que amo, admiro y disfruto...
Si fuera sincero cuando me siento apesadumbrado, irritado o deprimido...
Si estuviera dispuesto a mostrar a los otros mi entusiasmo...
Si fuera sincero cuando sé que me he equivocado...
Si estuviera dispuesto a comunicar a la gente lo que siento por dentro...
Cuando pienso en las cosas a las que renuncio por miedo a que me critiquen...
Cuando pienso en las cosas a las que renuncio por miedo a que se rían de mí...
Si estuviera dispuesto a experimentar para ser un poco más auténtico cada día...
Nadie pasa, de un día para otro, de ser relativamente poco auténtico a ser relativamente auténtico. Ese es el significado del último principio de oración. La pregunta es:
¿Está usted dispuesto a descubrir lo que sucede si, paso a paso, va experimentando en qué consiste elevar el nivel de su autenticidad?
En nuestro interior, nuestra falta de autenticidad nos hace perder el respeto por nosotros mismos. Queda un sabor desagradable en el ánimo. Percibimos que eso implica una traición, y estamos en lo cierto. Pero si no estamos dispuestos a abordar este punto, nos queda el consuelo de los perdedores: "No pude evitarlo".
O bien decimos: "Para fulano es fácil ser honesto y directo, porque disfruta de una gran autoestima. Yo no". Olvidamos que vivir auténticamente es una de las maneras de cultivar la autoestima.
Afirmar nuestros deseos y necesidades (sin esperar, por supuesto, a que otros se hagan cargo de su realización), aun cuando resulte difícil: ¿es esto lo que nos pide nuestra autoestima? Si.
¿Decir la verdad sobre lo que pensamos y sentimos, sin saber por adelantado cómo responderán los otros? Sí.
¿Permitir que los demás nos vean y sepan quiénes somos? Sí.
¿Permanecer fieles a nuestra conciencia, aunque estemos solos para ver lo que vemos y saber lo que sabemos? Si.
En esto consiste el heroísmo de honrar al sí-mismo. También es el camino que lleva a una autoestima elevada.
Pero... espere un momento. Mirando hacia atrás, observando la distancia que ha recorrido desde que empezó a leer, quizás usted sienta ganas de protestar: "¡No pensé que tendría que
hacer
tanto!" Tal vez imaginó que sólo se le pediría efectuar algunas autoafirmaciones placenteras todos los días, para que su autoestima floreciera. Esta es la clase de actitud que garantiza prácticamente una autoestima inadecuada. "La vida (citando a Ayn Rand) es un proceso de acción autosostenida y autogenerada", y cada valor pertinente a ella requiere acciones continuas para sostenerla y mantenerla. Usted no puede alimentarse, o llevar a cabo una empresa de éxito, por el mero hecho de efectuar autoafirmaciones. Tampoco puede mantener de ese modo un alto nivel de autoestima.
Si usted compró un libro titulado
Cómo mantener el cuerpo en forma,
debe ser lo bastante realista desde el principio como para saber que eso requerirá acción y disciplina. Con sólo decirse “todos los días, en todos los sentidos, mi cuerpo va alcanzando un mejor aspecto", no lo logrará. Con
Cómo mejorar su autoestima
necesitará el mismo realismo.
Así como no siempre tendrá ganas de hacer gimnasia, tampoco siempre le apetecerá hacer los ejercicios de este libro. Pero si persevera (en cualquiera de ambos casos), tendrá dos cosas claras: el proceso se vuelve más fácil y atractivo a medida que usted va obteniendo una mejor "forma"; y cuando se mire al espejo, verá los resultados... y le gustarán.
Aunque cada uno de nosotros es el responsable último de su autoestima, tenemos la oportunidad de apoyar o atacar la autoconfianza y el autorrespeto de cualquier persona que tratemos, así como los demás también tienen la misma opción en sus relaciones con nosotros.
Probablemente todos recordemos ocasiones en que alguien nos trató de un modo que reconocía tanto nuestra dignidad como la suya. Y también podemos recordar ocasiones en que alguien nos trató como si el concepto de dignidad humana no existiera. Sabemos bien qué diferente sensación nos dejan estas dos clases de experiencia.
Si damos la vuelta a este ejemplo, probablemente todos recordemos ocasiones en que tratamos a alguien con un espíritu de dignidad mutua. Y quizás recordemos otras en las que, a causa del miedo o la ira, descendimos a un nivel de comunicación apenas humano, en el que la dignidad perdió todo su significado. Y también sabemos de qué modo tan diferente se viven esos dos tipos de experiencias.
Cuando nuestras relaciones humanas tienen dignidad, las gozamos más; y cuando
nosotros
manifestamos dignidad, nos gustamos más a nosotros mismos.
Cuando nos comportamos de tal manera que acabamos elevando la autoestima de los otros, también estamos aumentando la nuestra.
Veamos algunas de esas maneras.
Hay psicoterapeutas que pueden provocar un profundo impacto en la autoestima de la gente que los consulta. Quizá practiquen orientaciones teóricas muy diversas y empleen técnicas muy diferentes, y sin embargo en su presencia el paciente se siente impulsado a elevar su autoestima, a medida que descubre nuevas posibilidades de funcionamiento que antes nunca había considerado como reales.
Si comprendemos algunas de las características más importantes del modo en que se relacionan estos terapeutas con la gente, podremos aplicar esos principios a nuestras propias interacciones. En este conocimiento no hay nada de esotérico. Idealmente, debería ser accesible a todos. Mi sueño personal es que algún día se enseñe en las escuelas.