Read De La Noche a La Mañana Online
Authors: Federico Jiménez Losantos
Tags: #Ensayo, Economía, Política
14. Más de la mitad de los encuestados se deja inducir por el encuestador para escoger sus respuestas.
15. El encuestado no ve nunca si su respuesta coincide con la que encuestador introduce en el ordenador.
16. La mayoría de las irregularidades cometidas durante el informe pasaron inadvertidas para los mecanismos de vigilancia de las empresas encuestadoras.
17. El 90 por ciento de las irregularidades advertidas fueron pasadas por alto por las empresas. La explicación telefónica dada por el encuestador les convencía fácilmente.
18. A finales de enero, sólo 7 de las 1. 200 encuestas efectuadas en el informe habían sido anuladas por las empresas tras ser chequeadas.
La mentira del EGM
Dos meses dentro de las empresas encargadas de medir la audiencia vale para comprobar que se sostienen con encuestas irregulares o manipuladas.
«Acuérdese, señor. Si le llaman, diga que vive en el 3o D, que no tiene hijos y que sí, que vino un chico a hacerle una entrevista sobre sus gustos. Bueno, a usted no, a su mujer, pero no cuente que contestó por ella. ¡Ah!, y avísela, no vaya a coger el teléfono y nos la líe. Y no se olvide de que para nosotros tiene 33 años». Las encuestas rara vez se hacen como deben. Casi todas incluyen una irregularidad, una trampa, un defecto de forma. Son fácilmente manipulables. No importa. Esas encuestas son la base que sujeta el EGM, el célebre estudio general de medios, el termómetro que dictamina las audiencias, el que establece lo que se oye, lo que se ve o lo que se lee, el árbitro del que dependen un montón de sueldos, el juez implacable que distribuye el dinero de la publicidad, el que decide qué programa vale y cuál no.
Unos cuantos reporteros de la cadena COPE se colaron durante dos periodos de medición (la última oleada de 2005 y la primera de 2006) en empresas encargadas de realizar el estudio, consiguieron ser contratados como sufridos encuestadores y se dieron de bruces con la cruda realidad sin necesidad de levantar alfombras. Así es el EGM, una chapuza, una mentira, un fraude.
Trabaja cualquiera
Infiltrarse en el EGM resulta relativamente fácil. La sociedad que ofrece el estudio de las audiencias (AIMC) subcontrata a otras tres firmas (IPSOS, RANT-DOM y TNS) para que se encarguen de la elaboración de las encuestas. A ninguna le sobra precisamente personal. La oferta está muy por encima de la demanda. La mano de obra se pierde rápido. Los empleados no suelen durar más de un mes. Al principio suena bien la propuesta (14 euros por encuesta completada), pero el día a día enseña enseguida que arrancar los gustos de la gente, o intentarlo, termina por resultar frustrante, aburrido y complicado.
Es duro, se hace eterno incluso después de recurrir a algunos trucos que aunque pervierten el objetivo del estudio, su veracidad, suavizan finalmente la tarea. Y como el control es mínimo y poco eficaz, hasta el más inocente colaborador, asesorado debidamente desde la primera jornada por el veterano de turno, echa mano de las triquiñuelas para aligerarse el camino.
Quizás por eso, porque no disponen de gente, porque la que encuentran se les va enseguida, entrar a trabajar en estas empresas resulta de lo más sencillo. Basta una simple llamada. En dos días, le ponen a cualquiera un ordenador portátil en la mano y le lanzan por ahí a la búsqueda aleatoria de respuestas. El proceso de selección previo a la contratación no existe. No preguntan nada, ni se interesan por los datos personales ni por la experiencia profesional. No hay que tener una cualificación especial. Nada. No hay que cumplir requisito alguno. Todos los interesados valen. Ni siquiera es necesario tener la documentación en regla.
Sólo dan de alta en la Seguridad Social a los que así lo solicitan, que, por contra, perciben menos dinero por encuesta completada. Sale más rentable cobrar mediante facturas, como autónomos. Y la propia empresa ilustra sobre la posibilidad de pagar a través de terceras personas. Una fórmula que facilita las cosas a los inmigrantes que están en España en situación irregular.
Una vez dentro, aumentar el número de infiltrados resulta mucho más sencillo. La recomendación es el mecanismo preferido por la propia empresa. «Tengo un amigo que quiere trabajar…, un conocido al que no le vendría mal…». Suficiente referencia para ponerle al instante con un ordenador en la mano a determinar la radio que consumen los residentes en España.
Concluido el primer mes de investigación, concentrado específicamente en Madrid, comprobamos que colarse en otras provincias resulta igualmente sencillo. Durante la primera oleada de 2006, el segundo periodo que íbamos a vivir dentro del EGM, además de en
Madrid
, logramos ser los encargados de realizar encuestas en
Valladolid
,
Palencia
,
Burgos
,
Avila
,
Segovia
,
Soria
,
Guadalajara
,
Barcelona
,
Girona
,
A Coruña
,
Santiago
y
Murcia
. En todos los sitios nos encontramos las puertas abiertas de par en par para trabajar. Ningún control, ninguna exigencia. Pasen y encuesten.
Tres horas de curso
El método es el mismo en todas las provincias estudiadas. El aprendizaje antes de salir a la calle es mínimo. Consiste en una pequeña charla ideológica inicial en la que explican qué es el EGM y su objetivo. Posteriormente alertan contra la tentación de inventarse las respuestas sin acudir a los hogares establecidos. Aseguran que todos los que lo han intentado han sido cazados, ya que amenazan con que gran parte del trabajo diario es supervisado personalmente por algún superior con llamadas o visitas a los entrevistados. Pero no es verdad, finalmente se comprueba que no llegan ni al 5 por ciento
las entrevistas que son chequeadas desde la empresa
.
Y sólo comprueban el hecho de haber sido realizadas
, no su contenido.
Igualmente animan a estimular a los encuestados contándoles que sus respuestas computan como las de 50.000 personas. Dicen que en realidad son 5.000, pero que engordar el número de ceros suele conseguir que la gente se tome más en seno sus contestaciones.
Después, generalmente esa misma tarde, se ofrece una especie de cursillo técnico. Primero, para explicar los criterios inflexibles (o eso dicen) de selección de las viviendas y los individuos a encuestar. Dónde iniciar la búsqueda, concretar qué hacer en el caso de que el objetivo señalado no responda, no esté o no quiera contestar, o establecer la dirección a la que dirigirse en el caso muy frecuente de que se pase de vacío por unos cuantos portales, sin una sola encuesta realizada.
Pero sobre todo, el periodo de formación está destinado a enseñar el manejo del ordenador (Tablet PC), dotado de un sistema sofisticado y realmente difícil de memorizar. Es un portátil con un programa exclusivo para la realización de las encuestas. Un laberinto interminable que obliga al entrevistador a ejecutar una función cada instante. Y a lo largo de una entrevista, se complete o no, se dan muchos pasos. Pese a la complejidad del aprendizaje, al aspirante le dan por formado tras una sesión de tres horas.
A la mañana siguiente, acompañado por un encuestador con más experiencia, como si se tratara de una clase práctica, pero que computa igualmente tanto a efectos del estudio como del cobro, el recién contratado está en la calle haciendo encuestas. Y un día más tarde, sin supervisión alguna, ya vuela solo.
Centenares de intentos
El trabajo consiste básicamente en ir casa por casa, al modo del mítico «Avon llama», timbre a timbre, puerta a puerta, en busca de un alma caritativa que acceda a someterse a un auténtico interrogatorio sobre sus gustos personales y de consumo. Y la cosa ciertamente no es fácil. No están los tiempos para que una vecina cualquiera, al azar, abra la puerta de su casa a un desconocido, a un tipo que dice que viene a encuestarle sobre qué programa de radio escuchó la noche anterior, cuál fue el último libro que leyó, con qué frecuencia utiliza su tarjeta de crédito o si en esos días la buena mujer recurre a una compresa o a un tampón. No están los tiempos para fiarse de nadie.
Y menos de un supuesto trabajador que no tiene cómo acreditar su oficio. Las empresas no facilitan justificante alguno, ni un carné ni nada que se lo parezca. Y como buena parte de los encuestadores no tienen ni su documentación en regla, ni siquiera pueden presentar el carné de identidad. No, no es fácil ganarse la confianza de la gente.
No debe ser casualidad que sean los distritos más humildes los más accesibles. Prácticamente el cien por cien
de las entrevistas en los barrios de clase media-alta son fallidas
. Son los inmigrantes, especialmente los suramericanos, los más comprensivos con los encuestadores, los que más tratan de solidarizarse con su trabajo y más predisposición ponen para contestar. Los españoles son más reacios.
El horario tampoco les ayuda. La jornada de un encuestador comienza a las once de La mañana, nunca antes. Y a esa hora, en su mayoría, las ciudades trabajan. El primer turno concluye a las cuatro de la tarde. Las casas suelen estar vacías. Sólo puede haber en ellas parados, jubilados o enfermos. O empleadas de hogar, pero, al menos oficialmente (la realidad o la trampa luego cuenta otra cosa), éstas no pueden contestar
Los pisos se pueblan más en el tramo de la comida, pero tampoco demasiado. Y en cualquier caso, la confianza en el entrevistador no aumenta. Por eso hay que aprovecharlo todo, hasta que un vecino de Arroyomolinos, una madrileña zona de chalés, fuera sorprendido en lo alto de un árbol, podando, y que, como no se iba a bajar, contestara desde allí el interrogatorio. La media de éxito es desoladora.
Tienen que pasar casi doscientos intentos para que salga una entrevista
.
Durante el proceso de investigación, se dio el caso de que un encuestador no consiguió una sola respuesta durante un día de trabajo Por mucho que lo intentó, por muchas puertas que fue tocando, no logró que nadie accediera a someterse a la batería de preguntas.
Todas defectuosas
El ordenador tampoco facilita el trabajo. Una vez cargado, el sistema dirige minuciosamente las rutas de trabajo El hogar en el que iniciar el muestreo, la persona a la que entrevistar, su sexo, su edad, su vida laboral, su posición en la escala familiar… «Es de vital importancia», advierten con mucha solemnidad los jefes, «que se sigan todas las instrucciones, tanto en el proceso de selección de la vivienda y dentro de ella, del individuo a entrevistar, como en la recogida de la información que nos proporciona dicho individuo». Suena bien, pero si los entrevistadores se ciñeran a la máxima sagrada del estudio estarían todavía buscando respuestas a estas horas. Por eso, todos acaban vulnerando los criterios. Porque es fácil y además los teóricos mecanismos de vigilancia no sirven para nada. La afirmación no es gratuita:
nueve de cada diez entrevistas deberían ser invalidadas por defectos de forma
.
La gama de irregularidades es muy variada. Están las meramente técnicas, las que vulneran los criterios de selección del hogar y el individuo a entrevistar. Por ejemplo,
más del 90 por ciento de las entrevistas realizadas en este informe no se hacen en el punto elegido
. A veces, por imposibilidad manifiesta, porque la máquina exige iniciar la batería de encuestas en el cementerio de La Almudena y no es plan. Pero otras, por pura comodidad De hecho, el barrido, el poder llamar una tras otra a cada puerta de un mismo portal o urbanización, es generalizado. Y esto ya es irregular, porque el sistema informático sólo lo acepta en el caso de que al primer intento el vecino en cuestión diga que no quiere someterse a la encuesta. Lo que pasa es que es fácilmente provocable por el entrevistador.
Otra manera más directa de esquivar el criterio de ruta es falsearlo. Al ordenador se le cuenta que el entrevistado reside en el 1ºD y ya está. Al vecino del 5ºA sólo hay que advertirle de que si un fulano le llama para preguntarle sobre la entrevista, que le diga su domicilio imaginario.
En ese sentido, el mejor amigo de los entrevistadores es el conserje. A veces, por lo general en los barrios más adinerados, ejerce de policía para evitar que se moleste con las entrevistas a los vecinos. Pero en la mayoría de los casos, colabora. Bien sugiriendo qué vecino puede contestar, acompañando al entrevistador hasta el piso en cuestión o directamente contestando él El secreto es similar al del anterior caso. Deja el móvil y le tiene que contar al supervisor, si es que llama, que reside en el piso y la letra que ha determinado el ordenador.
El hijo por la madre
Llegado un punto, el trabajo del encuestador consiste en engañar al ordenador, que, todo hay que decirlo, es un tanto puñetero. Porque no sólo le pone trabas al hogar en el que descolgar las preguntas sino también a quién. Lo malo es que no conoces su decisión hasta que vas grabando las respuestas.
—¿Está casada?
—Sí.
—¿Tiene hijos?
—Sí, dos varones y una hembra.
—¿Qué años tienen?
—Trece, quince y diecisiete.
La máquina dicta sentencia: que conteste el hijo de diecisiete.
Pero claro, si después de 193 intentos, alguien da con una casa que le abre la puerta, que accede a someterse al interrogatorio, no va a aceptar así como así que luego la máquina exija que las respuestas no las dé la madre sino el hijo, que no está en casa, que está en el instituto.
Hay varias fórmulas para llevarle la contraria a la técnica. O que la madre conteste como si fuera el hijo, alertando siempre de no equivocarse luego en la llamada del supervisor si se produce. O evitando sorpresas.
—¿Están todos en casa?
—No, estoy yo sola.
—Entonces, hagamos una cosa Voy a poner que está soltera y así la máquina la selecciona usted.
Porque si no, tengo que volver más tarde y darles otra vez la paliza. Así se la hago a usted, que da lo mismo. Y si llaman, ya sabe, diga que vive sola.
La anécdota no es excepcional. Se repite una y otra vez a lo largo del informe.
La mayoría de las entrevistas son realizadas a personas distintas a las elegidas inicialmente por el ordenador
.
Atreverse a ir grabando paso a paso en el ordenador las primeras respuestas es un riesgo que el encuestador no acostumbra a correr Si el ordenador determina que hay que entrevistar a la abuela de la familia, de sesenta años, y no está, lo más que autoriza es a generar una sustitución: encuestar en la misma zona a un señor de esa edad, cinco años arriba o abajo, y que esté en la misma situación laboral, jubilada o trabajando. La práctica demuestra que finalmente es fácil contentar al aparato. Lo difícil es convencer a la señora que entra al portal con el carrito de la compra para que haga la entrevista. Persuadirla de que diga si le llaman que tiene sesenta años y que ya no trabaja a veces es más fácil. Más allá de los condicionantes en las sustituciones, el ordenador sólo establece como principio general que hay que realizar seis encuestas por día y zona. Y siempre a tres mujeres y a tres hombres. Y que no pueden contestar los menores de catorce años.