Read Desahucio de un proyecto político Online
Authors: Franklin López Buenaño
Los
grandes barcos pesqueros se llevan el fuerte de la pesca; a los pescadores
artesanales, como no son dueños de los peces, les quedan los residuos. Los
mineros artesanales de oro se envenenan diariamente porque el Gobierno les
obliga a vender su cosecha al precio oficial. Y, así, podríamos enumerar
decenas de casos en los que la falta de seguridad de derechos a la propiedad
privada y los incentivos de administrar recursos ajenos son los principales
causantes de la desigualdad de la riqueza y el pobre desarrollo económico.
Es mi
contención que los instrumentos de este modelo político-económico:
planificación y redistribución, conducen inexorablemente al país a la
autocracia. Enmascarado de déspota benévolo, el autócrata busca concentrar su
poder porque, si no lo hace, las acciones individuales y el comportamiento
humano pueden frustrar fácilmente las intenciones de los gobernantes. También
necesita acallar las voces de protesta de los afectados negativamente por los
propósitos estatales; por consiguiente, es indispensable controlar los medios
de comunicación colectiva y “amordazarlos”. Y, como argumentamos, el ataque a
la libertad de expresión es parte constitutiva del despotismo que se origina en
el poco aprecio que se tiene hacia los derechos a la propiedad privada.
Otra
constante en el
socialismo del siglo
es la avidez por continuar en el poder. La duración del Régimen, sea una
autocracia o una democracia, es una variable crucial para la prosperidad
económica. Un autócrata que posea poder monopólico (o pocos usurpadores en
potencia), tenga una expectativa de permanencia a largo plazo, con pocos
temores a ser reemplazado, se autolimita en su poder de confiscación y de
violación a los derechos a la propiedad de sus súbditos. Tiene incentivos
poderosos para que prospere la mayoría de la población pues, a la larga, extrae
más impuestos. Es más, tiene incentivos para administrar justicia y proteger a
la población de invasiones extranjeras (bienes públicos) o dar educación y
salud con el objeto de que crezca la economía, algo similar a como operan las
mafias que, a cambio de
protección
,
cobran tributos a sus protegidos y no pueden excederse sin peligro de matar a
la gallina de los huevos de oro. En este contexto, se debe aceptar que Hugo
Chávez o Rafael Correa son bienintencionados. Su autoritarismo se basa en su
concepción paternalista de la autoridad. Algo similar ocurre con el sistema
político de China: el Partido Comunista emprendió reformas para poder
mantenerse así en el poder. Por ello, no nos debe llamar la atención que, un
día de estos, Correa dé pie atrás en sus políticas redistributivas y dé paso a
medidas para que la economía crezca.*
* Diego Pérez Ordóñez (op.
cit.) afirma que, una vez que el Régimen ha conseguido su objetivo de copar
todos los poderes, se está alejando de sus prejuicios ideológicos iniciales y
comienza a buscar resultados medibles y precisos.
En
resumen, un sistema institucional o de reglas de juego será beneficioso siempre
y cuando genere los
incentivos apropiados
.
La gente responde a los incentivos.
Las
reglas cuando están mal diseñadas dan lugar a incentivos con resultados
perversos. La seguridad jurídica, el sistema tributario, el sistema educativo,
etc., deben ser diseñados con la idea de que los incentivos son mucho más
eficaces que los basados en buenas intenciones, en clamores éticos o en sueños
románticos ignorantes de la realidad.
¿De
quién es la culpa de que el Ecuador no haya podido resolver el déficit fiscal
consuetudinario, la escasa captación de inversiones, la limitada generación de
empleos, el retraso tecnológico, el lento crecimiento del PIB? Hay serios
problemas en educación, salud, seguridad; una administración de justicia sin
credibilidad, una infraestructura de segunda y tercera categorías, deficientes
puertos y aeropuertos, instituciones financieras débiles. Pretender echar la
culpa de estos problemas al proyecto político de Alianza País sería un absurdo
y una acusación ligera.
La
acusación que sí tiene piso es que este proyecto político no va a remediar la
situación penosa de los pobres —su bandera de lucha— ni mejorará el bienestar
de la clase media en general. El proyecto ideado es una repetición de los
Gobiernos socialistas de antaño. Imitar a países como Cuba es inadmisible,
seguir los pasos de Chávez es una torpeza cruel o congeniar con déspotas como
el de Irán, que fácilmente pueden llevar al país al borde del desastre y a la
desesperación. ¿Por qué no imitar a los países que han tenido éxito, como
Chile, Irlanda, Finlandia, Estonia o Nueva Zelandia?
Y, lo
que es peor, deja a las generaciones venideras problemas enormes, con muy pocas
oportunidades para progresar, una carga tributaria y una deuda social y
financiera insostenibles.
Una vez
más, recurro al pensamiento de individuos que se merecen respeto y, aunque no
comparto totalmente sus ideas, ameritan cita especial. Manuel Chiriboga Vega
(2010), a quien nadie acusaría de “neoliberal”, explica que el panorama está
claro con respecto al modelo estatista de Cuba y el modelo del “Consenso de
Washington”: los dos han fracasado. Según él, hay dos modelos en confrontación
y uno tercero, emergente:
«Uno primero puede describirse como el que llevan
adelante Chile y Perú y, hasta cierto punto, Colombia, sustentados en la
exportación de bienes primarios, sobre todo de la agricultura, el petróleo y la
minería, y con un esfuerzo incipiente de diversificación de la canasta
exportable. El comercio exterior jalona al mercado interior, el Estado
construye infraestructura, fortalece la institucionalidad favorable a la
exportación, maneja en forma muy prudente sus superávits fiscales, que los
utiliza en momentos de crisis de diverso tipo: terremotos o crisis
internacionales. Su motor es claramente la inversión privada, especialmente
extranjera.
»Uno segundo es el que llevan adelante Brasil y,
con algunas diferencias importantes, Colombia, Uruguay y, en menor medida,
Argentina. Estos países, que hicieron bien sus deberes en campos como la
investigación, es el caso de Embrapa, el gran centro brasilero de investigación
agropecuaria, responsable en gran medida del auge agropecuario, sus políticas
industriales, que le han permitido diversificar exportaciones a productos cada
vez más sofisticados, como los aviones Embraer; la promoción de grandes
conglomerados privados brasileros, verdaderas multinacionales, en campos tan
distintos como construcción, alimentos, petroquímica y electricidad. En todos
ellos, Estado y empresas privadas trabajan juntos, la idea es mientras más
grande, mejor; las políticas fiscales, cuidadosas también, juegan un papel más
proactivo que en el modelo anterior y, sin ser aperturistas, son agresivamente
pro exportadores. El petróleo recientemente descubierto se explota por medio de
acciones conjuntas entre la empresa Petrobras, capitalizada en bolsa y las
privadas y se los relaciona con el manejo de fondos soberanos.
»El tercero, emergente, es el que denominaría de
transición a un modelo posextractivista de baja productividad. Es un modelo que
se desarrolla sobre la base de una crítica sistemática al modelo de
globalización y sus efectos sobre el clima, la naturaleza, las identidades de
la población y que invita a un modelo más responsable con el planeta, sobre la
base de pequeñas y medianas empresas dedicadas al mercado interno, al que se
busca establecer como motor de la economía; fuertes protecciones frente al
mercado internacional; contrario a cualquier expansión de nuevas explotaciones
petroleras y mineras, especialmente a cielo abierto, y limitación a la
inversión extranjera. No es un modelo que se esté aplicando en ningún país en
particular, pero sí uno que aparece de diversa manera como la alternativa.
»Estos modelos se encuentran de una u otra manera
en nuestro país, obviamente en conflicto permanente, atraviesa pronunciamientos
políticos de actores sociales y empresariales, acciones de los diversos
ministerios y discusiones en la Asamblea. Me da la impresión de que el modelo
brasilero y del sudeste asiático se va imponiendo. El viaje presidencial a
Corea y Japón y sus alabanzas a lo logrado en esos países son síntomas del
vuelco. El camino es largo, como demuestran las diferencias de competitividad
del Informe del Foro Económico Global: Ecuador, puesto 105; Brasil, 58, y Corea
del Sur, 22. ¿Imposible dar ese salto? Creo que no, pero requeriremos varias
generaciones acordando este camino y no pocos sacrificios».
Aunque
he desistido de hacer recomendaciones sobre políticas particulares, de alguna
manera, el modelo distribucionista y planificador debe dar paso a uno en que el
objetivo sea
crear riqueza
.
Porque, en la medida en la que el proyecto
político siga el guión del socialismo tradicional, está condenado a fracasar.
Es un proyecto que se ha convertido en un sistema personalista y autoritario y
que, una vez instalado en el poder, va a ser casi imposible revertir, porque la
oposición política
liberal
, es decir,
la que propone un Estado propio, tiene muy poco asidero en la cultura de la
mayoría de los ecuatorianos. Si seguimos obnubilados por el “carisma” de una
persona, si continuamos soñando en utopías, si persistimos caer en el embeleso
de los cantos de sirena de los que creen que pueden “construir” un
nuevo país
“a correazos”, entonces,
fácilmente podríamos pasar de la mal llamada “noche neoliberal” a la larga
pesadilla de la izquierda radical comunistoide.
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