—No hablas como alguien que vivió hace noventa años.
—He pasado los últimos diecisiete en compañía de Vic.
—Eso lo explica todo —farfullé.
Maxie continuó:
—En cuanto a los tíos de ahí abajo, tú puedes aparecerte a ellos porque tienes una fuerte conexión emocional con los dos. Eso suele ayudar, pero ni siquiera entonces es algo seguro. A Vic… —Titubeó y comprendí que se trataba de un tema delicado para ella, aunque era evidente que no quería que me diera cuenta—… no le conocí hasta que yo ya llevaba muchos años muerta. Él creció en esta casa.
—Y cuando era niño te leía cuentos —dije.
—¿Te lo contó él? —Después de eso no supo muy bien cómo seguir. Si los fantasmas pudieran ruborizarse, sospechaba que Maxie tendría la cara roja como un tomate—. Vale, es cierto. Tal vez pudiera materializarme ante él, pero creo que a estas alturas eso lo asustaría. —Con voz queda añadió—: No quiero que Vic me tenga miedo.
—Conmigo no fuiste tan considerada —espeté enfadada—. Te me apareciste en Medianoche un montón de veces y en cada ocasión me diste un susto de muerte. Estuviste a punto de matarme dos veces, y no hay duda de que una de ellas fue a propósito. Por lo tanto, perdona que no me crea que en el fondo eres buena.
Me miró indignada.
—Pero ¡eras nuestra! ¡Siempre fuiste nuestra!
—¡Deja de decir eso! —Me habría gustado pegarle, pero sospechaba que mi mano traspasaría su cuerpo incorpóreo, lo cual sería decepcionante y decididamente espeluznante.
—¡Es cierto! —Sus ojos azules echaban fuego. Estaba claro que a Maxie no se la podía presionar—. ¡Naciste para ser un espectro! Y no un espectro cualquiera, sino uno de los puros. Tu situación es muy buena. Eres fuerte y tu poder puede ayudar a los demás. Los espectros te necesitan y tus padres quisieron retractarse de su palabra y robarte.
—En primer lugar, dar a una persona otra opción no es robarla.
Maxie ladeó la cabeza.
—Pero tus padres no te dieron otra opción, ¿a que no?
—Tú tampoco, así que deja de dar lecciones. —La cabeza me daba vueltas con toda esta nueva información—. ¿Uno de los puros? ¿Quieres decir uno de los niños nacidos de vampiros, o sea, creados por los espectros?
—Ya era hora de que lo pillaras.
Comprendí que Maxie podía contarme muchas cosas; ella tenía las respuestas que llevaba toda la vida esperando. Pero nunca sería una amiga. Sospechaba que para ella yo era un medio para un fin.
¿Para qué fin?
—Otros fantasmas necesitan… a fantasmas como yo —dije. Cuando Maxie asintió, continué—. ¿Para ayudarles a hacer qué exactamente?
—Nos haces más fuertes. Nos ayudas a materializarnos, y de ese modo podemos conectar de nuevo con el mundo. —Maxie flotó por el desván. Sus pies no tocaban el suelo, lo cual me sobresaltó, aunque no podía decir por qué—. Deja de compadecerte e imagina lo que son meses, años, siglos de solo esa niebla azul. Así es para algunos de nosotros. Los que se pierden de ese modo harían lo que fuera, lo que fuera, por volver a tener forma. A veces solo pueden hacerlo pegándose al miedo de las personas y empeorándolo. Pero la mayoría de los espectros desean tener otra opción. Otro camino. Y tú puedes darles eso.
Me acordé del fantasma que había atormentado a Raquel durante buena parte de su vida. ¿Hacerle daño había sido su única manera de escapar de una prisión de niebla? ¿Estaba entre los espectros que habían hecho la elección equivocada?
Maxie añadió:
—Cuando estamos a tu alrededor, muchos de nosotros podemos hacer cosas que no seríamos capaces de hacer solos. Todos nosotros fuimos capaces de aparecernos a ti en Medianoche pese a tener que vencer las barreras. Todavía no eras una espectro completa, pero ya tenías ese poder dentro.
—Por lo tanto, puede decirse que nací y morí para que vosotros pudierais tener pilas de sobra. —¿Esperaba que eso me hiciera sentir mejor?—. No tengo por qué ayudaros. Voy a volver junto a Lucas.
—Espera, por favor.
Maxie se desintegró hasta hacerse casi transparente, y en los pocos trazos faciales que aún logré vislumbrar vi lo mucho que sufría. Después de casi un siglo en el desván de Vic, debía de sentirse muy sola. Y a lo mejor llevaba muerta tanto tiempo que había olvidado lo terrible que eso era. La lástima que sentía, no obstante, no era mayor que el recelo.
—Si necesitas una amiga —dije despacio—, tienes que comportarte como tal.
El desván y Maxie desaparecieron. Esta vez la niebla apenas me envolvió antes de encontrarme donde deseaba estar, con Lucas.
En un abrir y cerrar de ojos había vuelto a la bodega. Lucas y Balthazar estaban sentados a la mesa. Parecían aún más cansados que antes. Lucas tenía la espalda apoyada en la pared verde y una incipiente barba le ensombrecía la mandíbula. Las ojeras le daban el aspecto de haber recibido una paliza. Balthazar se hallaba a su lado, con los brazos sobre la mesa y la cabeza gacha.
Ninguno de los dos podía verme. Me alegraba tanto de verles que no podía ni disgustarme por mi invisibilidad.
Pillé a Balthazar en mitad de una frase.
—… llamada telefónica, quizá, o una carta. Parece lo más prudente.
Lucas sacudió la cabeza.
—Los comandos se mueven demasiado para que sea seguro una carta, y perdió el móvil durante el ataque de la señora Bethany. ¿Tienes cuatrocientos años y nunca te has molestado en aprender cosas sobre los tíos que te persiguen?
Le estaba picando, como hacía siempre, pero ya no había acritud en sus palabras. Su vieja rivalidad se había convertido en cosa del pasado para ambos.
Balthazar deslizó los dedos por la pared de la bodega, trazando un dibujo irregular, un movimiento al tuntún.
—Dijiste que la Cruz Negra también rastreaba los correos electrónicos.
—Sí, pero por lo menos puedo estar seguro de que mi madre recibirá el correo. Si sabe algo, o incluso aunque no lo sepa, vendrá.
Lucas se estremeció y aguzó la mirada.
—¿Lo sientes?
«¡Me reconoce! ¡Lucas sabe que estoy aquí!».
—Sí. —Balthazar se volvió para inspeccionar la habitación y esperé, contra toda esperanza, que me viera. Pero sus ojos pasaron por el lugar donde yo sentía que estaba sin detenerse—. Creo que ha vuelto.
—Decididamente es Bianca —dijo Lucas después de una pausa.
—Estoy de acuerdo. Es… es su energía. Y ese perfume de gardenias que usaba a veces…
—Sí. —Lucas miró de reojo a Balthazar, claramente molesto por que otro reconociera mi olor. Parecía, sin embargo, más aliviado que enfadado. Puede que lo más importante para Lucas en esos momentos fuera tener a alguien que pudiera convencerle de que mi presencia era real y no una señal de que estaba enloqueciendo.
—¿Te consuela saber que algo de ella sigue vivo? —preguntó quedamente Balthazar.
—¿Tú qué crees?
Balthazar suspiró.
—No, supongo que no.
—La quiero aquí. —Lucas se desplomó hacia delante, sobre la mesa—. No paro de decirme que si lo deseo mucho, si encuentro la manera, podré deshacer todo lo ocurrido y regresar al momento en que ella estaba a salvo. Como que esto no puede ser real.
—Recuerdo ese sentimiento. —Balthazar levantó la cabeza y estiró los hombros con una mueca, como si le dolieran—. Después de lo que le hice a Charity deseé tanto que no hubiera ocurrido que me parecía imposible no poder enmendarlo. No podía creer que el universo pudiera funcionar de forma tan diferente de como debería funcionar en realidad. Obviamente, ya no pienso así.
Lucas frunció el ceño. Me di cuenta de lo que iba a decir. «¡No lo hagas, Lucas, recuerda cómo se pone con eso, no lo hagas!».
—Charity está en la ciudad —dijo Lucas.
A eso lo llamaba yo telepatía.
Balthazar se enderezó de golpe.
—¿Has oído rumores? ¿Has encontrado algún rastro de la tribu…?
—No. La tribu nos secuestró una semana antes de que Bianca… hace una semana. —Lucas tragó saliva y prosiguió—: Charity estaba empeñada en convertir a Bianca en vampira. Tenía la estúpida idea de que eso os convertiría a ti, a ella y a Bianca en una familia feliz de zombis.
—¿Iba a matar a Bianca? —Balthazar parecía terriblemente dolido y decepcionado. Pese a tener pruebas evidentes de que Charity era una psicópata, todavía creía en su hermana y la quería tanto como siempre. Su fe me habría conmovido, pensé, si no fuera tan obstinadamente ciega—. Pero la salvaste.
Lucas negó con la cabeza.
—Fueron los fantasmas.
—¿Los espectros os salvaron?
—Eso creímos entonces. —Lucas miró al vacío—. Ahora me doy cuenta de que no fue así. Lo que estaban haciendo era asegurarse de que Bianca muriera cuando ellos quisieran y como ellos quisieran para poder llevarse el trofeo. Si Charity la hubiera matado, nos habría hecho un gran favor.
—Te repito que ser un vampiro no es lo mismo que estar vivo.
—Es preferible a ser un fantasma, ¿no crees? —Lucas se apartó de la mesa, demasiado enfadado consigo mismo para permanecer quieto—. Si Bianca fuera una vampira, seguiría aquí. Recuperaría a sus amigos y podría ir a ver a sus padres y… nada habría cambiado.
Balthazar le miró casi con ira.
—Todo habría cambiado para ella, lo sabes muy bien.
—Podría tocarla —susurró Lucas—. La tendría aquí. Ahora ya nunca volveré a tocar a Bianca.
«¿Nunca? ¿Nunca de verdad?». Me invadió una pena abrumadora. En ese momento la cocina se cubrió de niebla y sentí que se alejaba. «¡No, otra vez no!».
El vacío neblinoso me engulló de nuevo. Forcejeé, pero no tenía puños con los que pelear ni pies que plantar en el suelo. Mi voluntad no parecía contar para nada. Dentro de mi sufrimiento y desesperación, me sentí tan asustada y perpleja como una niña perdida llorando porque no encuentra a sus padres.
Y de repente ya no estaba en la niebla.
Estaba en Medianoche.
Miré a mi alrededor, tratando de comprender qué hacía allí. Sabía que no era un recuerdo porque estaba sentada sobre la gárgola situada junto a la ventana de mi dormitorio, algo que no había hecho antes. Tampoco parecía un sueño, aunque ignoraba cómo eran los sueños de los espectros, si es que soñaban.
No. Por extraño que pareciera, la suposición más lógica era que yo misma me había trasladado hasta la Academia Medianoche. Tal vez mi misión después de muerta fuera rondar a la señora Bethany.
Bajé la vista y advertí que la gárgola fruncía el ceño. ¿Le había herido el orgullo al montarme sobre su cabeza?
Por primera vez desde el desván de Vic tenía una clara sensación de corporeidad. Podía incluso verme los pies colgando bajo las garras de la gárgola. Apreté las manos contra el vidrio de la ventana, simplemente por hacer algo con ellas, pero también con la esperanza de ver mi dormitorio.
En cuanto las yemas de mis dedos tocaron el vidrio, la superficie se cubrió de escarcha. Las vetas se extendieron en forma de plumas hasta invadir toda la ventana. Adiós a mi deseo de fisgonear qué estaba pasando en mi habitación, pero el efecto molaba bastante.
Un ruido me hizo bajar la vista. Para mi asombro, divisé varios camiones estacionados en la entrada de la academia y al menos una docena de personas yendo y viniendo. Mis veranos en la Academia Medianoche siempre habían sido insoportablemente tranquilos. Nadie venía a vernos, con excepción de algunos repartidores y el servicio de lavandería. Así pues, ¿quién era esa gente?
Lo comprendí en cuanto caí en la cuenta de que todos vestían monos de trabajo. Eran los obreros que estaban reconstruyendo Medianoche.
Hasta ese momento no había oído nada, sobre todo, pensé, porque no estaba prestando atención. Qué extraño, tener que
decidir
oír. Ahora podía oír el gemido de sierras circulares y el repique de martillos. Casi todo el jaleo parecía llegar del tejado, pero probablemente también había gente trabajando dentro del edificio. Aunque detestaba la Academia Medianoche, más detestaba la Cruz Negra, por lo que me produjo cierta satisfacción saber que los daños generados por el incendio de la Cruz Negra estaban siendo reparados. La señora Bethany no se conformaría con menos.
Entonces oí una voz procedente de mi cuarto.
—¿Adrián?
Era mi madre, que llamaba a mi padre.
Me volví hacia la ventana, deseosa de verla, pero la escarcha seguía cubriendo el cristal. Seguro que era eso lo que mamá estaba mirando. «¡Pasa una mano por el cristal! —pensé—. ¡Si limpias el cristal podrás verme!».
Dentro del apartamento escuché unos pasos que se acercaban. Entonces oí decir a papá:
—Dios mío.
Ansiosa, apreté las manos contra el vidrio. Demasiado ansiosa: la escarcha se espesó. Ahora sería más difícil que me vieran. Pero tenían que verme, tenían que verme.
—Siempre hemos sabido que el espectro volvería. —Las palabras de papá eran duras, incluso frías—. La señora Bethany nos lo advirtió.
—Pero aquí, en la habitación de Bianca… —Me pareció que mamá estaba llorando.
—Lo sé —dijo mi padre con voz queda—. Todavía la están buscando. Al menos sabemos que aún no la han encontrado, que sigue viva.
«Oh, papá». Me cubrí la boca con la mano, como si todavía pudiera llorar y tuviera que contener las lágrimas.
—Pero esta vez podremos expulsarlos —dijo mi madre con la voz temblorosa pero firme.
«¿De qué está hablando?». Traté de imaginar a qué se refería; quizá a alguna estrategia ideada por la señora Bethany…
Me impactó como una ola: una ráfaga de fuerza descomunal me separó de la ventana, de la gárgola, de la Academia Medianoche y de todo lo que era real. Mi forma física se disolvió como un castillo de arena bajo una ola. Estaba demasiado aturdida para entender qué estaba pasando. Solo sabía que volvía a estar perdida en la niebla, siendo nada, siendo nadie, una cosa muerta.
—¿Por qué fuiste allí? —me espetó Maxie. Su presencia, aunque irritante, era mi única piedra de toque en la irrealidad que me rodeaba—. ¿Es que quieres que te destruyan?
—Ya me han destruido.
—Eso es lo que tú crees. —Había cierta arrogancia en sus palabras—. Tu situación podría ser mucho peor.
—¿Hay algo peor que estar
muerta
? No podré volver a estar con mis padres. No podré volver a estar con Lucas.
—Eso es cierto. Bueno, en su mayor parte.
—¿Qué quieres decir?
—Existe una forma de saludar a tu querido Lucas. Os resultará más doloroso que si hicieras lo debido y siguieras tu camino… Claro que uno nunca sabe cuándo marcharse del todo, ¿verdad? Mira, prueba esto.