—Lo cierto es que yo soy el equipo operativo del condado para los delitos extremistas.
Misty le da la mano y le dice:
—¿Quiere un poco de café?
Y él dice:
—Por favor.
Su dolor de cabeza es una pelota de playa demasiado llena de aire. Y le siguen metiendo más aire, pero no es aire. Es sangre.
Solamente para que conste en acta, Misty ya le dijo al detective que Peter estaba en el hospital.
Que tú estabas en el hospital.
La otra tarde en el ferry le dijo al detective Stilton que estabas loco y que habías dejado a tu familia sumida en las deudas. Que dejaste la facultad y que te clavabas joyas en el cuerpo. Que te sentaste dentro del coche, que estaba en tu garaje con el motor encendido. Tus graffiti, todas tus diatribas y eso de emparedar los lavaderos y las cocinas de la gente, todo eso no era más que otro síntoma de tu locura. El vandalismo. Es una desgracia, le dijo Misty al detective, pero a ella este tema le ha jodido como al que más.
Son cerca de las tres, el remanso entre el almuerzo y la cena.
Misty dice:
—Sí. Claro, vaya a ver a mi marido. —Misty dice—: ¿Quiere café?
El detective escribe con la mirada fija en su cuaderno y pregunta:
—¿Sabe si su marido formaba parte de alguna organización neonazi? ¿De algún grupo radical de extremistas?
Y Misty dice: —¿Ah, sí? Misty dice:
—El rosbif lo hacemos bueno.
Solamente para que conste en acta, la escena es graciosa. Los dos con los cuadernos en la mano y los bolígrafos listos para escribir. Es un duelo. Un tiroteo.
Sí ha leído lo que escribe Peter, este tipo sabe lo que Peter pensaba del cuerpo desnudo de ella. De sus pechos como pescados muertos. De sus piernas llenas de varices. De sus manos que huelen a guantes de goma. Misty Wilmot, la Reina de las Doncellas. Lo que tú pensabas de tu mujer.
El detective Stilton escribe algo y dice:
—¿Así que usted y su marido no tenían una relación muy estrecha?
Y Misty dice:
—Sí, bueno, yo creía que sí. —Dice—: Pero mire usted. Él escribe algo y dice: —¿Sabe usted si Peter es miembro del Ku Klux Klan?
Y Misty dice:
—El pollo con empanadillas chinas es bastante bueno. El escribe algo y dice: —¿Sabe usted si existe algún grupo de extremistas en la isla de Waytansea?
Su dolor de cabeza le va hundiendo el clavo en la nuca, pam, pam. Alguien le hace una señal desde la mesa cinco y Misty dice: —¿Puedo traerle un poco de café?
Y el detective Stilton dice:
—¿Se encuentra bien? No tiene muy buen aspecto. Esta misma mañana a la hora del desayuno, Grace Wilmot dice que se siente fatal por la ensalada de pollo en mal estado. Tan fatal que le ha concertado una cita a Misty con el doctor Nieman al día siguiente. Un gesto amable, pero otra puta factura a pagar.
Cuando Misty cierra los ojos, juraría que por dentro tiene la cabeza al rojo vivo. Su cuello es un único calambre muscular de hierro fundido. El sudor le pega entre sí los pliegues de la piel del cuello. Tiene los hombros agarrotados, tensados hacia las orejas. Solamente puede girar un poco la cabeza en cualquier dirección, y aún eso le provoca un dolor de orejas intenso.
Peter solía hablar de Paganini, tal vez el mejor violinista de todos los tiempos. Sufría la tortura de la tuberculosis, la sífilis, la ostiomielitis en la mandíbula, la diarrea, las hemorroides y las piedras en el riñon. Paganini, no Peter. El mercurio que le dieron los médicos para la sífilis lo envenenó hasta que se le cayeron los dientes. La piel se le volvió de color gris blanquecino. Perdió el pelo. Paganini era un cadáver andante, pero cuando tocaba el violín se convertía en inmortal.
Tenía el síndrome de Ehlers-Danlos, una enfermedad congénita que le dejó las articulaciones tan flexibles que podía doblarse el pulgar hacia atrás hasta tocarse la muñeca. De acuerdo con Peter, lo que lo torturaba lo convertía en genio.
De acuerdo contigo.
Misty le trae al detective Stilton un té helado que no ha pedido y él le pregunta:
—¿Hay alguna razón para que lleve gafas de sol aquí dentro?
Ella hace un gesto con la cabeza hacia los ventanales y dice:
—Es la luz. —Le pone más agua y dice—: Hoy me hace daño en los ojos. —Le tiembla tanto la mano que se le cae el bolígrafo. Agarrando el borde de la mesa con la mano para no perder el equilibrio, se agacha para recogerlo. Se sorbe la nariz y dice—: Lo siento.
Y el detective dice: —¿Conoce usted a un tal Ángel Delaporte?
Y Misty se sorbe la nariz y dice: —¿Quiere pedir ya? Ángel Delaporte debería ver la caligrafía de Stilton. Sus letras son largas, elevadas, ambiciosas, idealistas. La escritura se inclina pronunciadamente hacia la derecha, agresiva, obstinada. Su fuerte presión sobre la página indica una libido fuerte. Eso es lo que diría Ángel. Los rabos inferiores de las letras, de las íes griegas y las ges mayúsculas, bajan rectas. Eso quiere decir determinación y capacidad de liderazgo.
El detective Stilton mira a Misty y dice:
—¿Describiría usted a sus vecinos como gente hostil hacia los forasteros?
Solamente para que conste en acta, si tienes que masturbarte en menos de tres minutos porque compartes bañera con catorce personas más, tómate otra copa.
En teoría del arte enseñan que las mujeres buscan hombres con cejas pobladas y mandíbulas amplias y cuadradas. El dato procede de un estudio que hizo un sociólogo de la West Point Academy. Demostraba que las caras rectangulares, los ojos hundidos y las orejas pegadas a la cabeza son lo que hace atractivo a un hombre.
Ese es el aspecto del detective Stilton, con unos cuantos kilos de más. Ahora mismo no está sonriendo, pero las arrugas que le recorren las mejillas y las patas de gallo demuestran que sonríe mucho. Sonríe más de lo que frunce el ceño. Las cicatrices de la felicidad. Podrían ser los kilos de más, pero las arrugas
corrugator
que tiene entre los ojos y las arrugas del ceño que tiene en la frente, sus líneas de la preocupación, son casi invisibles.
Además de los cuernos rojos y brillantes de su frente.
Todos estos son pequeños indicios visuales a los que reaccionamos. El código de la atracción. Es por eso que amamos a quienes amamos. Seamos o no conscientes de ellos, son la razón de que hagamos lo que hacemos.
Así es como sabemos lo que no sabemos.
Las arrugas como análisis de la caligrafía. Como grafología. Ángel estaría impresionado.
Mi Peter querido se dejaba el pelo negro rail largo porque tenía orejas de soplillo.
Tienes orejas de soplillo.
Tabbi tiene las orejas de su padre. Tabbi tiene el pelo largo y negro de su padre.
Tu pelo.
Stilton dice:
—Por aquí la vida está cambiando y hay mucha gente a quien eso no le gusta. Si su marido no está actuando solo, podríamos presenciar agresiones. Incendios provocados. Asesinatos.
Lo único que Misty tiene que hacer es mirar hacia abajo y empieza a caerse. Si gira la cabeza la visión se le vuelve borrosa y la sala desaparece durante un momento.
Misty arranca la cuenta del detective del cuaderno. La deja sobre la mesa y dice:
—¿Quiere algo más?
—Solamente una pregunta más, señora Wilmot —dice. Da un sorbo a su té helado mirándola por encima del vaso. Y dice—: Me gustaría hablar con los suegros de usted. Con los padres de su marido, si es posible.
La madre de Peter, Grace Wilmot, se aloja en este mismo hotel, le dice Misty. El padre de Peter, Harrow Wilmot, está muerto. Murió hace unos trece o catorce años.
El detective Stilton anota algo más. Dice:
—¿Cómo murió su suegro?
Misty cree que de un ataque al corazón. No está segura.
Y Stilton dice:
—Parece que no conoce mucho a sus suegros.
Con el dolor de cabeza haciéndole pam, pam, pam en la nuca, Misty dice:
—¿Me ha dicho si quería café o no?
El doctor Touchet enfoca una lámpara hacia los ojos de Misty y le dice que parpadee. Le mira el interior de las orejas. El interior de la nariz. Apaga las luces de la consulta mientras le ilumina el interior de la boca con una linternita. Igual que la linterna de Ángel Delaporte iluminaba el agujero de la pared de su comedor. Es un viejo truco médico para iluminar los senos, así se ven, de color rojo brillante bajo la piel que rodea la nariz, y de esa forma se pueden localizar sombras que delaten bloqueos o infecciones. Dolores de cabeza sinusoidales. El médico inclina hacia atrás la cabeza de Misty y le mira el interior de la garganta.
Dice:
—¿Por qué dice usted que se intoxicó con algo que comió?
Asi que Misty le cuenta lo de la diarrea, los retortijones y el dolor de cabeza. Le cuenta todo salvo la alucinación.
Él le pone el brazalete de presión sanguínea en el brazo, le aplica presión y luego lo desinfla. Los dos miran el movimiento de la aguja con cada latido del corazón. Las punzadas de su dolor de cabeza van acompasadas con el pulso.
Luego se quita la camisa y el doctor Touchet le sostiene un brazo en alto mientras palpa el interior de la axila. Lleva gafas y mientras sus dedos trabajan mantiene la vista clavada en la pared de al lado. Misty puede verlos a ambos en un espejo que hay en la pared. Su sujetador parece tan prieto que los tirantes se le clavan en la carne de los hombros. La piel se le encabalga por encima de la cintura de los pantalones. Cuando el collar de perlas de bisutería se le hunde en el pescuezo, las perlas desaparecen dentro de un pliegue profundo de grasa.
Los dedos del doctor Touchet hurgan, cavan, abren túneles en su axila.
Las ventanas de la sala de reconocimientos son de cristal esmerilado y su blusa cuelga de un gancho en el interior de la puerta. Se trata de la misma sala donde Misty tuvo a Tabbi. Paredes con azulejos de color verde claro y suelos de baldosas blancas. Es la misma camilla de reconocimientos. Peter nació aquí. También Paulette. Y Will Tupper. Y Mary Hyland. Y Brett Petersen. Y todo el mundo de la isla de menos de cincuenta años. La isla es tan pequeña que el doctor Touchet es también el director de pompas fúnebres. Preparó al padre de Peter, Harrow, antes de su funeral. De su incineración.
A tu padre.
Harrow Wilmot era todo lo que Misty quería que Peter fuera algún día. La forma en que los hombres miran a su suegra potencial para poder estimar el aspecto que tendrá su novia al cabo de veinte años, así lo miraba Misty. Harry sería el hombre con el que Misty estaría casada al llegar a la mediana edad. Alto, con las patillas grises, la nariz recta y una barbilla larga y hendida.
Ahora, cuando Misty cierra los ojos e intenta imaginarse a Harry Wilmot, lo único que ve son sus cenizas al ser dispersas desde las rocas del cabo de Waytansea. Una nube larga y gris.
Misty no sabe si el doctor Touchet también usa esta sala para embalsamar. Si vive lo bastante, preparará a Grace Wilmot. El doctor Touchet era el médico que acudió a la escena cuando encontraron a Peter.
Cuando te encontraron a ti.
Si alguna vez te desenchufan, probablemente será él quien prepare el cuerpo.
Tu cuerpo.
El doctor Touchet le palpa debajo de los brazos. Le hurga en busca de nodulos. De cáncer. Sabe en qué parte del espinazo hay que apretar para que la cabeza se mueva hacía atrás.
Las perlas falsas hundidas en su pescuezo. Los iris de sus ojos están demasiado separados para que te esté mirando. Silba una melodía. Con la atención en otra parte. Se nota que está acostumbrado a trabajar con gente muerta.
Sentada sobre la camilla de reconocimientos, mirando el reflejo de ambos en el espejo, Misty dice:
—¿Qué había en el cabo?
Y el doctor Touchet se sobresalta. Levanta la vista, con las cejas arqueadas en expresión sorprendida.
Como si algunos muertos hablaran.
—En el cabo de Waytansea —dice Misty—. Hay estatuas, como si antes fuera un parque. ¿Qué había allí?
El médico hurga con el dedo en las profundidades de entre los tendones de su pescuezo y dice:
—Antes de que tuviéramos crematorio en esta zona, allí estaba nuestro cementerio. —Aquello resultaría agradable si no tuviera los dedos tan fríos.
Pero Misty no vio ninguna lápida.
Mientras palpa con los dedos en busca de nodulos linfáticos debajo de su mandíbula, el médico dice:
—Hay un mausoleo excavado en la colina, allí. —Con la mirada clavada en la pared, frunce el ceño y dice—: Se construyó hace por lo menos dos siglos. Grace puede contarte más que yo.
La gruta. El pequeño edificio de piedra parecido a un banco. El capitolio del estado con sus columnas elegantes y su arco labrado, todo ello desmoronándose y aguantándose en pie solamente gracias a las raíces de los árboles. La cancela de hierro cerrada y la oscuridad de dentro.
Su dolor de cabeza sigue hundiendo el clavo, pam, pam.
Los diplomas de la pared de azulejos verdes de la sala de reconocimientos están amarillentos y borrosos debajo del cristal. Llenos de manchas de humedad. De cagaditas de mosca. Daniel Touchet, doctor en medicina. El doctor Touchet le sujeta la muñeca con dos dedos y le comprueba el pulso con su reloj de muñeca.
El músculo
triangularis
le tira de las comisuras de la boca hacia abajo en una mueca y le pone el estetoscopio frío entre los omóplatos. Dice:
—Misty, necesito que respires hondo y contengas la respiración.
La punzada fría del estetoscopio se mueve por su espalda.
—Ahora suelta el aire —dice—. Y respira otra vez.
Misty dice:
—¿Sabe usted si Peter se hizo alguna vez una vasectomía? —Vuelve a respirar hondo y dice—: Peter me dijo que Tabbi era un milagro de Dios para que no abortara.
Y el doctor Touchet dice: —Misty, ¿cuánto bebes últimamente?
Este puto pueblo es un pañuelo. Y la pobre Misty Marie es la borracha del pueblo.
—Ha venido al hotel un detective de la policía —dice Misty—. Me ha estado preguntando si aquí en la isla tenemos Ku Klux Klan.
Y el doctor Touchet dice: —Matarte no va a salvar a tu hija. Habla como su marido.
Como tú, Peter querido de mi alma.
Y Misty dice:
—¿Salvar a mi hija de qué? —Misty se da la vuelta para mirarlo a los ojos y dice—: ¿Tenemos nazis aquí?
Y el doctor Touchet la mira, sonríe y dice: —Por supuesto que no.