Diario. Una novela (17 page)

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Authors: Chuck Palahniuk

Tags: #Relato

BOOK: Diario. Una novela
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Tú tienes razón.

Porque todo es importante. Todos los detalles. Simplemente, todavía no sabemos por qué.

Todo es un autorretrato. Un diario. Todo tu historial farmacológico está escrito en un mechón de tu pelo. En tus uñas. Los detalles forenses. Las paredes de tu estómago son un documento. Los callos de tus manos cuentan todos tus secretos. Tus dientes te delatan. Tu acento. Las arrugas que te rodean la boca y los ojos.

Todo lo que haces lleva tu firma.

Peter solía decir que el trabajo del artista es prestar atención, recopilar, organizar, archivar, conservar y luego escribir un informe. Documentar. Llevar a cabo tu presentación. El trabajo del artista consiste simplemente en no olvidar.

21 DE JULIO,
LUNA EN TRES CUARTOS

Ángel Delaporte sostiene en alto un cuadro, luego otro, todos acuarelas. Son de temáticas distintas, algunas solamente el perfil de un extraño Horizonte, otros paisajes de campos soleados. Bosques de pino. La forma de una casa o de un pueblo a lo lejos. En la cara de Ángel solamente se mueven los ojos, que van de un lado a otro sobre cada una de las hojas de papel.

—Increíble —dice—. Tú tienes un aspecto terrible, pero tu obra... Dios mío.

Solamente para que conste en acta, Ángel y Misty están en Oysterville. Es la sala de estar desaparecida de alguien. Se han vuelto a meter por un agujero para hacer fotos y ver las pintadas.

Tus pintadas.

Misty tiene pinta de no poder entrar en calor, y aunque lleva dos jerséis, le castañetean los dientes. La mano le tiembla tanto cuando le va dando las pinturas a Ángel que el papel duro para acuarela se agita. Es un parásito intestinal que le ha quedado de su episodio de intoxicación alimentaria. Aún aquí, en la sala sellada a oscuras, sin más luz que la que se filtra a través de las cortinas, lleva gafas de sol.

Ángel va cargando con la bolsa de su cámara. Misty lleva su portafolio. Es su viejo portafolio de plástico negro de la facultad, un maletín fino con cremallera que se abre por tres de los cuatro lados para poder abrirlo del todo y colocarlo plano. Unas correas finas y elásticas sujetan las acuarelas a un lado del portafolio. En el otro lado hay dibujos metidos en bolsillos de distintos tamaños.

Ángel va sacando fotos mientras Misty abre el portafolio sobre el sofá. Cuando saca el frasco de las pastillas, le tiembla tanto la mano que se oyen las pastillas traquetear dentro. Saca una pastilla del frasco con dos dedos y le dice a Ángel:

—Algas verdes. Son para el dolor de cabeza. —Misty se mete la cápsula en la boca y dice—: Venga a mirar unas pinturas y dígame qué le parecen.

Peter ha pintado con espray sobre el sofá. Sus palabras negras surcan las fotos enmarcadas en la pared. Por encima de cojines bordados en cañamazo. De pantallas de lámparas de seda. Ha cerrado las cortinas plisadas y ha pintado sus palabras con espray en el interior de las mismas.

Tú lo has hecho.

Ángel le quita el frasco de pastillas de la mano y lo sostiene a la luz de la ventana. Agita el frasco lleno de pastillas. Dice:

—Son enormes.

La cápsula de gelatina que tiene Misty en la boca se va ablandando, y su interior sabe a sal y a papel de aluminio, el sabor de la sangre.

Ángel le da la petaca de ginebra que lleva en la bolsa y ella da un trago largo y amargo. Solamente para que conste en acta, ella se ha pimplado la bebida de él. Lo que te enseñan en la facultad de bellas artes es que las drogas tienen un protocolo. Hay que compartir.

Misty dice:

—Sírvase. Tome una.

Ángel abre el frasco y saca dos. Se mete una en el bolsillo y dice:

—Para más tarde.

Se traga la otra con ginebra y hace una mueca terrible como si sufriera una arcada, inclinándose hacia delante con la lengua blanca y roja fuera. Con los ojos fuertemente cerrados.

Immanuel Kant y su gota. Karen Blixen y su sífilis. Peter le diría a Ángel Delaporte que el sufrimiento es la clave de la inspiración.

Misty despliega los dibujos y las acuarelas por encima del sofá y dice:

—¿Qué le parecen?

Ángel va dejando las pinturas una por una y cogiendo la siguiente. Niega con la cabeza. Moviendo la cabeza de un lado a otro de forma apenas perceptible, como un tic de paralítico. Dice:

—Simplemente increíble. —Levanta otra pintura y dice—: ¿Qué clase de software está usando?

¿Sus pinceles?

—Marca cibelina —dice—. A veces ardilla o cola de buey.

—No, tonta —dice él—. En su ordenador, para el boceto. No puede ser que esté haciendo esto con herramientas manuales. —Da unos golpecitos con la yema del dedo en el castillo de una de las pinturas, luego en la casa de campo que hay en otra.

¿Herramientas manuales?

—¿No usará usted una regla y un compás, verdad? —dice Ángel—. ¿Y un semicírculo graduado? Sus ángulos son idénticos, perfectos. Está usando una plantilla o una matriz, ¿verdad?

Misty dice:

—¿Qué es un compás?

—Ya sabe, como en las clases de geometría del instituto —dice Ángel, y extiende el índice y el pulgar a modo de demostración—. Tiene una punta afilada a un lado, luego se pone un lápiz en el otro brazo y se usa para dibujar curvas y círculos perfectos.

Sostiene en alto una pintura de una casa en la ladera de una colina, junto a la playa, con el océano y los árboles pintados en tonos distintos de azul y verde. El único color cálido es un punto amarillo, una luz en una de las ventanas.

—Podría pasarme el resto de la vida mirando este cuadro —dice.

El síndrome de Stendhal.

Dice:

—Le doy quinientos dólares por él.

Y Misty dice:

—No puedo.

Saca otro del portafolio y dice: —¿Y este de aquí? Ella no puede vender ninguno. —¿Y si le doy mil? —dice—. Le doy mil por este. Mil pavos. Pero aún así, Misty dice que no. Ángel la mira y dice: —Entonces le doy diez mil dólares por todos. Diez mil dólares. En metálico.

Misty empieza a decir que no, pero...

Ángel dice:

—Veinte mil.

Misty suspira y...

Ángel dice:

—Cincuenta mil dólares.

Misty mira el suelo.

—¿Por qué tengo la sensación de que diría usted que no a un millón de dólares? —dice Ángel.

Porque las pinturas no están acabadas. No son perfectas. La gente no debe verlas, todavía no. Y hay más que ni siquiera ha empezado. Misty no las puede vender porque las necesita como estudios para algo más grande. Son simples partes de algo que todavía no puede ver. Son pistas.

Quién sabe por qué hacemos lo que hacemos.

Misty dice:

—¿Por qué me está ofreciendo tanto dinero? ¿Qué es esto, una especie de prueba?

Y Ángel abre la cremallera de la bolsa de su cámara y dice: —Quiero que vea algo.

Saca unas cuantas herramientas brillantes de metal. Una de ellas son dos varillas afiladas unidas por un extremo en forma de V. El otro es un semicírculo de metal en forma de D que tiene marcas de centímetros en el lado recto.

Ángel sostiene la D de metal sobre el dibujo de una granja y dice:

—Todas sus líneas rectas son absolutamente rectas. —Coloca la D recta sobre una acuarela de una casa de campo y todas sus líneas son perfectas—. Esto es un semicírculo graduado —dice—. Se usa para medir ángulos.

Ángel va colocando el semicírculo sobre las distintas pinturas y dice:

—Sus ángulos son todos perfectos. Ángulos perfectos de noventa grados. Ángulos perfectos de cuarenta y cinco grados. —Dice—: Me di cuenta en la pintura de la silla.

Coge la herramienta en forma de V y dice:

—Esto es un compás. Se usa para dibujar curvas y círculos perfectos. —Clava una de las patas en punta del compás en el centro de un dibujo a carboncillo. Hace girar la otra pata en torno a la primera y dice—: Todos los círculos son perfectos. Todos los girasoles y las pilas para pájaros. Todas las curvas son perfectas.

Ángel señala las pinturas que hay extendidas sobre el sofá verde y dice:

—Está dibujando usted figuras perfectas. No es posible.

Solamente para que conste en acta, el parte meteorológico de hoy anuncia un mal humor que está aumentando mucho, pero mucho, por momentos.

La única persona que no espera que Misty sea una gran pintora le está diciendo que es imposible. Cuando tu único amigo te dice que de ninguna forma puedes ser una gran artista, una artista con una habilidad y talento naturales, tómate una pastilla.

Misty dice:

—Escuche, mi marido y yo fuimos los dos a la facultad de bellas artes. —Dice—: Nos enseñaron a dibujar.

Y Ángel le pregunta si ha estado calcando fotografías. Si ha estado usando un proyector opaco. O una cámara oscura.

El mensaje de Constance Burton: «Eso se puede hacer con la mente».

Y Ángel saca un rotulador de la bolsa de su cámara, se lo da y dice:

—Tenga. —Señala la pared y dice—: Dibújeme aquí un círculo con un diámetro de diez centímetros.

Misty coge el rotulador y dibuja el círculo sin mirar.

Y Ángel coloca la regla del semicírculo, la que tiene marcados los centímetros, sobre el círculo. Y mide diez centímetros. Luego dice:

—Dibújeme un ángulo de treinta y siete grados.

Le pide un círculo de veinte centímetros. Una línea de quince centímetros. Un ángulo de setenta grados. Una curva perfecta en forma de S. Un triángulo equilátero. Un cuadrado. Y Misty se lo dibuja todo al instante.

De acuerdo con la regla, el semicírculo y el compás, todo es perfecto.

—¿Ve a qué me refiero? —dice él. Le señala la cara con la punta del compás y dice—: Aquí hay algo muy raro. Primero hubo algo muy raro relacionado con Peter y ahora con usted.

Solamente para que conste en acta, parece que le caía mucho mejor a Ángel Delaporte cuando era una gorda asquerosa. Una doncella en el hotel Waytansea. Una compañera a la que podía adoctrinar sobre Stanislavski o sobre grafología. Primero fue la alumna de Peter. Luego la de Ángel.

Misty dice:

—Lo único que veo es que no puedes soportar que yo tenga este talento tal vez increíble.

Y Ángel se sobresalta mucho. Levanta la vista con las cejas enarcadas con gesto de sorpresa.

Como si acabara de hablar un cadáver.

Y dice:

—Misty Wilmot, ¿quiere escucharse a sí misma? Ángel hace un gesto hacia ella con la punta del compás y dice: —Esto no es una simple cuestión de talento. —Señala con el dedo los círculos y ángulos perfectos dibujados en la pared y dice—: Esto lo tiene que ver la policía.

Misty mete otra vez las pinturas y los dibujos en su portafolio y dice:

—¿Por qué? —Cierra la cremallera y dice—: ¿O sea que me pueden detener por ser una artista demasiado buena?

Ángel saca su cámara y hace avanzar la película. Le coloca un flash encima. La mira por el visor y dice:

—Necesitamos más pruebas. —Dice—: Dibújeme un hexágono. Dibújeme un pentagrama. Dibújeme una espiral perfecta.

Y Misty coge el rotulador y dibuja una cosa y luego la otra. El único momento en que no le tiemblan las manos es cuando está dibujando o pintando.

En la pared que tiene delante, Peter ha escrito: «... os destruiremos con vuestra propia ansia y vuestra codicia...».

Tú lo has escrito.

El hexágono. El pentagrama. La espiral perfecta. Ángel saca fotos de todo.

Cegados por el flash, no ven que la propietaria asoma la cabeza por el agujero. Mira a Ángel, que está allí de pie, sacando fotos. Misty está dibujando en la pared. Y la dueña se lleva las manos a la cabeza y dice:

—¿Qué demonios están haciendo? ¡Paren! —Dice—: ¿Qué es esto, un proyecto artístico que se han montado o qué?

24 DE JULIO

Solamente para que lo sepas, hoy el detective Stilton ha telefoneado a Misty. Quiere hacerle una pequeña visita a Peter.

Quiere hacerte una pequeña visita a ti.

Pregunta por teléfono:

—¿Cuándo murió su suegro?

El suelo alrededor de Misty, la cama y la habitación entera están llenos de bolas de papel para acuarela. Las bolas arrugadas de color azur y verde Windsor llenan la bolsa de la compra marrón en la que ha traído su material de pintura. Sus lápices de grafito, sus lápices de colores, sus óleos, sus pinturas acrílicas y sus acuarelas para pintar a la aguada, todo lo ha desperdiciado y lo ha convertido en basura. Sus grasientos pasteles de óleo y sus pasteles blandos parecidos a tizas han quedado reducidos a trocitos tan pequeños que ya no se los puede coger con la mano. Ya casi se le ha acabado el papel.

Lo que no te enseñan en la facultad de bellas artes es cómo mantener una conversación por teléfono y seguir pintando. Con el teléfono en una mano y un pincel en la otra, Misty dice:

—¿El padre de Peter? Hace catorce años, ¿no?

Manchándose los pantalones con el costado de la mano mezclando colores con la yema del pulgar, Misty está tan mal como Goya, a un paso de la encefalopatía del plomo. De la sordera. De la depresión. De la intoxicación tópica.

El detective Stilton dice:

—No nos consta que Harrow Wilmot haya muerto.

Para afilar la punta del pincel, Misty lo retuerce con la boca. Misty dice:

—Echamos sus cenizas al viento. —Dice—: Fue un ataque al corazón. Tal vez un tumor cerebral. —La pintura le sabe amarga en la lengua. El color tiene una textura arenosa entre sus muelas.

Y el detective Stilton dice:

—No hay certificado de defunción.

Misty dice:

—Tal vez simularon su muerte. Se le ha acabado la capacidad de hacer conjeturas. Grace Wilinot y el doctor Touchet, la isla entera está llevando a cabo una representación.

Y Stilton dice: —¿Quiénes la simularon? Los nazis. El Ku Klux Klan.

Con un pincel plano para fondos de piel de camello del número doce va poniendo una capa perfecta de azul sobre los árboles de un horizonte perfectamente irregular de montañas perfectas. Con un pincel de marta cibelina del número dos se dedica a pintar la luz del sol en la cresta de cada ola perfecta. Curvas perfectas y líneas rectas perfectas y ángulos perfectos, a la mierda Ángel Delaporte.

Solamente para que conste en acta, el detective Stilton dice:

—¿Por qué cree que su suegro iba a simular su muerte?

Misty dice que está bromeando. Por supuesto que Harry Wilmot está muerto.

Con un pincel de ardilla del número cuatro va poniendo sombras dentro del bosque. Lleva días encerrada en esa habitación y no ha sido capaz de hacer nada la mitad de bueno que el dibujo de la silla que hizo mientras se estaba cagando en los pantalones. En el cabo de Waytansea. Bajo la amenaza de una alucinación. Con los ojos cerrados, intoxicada por la comida.

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