Read Diáspora Online

Authors: Greg Egan

Diáspora (15 page)

BOOK: Diáspora
4.16Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Yatima no malgastó la energía del nanoware haciendo preguntas sobre su estado; se limitó a esperar a que pasase la extraña experiencia. El interfaz no sabía cómo interpretar los informes de daños del hardware gleisner... y se negó a acceder al símbolo de Yatima y ejecutar una cirugía similar. Cuando el arco de plasma llegó al otro lado y el hombre retiró el brazo robótico cortado, la parte correspondiente del icono de Yatima se quedó mentalmente colgando del muñón... una especie de presencia fantasmal, sólo medio liberada del bucle de retroalimentación de la corporeidad.

Cuando se atrevió a comprobarlo, quince dosis del nanoware Introdus habían logrado salvarse. El resto se había perdido o había quedado dañado sin posibilidad de reparación.

Yatima miró al hombre a los ojos y dijo con furia:

—Vinimos en paz; jamás habríamos violado vuestra autonomía. Pero ahora habéis limitado las posibilidades de elección de los demás.

Sin decir una palabra, el hombre colocó la sierra de plasma en el borde de la mesa y se dedicó a pasar el brazo gleisner por el arco, reduciendo la delicada maquinaría a escoria y humo.

Cuando Francesca regresó, se mostró igualmente conmocionada cuando los guardias le dijeron que habían traído nanoware al enclave y por el método bastante poco diplomático y
ad hoc
que habían empleado por resolver la situación.

Según el tratado de 2190, deberían a haber expulsado a Yatima y a Inoshiro inmediatamente de Atlanta, pero Francesca estaba dispuesta a relajar un poco las reglas y permitirles hablar a la convocación... y para sorpresa de Yatima, los guardias estuvieron de acuerdo. Aparentemente creían que un interrogatorio público por parte de los carnosos reunidos seria la mejor forma de dejar al descubierto la conspiración gleisner-Konishi.

Mientras recorrían el pasillo hacia la Sala de Convocación, Inoshiro dijo por IR:

—No todos pueden ser así. Recuerda a Orlando y Liana.

—Yo recuerdo a Orlando despotricando contra los malvados gleisners y sus planes horribles.

—Y yo recuerdo a Liana corrigiéndole.

La Sala de Convocación era un enorme espacio cilindrico, aproximadamente de la misma forma que el propio edificio. Filas concéntricas de asientos convergían sobre un escenario circular... y había como unos mil enlazadores sentados. Detrás de los asientos, y por encima, gigantescas pantallas de pared mostraban las imágenes de representantes de otros enclaves. Yatima pudo distinguir fácilmente a los exuberantes aviares y anfibios, pero no tenía duda de que la apariencia sin modificar de los demás ocultaba una variedad todavía mayor.

No estaban presentes los monos soñadores.

Los guardias se quedaron atrás mientras Francesca los guiaba al escenario. Estaba dividido en tres zonas; nueve enlazadores ocupaban la zona más interna, mirando al público, y tres ocupaban la segunda.

—Son vuestros traductores —explicó Francesca—. Parad después de cada frase y esperad a que terminen. —Señaló una ligera hendidura en el escenario, en el mismo centro—. Poneos ahí para que os oigan; en cualquier otro lugar seréis inaudibles. —Yatima ya se había dado cuenta de que la acústica era muy curiosa... habían atravesado excesos y ausencias de ruido de fondo, y la intensidad de la voz de Francesca había fluctuado de forma extraña. Del techo colgaban complejos espejos y baffles acústicos, y la piel del gleisner informaba de súbitos gradientes de presión del aire que se debían con toda probabilidad a algún tipo de barreras o lentes.

Francesca ocupó el centro del escenario y se dirigió a la convocación.

—Mi nombre es Francesca Canetti, de Atlanta. Creo que os presento a Yatima e Inoshiro de la polis Konishi. Afirman traer noticias muy graves y si son ciertas nos conciernen a todos. Os pido que les escuchéis con atención y les interroguéis en profundidad.

Se hizo a un lado. Inoshiro murmuró por IR:

——Muy cortés por su parte inspirar esa confianza en nosotros.

Inoshiro repitió lo que le había contado a Francesca sobre Lacerta G-1 en la selva, deteniéndose para los traductores y aclarando algunos términos en respuesta a sus peticiones. El grupo interior de tres traductores fue el primero en hablar, para que luego los otros nueve ofrecieran sus versiones; incluso con la acústica ajustada para que algunos de ellos hablasen simultáneamente, fue dolorosamente lento. Yatima comprendía que automatizar el proceso iría contra toda la cultura carnosa, pero aun así deberían tener medios de comunicación más eficientes en caso de emergencia. O quizá los tenían, pero sólo para un conjunto predeterminado de desastres naturales.

Mientras Inoshiro se ponía a describir los efectos previstos sobre la Tierra, Yatima intentó evaluar el estado del público. El gestalt carnoso, limitado por la anatomía, era mucho más apagado que las versiones de la polis, pero le pareció apreciar un número creciente de caras que manifestaban consternación. No era un cambio dramático recorriendo el salón, pero decidió que era mejor interpretarlo con optimismo: cualquier reacción era mejor que el pánico.

Francesca moderó las respuestas. La primera fue del representante de un enclave de estáticos; habló en un dialecto del inglés, así que el interfaz pasó el lenguaje a la mente de Yatima.

—No tenéis vergüenza. No esperamos honor de simulacros de sombras de los cobardes que se fueron, ¿pero jamás renunciaréis a intentar eliminar de la faz de la Tierra los últimos restos de vitalidad? —El estático rió sin humor—. ¿Realmente creíais que podríais asustarnos con ese cuento risible de «quarks» y «rayos gamma» lloviendo del cielo y que luego entraríamos mansamente en vuestro paraíso virtual? Los humanos somos criaturas caídas; jamás nos arrastraremos sobre los vientres para entrar en vuestro falso Jardin del Edén. Os los diré ahora: siempre habrá carne, siempre habrá pecado, siempre habrán sueños y locura, guerra y hambre, tortura y esclavitud.

Incluso con el injerto lingüístico, Yatima comprendió muy poco de la parrafada, y la traducción a Romano Moderno le resultó igualmente opaca, Recurrió a la biblioteca para obtener aclaraciones; la mitad del discurso parecía consistir en referencias a una familia virulenta de replicadores teísticos palestinos.

Consternado, le susurró a Francesca:

—Pensaba que la religión había desparecido hacía tiempo, incluso entre los estáticos.

—Dios ha muerto, pero las tonterías persisten. —Yatima no tuvo ánimos para preguntar si la
tortura y la esclavitud
persistían, pero Francesca aparentemente le leyó la cara y añadió—: Incluyendo una retórica muy confusa con respecto al libre albedrío. La mayoría de los estáticos no son violentos, pero consideran que la posibilidad de atrocidades es esencial para la virtud... lo que los filósofos llamaban la «la falacia de la
Naranja mecánica»
. Por tanto, a sus ojos, la autonomía hace que las polis resulten una especie de infierno amoral, disfrazado de Edén.

Inoshiro se esforzó por responder, en inglés.

—No pedimos que entréis en las polis si no lo deseáis. Y no mentimos para asustaros; sólo queremos que estéis preparados.

El estático sonrió serenamente.

—Siempre estamos preparados. Éste es nuestro mundo, no el vuestro; comprendemos sus peligros.

Inoshiro se puso a hablar de refugios, agua fresca y opciones viables para disponer de comida. El estático interrumpió, riendo con fuerza.

—El insulto final ha sido escoger el milenio. Una superstición para niños confundidos.

Inoshiro quedó perplejo.

—¡Pero todavía falta un gigatau!

—Lo suficientemente cerca como para que el desprecio sea evidente. —El estático se inclinó con burla y su imagen desapareció.

Yatima miró a la pantalla en blanco, no queriendo aceptar lo que daba a entender. Le preguntó a Francesca:

—¿El resto de su enclave habrá oído lo que ha dicho Inoshiro?

—Algunos, casi con toda seguridad.

—¿Y podrán decidir seguir escuchando?

—Por supuesto. Nadie censura la red.

Por tanto, había esperanza. Los estáticos no estaban perdidos del todo, al contrario que los monos soñadores.

La siguiente respuesta vino de una mujer exuberante que no mostraba ninguna modificación, hablando en una lengua que la biblioteca desconocía. Cuando llegó la traducción, resultó que solicitaba detalles del proceso que se suponía robaba el momento angular a las estrellas de neutrones.

Inoshiro había insertado en su mente amplios conocimientos de la Teoría de Kozuch, y no tuvo problemas para responder; Yatima, habiendo querido mantener su frescura para las Minas, comprendía algo menos. Pero sabía que los cálculos informáticos que relacionaban las ecuaciones de Kozuch con la dinámica de las estrellas de neutrones eran intratablemente difíciles, y que había sido sobre todo un proceso de eliminación el que había dejado a la polarización como la teoría más plausible.

La exuberante prestó atención con calma; Yatima no sabía si se trataba de simple cortesía o una señal de que alguien finalmente les tomaba en serio. Una vez que terminaron los traductores más externos, la exuberante realizó un comentario.

—Con unas fuerzas de marea tan reducidas, haría falta muchas veces la edad del universo para que el estado de polarización acelerada atravesase la barrera de energía y dominase el estado de confinamiento. La polarización no puede ser la causa. —Yatima sintió asombro. ¿Era una afirmación confiada pero equivocada, o un fallo de traducción, o la exuberante poseía una razón matemática sólida para decirlo?—. Sin embargo, aceptamos que las observaciones no dejan lugar a duda. Las estrellas de neutrones
chocarán
, el destello de rayos gamma se producirá. Organizaremos los preparativos.

Yatima deseó que la mujer pudiese decir más, pero con doce traductores implicados, una discusión prolongada hubiese llevado días Y finalmente habían logrado una pequeña victoria, así que la saboreó; la autopsia de la física de las estrellas de neutrones podía esperar.

Mientras Francesca escogía al siguiente interlocutor, varias personas del público se pusieron en pie y salieron. Yatima decidió considerarlo una buena señal: incluso si no se habían convencido por completo, podían iniciar medidas protectoras que salvarían cientos o miles de vidas.

Con extensos injertos mentales y la biblioteca a su disposición, Inoshiro respondió con facilidad a las preguntas técnicas. Cuando el exuberante anfibio preguntó por los daños que los ultravioleta producirían en el plancton y los cambios de pH en las aguas superficiales de los océanos, pudo citar un modelo de Carter-Zimmerman. Cuando un enlazador del público preguntó sobre la fiabilidad de TERAGO, Inoshiro explicó que el cruce de alguna otra fuente no podía ser la causa de las ondas aceleradas de las estrellas de neutrones. Desde las sutilezas de la fotoquímica en la estratosfera hasta la posibilidad de que el inminente agujero negro de Lacerta se formase a la velocidad suficiente como para tragarse los rayos gamma y salvar la Tierra, Inoshiro respondió a casi toda las objeciones que hubiesen podido hacer que la necesidad de actuar fuese menos perentoria.

Yatima sentía una admiración incómoda. Pragmáticamente Inoshiro se había convertido en exactamente lo que exigía la crisis, insertándose todos esos conocimientos de segunda mano sin considerar los efectos sobre su personalidad. Probablemente después decidiría eliminar la mayor parte; a Yatima le sonaba a desmembramiento, pero Inoshiro parecía considerar la idea menos traumática que la operación de abandonar sus cuerpos gleisner.

Los representantes de la mayoría de los enclaves fueron despidiéndose; algunos claramente convencidos, otros claramente no, algunos sin ofrecer ninguna señal que Yatima pudiese descifrar. Y más enlazadores abandonaron el salón, pero otros ocuparon su lugar, y algunos residentes de Atlanta plantearon preguntas desde sus casas.

Los tres guardias se habían sentado entre el público y habían permitido que el debate se desarrollase, pero ahora la mujer que había cortado el brazo de Yatima perdió al fin la paciencia y se puso en pie de un salto.

—¡Trajeron nanoware Introdus a la ciudad! ¡Tuvimos que cortar el arma de su cuerpo o a estas alturas ya la habrían usado! —Señaló a Yatima—. ¿Lo niegas?

Los enlazadores respondieron a la acusación como Yatima había esperado que recibiesen la noticia del estallido: con una protesta audible, movimientos corporales agitados y algunas personas poniéndose en pie para gritar insultos al estrado.

Yatima ocupó el lugar de Inoshiro en el foco acústico.

—Es cierto que traje el nanoware, pero sólo lo hubiese usado si se me solicitaba. El portal más cercano está a mil kilómetros de distancia; sólo deseábamos ofrecer la posibilidad de emigrar sin tener que realizar ese largo viaje.

No hubo respuesta coherente, simplemente más gritos. Yatima miró a los cientos de carnosos furiosos e hizo lo posible por comprender su hostilidad; no todos podían ser tan paranoicos
como
los guardias. Lacerta en sí era un golpe demoledor, en el mejorde los casos una promesa de décadas de penalidades... pero quizá hablar de la «posibilidad de emigrar» fuese peor. Lacerta sólo podía hacerles ir a las polis si los aplastaba contra el suelo; quizá la idea de seguir el Introdus no resultaba tanto una bien recibida vía de escape, una forma de engañar a la muerte, sino más bien una forma humillante de hacer que los carnosos presenciasen su propia aniquilación.

Yatima alzó la voz para garantizar que los traductores pudiesen oír.

—Nos equivocamos al traer el nanoware... pero somos extranjeros, y actuamos por ignorancia, no malicia. Respetamos vuestro coraje y tenacidad, admiramos vuestras habilidades... y sólo pedimos permanecer a vuestro lado y ayudaros a luchar para seguir viviendo como habéis escogido vivir:
en la carne
.

Lo cual pareció dividir al público; algunos respondieron con gritos de desprecio, algunos con calma renovada e incluso entusiasmo. Yatima sentía como si jugase a un juego que apenas comprendía, con un riesgo que apenas se atrevía a considerar. Ninguno de lo dos había estado preparado para la tarea. En Konishi, el acto más estúpido apenas dañaría el orgullo de otro ciudadano; aquí y ahora, algunas palabras mal escogidas podían costar miles de vidas.

Un enlazador dijo unas palabras que se tradujeron como: —¿Juras no tener más nanoware Introdus... y que no fabricarás más?

BOOK: Diáspora
4.16Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

The Secret Wedding Dress by Roz Denny Fox
Appointment with Death by Agatha Christie
Butterfly Palace by Colleen Coble
The Matzo Ball Heiress by Laurie Gwen Shapiro
Game of Love by Ara Grigorian
The Snow Maiden by Eden Royce
The Death of an Irish Consul by Bartholomew Gill