Diáspora (31 page)

Read Diáspora Online

Authors: Greg Egan

BOOK: Diáspora
5.75Mb size Format: txt, pdf, ePub

El panorama representaba una vasta red tridimensional de objetos interconectados parecidos a neuronas. Pero eran símbolos, no uniones en la red de más bajo nivel que se ocupaba de los pulsos individuales de datos. Cada símbolo relucía con una intensidad proporcional al refuerzo que recibía por los otros que ya dominaban la red: sus preocupaciones conscientes. Se ensayaban rápidas cascadas lineales, que luego se inhibían como atrasadas —o en caso contrario su mente habría quedado paralizada por bucles de retroalimentación positiva de banalidades caliente/frío, húmedo/seco— pero continuamente se disparaban combinaciones novedosas de símbolos, y si resonaban con intensidad suficiente con la actividad actual, la unión se reforzaba e incluso podía pasar a la consciencia. El pensamiento se parecía mucho a la bioquímica; en cada momento se producían millones de colisiones aleatorias, pero el proceso avanzaba de forma coherente por la necesidad de formar un producto de la forma adecuada para ceñirse estrictamente a un perfil existente.

El mapa era una repetición a cámara lenta; Yatima contemplaba los patrones de disparo tras la sensación insistente de que algo no había acabado de cuajar, no las activaciones en tiempo real producidas por el hecho de mirar al mapa. Y, destacada en un color concreto por el software del mapa, la unión relevante fue fácil de localizar, ya que por pura casualidad no había acabado de cruzar el umbral a actividad autónoma. Se habían activado los símbolos para
isótopo, duradero, evidente..
. y
neutrón
.

Yatima sintió un momento de perplejidad, luego volvió a sentir la impresión de que las conexiones iban adoptando la disposición correcta y supo exactamente qué no había llegado a pensar antes. Si los isótopos pesados y estables de la atmósfera de Swift tenían como propósito llamar la atención hacia algo duradero, ¿qué podría ser más duradero que los átomos en sí? Los isótopos no eran un mensaje de los Transmutadores diciendo: «Venid y poneos a buscar nuestras bibliotecas repletas de conocimientos duramente obtenidos... aunque es posible que se hayan convertido en polvo» o «Venid a maravillaos de la vida que hemos creado... aunque es posible que se haya extinguido».

Lo isótopos decían: «Venid y echad un vistazo a estos isótopos».

Orlando gritó:

—¡Idiota! ¿Qué haces?

Yatima saltó de inmediato al panorama Swift. Su coche se encontraba medio sumergido en el oasis... y estaba claro que la sonda en sí o los chorros de gas habían roto la membrana. Mientras el coche ascendía, el agua expuesta surgió en burbujas de decenas de deltas de diámetro, que estallaron formando nubes de vapor que se disipaban con rapidez. Mientras la superficie hervía, los bordes rotos de la membrana lanzaban tentáculos pegajosos y algunas de esos hilos se encontraron y se fundieron, cubriendo la herida con una gasa floja que serviría como base para la repolimerización. Pero el agujero era demasiado grande, y el escape de vapor y el movimiento del agua rompieron el tenue andamiaje. La membrana se abrió aún más. Ahora el proceso era imparable.

Orlando estaba subido al asiento de su coche, gritando y gesticulando.

—¡Idiota! ¡Los has matado! ¡Idiota de mierda!

Yatima vaciló. Luego saltó, al estilo Konishi, directamente al coche de Orlando y le agarró por los hombros.

—¡No hay problema! ¡Orlando, sobrevivirán! ¡Están adaptados a estas situaciones! —Orlando empujó, agitando los brazos, aullando por la pena y la furia. Yatima ya no intentó tocarle, pero le siguió mirando y repitió con calma—: Sobrevivirán. —No era del todo cierto, sólo una de cada tres criaturas superaría el proceso de ebullición y rehidratación.

Miró hacia abajo; ahora el oasis al completo era poco más que un lodazal, un residuo pegajoso que se aferraba a unas pocas burbujas de vapor recubiertas de polímero, expandiéndose lentamente hasta el punto de ruptura. Todos los colores de la vida de Swift se habían combinado para dejar un marrón algo iridiscente, sin siquiera el más mínimo indicio de una forma corporal. La geometría sólida de los organismos funcionales había quedado comprimida en una mezcla de proximidad bidimensional y marcadores químicos, pero el proceso no era siempre reversible, ni tampoco la codificación perfectamente inequívoca. Incluso miembros de especies diferentes que acaban juntos en seco a menudo se rehidrataban como quimeras genéticas mutuas, cooptando esporas de uno y otro para servir de tejidos en sus cuerpos reconstituidos.

—¿Dónde estabas? —El rostro de Orlando radiaba horror y desprecio—. Eran criaturas reales y vivas... ¡y ni siquiera pudiste mantener los ojos fijos en ellas!

—Debió producirse una súbita corriente descendente. De haber sido posible, el piloto automático habría mantenido la sonda alejada del agua.

—¡Para empezar no deberías haber estado tan abajo!

Los dos habían estado volando a la misma altitud. Yatima dijo:

—Mira, siento lo sucedido. Habrá que incrementar los márgenes de seguridad de las sondas. Pero un grano de arena podría haber provocado el mismo resultado. Y en cualquier caso, en los próximos diez minutos la membrana hubiese estallado por la simple presión del vapor.

La furia desapareció de los ojos de Orlando. Se apartó, tapándose la cara con los brazos. Yatima esperó en silencio, hacía tiempo que había comprendido que no podía hacer otra cosa.

Tras un rato, dijo:

—Creo que sé lo que los Transmutadores querían que encontrásemos.

—Lo dudo.

—¿Qué le añades al hidrógeno para crear deuterio? ¿Qué le añades al carbono 12 para crear carbono 13?

Orlando se volvió hacia Yatima, limpiándose visiblemente lágrimas invisibles. Su icono público podía enmascarar o revelar, a voluntad, su sensación privada de corporeidad, pero nunca había aprendido a tratar con igual pericia los dos niveles... y ahora que la furia había pasado, parecía tan frágil que daba la impresión de que podría derrumbarse y marchitarse allí mismo. Sólo sería necesaria una decepción más.

Yatima dijo con delicadeza:

—Nos ha estado mirando directamente a la cara.

—¿Neutrones
?

—Sí.

—Los neutrones son neutrones. ¿Qué se puede encontrar en ellos? ¿Qué tienen para justificar un viaje de ochenta y dos años luz?

—Los neutrones son agujeros de gusano. —Yatima alzó las manos y creó un diagrama estándar de Kozuch—. Y si el clon muerto de Blanca tenía razón, los Transmutadores disponían de todos los grados de libertad necesarios para hacer que los neutrones de Swift fuesen únicos.

14. Inmerso

POLIS CARTER-ZIMMERMAN, ÓRBITA DE SWIFT

85 801 737 882 747 TEC

18 de marzo 4953, 23:14:59,901 TU

Yatima había dispuesto encontrarse con Orlando en un panorama de Base Liliput, una cúpula de veinte metros repleta de instrumentos científicos, que estaba situada en una meseta ecuatorial, lejos de las tierras bajas templadas donde se formaban los oasis. La bóveda y todo lo que contenía era el resultado de la actividad de nanomáquinas convencionales, pero la materia prima habría sido imposible de conseguir sin tecnología mucho más sofisticada. Un antiguo Cachorrillo Estelar llamado Enif, que había cambiado de punto de vista al llegar a 51 Pegaso y se había dedicado, como un siglo antes de la llegada de C-Z a Voltaire, con entusiasmo a la física nuclear, había logrado construir las primeras femtomáquinas. Empleando los neutrones débilmente enlazados de núcleos halo, de una forma similar a las nubes electrónicas de un átomo normal, había logrado construir «moléculas» cinco órdenes de magnitud más pequeñas que las que tenían enlaces electrónicos, y luego había logrado femtomáquinas capaces de extraer e introducir neutrones en núcleos individuales, reteniendo los incrementos necesarios de energía de enlace como deformaciones de sus propias estructuras. En Swift el invento había resultado ser extremadamente valioso; no sólo eran los isótopos normales, ligeros, de los cinco elementos transmutados esenciales para ciertos experimentos, sino que muchos otros elementos, en cualquiera de sus formas, eran poco abundantes en la superficie.

Habían tenido que esperar dos días a que un compartimento quedase libre. Yatima había entrado en el panorama justo cuando el aparato anterior, diseñado para buscar rastros de oxígeno 16 en antiguos depósitos minerales, se disolvía de nuevo en los contenedores de elementos constituyentes. A escala de un centímetro por delta, el compartimento de un metro cuadrado parecía tener tamaño de sobra para cualquier experimento concebible, pero la verdad es que apenas serviría. Yatima había encontrado en la biblioteca planos para un analizador neutrónico de cambio de fase, diseñado por nada menos que Michael Sinclair, un antiguo alumno de Renata Kozuch. Cuando las extensiones propuestas por Blanca a la Teoría de Kozuch habían llegado a la Tierra, la mayor parte de los físicos simplemente habían rechazado el nuevo modelo considerándolo una tontería metafísica, pero Sinclair lo había analizado con cuidado, con la esperanza de diseñar una prueba experimental que lo avalase con algo más que su éxito al explicar, a posteriori, la longitud de los agujeros de gusano transitables de la Fragua.

Orlando apareció. El software del panorama no supo exactamente qué hacer con sus exhalaciones; la bóveda Liliput se encontraba al vacío extremo, y al principio una nube tenue de cristales de hielo se materializó y cayó frente a él cuando su aliento se expandió y se enfrió, pero después de un momento algún subsistema cambió de opinión y se puso a hacer desaparecer la contaminación aparente en cuanto salía de su boca.

Después de levantar una red de andamios, las nanomáquinas del compartimento se pusieron a trabajar en el analizador, extrayendo de las reservas hilos de bario, cobre e iterbio, tejiéndolos para formar delicadas bobinas grises de cable superconductor para el divisor de rayos magnético... un nombre bien curioso para el componente, porque en este caso el mayor estaría formado por un único neutrón. Orlando contempló dubitativamente el trabajo.

—¿De verdad crees que los Transmutadores esperaban que alguien hiciese un experimento tan sutil como este?

Yatima se encogió de hombros.

—¿Qué es sutil? El cambio en el espectro del deuterio al hidrógeno es de unas pocas partes por diez mil, pero no nos imaginamos que se le pueda pasar por alto a alguien.

Orlando dijo con sequedad:

—Deuterio en cantidades seis mil veces superiores a las normales no es sutil. Vapor de agua que pesa un veinte por ciento más no es sutil. ¿Pero partículas que se comportan exactamente como neutrones hasta que las divides en dos estados cuánticos, rotas uno más de setecientos veinte grados y luego los recombinas para comprobar sus fases relativas? No sé por qué tengo la impresión de que eso sí podría serlo.

—Quizá. Pero los Transmutadores no tenían mucho donde elegir; no puedes hacer que los neutrones sean un veinte por ciento más pesados. Sólo les quedaba envolverlos en otras capas que dirigiesen la atención hacia ellos. ¿Qué hace que Swift sea especial? Los isótopos pesados de la atmósfera. ¿Qué hace que esos isótopos sean especiales? Los neutrones adicionales que contienen. ¿Qué hace que esos neutrones sean especiales? Sólo hay algo que puedes cambiar en un neutrón sin convertirlo en algo completamente diferente. La longitud del agujero de gusano.

Orlando estuvo a punto de presentar una objeción. Pero al final levantó las manos en gesto de resignación. No tenía sentido discutir; pronto tendrían la respuesta, en un sentido u otro.

Según la extensión de Blanca de la Teoría de Kozuch, al igual que en la versión tradicional, la mayor parte de los agujeros de gusano de partículas elementales eran tan cortos como estrechos; las dos bocas, las dos partículas, compartían la misma 6-esfera microscópica. Era el estado más probable para un agujero de gusano creado del vacío, y al contrario que los agujeros de gusano transitables, una vez formados no eran libres para ajustar su longitud. Pero no había ninguna razón teórica para que no existiesen otros más largos: cadenas de agujeros cortos unidos por los extremos, una serie de micróesferas conectadas en bucle a través de las seis dimensiones macroscópicas adicionales. Una vez creados, serían estables; simplemente sería cuestión de saber fabricarlos. Los métodos habituales de unión —las colisiones por fuerza bruta— simplemente combinaban las dos micróesferas dejando una.

Sinclair había comprobado unos pocos billones de electrones, protones y neutrones, sin encontrar ninguno largo, pero tal cosa no demostraba que fuesen físicamente imposibles, simplemente que en la naturaleza eran muy escasos. Y si los Transmutadores habían deseado dejar atrás un legado científico único y duradero, a Yatima no se le ocurría nada mejor. Los neutrones largos podrían potencialmente arrojar luz sobre una pregunta fundamental que a una civilización en su infancia le podría llevar milenios resolver. Atrapados en isótopos estables en un planeta que orbitaba un sol que ardía lentamente, serian accesibles durante treinta o cuarenta mil millones de años. Era incluso posible que arrojasen algo de luz sobre el problema diametralmente opuesto al de su propia creación: hacer que los agujeros de gusano transitables fuesen cortos, el secreto para tejer puentes por la galaxia.

Las nanomáquinas abandonaron el divisor de rayos para pasar a un segundo conjunto de bobinas, diseñadas para rotar el estado cuántico del neutrón cuando viajase simultáneamente por dos caminos alternativos. A primera vista, no había forma evidente de distinguir una partícula larga de una corta; ninguna de las dos poseía agujeros de gusano transitables, asi que no podias enviar una señal y cronometrarla. Pero Sinclair se había dado cuenta de que la clasificación habitual de partículas en fermiones y bosones se volvía ligeramente más complicada en cuanto se permitían partículas largas. Las propiedades clásicas de un fermión eran tener un espín semientero, obedecer el principio de exclusión de Pauli (que evitaba que todos los electrones de un átomo, y todos los neutrones y protones del núcleo, decayesen juntos hasta el mismo estado energético mínimo) y responder a las rotaciones de 360 grados con un desfase de 180 grados con respecto a la versión sin rotar. Un fermión precisaba de dos rotaciones completas, 720 grados, para volver a la misma fase. Los bosones sólo precisaban de una rotación para acabar justo donde habían empezado.

Cualquier partícula larga formada por un número impar de fermiones individuales conservaría las dos primeras propiedades fermiónicas, pero si además incluía algún bosón, su presencia se manifestaría en el patrón de cambios de fase al rotar la partícula. Una partícula larga con una secuencia de agujero de gusano de «fermión-bosón-fermión-fermión» se saldría de fase y la recuperaría como un fermión simple después de una y dos rotaciones, pero una tercera rotación la devolvería en fase de inmediato. Rotaciones sucesivas permitirían explorar la estructura del agujero de gusano con más detalle: por cada fermión individual en la cadena harían falta dos rotaciones para restaurar la fase de la partícula, mientras que precisaría una por cada bosón. Como lo había expresado Orlando —buscando una analogía tridimensional cuando Yatima se le había puesto a hablar de teoría de grupos y topología— era como deslizarse por el agujero de gusano de la partícula sobre el pasamanos de una escalera en espiral. En ocasiones, tras una vuelta completa, un giro del pasamanos te dejaba cabeza abajo, por lo que tenías que dar otra vuelta antes de que la escalera volviese a parecer correctamente orientada. En otras ocasiones, un único giro dejaba todo igual.

Other books

Amelia's story by Torrens, D. G
Manalive by Gilbert Keith Chesterton
McFarlane's Perfect Bride by Christine Rimmer
Blow Out by M. G. Higgins
Stormswept by Sabrina Jeffries
Supernaturally by Kiersten White
The Joy of Sex by Alex Comfort
Snipped in the Bud by Kate Collins
Barbarians at the Gates by Nuttall, Christopher