Authors: Greg Egan
Pasó de mesa en mesa, probando la comida para mantener las apariencias, deseando que Elena hubiese venido. Se hablaba poco de la biología de las Alfombras de Wang; aquí la mayoría de la gente simplemente celebraba su victoria contra los oponentes a las microsondas... y la humillación que sufriría esa facción ahora que estaba más claro que nunca que las observaciones «invasivas» no habrían provocado ningún daño. Los temores de Liesl habían resultado infundados; no había más vida en el océano, sólo Alfombras de Wang de distintos tamaños. Paolo, sintiéndose perversamente imparcial ahora que todo había pasado, no deseaba más que recordar a estos altaneros creadores de tendencia:
Podría haber habido cualquier cosa allá abajo. Criaturas extrañas, delicadas y vulnerables de formas que no podríamos haber anticipado. Tuvimos suerte, eso es todo
.
Casi por casualidad acabó solo con Orlando; los dos huían de distintos grupos de invitados atroces cuando se cruzaron en el jardín.
Paolo preguntó:
—¿Cómo crees que se lo tomarán en casa?
—Es primera vida, ¿verdad? Primitiva o no. Al menos debería mantener el interés en la Diáspora, hasta el descubrimiento de la próxima biosfera. —Orlando parecía más calmado; quizá estuviese aceptando al fin el abismo que mediaba entre el modesto descubrimiento y el ansia terrestre de grandes resultados—. Al menos la química es novedosa. Si hubiesen estado basadas en ADN y proteínas, creo que la mitad de C-Z Tierra se hubiera muerto de aburrimiento sobre la marcha. Seamos francos, las posibilidades del ADN se han simulado hasta la extenuación.
Paolo sonrió al oir la herejía.
—¿Crees que si la naturaleza no hubiese logrado mostrar algo de originalidad la fe de la gente en la carta fundacional habría quedado minada? ¿Si las polis solipsistas hubiesen empezado a parecer más ingeniosas que el propio universo...?
—Exacto.
Caminaron en silencio. Luego Orlando se detuvo y se volvió para mirarle.
—Hay algo que quería decirte. Mi yo en la Tierra ha muerto.
—
¿Qué?
—Nada de escenas, por favor.
—Pero... ¿por qué? ¿Por qué él? —
Muerto
significaba suicidio; no había otra causa.
—No sé la razón. Si fue un voto de confianza en la Diáspora —Orlando había escogido despertar sólo en caso de vida alienígena— o si desesperó de que llegásemos a enviar buenas noticias, si no pudo soportar la espera y el riesgo de la decepción. No dio una razón. Simplemente hizo que su exoyó enviara un mensaje comunicando que lo había hecho.
Paolo estaba conmocionado.
—¿Cuándo sucedió?
—Unos cincuenta años después del lanzamiento.
—Mi yo de la Tierra no dijo nada.
—Era yo el que debía decírtelo, no él.
—Yo no lo habría visto de esa forma.
—Aparentemente si lo hubieras visto de esa forma.
Paolo guardó silencio. ¿Cómo se suponía que debía llorar una versión distante de Orlando en presencia de la que consideraba real? La muerte de un clon era una forma extraña de medio morir, algo difícil de entender. Su yo de la Tierra había perdido un padre; su padre había perdido un yo de la Tierra. ¿Qué significaba para
él
?
A Orlando parecía preocuparle sobre todo la cultura de C-Z Tierra. Paolo dijo con cuidado:
—Hermann me contó que se había dado un incremento de la emigración y el suicidio. Pero la moral ha mejorado mucho desde que el espectroscopio recibió señales de agua en Orfeo y cuando sepan que es algo más que agua...
Orlando le cortó en seco.
—No tienes por qué pintar de rosa las cosas para mí. No corro peligro de repetir el acto.
Se quedaron sobre el césped, mirándose. Paolo compuso una docena de combinaciones diferentes de estados de ánimo que comunicar, pero ninguna parecía ser la adecuada. Podría haberle concedido a su padre el conocimiento perfecto de todo lo que sentía... ¿pero qué habría logrado transmitir en concreto con ese conocimiento? Al final era fusión o separación. No había nada entre medias.
Orlando dijo:
—¿Matarme y dejar en tus manos el destino de la Coalición? Debes estar loco de atar.
Caminaron juntos, riendo.
Karpal parecía apenas capaz de ordenar sus ideas lo suficiente para poder hablar. Paolo le habría ofrecido un injerto menor de tranquilidad y concentración —destilado a partir de sus más intensos momentos de concentración— pero estaba seguro de que Karpal jamás lo aceptaría. Dijo:
—¿Por qué no empiezas por donde quieras? Te haré callar si no tiene sentido.
Karpal miró al dodecaedro blanco con expresión de incredulidad.
—¿Vives aquí?
—A veces.
—¿Pero es tu panorama hogar? ¿No hay árboles? ¿Ni cielo? ¿Ni
muebles
?
Paolo no repitió ninguno de los chistes sobre robots ingenuos que hacía Hermann.
—Los añado cuando quiero. Ya sabes, como... la música. Mira, no dejes que mis gustos decorativos te distraigan...
Karpal formó una silla y se dejó caer encima.
Dijo:
—Hace dos mil trescientos años Hao Wang demostró un teorema muy potente. Considera que una fila de teselas de Wang es como una cinta de datos de una Máquina de Turing. —Paolo hizo que la biblioteca le diese conocimientos sobre esa idea; era la forma conceptual original de un dispositivo computacional generalizado, una máquina imaginaria que se movía adelante y atrás sobre una cinta unidimensional ilimitada, leyendo y escribiendo símbolos de acuerdo con un conjunto dado de reglas.
—Con el conjunto adecuado de teselas, para crear el patrón adecuado, la siguiente fila de teselas tendrá el aspecto de la cinta de datos después de que la Máquina de Turing haya efectuado un paso de computación. Y la fila siguiente será la cinta tras dos pasos, y asi sucesivamente. Para cualquier Máquina de Turing, hay un conjunto de teselas de Wang que puede imitarla.
Paolo asintió afable. No había oído hablar de ese curioso resultado, pero no era demasiado sorprendente.
—Cada segundo las alfombras deben estar realizando mil millones de actos de computación... pero vamos, también las moléculas de agua que las rodean. No hay sistema físico que no realice algún tipo de aritmética.
—Cierto. Pero el caso de las alfombras no es exactamente lo mismo que el movimiento molecular aleatorio.
—Quizá no.
Karpal sonrió, pero no dijo nada.
—¿Qué? ¿Has encontrado un patrón? No me lo digas: nuestro conjunto de veinte mil polisacáridos, que son teselas de Wang, resulta que forman la Máquina de Turing para calcular pi.
—No. Lo que forman es una Máquina de Turing universal. Pueden calcular lo que sea... dependiendo de los datos iniciales. Cada fragmento hijo es como un programa que se introduce en un ordenador químico. El crecimiento ejecuta el programa.
—Ah. —Paolo sintió que aumentaba su curiosidad... pero estaba teniendo problemas para imaginar dónde exactamente colocaría la cabeza de lectura y escritura la hipotética Máquina de Turing—. ¿Me estás diciendo que entre dos filas sólo cambia una tesela, donde la «máquina» deja su marca sobre la «cinta de datos»?... —Los mosaicos que había visto eran tumultos de complejidad, sin tener dos filas ni remotamente iguales.
Karpal dijo:
—No, no. El ejemplo original de Wang funcionaba, para simplificar el argumento, exactamente igual que una Máquina de Turing estándar... pero las alfombras son más bien como un número arbitrario de ordenadores diferentes con datos superpuestos, trabajando en paralelo. Se trata de biología, no de una máquina diseñada... por tanto es tan desordenado y desaforado como, digamos, el genoma de los mamíferos. De hecho, hay similitudes matemáticas con la regulación génica: en todos los niveles he identificado redes de Kauffman; desde las reglas de teselación hacia arriba, todo el sistema se encuentra en el límite hiperadaptativo que separa el comportamiento inmutable del caótico.
Paolo asimiló la información con ayuda de la biblioteca. Al igual que la vida de la Tierra, las alfombras parecían haber evolucionado una combinación de robustez y flexibilidad que maximizaría su capacidad de aprovechar la selección natural. Poco después de la formación de Orfeo debieron surgir miles de diferentes redes de sustancias autocatalíticas, pero a medida que la química del océano y el clima cambiaban durante los primeros milenios traumáticos del sistema de Vega, la capacidad de responder a la presión selectiva había acabado siendo seleccionada y las alfombras eran el resultado. Ahora su complejidad parecía redundante, tras cien millones de años de relativa estabilidad — y ni un solo depredador a la vista— pero el legado permanecía.
—Por tanto, si las alfombras han acabado siendo computadoras universales... sin tener ya ninguna necesidad real de responder a su entorno... ¿qué están
haciendo
con toda esa potencia de cálculo?
Karpal respondió solemnemente:
—Te lo mostraré.
Paolo le siguió hasta un panorama donde flotaron sobre el esquema de una alfombra, una paisaje abstracto que se extendía en la distancia, complejamente arrugado como en la realidad, pero por lo demás muy estilizado, con cada uno de los bloques de polisacáridos mostrado como un cuadrado con bordes de cuatro colores diferentes. Los bordes adyacentes de los cuadrados vecinos tenían colores complementarios... para representar las formas complementarias e interconectables en los bordes de los bloques estructurales.
—Un grupo de microsondas logró al fin secuenciar todo un fragmento hijo —explicó Karpal—, aunque los bordes exactos con los que empezó su vida son más bien pura elucubración porque no dejaba de crecer mientras la mapeaban. —Hizo un gesto de impaciencia y todos los pliegues y arrugas desaparecieron, como distracciones irrelevantes. Se trasladaron a un deshilachado borde de la alfombra y Karpal inició la simulación.
Paolo observó el mosaico extenderse a sí mismo, siguiendo perfectamente las reglas de teselación... aquí, un proceso matemático ordenado: nada de colisiones aleatorias de radicales con puntos catalíticos, nada de bordes desparejos entre dos «teselas» vecinas recién creadas, lo que provocaría la desintegración de ambas. Simplemente la destilación a alto nivel de las consecuencias de todo ese movimiento aleatorio.
Karpal llevó a Paolo a la una altura desde donde podía ver cómo se entretejían patrones sutiles, superpuestas periodicidades multiplexadas moviéndose sobre el borde en crecimiento, encontrándose y en ocasiones interaccionando, en ocasiones pasando una por entre la otra. Seudo-atractores móviles, ondas quasiestables en un universo unidimensional. La segunda dimensión de la alfombra se parecía más al tiempo que al espacio, un registro permanente de la historia del borde.
Karpal pareció leerle la mente.
—Unidimensional. Peor que Planilandia. No hay conectividad, no hay complejidad. ¿Qué podría pasar en un sistema así? Nada de interés, ¿cierto?
Entrechocó las manos y el panorama explotó alrededor de Paolo, Senderos de color recorrieron su sensorio, entrelazándose para luego desintegrarse en humo luminoso.
—Error. Todo sucede en un espacio de frecuencias multidirnensional. He transformado por Fourier el borde en más de mil componentes, y hay información independiente en todos ellos. Aquí sólo vemos una porción reducida, una sección transversal de dieciséis dimensiones... pero está orientada para mostrar los componentes principales, el detalle máximo.
Paolo giró en una mancha de color sin sentido, completamente perdido, rodeado de algo más allá de su comprensión.
—¡Eres un
robot gleisner
, Karpal! ¡
Sólo
dieciséis dimensiones! ¿Cómo has podido hacer esto?
Karpal, allí donde estuviese, sonó dolido.
—¿Por qué crees que vine a C-Z? ¡Creía que erais flexibles!
—Lo que estás haciendo es... —
¿Qué?
¿Herejía? No existía tal cosa. Oficialmente—. ¿Se lo has mostrado a alguien más?
—Claro que no. ¿En quién pensabas? ¿En Liesl? ¿
Hermann
?
—Bien. Yo sé mantener la boca cerrada. —Paolo saltó de vuelta al dodecaedro; Karpal le siguió—. ¿Cómo puedo expresarlo? El universo físico tiene tres dimensiones espaciales, más el tiempo. Los ciudadanos de Carter-Zimmerman habitan el universo fisico. Las falsas promesas de la Teoría de Kozuch nos mantuvieron durante mil años alejados de las estrellas. Los juegos mentales con más dimensiones están estrictamente limitados a los solipsistas. —Incluso mientras hablaba, comprendía lo pomposo que sonaba.
Karpal respondió, más desconcertado que ofendido:
—Es la única forma de ver lo que está pasando. La única forma racional de comprenderlo. ¿No quieres saber qué
son realmente
las alfombras?
Paolo sintió la tentación. ¿
Habitar una rodaja de dieciséis dimensiones de un espacio de frecuencias de mil dimensiones
? Pero para comprender un sistema físico real... no como una experiencia novedosa en sí misma.
Y nadie tendría por qué saberlo.
Ejecutó un modelo autopredictivo rápido. Había un noventa y tres por ciento de probabilidades de que cediese, después de pasar un kilotau agonizando por la disyuntiva. No parecía justo hacer que Karpal esperase tanto.
Dijo:
—Tendrás que prestarme tu algoritmo de formación mental. Mi exoyó no sabría por dónde empezar.
Hecho lo cual, se armó de valor y volvió a saltar al panorama de Karpal. Durante un momento no hubo nada, excepto la misma confusión sin sentido.
Luego todo cristalizó de pronto.
Las criaturas nadaban a su alrededor, complejos tubos divididos, como un coral móvil, vivamente coloreado en todos los tonos de la paleta mental de Paolo... ¿el intento de Karpal por encajar parte de la información que unas simples dieciséis dimensiones no podían mostrar? Paolo miró a su propio cuerpo; no faltaba nada, pero podía mirar
alrededor
en todas las trece dimensiones donde él no era más que un punto. Apartó la vista rápidamente. A su mapa sensorial alterado el «coral» parecía más natural, ocupando en todas direcciones el espacio de dieciséis dimensiones, y con indicios de que ocupaba mucho más. Paolo no tenía duda de que estaba «vivo»; con diferencia parecía más orgánico que las alfombras.
Karpal dijo:
—Todo punto de este espacio codifica algún tipo de patrón semi-periódico en las teselas. Cada dimensión representa un tamaño característico diferente... como una longitud de onda, aunque la analogía no es precisa. La posición en cada dimensión representa otros atributos del patrón, relacionados con las teselas en concreto que emplea. Así que los sistemas localizados que ves a tu alrededor son agrupaciones de algunos miles de millones de patrones, todos con atributos más o menos similares en longitudes de onda similares.