El año que trafiqué con mujeres (34 page)

BOOK: El año que trafiqué con mujeres
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Sumergidas en un pozo del que resulta muy difícil salir, sus días —más bien sus noches— se suceden sin ninguna expectativa de futuro, inmersas en el mundo de las drogas, las bandas de crimen organizado, el alcohol, etc. Pese a sus vestidos caros, a sus zapatos de tacón de aguja, a su lencería fina, a los neones luminosos y a las bebidas y drogas de calidad, en las vidas de esas chicas no hay glamour, lujos ni sofisticación. La mayoría de las veces, ni siquiera hay sonrisas.

Capítulo 11

Books: famosas a la carta

Estas libertades tienen su límite en el respeto a los derechos reconocidos en este Título, en los preceptos de las leyes que lo desarrollen y, especialmente, en el derecho al honor, a la intimidad, a la propia imagen y a la protección de la juventud y de la infancia.

Constitución Española, art., 20, 4.

De regreso a Barcelona, Manuel acudió puntual. Nos habíamos citado en un importante restaurante de la Ronda de San lord¡. Semanas atrás, en nuestra entrevista con Priscila, la compañera de burdel de Malena Gracia y de otros rostros conocidos de la pequeña y de la gran pantalla, había prometido introducirme en el circuito de las mesalinas famosas. Me inventé una reunión con importantes empresarios, vinculados al mundo de la prostitución y las drogas, para justificar mi viaje a Barcelona y mi supuesta holgura económica. Lo que en el fondo era verdad, ya que todos mis viajes durante esta investigación estaban motivados por traficantes de drogas, armas o mujeres.

—Manuel, estoy cachondo y me apetece un montón tirarme a una famosa. Tú me habías dicho que podrías presentarme alguna, ¿no?, ¿o sólo querías presumir?

—Claro. Te voy a llevar a una agencia, de aquí, de Barcelona, que lleva famosas. Ahí me he tirado yo a más de una.

—¿Cuándo?

—Mañana.

Esa tarde me gasté un dineral en el atrezzo de mi nuevo personaje. Me compré un par de camisas Pierre Cardin, unos zapatos de piel, pantalones de marca, corbatas de seda y un llavero de Mercedes que, junto con un cigarro habano, marca Cohiba, debería darme el aspecto de un empresario adinerado con un capricho sexual.

La existencia de catálogos fotográficos donde poderosos empresarios, políticos y famosos habituales en la prensa rosa o en las pantallas de televisión escogen a las prostitutas de gran lujo con las que desean tener relaciones, es una especie de leyenda urbana que circula en todas las redacciones de prensa, radio y TV del país. Todas las fuentes que había consultado me habían advertido de que, de existir, resultaría muy difícil acceder a los catálogos de las famosas del cine, la moda o la televisión que se dedican a la prostitución, y mucho menos grabar con cámara oculta esas negociaciones. Todas coincidían en que, para poder ver los supuestos books o álbumes de fotos de esas rameras de gran lujo, era necesario ser un diente conocido por la agencia y haber contratado antes los servicios de otras escorts. Sin embargo yo no podía hacer eso, así que Manuel era mi única posibilidad de burlar las desconfianzas de las madames para poder ver esos legendarios catálogos de prostitutas de alto standing y grabarlos con mi cámara oculta. Y así ocurrió. Al día siguiente acudimos a una de las agencias de lujo en la que, según mi inconsciente cómplice, podía gestionarse un servicio sexual con famosas actrices, modelos y presentadoras de televisión.

La agencia Standing-13CN se encontraba en un lujoso apartamento de la calle Pau Clarís. Justo antes de entrar en el portal del edificio, me excusé diciendo que tenía una necesidad urgente de ir al servicio y me refugié en un bar cercano para, escondido en su lavabo, encender mi cámara oculta sin que Manuel pudiese verme.

Al salir del ascensor, una especie de doble puerta, que separaba ambas alas del piso en el pasillo, convirtió aquella agencia en un lugar especialmente discreto. Nos abrió una señorita con mucha clase que, en cuanto vio a Manuel, nos recibió con cordialidad.

—¡Hola!

—¿Qué tal? ¡Adelante!

—Éste es Toni. Toni, María.

—Encantada. Pasad, pasad. Enseguida la señorita nos invitó a entrar en una elegante sala de espera. Manuel le explicó mi intención de conocer a alguna de sus señoritas. Con la excusa de que quería organizar una fiesta de empresa, con dos o tres de sus escorts, solicité examinar su catálogo.

—Muy bien, os traigo el book para que veáis primeramente, y entonces ya sobre eso, me decís las chicas que queréis... Yo necesito saber un poco el presupuesto, las chicas que queréis y el tiempo.

—Muy bien.

—Y bueno, comentadme un poquito: ¿qué es, una despedida o ... ?

—No, abrimos una delegación de una empresa en Barcelona y queremos hacer una fiesta...

—¡Ah, muy bien! Pues tenemos chicas de mucho nivel, ¿eh? Así que vais a quedar bien, sin ningún problema. Venga, pues os traigo el book, os lo enseña mi compañera. ¿Queréis alguna cosita?, ¿os apetece tomar algo?

Manuel pidió una schweppes de naranja. Yo necesitaba algo más fuerte y pedí un vodka. Lo bueno de la cámara oculta es que graba todo lo que ocurre, incluido el tiempo que transcurre entre cada episodio. Por eso puedo decir que, exactamente dos minutos y diez segundos después, una segunda señorita Ramada Mery, entró en la sala con un álbum de fotos lujosamente encuadernado. Eran fotografías ampliadas, así como páginas de revista recortadas y plastificadas con una presentación impecable. La primera de las señoritas que aparecía en ese book era una famosa modelo, habitual en las pasarelas Gaudí, Cibeles, Milán, París, etc., que había sido elegida modelo del año no hacía mucho tiempo. No precisaré cuándo. Manuel me explicó que ésa era la primera con la que él había mantenido relaciones en esa agencia. Incluso me relató, con pelos y señales, sus habilidades sexuales, confesándome que aquella famosa modelo, a la que yo había visto hacía poco en los programas del corazón supuestamente relacionada con un famoso cubano, archiconocido por su relación con otra famosa española, le había facilitado su teléfono para que pudiesen tener nuevos encuentros sexuales, ya al margen de la agencia. Esto lo hacen muchas prostitutas, sean rostros populares o no, para poder embolsarse íntegramente el importe del servicio y no tener que entregar a los proxenetas su porcentaje, cosa que me parece estupenda. Todo lo que sea estafar a los proxenetas, sean mafiosos nigerianos, honrados empresarios o sofisticadas encargadas de agencias de lujo, me parece bien. Al fin y al cabo todos ellos viven de explotar el sexo de sus rameras, ellas son las que hacen el trabajo sucio y, según el diente, muy, pero que muy, sucio.

—Ésta me contó que quería ser modelo desde los seis años —me explicaría Manuel, que parece conocer muy bien a la chica de la foto— y me dijo que a ella la descubrió la directora de una agencia de modelos de Girona y, después de ganar un concurso de belleza, la ficharon y empezó su carrera hacia la fama. Con sólo veinte añitos ya ha desfilado en las pasarelas más importantes del mundo, y no veas cómo folla... A mí me calienta cada vez que la veo en la tele.

Al contemplar aquella primera fotografía, que por supuesto no aparece en la página de Internet, reconozco que sentí una morbosa satisfacción. A través de Manuel estaba accediendo a un mundo secreto, limitado a los poderosos que disfrutan de una situación económica que les permite gastarse, en una hora de placer, cifras equivalentes o superiores al sueldo mensual de muchas familias españolas. Es cierto. Por un instante yo también me sentí poderoso. A partir de aquella primera página, en el primero de los books que podría examinar desde ese momento, conocería los rostros de las fulanas más caras de España. Muchas de ellas aparecen recortadas y pegadas en las carpetas escolares de los adolescentes o decoran sus habitaciones desde un póster desplegable adherido a la pared o se cuelan en nuestros comedores a través de las pantallas de televisión, excitando la imaginación y el deseo de todos los varones, y de algunas mujeres, del país. ¿Cuántas noches miles de adolescentes han explorado sus cuerpos, amparados por la fantasía de aquellas mujeres perfectas? Yo no puedo excluirme. Pero ahora estaba descubriendo que muchas de ellas no eran sólo una fantasía utópica e inalcanzable. Cualquiera podía acceder a sus caricias y a sus besos —aunque fuesen tan falsos como los del Iscariote—. Tan sólo había que disponer del dinero suficiente para comprarlos.

Tras la top model, comenzó a desfilar ante mis ojos todo un elenco de mujeres espectaculares. Muchas de ellas eran portada de importantes revistas o ilustraban anuncios publicitarios de las firmas más prestigiosas. Sin embargo en aquel catálogo no encontré lo que buscaba. No existían fotos de las famosas, famosas con mayúsculas, que Rodríguez Meriéndez había acusado en su revista Digame de ejercer la prostitución.

—Algunas de estas fotos están en Internet —le digo a Mery.

—Sí, en nuestra página web: www.standing-ben.com

—Sí, porque yo he visto ya alguna de estas fotos, ¿son todas españolas?

—Unas sí y otras no.

—Y las españolas, ¿hablan más idiomas?

—Sí.

—Lo que pasa es que no sé si es exactamente esto lo que estamos buscando...

—¿Y qué estáis buscando?

—Pues, nos habían hablado de señoritas más... conocidas —respondí.

—¡Ah, señoritas famosas!

—Sí. Es que eso da mucho más morbo... De eso no tenéis nada, ¿no?

—Voy a hablar con María, porque hay algo más, pero como son muy exclusivas no las sacamos en el book... Voy a hablar con María, ahora vengo.

¡Bingo! La agencia llevaba prostitutas más «exclusivas» que las ofrecidas en el book y en Internet. Aquello sonaba prometedor y exactamente cinco minutos y diez segundos después, Mery regresó con la información.

—Pues nada, es que mi jefa estaba ocupada... Me ha dicho que las hay, pero que están en Madrid y que si podéis llamar dentro de unos días, os dirá qué puede hacer. Pero os aviso de que la hora de estas señoritas no bajará de 5.000 euros.

—Pero la fiesta la queremos hacer en Barcelona —insistí para no levantar sospechas.

—Sí, sí, pero los contactos están allí. Pero que sepáis que son 5.000 o 10.000 euros la hora, pues porque son señoritas... que cobran eso...

Mientras las chicas del catálogo cobraban i5o euros por servicio, las «exclusivas» de las que me hablaba Mery multiplicaban por treinta y por sesenta esa cantidad... Evidentemente estaba en el buen camino. Prometí llamar unos días después —cosa que hice—, y salí con Manuel de la agencia, aparentemente contrariado.

De La isla de los famosos al Hotel Glam

En el fondo tuve mucha suerte. Si hubiese encontrado en aquel primer book a las supuestas famosas dedicadas a la prostitución, no habría tenido sentido que Manuel me descubriese otras agencias, tanto en Madrid como en Barcelona, dedicadas al proxenetismo de alto standing. Por eso aproveché su malestar ante el hecho de no haber encontrado lo que yo buscaba. El empresario quería impresionarme y aunque la promesa de María de hacer gestiones en Madrid sonaba prometedora, yo puse, intencionadamente, en tela de juicio su pretendido conocimiento del tema para provocar al empresario.

—¿Y a esto le llamas tú famosas? Pues vaya mierda. Porque salgan en una portada enseñando las tetas o porque hagan un anuncio de joyería no se las puede llamar famosas, joder. Para eso ya tengo yo a las tías de mis garitos, que están tan buenas como éstas, o más.

—Me cago en la puta —respondió el empresario, tocado en su amor propio—, si te digo que te tiras a una famosa, te tiras a una famosa. Vamos a ir a la agencia de Angie que lleva a muchas famosas.

El empresario había mordido el anzuelo. El orgullo es un instrumento muy útil que tiende a perder a los vanidosos si sabes utilizarlo inmediatamente Manuel marcó un número que tenía archivado en su móvil, lo que me hace deducir que posiblemente lo utilizaba con cierta frecuencia. Tras hablar unos minutos por teléfono entramos en mi coche y nos dirigimos a la calle Numancia. Esta vez tuve que poner la excusa de que necesitaba sacar dinero para poder meterme en un cajero y activar la cámara oculta sin que Manuel me viese hacerlo. Después entramos en el número 85 y subimos al piso clandestino donde se oculta la agencia Numancia.

Nos abrió una mujer que aparentaba unos cincuenta años de edad, y estaba a años luz de la sofisticación, la clase y el estilo de la agencia Standing—13CN. El piso tampoco tenía el mismo nivel y se parecía más a cualquier casa de citas clandestina que a una agencia de prostitutas de lujo. Sin embargo, tras saludar a Manuel, la madame, que tiene toda la pinta de eso, me examinó de arriba abajo con la mirada. Me alegré de la inversión que había hecho en la ropa, los gemelos y el llavero del inexistente Mercedes que completaban mi disfraz. Por fin la celestina sonrió y nos invitó a pasar. Había olido dinero.

Madame Angie nos condujo a una gran sala, donde nos invitó a sentamos. Inmediatamente expresé mi interés por ver el book de sus señoritas y, para mi sorpresa, la madame me pidió una «señal» económica por el mero derecho a examinar su catálogo de meretrices. Es una forma de filtrar a los clientes que verdaderamente tienen dinero y no les importa gastar.

—He montado una empresa, bueno, una delegación de la empresa aquí en Barcelona y queremos hacer una fiesta, bueno, más bien una cena, para celebrarlo. Entonces quería tres señoritas, pero que al menos una de ellas fuese, bueno, conocida. Conozco otras agencias en Madrid, pero aquí en Barcelona no conozco nada y mi amigo me ha dicho que sois muy serios y eso...

—Bueno, nosotros llevamos aquí seis años y la verdad nos va bien...

—Y queríamos ver el catálogo de señoritas.

—Pero sabes que tienes que dejar un depósito para verlo.

—No hay problema.

—Son 60 euros, que tienes que dejar en depósito. Luego [ininteligible] (... ) las chicas, algunas de las que están ahí famosas, según para qué cosa y según lo que paguéis no van a venir. Eso os lo garantizo antes de que... no quiero que os sintáis estafados para nada.

—A algunas ya las conocemos y alguna nos conocerá —improvisé marcándome un farol para que Angie se relajara—. Y somos gente muy seria, así que no andamos con mariconadas...

—Vale, pues bueno, yo os enseño y más o menos os digo las que están aquí en Barcelona y las que están en Madrid.

En ese momento imaginé que algunos clientes de esas famosas les habrán pedido las aberraciones sexuales que tantas prostitutas me han descrito durante mi investigación. « ... Según para qué cosa y según lo que paguéis ... », sin embargo, sonaba a que todas esas perversiones podrían ser negociables.

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