El bokor (40 page)

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Authors: Caesar Alazai

Tags: #Terror, #Drama, #Religión

BOOK: El bokor
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—Una especie de hermano mayor.

—Podría decirse que sí, una especie de padrino para el mundo que Francis no conocía en absoluto.

—Pero quien estaba recién llegado a Nueva Orleans era Jeremy.

—Pero su estabilidad emocional era por mucho, mayor a la de Francis y éste se convirtió en una especie de iniciado.

—Cuándo Jeremy murió, ¿Dónde se encontraba usted?

—No sé la hora exacta de su muerte y soy un tipo dinámico, puede que estuviera en mi casa o quizá en la de Jean.

—Entonces nadie con vida puede decirnos dónde se hallaba.

—No necesito una coartada si es a lo que se refiere.

—Padre Kennedy ¿Jeremy y Jean Renaud se conocían?

—Si por supuesto —dijo luego de pensarlo unos segundos— en un par de oportunidades visité a Jean con el chico para que le hablara del mundo de las drogas y lo peligroso que era meterse en él.

—¿Sabía Jean mucho de drogas?

—Jean vivió casi toda su vida en Cuba y Haití y conoció a muchos traficantes y consumidores de drogas, creo que él mismo la probó en alguna oportunidad.

—Así que sería un mejor testigo ante Jeremy de lo que pueden hacer las drogas.

—Así es.

—¿Y que hay de Francis?

—Creo que Francis no llegó a conocer a Jean, al menos no lo visitó con nosotros.

—¿Existe alguna posibilidad de que lo hiciera solo con Jeremy?

—No lo creo, Jean me lo habría dicho.

—Si, supongo que sí.

—¿Adónde nos lleva todo esto?

—Padre Kennedy, el cadáver de Jeremy fue robado.

El padre palideció y Bronson pensó que hasta podría irse al piso, pero pronto se recompuso.

—¿No han encontrado nada en el féretro?

—Absolutamente, como si hubiesen enterrado una caja vacía.

—¿Lo sabe la señora McIntire?

—Aún no. Se lo diremos hasta mañana.

—Deben tener cuidado, una noticia de ese tipo puede ser demasiado para la salud mental de esta mujer.

—No podemos engañarla, le pedimos su autorización para exhumar.

—En el estado en que se encuentra posiblemente pueda creer que se trató de un mal sueño.

—Esa misma idea tiene Alexander McIntire. Precisamente utilizó esas palabras, claro, eso fue antes de ver el féretro vacío.

—¿Qué reacción tuvo Alexander?

—No llegué a percibir nada diferente a lo que nos pasó a los cuatro policías que estábamos allí. Todos nos quedamos mirando como hipnotizados.

—¿Algún sospechoso? Que no sea yo claro está.

—Lo siento, pero no, creo que de momento es usted la única persona…

—Pierde su tiempo detective, en algún sitio está el asesino de estos hombres y usted no los busca por tratar de sonsacarme algo a mí.

—Eso ya lo veremos.

—¿Y ahora qué sigue?

—Esperar por la autopsia de Ryan y…

—Continúe.

—No creo que deba compartir con usted detalles de la investigación.

—Cierto, soy el único sospechoso y entre menos sepa, más posibilidades hay de que meta la pata.

—Por así decirlo.

—No le preguntaré más. ¿Hasta cuándo debo estar detenido?

—Otras veinticuatro horas.

—Es mucho tiempo para meditar.

—Si desea usted algo…

—Dan un buen servicio en este hotel.

—Usted me es simpático padre, espero no equivocarme con usted.

—Ese es un riesgo que siempre corremos al abrir nuestra vida a alguien.

—Padre Kennedy, He mandado a solicitar información suya a Haití. ¿Qué cree que me dirán?

—Supongo que nada que pueda ayudarme.

—¿Algo que quiera usted contarme antes de que llegue la información?

—En Haití fui un activista y como tal me gané algunos enemigos poderosos, pero estos eran también enemigos de todo el pueblo de Haití. Hablo de Duvalier y algunos brujos poderosos que vivían del temor de la gente buena de aquel lugar.

—¿Y esa mala voluntad le granjeó algún problema?

—Estuve muchos años en prisión.

—¿Por activista?

—No detective, por homicidio.

—¿Fue usted juzgado por homicidio?

—Juzgado no es la palabra correcta. Yo diría que fui perseguido por esos hombres.

—¿Y quién se supone que fue asesinado?

—Una mujer a la que le practiqué un exorcismo.

—No hablará usted en serio.

—Lamentablemente si.

—¿Cuántos años le dieron?

—Habría sido cadena perpetua, de no haber sido derrocado Duvalier. Cuando fue derrocado muchos prisioneros que purgábamos penas injustas fuimos liberados.

—Hábleme de ese exorcismo.

—Es una historia larga.

¿Tiene algo mejor que hacer?

—Supongo que no. Déjeme contarle…

Capítulo XXVI

Puerto Príncipe, Haití, 1971

Súcubo o no, Amanda lograba producir en el joven Kennedy una sensación que no había sentido nunca, era un hombre y como tal sabía lo que eran las tentaciones carnales, de hecho en su época previa a la ordenación había estado con chicas, pero Amanda Strout era completamente diferente, se sentía subyugado, totalmente embelesado, no solo por su atractivo físico, sino por la enorme pasión que parecía poner en todo aquello que hacía o decía. Salieron a caminar por las inmediaciones de la casa y pronto y casi sin darse cuenta habían llegado hasta la costa, hablando de sus respectivas vidas y sin poner mucha atención a temas trascendentales.

—¿Le gusta la isla, padre Kennedy?

—Las puestas de sol en particular.

—Haití es un país de contrastes.

—Es verdad, es una lástima que la pobreza haga que destruyan la isla para poder sobrevivir.

—Muy pronto la deforestación nos ganará la partida.

—Quizá sus contactos con Duvalier puedan ayudar a dictar una política más sana.

—No crea que tengo influencia en Baby Doc, ya ha visto como se refiere a mí, alguien que te respete no haría tales comentarios.

—Creo que lo dijo para mostrarme poco respeto a mí y no a usted.

—Sea como sea, ofrecer el tesoro entre mis piernas es algo que no te hace sentir particularmente apreciada.

—Supongo que no. En todo caso le pido disculpas por ambos.

—¿Y usted por qué habría de disculparse?

—Porque supongo que fue la forma en que la miraba la que dio pie para que dijera esas cosas.

—Padre, estoy clara de que tras su vocación hay un hombre con necesidades como cualquier otro, no es preciso que se disculpe ante mí por tener un deseo natural.

—Aun así, le ofrezco mis disculpas.

—Aceptadas si eso le hace sentir mejor.

—Le recuerdo que aún no me habla de su padre —dijo Adam después de un silencio incómodo.

—Se nos ha ido el tiempo hablando de nosotros cuando usted tiene interés en mi padre y el ocultismo.

—Se equivoca, usted…

—No se preocupe padre, tenemos todo el camino de regreso a su casa para hablar de esas cosas, de las que de seguro usted sabe mucho más que yo, no en balde es usted sacerdote y además psiquiatra.

Bien, empecemos por el principio, mi padre era, en algún tiempo, una persona muy religiosa, diría que casi obsesivamente religiosa, de hecho pensó en alguna oportunidad consagrarme a la iglesia.

—Pero de alguna forma se desencantó de la religión católica.

—No precisamente, más bien del cristianismo y por añadidura de cualquier religión que separase el bien del mal. Mi padre decía que no se podía separar lo que desde un principio era uno solo.

—Que el bien y el mal coexisten.

—Así es.

—No es algo nuevo, muchas personas ilustradas llegan a esa conclusión.

—Pero los más de ellos solo se quedan en lo contemplativo.

—Y su padre decidió ir más allá.

—Mi padre siempre iba más allá en todo lo que emprendía.

—Sígame contando de su relación con el ocultismo.

—El término ocultismo está tomado del latín occultus, que significa tapar, esconder o aquellas cosas que son ocultas o secretas. Para decirlo rápidamente ocultismo es la práctica de lograr conocimiento o poderes sobrenaturales fuera del Dios de la Biblia. A través de estas prácticas, los ocultistas buscan ejercer influencia en circunstancias presentes o futuras, en la vida de ellos o de otros. Mi padre no era diferente al resto de personas.

—¿Por qué tenía tanto interés en el ocultismo?

—Creo que por varios motivos. El primero fue el desencanto con la iglesia y la religión organizada. El segundo factor fue la curiosidad, cuando se vino a vivir a estas islas, se vio inmerso en todo este mundo de la santería, el vudú, el candomblé.

—Hay una atracción hacia el ocultismo que apela a nuestro interés en lo invisible. Muchos comienzan con un juego inofensivo, pero esto suele llevar a más. Hay una búsqueda de poder. Las personas quieren tener control sobre el futuro, los espíritus o sobre otras personas.

¿Sabía que hay tres categorías principales del mundo del ocultismo? La adivinación, la magia y el espiritismo. ¿Cuál de ellas motivaba a su padre?

—Quizá si me dice la diferencia…

—La adivinación es un intento de predecir el futuro y, con él, moldear nuestra vida en consecuencia, por supuesto para lograr un provecho personal. Las artes de adivinación incluyen la astrología, el zodíaco, las bolas de cristal, las cartas de tarot, la quiromancia, los médium, la numerología y los horóscopos.

—Para mí, todo eso es de charlatanes.

—La segunda categoría es la magia, o paganismo. Los que están en la magia intentan controlar el presente mediante ceremonias, sortilegios y hechizos. Las artes mágicas incluyen la hechicería, la magia blanca, la brujería, el satanismo, las misas negras y los hechiceros.

—Eso es más frecuente en esta isla.

—Así es aunque muy unido a la tercera que es el espiritismo. Los que están involucrados en el espiritismo intentan comunicarse con los muertos y recibir información o ayuda de ellos. El espiritismo involucra las tablas guija, sesiones de espiritismo, necromancia y fantasmas.

—De todas esas cosas viví en mi casa, aun recuerdo las sesiones con la tabla esa, donde se invocaba a los muertos para preguntarles mil tonterías.

—El mundo del ocultismo no solo trae un mensaje falso, sino un mensaje peligroso también.

—En aquel tiempo lo vi como una tontería que me hacía subir la adrenalina.

—Las experiencias con el ocultismo nos alejan de Dios y nos ponen en contacto con el mundo de los demonios. Jesús dijo, según san Juan, que el diablo es «mentiroso, y padre de mentira» . Al tratar con lo demoníaco, uno no puede esperar tratar con la verdad. El demonio y su legión solo intentan «robar, matar y destruir». Por esta razón, en Deuteronomio se nos dice que las prácticas de la hechicería, brujería, adivinación y necromancia son detestables para el Señor. Fueron estas prácticas que atrajeron juicio sobre los cananeos y su expulsión de la tierra. Dios no quería que estas enseñanzas infiltraran ninguna cultura.

—La iglesia aquí hace poco para evitar estas cosas.

—La iglesia debe no solo presentar el peligro del ocultismo, sino el mensaje de vida y victoria que se encuentra en Jesucristo sobre los principados de las tinieblas.

—Déjeme decirle que al menos en Haití, están perdiendo la partida.

—Los haitianos deben saber que acercarse a ese mundo es peligroso.

—Pues aquí la posición es muy diferente, la gente se pregunta ¿Qué tiene de malo unirme al Club de Vampiros o asistir a una sesión de espiritismo?

—Para algunos, la exposición al ocultismo a través de los juegos de fantasía, los medios de comunicación o la música podría llevar a una mayor participación en un mundo peligroso.

—Lo sé, padre Kennedy, pero cómo explicarle eso a un joven descreído.

—El principal peligro del ocultismo, dicho desde mi óptica como sacerdote y psiquiatra, es que es un camino fuera de Dios que puede ponernos en contacto con el mundo de los demonios. Las fuerzas demoníacas intentan engañar y destruir a las personas. El contacto con lo demoníaco genera numerosos problemas. Los expertos en sectas y los psicólogos han documentado la conexión entre la participación en el ocultismo y los trastornos psicológicos y emocionales. Los participantes pasan muchísimas horas estudiando, practicando y jugando juegos que involucran conjurar demonios, sacrificar criaturas en ritos crueles, controlar fuerzas siniestras y echar hechizos para inutilizar y matar a sus enemigos. Esto puede afectar el estado espiritual, mental y emocional de una persona.

—¿Y como sacerdote?

—Está el peligro de la posesión demoníaca.

—No estará hablando en serio.

—Las artes ocultistas suelen exigir que uno vacíe su mente e invite a espíritus extraños a controlar el intelecto y el cuerpo. Por ejemplo, al operar una tabla guija, se les pide a los participantes que vacíen sus mentes y permitan que otras fuerzas los guíen para intentar obtener mensajes. Estas técnicas abren la puerta a la posesión demoníaca que no es más que la pérdida de la identidad a favor de un ser oscuro que se hace cargo de ella.

—No me convence, de pequeña jugué a la guija y no pasó de manipulaciones que hacíamos mis amigas o yo para que nos dijera lo que deseábamos saber o más bien, lo que queríamos oir.

—Supongo que preguntas como ¿El chico del colegio me ama? ¿Me casaré con él?

—No era tan boba cuando era adolescente. Mis preguntas eran más complejas.

—Temo preguntar por sus inquietudes.

—Mejor no hacerlo.

—También, existe el peligro de violencia contra uno mismo y contra otros. Muchos casos de violencia y suicidios están vinculados con el ocultismo. Muchos psiquiatras han dado testimonio experto en varios juicios por asesinato que estaban conectados con juegos de roles y fantasía. Cuando alguien pasa de quince a treinta horas a la semana soñando cómo salir a matar a sus oponentes y robar un tesoro, no sorprende que ocurra el deseo de representarlo en la vida real.

¿No me cree? —dijo al ver la mueca de incredulidad en la cara de Amanda— los casos reales incluyen el famoso ocultista practicante de la magia negra Aleister Crowley.

—Sabía de sus escritos y que era parte de la Aurora Dorada.

—Así es. Terminó en un manicomio por seis meses luego de tratar de conjurar al diablo. No solo eso, sino que sus hijos murieron y sus esposas o se volvieron locas o murieron como consecuencia de adicción a la bebida.

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