El incorregible Tas (27 page)

Read El incorregible Tas Online

Authors: Mary Kirchoff & Steve Winter

Tags: #Fantástico

BOOK: El incorregible Tas
9.06Mb size Format: txt, pdf, ePub

Oh, el mundo se veía muy diferente con los ojos de un pájaro, se dijo Tasslehoff. Todo era una inmensa gama de tonalidades grises, más de las que jamás imaginó que existieran. Su visión era tan aguda que incluso divisaba los insectos posados sobre las hojas, muy por debajo de él. Una oruga en particular le llamó la atención, muy gorda y sabrosa; Tas se encontró de repente volviendo atrás en círculo, saboreando por anticipado el apetitoso bocado. Segundos antes de lanzarse en picado sobre el indefenso insecto y tragárselo de un ansioso picotazo, Tasslehoff cayó en la cuenta de lo que estaba a punto de hacer y se estremeció.

¡Puag! ¡Selana, casi me he comido un gusano
!, chilló.

Reparando en la expresión angustiada del rostro marrón y negro del gorrión, Selana se comunicó mentalmente con él de nuevo.

Actúas movido por el instinto
, le dijo.
Recuerda que ahora eres un pájaro
.

¿Cómo podría olvidarlo
?, respondió Tas. La sensación de volar era mucho más emocionante de lo que jamás había imaginado, y era mucho lo que había imaginado en su corta vida. Pero, cada vez que lo había pensado, se había visto a sí mismo con su propio cuerpo, agitando los brazos; o en la forma de alguna majestuosa ave de rapiña, como una lechuza.

De repente se sintió más pesado, más sólido. El viento no había cambiado, pero lo zarandeaba mucho menos. Sus alas tenían una fuerza tremenda, y su visión era increíblemente penetrante. En un callejón divisó un ratón merodeando entre unos barriles y empezó a volar en círculo, observando cómo el suculento tentempié se ocupaba de sus asuntos sin percatarse de que lo estaban vigilando.

Un grito mental sobresaltó a Tas. Alzó la vista y vio a Selana revoloteando cerca.

¡Tasslehoff, deja de hacer el idiota y sigue pensando en gorriones
!

De pronto Tas comprendió por qué se sentía diferente: se había transformado en una lechuza. Batió un par de veces las alas y se remontó velozmente en el aire; después ganó altura al volar en espiral aprovechando una corriente térmica caliente. La fuerza y la elegancia de su cuerpo lo hacían sentirse exultante.

Déjame conservar esta forma, Selana. Sólo hasta que lleguemos al castillo
, suplicó la voz de Tas en la mente de la elfa marina.

Llamaremos la atención
, replicó con severidad.
¡Gorrión
! De mala gana, Tas imaginó de nuevo la forma del pequeño pájaro. Un instante después, se sentía más ligero otra vez.

Eso está mejor
, oyó decir a Selana.
Mira abajo, y verás que ya hemos cruzado el arroyo
.

En efecto, habían sobrevolado la corriente de agua y al cabo de unos momentos pasaban sobre las murallas, con sus centinelas de piedra.

Aquí terminan mis conocimientos sobre fortificaciones terrestres. A partir de ahora eres tú quien diriges el camino
, dijo Selana.
¿Dónde deberíamos buscar
?

Tasslehoff se había fijado con anterioridad en un edificio con un letrero que rezaba «Calabozos», colgado sobre la puerta. Sospechaba que el mago habría llevado allí a Flint y a Tanis, ya que sería más seguro. Aun así, no estaba de más echar un vistazo por los alrededores y estudiar el castillo.

Vamos
, dijo, al tiempo que se zambullía y pasaba junto a Selana; volaron muy bajo por encima del tejado almenado de una torre de vigía, situada estratégicamente para divisar las entradas y salidas del castillo a través del patio. Tas se posó al lado de otros pájaros, casi todos ellos gorriones y unas cuantas palomas, pero todas las aves alzaron de inmediato el vuelo, recelosas. Era agradable sentir la cálida caricia del sol en las plumas y los párpados de las se cerraron aletargados.

No seas perezoso y deja de dormitar
, le advirtió su compañera, picoteándolo con suavidad.

¡Ay
! Los ojos redondos y negros de Tasslehoff se abrieron de golpe.
¡No dormitaba! Sólo había entrecerrado
/os
párpados para ver mejor con esta luz tan brillante
. Aleteó y se apartó un poco de Selana.

Está bien. ¿Dónde iremos ahora
?

¿Ves aquel edificio con el rótulo «Calabozos» en la puerta
?, preguntó. La construcción lindaba con una sección de la muralla situada entre dos baluartes y se comunicaba con el castillo por una galena techada y abierta por un lado.
Si tenemos suerte, los encontraremos allí. Si no, es que siguen todavía en el subterráneo, y nos será mucho más difícil entrar y salir de él
. Tas recorrió con la mirada el edificio de los calabozos en busca de algún acceso por el que pudiese penetrar un pájaro.
Volemos hasta aquella ventana alta que hay cerca de la muralla trasera. Podremos entrar desde allí
.

Unos instantes después, habían cruzado el espacio abierto y se posaban en el alféizar. Tas se asomó al oscuro interior y se sorprendió por la rapidez con que sus ojos se acostumbraban al cambio de luz. El cuarto era sin duda una celda. Una pesada puerta de madera con un grueso enrejado cerraba el acceso. La ventana en la que se encontraban era demasiado estrecha para que un humano cupiera por el hueco, incluso para alguien tan pequeño como Tas en su forma habitual.

Aquí no hay nadie
, dijo mentalmente Selana.
¿Cuántas celdas más habrá
?

Probablemente, dos o tres
, contestó Tas, ladeando la cabeza al reparar en un escarabajo muy gordo que trepaba por la pared de la ventana hacia un agujero abierto en la argamasa. Tas alargó el cuello para verlo más de cerca, lo que evidentemente alarmó al escarabajo, ya que el animal apresuró la marcha en busca de la seguridad de la grieta. Tas extendió las alas.
Sigamos adelante
.

¡Aguarda
!

El grito de aviso de Selana sorprendió a Tas en mitad de la maniobra. Al intentar detenerse, hizo un giro extraño que lo lanzó fuera del saliente de la ventana, por la parte interior del muro. Aleteó con frenesí, pero sus esfuerzos fueron inútiles; en medio de volteretas, cayó, por fortuna, sobre un montón de paja mohosa que había en el suelo de la celda.

¡Deprisa
!, gritó Selana.
¡Tienes que ver esto
!

Con briznas de pajas enganchadas todavía en las plumas, y bastante irritado, Tas voló de nuevo al alféizar.

¿De qué se trata
?

La voz de Selana, a pesar de transmitirse directamente a la mente de Tas, estaba temblorosa por la excitación.

Mira, allá abajo, en la galería que se comunica con la torre principal. Es el hombre calvo de la túnica roja. ¡El hechicero! ¿Y ves lo que lleva en la muñeca
?

Tas aguzó la vista y enfocó al individuo. Se había puesto un chaleco sobre las rojas vestiduras.
Sin duda regresa tras encerrar a Flint y a Tanis en el calabozo
, musitó Tas. Los ojos del kender-gorrión fueron hasta el brazo del hombre. Al moverlo, la manga ondeó y dejó a la vista un brazalete de cobre.
¡Tienes razón! ¡Es el brazalete
!, gritó excitado. Incluso desde esta distancia, estaba seguro de que era la joya que Flint había hecho para la elfa marina; distinguía cada piedra y cada línea de la pieza.
¡Volemos hasta él para arrebatárselo
!

¿Cómo
?

Tas no tardó ni dos segundos en hallar una respuesta.

¡Nos transformamos en osos y le arrancamos la mano de un mordisco
!

Eso es repugnante
, se opuso Selana con un estremecimiento.
Y peligroso. Aunque adoptáramos la apariencia de osos, seguiríamos teniendo la fuerza de una elfa marina y de un kender. Y tendríamos que enfrentarnos a muchos guardias, por no mencionar sus poderes mágicos
. Sacudió la cabeza.
No, lo seguiremos y encontraremos un modo más sutil de arrebatarle el brazalete, en un sitio más reservado
. Selana no sabía dónde y cuándo se presentaría la ocasión; además, los efectos del bebedizo podían desaparecer en cualquier momento.

No podemos ir volando de un sitio para otro dentro del castillo
, argumentó Tas.
¿Y si a alguien se le ocurre la idea de cazarnos
? Volvió la mirada hacia el mago, que se perdía de vista con rapidez.
Será mejor que pensemos en algo deprisa
.

Haz lo que haga yo
, instruyó Selana.
Y que no se te pase siquiera por la cabeza comerme
. En medio de una lluvia de chispas púrpuras, el gorrión se transformó en mosca.

¡Esto es algo en lo que jamás pensé que me convertiría
!, exclamó Tas. Se dijo que tal vez resultara una experiencia interesante. El kender-pájaro cerró los ojos con fuerza y se concentró. Surgieron las chispas y de repente se sintió muy, muy pequeño. Al abrir los ojos, sufrió un espanto so vértigo al ver docenas de imágenes. A no ser por las seis patas que lo sostenían, sin duda se habría tambaleado. Tuvieron que pasar unos segundos antes de que se acostumbrara a su nueva visión. Lo primero que logró enfocar fue a Selana que se alejaba zumbando en la dirección por la que había desaparecido el mago. Al echar a volar, la brisa lo zarandeó.

No tan deprisa, Selana
, protestó, mientras se esforzaba por distinguir lo que había al frente.
Apenas veo hacia adónde me dirijo, y desde luego la vista no me alcanza muy lejos
.

No había contado con este problema
, se mostró de acuerdo Selana.
Acabaremos por acostumbrarnos, pero entretanto procura no alejarte de mí. Y, sobre todo, no pienses en ser otra cosa ahora
.

De acuerdo, pero, si no lo alcanzamos enseguida, lo perderemos en el interior de la torre
.

La inmensa estructura central de piedra, que era sólo un oscuro borrón a los ojos de Tas, se hacía más grande por momentos. De pronto, la silueta informe se concretó en bloques de piedra.

Nos hemos desviado mucho a la izquierda
, gritó Selana.
La puerta de la galería está allí, a tu derecha
.

Las dos moscas viraron en aquella dirección y bordearon la muralla sin perderla de vista. Tas cayó en la cuenta de que, con los ojos fijos al frente (al parecer el único punto hacia donde podía enfocarlos), distinguía la muralla a su izquierda, a Selana justo delante de él, y las borrosas formas de la prisión y el patio a su derecha. Podía concentrarse en cualquier punto de este campo de visión sin necesidad de girar la cabeza o los ojos. «Una vez que le coges el truco, no resulta tan difícil», se dijo para sus adentros.

Entonces empezó a preguntarse qué hacer con las patas. Con la forma de pájaro, lo natural había sido encogerlas bajo el cuerpo. Ahora, las seis colgaban bajo él, balanceándose a tontas y a locas. Tas las recogió contra el abdomen, pero tampoco aquella postura parecía la correcta.

Decidió prestar más atención a los insectos voladores de ahora en adelante.

Por favor, basta ya
, suplicó Selana.
Me distraes continuamente. Recuerda que escucho todo lo que piensas
.

«Bueno, pido perdón por pensar», rezongó para sus adentros Tas, comprendiendo, demasiado tarde, que este comentario también lo había oído Selana.

¿Te has dado cuenta de lo deprisa que vamos
? Ahora que contaba con la referencia visual de la muralla, Tas estaba sorprendido de la velocidad de su vuelo. Antes de que Selana pudiera contestar, Tas cayó en la cuenta de que estaban ya en la galería, justo ante la puerta hacia la que se había dirigido el hechicero.
Está cerrada. Intentaremos meternos por alguna rendija o por el resquicio de abajo
.

No es necesario. Mira detrás de ti
.

En la borrosa distancia estaba su hombre, calvo y vestido con una túnica. Tas se estremeció ante la desagradable visión de la cuenca ocular derecha, vacía y sellada para siempre con el tejido cicatrizado.

¡Lo hemos adelantado
!, exclamó Tas.
Hemos avanzado mucho más deprisa de lo que pensaba
.

Rápido, pósate en la pared, junto a la puerta. Cuando la abra, la cruzaremos tras él
.

Las dos moscas se apostaron en la pared de piedra, a media altura, unos momentos antes de que la pesada puerta se abriera. Una ráfaga de aire frío los azotó, y a continuación el hechicero pasó ante ellos y cruzó el umbral. Las dos moscas salieron disparadas tras él, y Selana chocó contra la túnica del hombre cuando éste se detuvo y se giró para cerrar la puerta. Sonó el chasquido del pestillo, y el trío quedó sumido en la penumbra del corredor. Selana se agitó con frenesí para librarse de los gruesos pliegues del tejido. Por fin logró su propósito, pero se agarró al borde de la túnica; de este modo, inadvertida su presencia, fue transportada por el propio mago a lo largo del corredor y a través de puertas flanqueadas por velas goteantes. Tasslehoff los siguió zumbando, a la vez que procuraba contar las puertas que cruzaban, por si acaso necesitaban recorrer otra vez esta misma ruta. La voz de Selana resonó en su mente con un tono de urgencia.

Tasslehoff, pósate en su espalda. De ese modo no te perderás
.

Aunque al kender le pareció una buena idea, pronto comprendió que era más fácil pensarlo que hacerlo. La forma de una mosca no era ni mucho menos tan grácil como la de un gorrión, y la espalda del hechicero no dejaba de moverse. La ropa se balanceaba a uno y otro lado con cada paso que daba. El primer intento de Tas falló por varios centímetros. En la segunda aproximación chocó contra el tejido y salió rebotado.

Es
muy difícil
, protestó.
Además, estay perdiendo la cuenta de las puertas
.

El hechicero cruzó otro umbral y llegó a un tramo de escaleras que subían hacia la izquierda. Mientras las remontaban, Tasslehoff reparó en lo cansado que estaba. Evidentemente, pensó, las moscas no tenían mucha vitalidad. Le dolían las alas, y estaba hambriento. Esta voracidad era una sensación nueva para él; las moscas debían de quemar calorías con una rapidez tremenda. Consideró la posibilidad de buscar algún alimento, pero el recuerdo de lo que había visto comer a las moscas lo hizo cambiar de opinión enseguida. Decidió esperar hasta encontrar algo apetecible, y entonces adoptaría la forma adecuada para comérselo.

Estaban cerca del final de la escalera. El hechicero pasó por una puerta abierta y giró a la izquierda. Mientras iba en pos del hombre, Tas chocó contra algo invisible y se frenó en seco. Intentó mover las alas, pero tenía la derecha atascada. La izquierda zumbaba inútilmente y después, también, rozó contra algo y se quedó pegada. La voz de Selana resonó en su mente.

Other books

The Long Weekend by Savita Kalhan
Finding the Perfect Man by Marie Higgins
Maggie MacKeever by Lord Fairchild's Daughter
To Love a Wicked Lord by Edith Layton
No Regrets by Sean Michael
Lippman, Laura by What The Dead Know (V1.1)(Html)
The Holiday Home by Fern Britton