«Todo saldrá bien», se dijo al frotarse los ojos, en un intento de emular las palabras de su abogado, para sobreponerse.
Víctima de su propia vocación, Fevzi Kenan se hallaba, como casi todos los sábados, confinado en la Universidad de las Artes de Londres, mientras preparaba sus próximas clases.
Tras la conversación telefónica que había mantenido con el profesor Puigdevall, había abandonado temarios y contenidos para centrarse en tan alucinante hallazgo.
Las horas inmediatas se presentaban apasionantes: él, enfrentado a la interpretación de un pergamino, cuya copia se hallaba en el centro de su mesa.
Se le acercó su escolta, Richard Smithson, un ex policía de pasado turbio que se había convertido en su sombra en todo momento.
—Profesor, ¿cenará aquí?
—Creo que no. Hoy voy a necesitar espacio… oxígeno; esto me supera y me siento bloqueado. Cenaré fuera.
—No sé si es una buena idea; hoy las calles están llenas de
hooligans
: hay un Chelsea-Manchester United, ¿lo recuerda? De aquí a media hora empieza. Raro, pero esta vez juegan por la noche.
—¡Oh! Sabes que no me gusta el fútbol. Pero no quiero que por mí dejes de verlo, así que, por esta noche, vete tranquilo. Me las arreglaré.
—Ni hablar. Lo primero es lo primero.
—No se hable más, Richard, nada puede ocurrirme en una noche de Premier League. Vete a casa y disfruta del partido con tu familia —ordenó sonriente.
—La verdad es que se lo agradezco mucho, profesor, pero…
—¡No se hable más! —insistió.
—Bien. Le llamaré esta noche, si no le importa. Entonces, hasta mañana. ¡Y gracias de nuevo!
Fevzi Kenan se quedó solo recogiendo sus cosas.
Desde la calle, tan sólo la ventana del despacho de su cátedra permanecía iluminada. No tardó mucho en estar también oscura, poco después de que Richard abandonara la Universidad.
Minutos después, Fevzi cruzaba Davies Street, tan absorto en sus cavilaciones que un taxi de los del siglo pasado tuvo que pisar a fondo el freno para no llevárselo por delante.
—¡Idiota! —gritó el taxista.
—¡Yo también te quiero! —respondió Fevzi.
El gentío se aglomeraba en los pubs para ver el partido entre el ondear de banderas y bufandas rojiblancas.
A pesar de no compartir tal afición, a Fevzi le gustaba saborear esos ambientes. «El fútbol es todo un fenómeno social; el mejor antidepresivo, y un gran vehículo para unir a gente de distinta condición», solía decir.
Acabó en una esquina de Oxford Street, sentado en el extremo de la barra de un
steack house
, uno de los pocos lugares de Londres invadido por seguidores del Manchester United, rivales de la hinchada local. En el único lugar que había quedado libre, porque no tenía una buena panorámica de la pantalla de cristal líquido que, colgada en una de las paredes, transmitía el partido.
Sudor y fanatismo se mezclaban entre el griterío y el vaivén de bandejas repletas de jarras de cerveza. Ajeno al furor futbolístico que imperaba, colocó la copia impresa del pergamino junto a su plato, para contemplarlo entre bocados de ternera.
Poco quedaba ya del bistec cuando aumentaron el bullicio y la algarabía, dado el inmediato lanzamiento de una falta directa desde fuera del área. Fevzi no pudo evitar levantar la mirada del grabado, sin abandonar la amplia sonrisa con la que contemplaba a todos.
Entonces quedó cegado por el destello de los faros de uno de los típicos autobuses de dos pisos, que circulaba por una calle transversal.
Sus focos atravesaron la cristalera del establecimiento, donde se hallaba colgada una bandera con el escudo del Manchester United, que desde dentro Fevzi vio en su forma inversa, aunque sólo su parte superior, ya que el resto le quedaba tapado por el público.
Fevzi dejó de sonreír. Se quedó con la mirada fija en la portalada, mientras la luz del autobús incidía en ella, a la espera de que el semáforo le diera paso.
Era el único que no miraba hacia el televisor en un momento tan crucial del juego.
Al unísono, resonó estruendoso un único grito: «¡Gooooooool!».
El bar se convirtió en un mar de abrazos y saltos, zarandeos, gritos y brindis.
El turco permaneció impasible y serio; parecía retar a la puerta, a la luz, a aquel escudo inverso.
—¡Dios mío! —musitó. A primera vista le pareció leer RESET MNAC, es decir, reiniciar, reinventar el MNAC, el Museo Nacional de Arte de Catalunya. Confuso, lo interpretó como una señal—. La fragata. La fragata, bajo su velamen, señala hacia el lado opuesto… —murmuraba—. Desde sus tres mástiles, tres torres, tres campanarios… ¡Santo Dios! —exclamó.
Dejó un billete sobre la barra y entre apretujones abandonó el recinto, ansioso por llegar cuanto antes a su domicilio.
—¡Otro del Chelsea! —rezongó el camarero al recoger el dinero.
No tardó mucho en llegar; su vivienda, en Bryanston Street, no distaba demasiado de la Universidad. Parecía faltarle aire cuando puso en marcha su ordenador.
—Vamos, vamos… —alentaba el inicio de su PC, y lamentaba no haber comprado otro con un procesador más rápido.
Poco después aparecía el Google Earth en su pantalla. Se ubicó entre Erill La Vall, Boí y Sant Climent de Taüll. Se acercó al máximo a sus iglesias, y en cada uno de sus campanarios añadió una marca de posición.
Se alejó a una distancia que le permitiera unirlos por una línea.
—Sí —susurró—, los tres trazan una recta perfecta, orientada hacia el sureste.
Se alejó más; se abrió el mapa de Catalunya, España, Francia, Italia, el Magreb. No era necesario alejarse más. Extrapoló la misma línea con idéntica orientación, y comprobó lo que presumía: su destino no era Roma.
La técnica ayuda. ¡Y cómo! La informática llevaba años aliada a su profesión, hasta convertirse en la mejor herramienta. Y no ignoraba que ésta hace buenos a los mediocres y excelentes a los buenos. Pero de similar manera, no utilizarla puede convertir en vulgar lo sublime.
Así pudo constatar que la leyenda popular era falsa: la línea que une las tres iglesias no apunta a la Santa Sede.
Pero si esa curiosa configuración de los campanarios del Valle pretendía apuntar a algún lugar, ¿hacia dónde sería?, se preguntó.
Por hallar la respuesta, continuó alejándose hasta que la línea llegase a un escenario coherente. El trazo señalaba sin duda a Tierra Santa, a los primeros cristianos, muy lejos de allí donde se creía.
Era inevitable que se planteara la cuestión: ¿cuál podría ser la razón por la que en la Edad Media, el Valle de Boí dejara una señal monumental de su relación con Tierra Santa?
Esa pregunta y sus consecuencias se agolpaban en su cerebro, y lo mantuvieron desvelado gran parte de la noche, hasta quedar rendido de agotamiento, con el rostro pegado a su mesa de trabajo.
Aunque cansado, Fevzi fue fiel a su promesa y remitió de madrugada un informe. Tras imprimirlo, el profesor se conectó a las nueve, puntual como habían quedado, para entablar contacto, que empezó Fevzi: «¿Sorprendido? Esto me ha costado toda la noche, aunque el resultado es muy gratificante».
El profesor, sin ganas de atender al contenido del dossier, desvió el tema: «Fevzi, los acontecimientos se han desbordado. Arnau y su compañera Berta han sido detenidos mientras ayer hablábamos tú y yo; he pasado la noche fuera de casa».
A los pocos segundos entró la respuesta: «Francesc, debes cuidarte y protegerte. Piensa en ti. Sólo en ti».
El profesor prosiguió su conversación virtual: «He visto un policía tatuado con la cruz de la Orden de la Divina Sepultura, con la inscripción
Maiestas lo Vult
».
A lo que Fevzi respondió: «Desconfía de todo. Si necesitas ayuda, puedo hacértela llegar».
«Gracias, amigo.» Las trémulas manos del profesor apenas podían teclear: «Fevzi, siento pánico. Voy a estudiar tu informe y seguimos en contacto. Un abrazo».
«No temas; cree —dijo Jesucristo—. Cuídate.» Fueron las palabras de despedida de Fevzi.
«Informe KENAN 101107»
Primer análisis de hallazgo de documentación medieval. (Pendiente de catalogación)
FICHA TÉCNICA
FECHA DEL HALLAZGO: Octubre de 2010.
LUGAR: Boí, Valle de Boí, Lleida, España.
OBJETO: pergamino.
AUTOR: desconocido.
TÍTULO DE LA OBRA: desconocido.
MEDIDAS: se desconocen. Aproximadas 25 × 20 cm.
COLOR: —
LUGAR DE EXPOSICIÓN: desconocido.
PROPIEDAD: señor Arnau Miró. Hotel Kabalega, Butiaba, Uganda.
BASE / TEXTURA: pergamino.
OTRAS OBSERVACIONES: pendientes de análisis.
OTROS DATOS RELEVANTES: sus formas y su contenido parecen relacionarlo con el Pantocrátor de Sant Climent de Taüll. Algo que corroborarían acrósticos modernos aparecidos por otros medios, alrededor del hallazgo.
DATACIÓN: A falta de pruebas de Carbono 14 (pendiente en esta fecha - Universidad de Sevilla), los indicativos apuntan entre los siglos XII y XIII.
MOTIVOS Y OTROS ASPECTOS: de estilo románico, en el registro izquierdo se representa una figura femenina embarazada, en cuyo vientre aparece la almendra mística. En el centro, la inscripción
ECCE SANGUIS
,
LEGATUM MAGISTOR
: «He aquí la sangre, legado del Maestro», donde se destacan las siglas
ESLM
. Bajo ellas aparece una cruz cátara.En el registro derecho, junto a imágenes de familias, se suceden nombres femeninos:
ANA
,
MARÍA
,
LUCÍA
,
CHARITÉ
,
EULALIA
,
ASSUMPTIO
.COMENTARIO DE LA OBRA:
Ha permanecido escondida hasta la fecha. Descubrimiento casual, sin estudio previo.
Posible origen cátaro. Aparece junto a una flor de Jericó, quizás una forma alegórica de aludir a un mensaje próximo a Tierra Santa.
Algo que a mayor escala se identificaría con la configuración geográfica de tres de las iglesias del valle: Santa Eulalia de Erill, Sant Joan de Boí y Sant Climent de Taüll, que forman una línea recta perfecta, cuya prolongación apunta hacia Tierra Santa, considerando que en la Edad Media se creía que la Tierra era plana.
En Tierra Santa es donde se encuentra un paralelismo: el monasterio sirio de Deir Mar Musa. Redescubierto por un jesuita italiano en un reciente retiro espiritual, está decorado con frescos románicos de edad similar.
Deir Mar Musa fue construido por monjes griegos en el siglo VI; quinientos años más tarde, sus paredes se decoraron con maravillosas pinturas al fresco. En el siglo XIX fue abandonado a raíz de las tensiones políticas por las que pasó la zona, para redescubrirse en ruinas a finales del XX.
En su interior existen maravillosas creaciones de los siglos x a XIII, que evidencian sus raíces cristianas, aunque lejos de la influencia del credo romano; se comprueba una coexistencia pacífica de la cristiandad con otras religiones y culturas, y se ensalza el papel de la mujer y de la maternidad.
Deir Mar Musa rompe ciertas reglas del románico europeo:
a) No aparecen
Maiestas
.b) Se presenta como un lugar de encuentro, como una cultura de comunión ecuménica intercristiana, sin que pierda por ello su identidad siríaca ni sus vínculos católicos. Representa el intento de establecer una relación positiva entre cristianos y musulmanes, la colaboración interreligiosa e intercultural, incluso laica. Aparecen representados personajes de múltiples estratos sociales y distintas creencias, todos agrupados con un único objetivo: confraternizar.
c) El papel de la mujer se destaca especialmente: la proporción de mujeres que aparecen en los frescos es superior a la de los murales románicos occidentales similares.
Según el orden jerárquico, en la parte superior se presentan desdibujados dos personajes que parecen indicar el camino de la salvación; por debajo de ellos, los Santos Apóstoles. Aquí es donde surgen determinadas contradicciones:
En primer lugar, el papel de la Virgen María. Central, fundamental, junto a su marido, José, ambos por debajo del altar, que simboliza la Sagrada Palabra de su Hijo. Una pareja desde su vertiente humana que ofrece el fruto de su unión.
En segundo lugar, y no menos importante, la aparición de un número asombroso de apóstoles: catorce. En la parte central, los cuatro evangelistas con las Sagradas Escrituras en la mano. El resto sostiene documentos, quizás en reconocimiento de una atribución similar. Todos dirigen la mirada hacia el altar central.
Especial interés tiene el registro inmediato inferior izquierdo, en el cual se representan los cuatro apóstoles que podrían haber tenido descendencia: tres varones de luengas barbas blancas, carácter que los diferencia del resto, y una mujer con una «M» escrita en el manto que cubre sus cabellos. Es María, desde luego, pero no puede ser la madre de Cristo, ya representada en el centro. Todo apunta a que se trata de María Magdalena, compañera de Cristo, junto con la que fue su descendencia.
Esta expresión, que podría tener relación con el personaje del pergamino, se corresponde con María del Pantocrátor de Taüll. Embarazada en el pergamino, aunque inexistente en el Pantocrátor. La pérdida de ese fragmento, según el mensaje que podría transmitir, hace pensar que la obra pudiera haber sido parcialmente censurada.
El resto del mural de Deir Mar Musa representa a gentes de distintas creencias: ortodoxos, musulmanes, incluso militares, todos alrededor del mismo mensaje divino, de la misma mesa, del mismo altar.
En definitiva, el pergamino hallado, y su relación con Deir Mar Musa, podría mostrarnos un testimonio románico fiel, libre y cercano al mensaje de los primeros cristianos, lo cual entraría en colisión con determinados postulados católico-romanos como:
La relación del catolicismo con otras religiones.
El papel de la mujer en la Iglesia Católica.
La visión humana de los santos, su maternidad y paternidad, y, en consecuencia, la apertura de dudas acerca del celibato.
El reconocimiento de otros evangelistas aparte de los cuatro canónicos.
En especial, la posibilidad de que Jesucristo tuviera descendencia con María Magdalena.