—¿Tan antiguo es?
—Así de antiguo. Y precisamente estos tres inventos que acabamos de señalar, la brújula, la pólvora y la imprenta, fueron muy importantes para esa nueva época que llamamos Renacimiento.
—Eso me lo tienes que explicar mejor.
—La brújula facilitó la navegación, lo que significa que fue una importante base para los grandes descubrimientos. Lo mismo ocurrió en cierto modo con la pólvora. Las nuevas armas contribuyeron a que los europeos fueran militarmente superiores en relación con las culturas americanas y asiáticas. Pero también en Europa la pólvora tuvo mucha importancia. La imprenta fue importante en cuanto a la difusión de las nuevas ideas de los humanistas renacentistas, y también contribuyó a que la Iglesia perdiera su viejo monopolio como transmisora de conocimientos. Luego vinieron un sinfín de nuevos instrumentos; el catalejo por ejemplo, fue un instrumento importante para el desarrollo de la astronomía.
—¿Y finalmente llegaron los cohetes y las naves espaciales?
—Estás avanzando demasiado deprisa. Sin embargo es verdad que en el Renacimiento se inició un proceso que finalmente llevó al hombre a la luna. Y también, a Hiroshima y a Chernobil. Pero todo empezó con una serie de cambios en los campos cultural y económico. Un factor importante fue la transición de la economía en especie a la economía monetaria. Hacia finales de la Edad Media habían surgido ciudades con emprendedores artesanos y comerciantes con nuevas mercancías, con economía monetaria y banca. Así emergió una burguesía que fue desarrollando una cierta libertad en relación a los condicionamientos de la naturaleza. Las necesidades vitales se convirtieron en algo que se podía comprar con dinero. Esta evolución favorecía la dedicación, la imaginación y la capacidad creativa del individuo, que se vio enfrentado a unas exigencias completamente nuevas.
—Esto recuerda un poco a la forma en que surgieron las ciudades griegas dos mil años antes.
—Quizás sí. Te expliqué cómo la filosofía griega se desprendió de una visión mítica del mundo que iba asociada a la cultura campesina. De esa manera los burgueses del Renacimiento comenzaron a emanciparse de los señores feudales y del poder de la Iglesia. Esto ocurrió al mismo tiempo que se redescubría la cultura griega debido a unas relaciones más estrechas con los árabes en España y con la cultura bizantina en el este.
—Los tres ríos de la Antigüedad confluyeron en un gran rió.
—Eres una alumna muy atenta. Esto bastará como introducción al Renacimiento. Te hablaré de las nuevas ideas.
—Empieza cuando quieras, pero tengo que ir a casa a comer.
Alberto se volvió a sentar por fin en el sofá. Miró a Sofía a los ojos.
—Ante todo, el Renacimiento dio lugar a «una nueva ilusión del hombre». Los humanistas renacentistas tuvieron una nueva fe en el ser humano y en el valor del ser humano algo que contrastaba fuertemente con el énfasis que había puesto siempre la Edad Media en la naturaleza pecaminosa del hombre. Ahora se consideraba al ser humano como algo grande y valioso. Una de las figuras principales del Renacimiento se llamó Ficino. Él exclamo: «¡Conócete a ti misma, oh estirpe divina vestida de humano!». Y otro, Pico della Mirandola, escribió un Diálogo de la divinidad del hombre, algo que hubiera sido completamente impensable en la Edad Media, durante la cual únicamente se utilizaba a Dios como punto de partida. Los humanistas del Renacimiento pusieron al propio ser humano como punto de partida.
—Pero eso también lo hicieron los filósofos griegos.
—Precisamente por eso hablamos de un «renacimiento» del humanismo de la Antigüedad. No obstante, el Renacimiento se caracterizaba aún más por el «individualismo» de lo que se habían caracterizado las sociedades de la Antigüedad. No sólo somos personas, también somos individuos únicos. Esta idea podía conducir a un culto al genio. El ideal llegó a ser lo que llamamos «un hombre renacentista», expresión con la que se designa a una persona que participa en todos los campos de la vida, del arte y de la ciencia. Esta nueva visión del hombre también se manifestaba en un interés por la anatomía del cuerpo humano. Se volvió a disecar a muertos, como se había hecho en la Antigüedad, con el fin de averiguar la composición del cuerpo. Esto resultó ser muy importante tanto para la medicina como para el arte. En el arte volvió a aparecer el desnudo, tras mil años de pudor los hombres se atrevieron a ser ellos mismos. Ya no tenían que avergonzarse
—Suena como una especie de borrachera —dijo Sofía inclinándose sobre una pequeña mesa que había entre ella y el profesor de filosofía.
—Sin duda. La nueva visión del hombre trajo consigo un nuevo «ambiente vital». El ser humano no existía solamente para Dios. Dios había creado al hombre también para los propios hombres. De esta manera los hombres podían alegrarse de la vida aquí y ahora. Y en cuanto se permitió al ser humano desarrollarse libremente, éste tuvo posibilidades ilimitadas. La meta fue sobrepasar todos los límites. También ésta era una nueva idea en relación con el humanismo de la Antigüedad, que había señalado que el ser humano debería conservar la serenidad, la moderación y el control.
—¿Perdieron los humanistas del Renacimiento el control?
—Desde luego no fueron muy moderados. Tenían una especie de sensación de que el mundo despertaba de nuevo Así surgió una pronunciada conciencia de época. Fue en ese período en el que se introdujo el nombre «edad media» para denominar todos aquellos siglos entre la Antigüedad y su propia época. Hubo un florecimiento impresionante en todos los campos, tales como el arte y la arquitectura, la literatura, la música, la filosofía y la ciencia. Mencionaré un ejemplo concreto. Hemos hablado ya de la Roma de la Antigüedad, que tuvo los enorgullecedores apodos de «ciudad de las ciudades» y «ombligo del mundo». Durante la Edad Media la ciudad decayó, y en 1417 esa ciudad, que había tenido en la Antigüedad más de un millón de habitantes, ya sólo contaba con 17. 000.
—No muchos más de los que tiene Lillesand. Para los humanistas del Renacimiento, la reconstrucción de Roma se convirtió en un objetivo político y cultural. La obra más importante que se emprendió fue la edificación de la iglesia de San Pedro sobre la tumba del apóstol San Pedro. En lo que se refiere a esta iglesia difícilmente se puede hablar de moderación o control. Algunos de los principales personajes del Renacimiento participaron de alguna manera en ese enorme provecto de construcción. Desde 1506 y durante 120 años se llevaron a cabo las obras de la iglesia y aún tuvieron que pasar cincuenta años más hasta que la gran plaza de San Pedro estuvo acabada.
—¡Tiene que ser una iglesia enorme!
—De largo mide más de 200 metros, de alto 130 y tiene una superficie de más de 16.000 m2. Pero ya hemos dicho suficiente de la osadía de los renacentistas. También tuvo mucha importancia el hecho de que el Renacimiento trajera consigo un nuevo concepto de la naturaleza. El hombre se sentía bien con su existencia... dejo de considerar la vida en la Tierra como una mera preparación par a la vida en el cielo... y esto creo una nueva actitud ante el mundo físico. La naturaleza fue considerada como algo positivo, Muchos pensaban que Dios estaba presente en la Creación. Es infinito y por tanto también debe estar en todas partes. Tal interpretación se llama panteísmo. Los filósofos medievales habían subrayado ese enorme abismo que existe entre Dios y su Creación. Ahora se decía que la naturaleza era divina, o más aún, que era una «prolongación de Dios». Ideas nuevas como éstas no fueron siempre bien recibidas por la Iglesia. De eso tenemos un ejemplo dramático en lo que le sucedió a Giordano Bruno. No sólo declaró que Dios estaba presente en la naturaleza, sino que también dijo que el espacio era infinito. Y por ello le castigaron muy severamente.
—¿Cómo?
—Fue quemado en la plaza de las flores de Roma en el año 1600...
—¡Qué malos... ! ¡Y qué tontos... ! ¿Eso se llama humanismo?
—No, aquello no. El humanista era Bruno no sus verdugos. Pero durante el Renacimiento también floreció lo que podemos llamar el «antihumanismo», y con eso quiero decir un poder eclesiástico y estatal autoritarios. Durante esta época abundaron también los procesos contra las brujas y la quema de herejes. la magia y la superstición. las sangrientas guerras de religión y, cómo no, también la brutal conquista de América. No obstante, el humanismo siempre ha tenido un fondo oscuro; ninguna época es del todo buena o del todo mala. El bien y el mal constituyen dos hilos que atraviesan la historia de la humanidad. Y a menudo se entrelazan. Esto nos lleva al siguiente tema clave, que tiene que ver con el «nuevo método científico» que trajo también consigo el Renacimiento.
—¿Fue entonces cuando se construyeron las primeras fábricas?
—Todavía no. Pero el nuevo método científico fue una condición necesaria para toda la evolución técnica que tuvo lugar después del Renacimiento. Con «un nuevo método» quiero decir una actitud totalmente nueva ante lo que es la ciencia. Los frutos materiales de este nuevo método llegaron luego poco a poco.
—¿En qué consistía ese nuevo método?
—Consistía ante todo en investigar la naturaleza con los propios sentidos. Ya desde el siglo XIV había cada vez más voces
que advertían contra la fe ciega en las viejas autoridades. Tales autoridades podían ser los dogmas de la Iglesia así como la filosofía de la naturaleza de Aristóteles. También advertían del peligro de creer que los problemas pueden resolverse con una mera reflexión. Esa fe exagerada en la importancia de la razón había dominado durante toda la Edad Media. Ahora empezó a decirse que cualquier investigación de la naturaleza tenía que basarse en la observación, la experiencia y el experimento. Esto es lo que llamamos: «método empírico».
—¿Qué significa eso?
—Eso significa simplemente que uno basa sus conocimientos de las cosas en su propia experiencia: es decir, ni en papeles polvorientos ni en quimeras. También en la Antigüedad se hacía una ciencia empírica. Aristóteles, por ejemplo, recogió muchas e importantes observaciones sobre la naturaleza. Pero los «experimentos sistemáticos» constituían una completa novedad.
—No tendrían aparatos técnicos como los de hoy...
—Naturalmente no tenían ni calculadoras ni balanzas electrónicas. Pero tenían las matemáticas y balanzas de otro tipo. Se ponía gran énfasis en la importancia de expresar las observaciones científicas en un lenguaje matemático exacto. «Mide lo que se pueda medir, lo que no se pueda medir, hazlo medible», dijo Galileo Galilei, que fue uno de los científicos más importantes del siglo XVII. También dijo que «el libro de la naturaleza está escrito en un lenguaje matemático»
—¿Todos aquellos experimentos y mediciones abrieron el camino a los nuevos inventos?
—La fase primera fue un nuevo método científico, que abrió el camino a la revolución técnica. y el progreso técnico abrió el camino a todos los inventos que llegaron después. Podríamos decir que los hombres habían empezado a independizarse de las condiciones de la naturaleza. La naturaleza no era sólo algo de lo que el hombre formaba parte, sino algo que podía utilizar y aprovechar. «Saber es poder»... dijo el filósofo inglés Francis Bacon, subrayando de este modo la utilidad práctica del saber. Esto era algo nuevo. Los seres humanos comenzaron a intervenir en la naturaleza y a dominarla.
—Pero no solamente con fines positivos...
—No, por eso decíamos lo de los hilos buenos y malos que constantemente se entremezclan en todo lo que hace el hombre. La apertura técnica que se inició en el Renacimiento derivó hacia telares mecánicos y desempleo, medicinas y nuevas enfermedades, una mayor eficacia de la agricultura y un empobrecimiento de la naturaleza, electrodomésticos como lavadoras y frigoríficos, pero también contaminación y basuras. Teniendo en cuenta las grandes amenazas a que se enfrenta hoy en día el medio ambiente, muchos consideran el progreso técnico como un peligroso desvío de las condiciones de la naturaleza. Se dice que los hombres hemos puesto en marcha un proceso que ya no somos capaces de controlar. Otras almas más optimistas opinan que todavía vivimos en la infancia de la tecnología. Que es cierto que la civilización tecnológica ha tenido enfermedades infantiles, pero que poco a poco los hombres aprenderán a dominar la naturaleza sin, al mismo tiempo, amenazarla de muerte.
—¿Qué crees tú personalmente?
—Que quizás los dos puntos de vista tengan algo de razón. En algunas cosas los hombres deben dejar de intervenir en la naturaleza, en otras lo podemos hacer con ventaja. De lo que no cabe ninguna duda es de que no hay ningún camino que retorne a la Edad Media. Desde el Renacimiento el hombre ya no es sólo una parte de la Creación, sino que ha comenzado a intervenir directamente en la naturaleza y a formarla a su imagen y semejanza. Eso te dice algo sobre la maravillosa criatura que es el ser humano.
—Ya hemos estado en la luna. En la Edad Media nadie podía imaginar que eso fuera posible, ¿verdad?
—No, de eso puedes estar completamente segura. Y esto nos lleva a otro tema: «la nueva visión del mundo». Durante toda la Edad Media los hombres habían caminado bajo el cielo mirando hacia arriba al sol y a la luna, a las estrellas y a los planetas. Pero nadie había dudado de que la Tierra fuera el centro del universo. Ninguna observación había dado lugar a que se dudase de que la Tierra estaba quieta y que fuesen los cuerpos celestes los que daban vueltas alrededor de ella. A esto lo llamamos «visión geocéntrica del mundo» es decir, que todo gira alrededor de la Tierra. También la idea cristiana de que Dios dominaba sobre todos los cuerpos celestes contribuyó a mantener esta visión del mundo.
—Me gustaría que fuera así de sencillo
—Pero en 1543 salió un librito que se llamaba: Sobre las revoluciones de los orbes celestes escrito por el astrónomo polaco Copérnico, que murió el mismo día que salió el libro. Copérnico sostuvo que no era el sol el que giraba en orbita alrededor de la Tierra, sino al revés. Opinaba que esto era posible basándonos en las observaciones de que se disponía sobre los astros. El que los hombres hubieran pensado que el sol se movía en una órbita alrededor de la Tierra se debía simplemente a que la Tierra gira alrededor de su propio eje, decía. Señaló que todas las observaciones de los astros eran mucho más fáciles de comprender si se suponía que tanto la Tierra como los demás planetas se movían en órbitas circulares alrededor del sol. Es lo que llamamos «visión heliocéntrica del mundo», es decir, que todo gira alrededor del sol.