El prestigio (25 page)

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Authors: Christopher Priest

Tags: #Aventuras, Intriga

BOOK: El prestigio
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El hombre, preso de su locura, ¡cogió a Julia por los hombros, la tiró hacia atrás, le dio la vuelta y la empujó al suelo! Cayó pesadamente sobre los desnudos tablones del suelo, mientras yo, inmerso en la más profunda de las angustias, me levanté de la mesa sobre la cual había estado actuando e intenté alcanzarla. El atacante estaba entre nosotros.

Nugent lo cogió nuevamente, esta vez inmovilizándolo desde atrás, cruzándole los brazos en la espalda.

—¿Qué hago con él, señor? —gritó Nugent con valor.

—¡Arrójalo a la calle! —grité—. ¡No, espera!

La luz que entraba por la ventana caía directamente sobre su rostro. Detrás de él vi la imagen que más deseaba ver en aquel momento; mi querida Julia se estaba poniendo de pie una vez más. Enseguida me indicó que no estaba lastimada, por lo tanto desvié mi atención hacia el hombre.

—¿Quién es usted, señor? —le pregunté—. ¿Qué interés tiene por mis asuntos?

—¡Dile a tu rufán que me suelte! —masculló, respirando estentóreamente—. Luego me iré.

—¡Te irás cuando yo lo decida! —le dije. Di un paso para acercarme hacia él, y entonces lo reconocí—. Eres Borden, ¿no es cierto? ¡Borden!

—¡Eso no es cierto!

—¡Alfred Borden, el mismo! ¡He visto tu trabajo! ¿Qué haces aquí?

—¡Déjame ir!

—¿Qué problema tienes conmigo, Borden?

No me contestó, pero en cambio luchó violentamente contra Nugent, que lo tenía inmovilizado.

—¡Deshazte de él! —le ordené—. ¡Arrójalo a donde pertenece, a la cuneta!

Así fue hecho, y admirablemente, Nugent sacó arrastrando al infeliz de la habitación, y regresó solo unos minutos más tarde.

Para aquel entonces había cogido a Julia entre mis brazos y la tenía cerca de mí, tratando de asegurarme de que realmente no estaba lastimada, incluso después de haber sido arrojada al suelo tan brutalmente.

—Si te ha lastimado a ti o al bebé… —le susurré.

—No estoy herida —me contestó Julia—. ¿Quién era?

—Más tarde, mi querida —dije suavemente, porque tenía muy presente que todavía estábamos en medio de la arruinada sesión de espiritismo, con un cliente furioso o humillado, sus pobres niños, sus cuatro familiares y amigos adultos ahora visiblemente conmocionados.

Me dirigí a todos y les dije con la mayor dignidad y gravedad que pude reunir: —

Entienden que no puedo continuar, ¿verdad?

Mostraron su consentimiento.

Los niños fueron conducidos a otro sitio, y el señor L y yo nos reunimos en privado. Era realmente un hombre comprensivo e inteligente, y nos propuso inmediatamente que dejáramos todo tal como estaba en aquel momento, y que nos encontráramos nuevamente dentro de uno o dos días para decidir lo que haríamos.

Asentí agradecido, y después de que Nugent y yo hubiéramos transportado nuestros artefactos de regreso hasta el carro, nos pusimos en camino hacia nuestro hogar.

Mientras Nugent conducía, Julia y yo nos acurrucábamos juntos detrás de él en un estado de angustia e introspección.

Expresé mis sospechas mientras avanzábamos lentamente bajo la luz del creciente crepúsculo.

—Ése era Alfred Borden —expliqué—. Sé poco acerca de él, únicamente que es un mago, apenas distinguido en el negocio. Desde su interrupción he estado intentando acordarme de cómo lo conozco. Creo que debo haberlo visto actuar sobre algún escenario. No es una figura muy importante en nuestro campo. Tal vez estaba actuando en representación de otro.

Estaba hablando tanto para mí mismo como para Julia, intentando comprender al agresor, de manera que pudiera reconocerlo. Únicamente podía explicar su ataque contra mí en términos de celos profesionales. ¿Qué otro motivo podía existir? Éramos prácticamente extraños el uno para el otro, y a menos que hubiera un considerable agujero en mi memoria, nuestros caminos no se habían cruzado. Sin embargo, su comportamiento era el de un hombre embarcado en una misión de venganza.

Julia estaba encorvada a mi lado en el aire brumoso del atardecer. La interrogué muchas veces acerca de su salud, tratando de asegurarme de que no había sido lastimada a causa de la caída, pero ella simplemente dijo que estaba ansiosa por regresar a casa.

Al poco tiempo estábamos en Idmiston Villas, y la hice ir directamente a la cama.

Se la veía exhausta y preocupada, pero continuaba afirmando que todo lo que necesitaba era descansar. Me senté con ella hasta que se quedó dormida, y después de beberme un tazón de sopa preparado apresuradamente, y dar un ligero y energético paseo por las calles laterales locales para tratar de aclarar mi mente, regresé para escribir este informe del día.

Me he interrumpido dos veces para ver a Julia, y está durmiendo tranquilamente.

24 de noviembre de 1878

El peor día de mi vida.

27 de noviembre de 1878

Julia ha regresado ya del hospital y está en nuestro hogar, una vez más ella está durmiendo, y una vez más yo recurro a este diario, que es una fuente de distracción y consuelo temporal pobre e inadecuada.

En pocas palabras, Julia se despertó en las primeras horas del día 24. Estaba sangrando mucho y transida de dolor. Esto le provocaba una serie de punzadas, que la hacían gritar y retorcerse en agonía antes de darle un descanso temporal, y luego comenzaban nuevamente.

Me vestí de inmediato, desperté a mis vecinos, y le rogué a la señora Janson que abandonara su propia cama y se sentara con Julia mientras yo iba en busca de ayuda.

Accedió sin quejarse, y salí corriendo en medio de la noche. La suerte, si es que ésa es la palabra, estuvo brevemente conmigo. Me encontré con un taxista en su coche, aparentemente de regreso a su casa al final de una noche de trabajo, y le supliqué que me ayudara. Así lo hizo. En una hora Julia estaba en el Hospital St. Mary en Paddington, y los cirujanos realizaron el trabajo necesario.

Nuestro bebé se perdió; y yo casi pierdo a Julia también. Permaneció en la sala pública del hospital durante el resto del día, y los dos días siguientes hasta esta mañana, cuando por fin se me permitió recogerla.

Hay un único nombre que ha entrado ahora inesperadamente en mi vida, y es uno que nunca olvidaré. Es el de Alfred Borden.

3 de diciembre de 1878

Julia todavía está débil, pero dice que espera poder ayudarme con mis sesiones de espiritismo a partir de la semana que viene. Todavía no se lo he dicho, pero ya he decidido que nunca más correrá ningún riesgo. He puesto un anuncio una vez más para conseguir una asistente femenina. Mientras tanto, esta noche tengo una actuación escénica que llevar a cabo, y he tenido que revisar mi repertorio para organizar una presentación que no requiera de ninguna clase de asistencia.

11 de diciembre de 1878

Hoy me crucé con el nombre de Borden. Se anuncia como mago invitado en un espectáculo de variedades en Brentford. He comprobado eso con Hesketh Unwin, el hombre a quien he nombrado recientemente como mi agente, y me enteré, para mi satisfacción, de que Borden era el reemplazo de otro ilusionista que había caído enfermo de repente, y lo que motivó que la actuación de magia fuera desplazada desde el segundo lugar del programa hasta la tumba de todos los magos: ¡la primera presentación después del intervalo! Se lo enseñé a Julia.

31 de diciembre de 1878

Total de ingresos con la magia en 1878: 326 libras, 19 chelines y 3 peniques. De esto deben deducirse los gastos, incluyendo la contratación de Appleby y la de Nugent, la compra y el mantenimiento del caballo, la adquisición de trajes y de muchos de los artefactos.

1879-1891

12 de enero de 1879

Mi primera sesión de espiritismo del nuevo año, y la primera en la que fui asistido por Leticia Swinton. Leticia perteneció al coro del Alexandria y tiene mucho que aprender acerca de la profesión de la magia, pero tengo esperanzas de que mejore.

Cuando finalizó la sesión le pedí a Nugent que me llevara rápidamente de regreso a Idmiston Villas, donde he estado con Julia, contándole mi día.

Había una carta esperándome aquí. El señor L ha decidido, por ahora, que ya no necesita una sesión de espiritismo en su casa, pero que, tras considerar cuidadosamente lo que sucedió, ha decidido que debo cobrar todos los honorarios, tal como se había convenido. Su pago estaba adjunto.

13 de enero de 1879

Hoy Julia se encerró en el dormitorio, ignoró todas mis llamadas y todos mis ruegos y únicamente admitió a la criada, que le llevó un té y algo de pan. Hoy no tenía que trabajar, y había estado planeando estar en el taller, pero en vista del extraño humor de Julia sentí que debía quedarme en casa. Julia apareció después de las ocho de la noche, y no dijo nada acerca de lo que había hecho o por qué lo había hecho. Todo esto me ha dejado perplejo. Dice que ya no siente dolor, pero aparte de esto se niega a hablar acerca de lo que sucedió.

15 de enero de 1879

Nugent, Leticia Swinton y yo realizamos una sesión de espiritismo esta tarde. Ya se ha convertido en algo rutinario para mí, siendo las únicas novedades: primero, la inevitable necesidad de trabajar con una asistente nueva en el mundo de la magia, segundo, las particulares circunstancias de cualquier pérdida a la que esté asistiendo, y, tercero, la disposición física de la habitación en la que tiene lugar la sesión. Estas dos últimas generalmente no presentan ningún tipo de problema para mí, e incluso Leticia está demostrando ser una alumna rápida.

Cuando regresábamos después de finalizar la sesión, le pedí a Nugent que me dejara en la zona Oeste de Londres. Caminé hasta el Teatro Empress en High Holborn, compré una entrada y me senté en los profundos escondrijos de la platea de atrás.

La presentación de Borden estaba en la primera mitad del programa, y observé atentamente lo que hacía. Realizó siete trucos de distintas clases, y, de entre éstos, hay tres de los cuales desconozco su explicación. (¡Para mañana a la noche las tendré!). Es un mago bastante bueno, y realizó sus trucos sin ningún problema, pero por alguna razón se dirige al público con un acento francés muy poco convincente.

¡Me hizo desear zaherirlo como a un impostor!

Sin embargo, debo esperar el momento oportuno. Quiero que mi venganza sea dulce.

Cuando regresé Julia estuvo muy poco comunicativa conmigo, y aun después de que le contara lo que había estado haciendo permaneció comportándose fríamente.

¡Oh, Julia! ¡Tú no eras así antes de aquel día!

19 de enero de 1879

Los dos lloramos la pérdida del niño que nunca conocimos. El dolor de Julia es tan profundo, está tan en el fondo de su ser, que a veces hasta parece no darse cuenta de que estoy con ella en la misma habitación. Yo soy igual de infeliz, pero tengo mi trabajo para distraerme. Ésta es la única diferencia entre nosotros.

La última semana me he dedicado a perfeccionar mi magia, intentando, a través de un esfuerzo intensivo, lanzarme nuevamente en mi pretendida profesión. Para esto:

He ordenado mi taller, he tirado un montón de trastos a la basura, he reparado y pintado nuevamente varias de las ilusiones, y en general he convertido al taller en un lugar práctico donde puedo prepararme y ensayar correctamente.

He comenzado una discreta investigación a través de la oficina de Hesketh Unwin, y a través de otros contactos que tengo en el mundo de la magia, para que un
ingénieur
trabaje conmigo. Necesito asistencia experta; de esto no cabe ninguna duda.

Me he organizado un programa de prácticas, el cual respeto absolutamente: dos horas cada mañana, dos horas cada tarde y (si el tiempo con Julia me lo permite) una hora cada noche. Los únicos descansos que me permito son aquellos que debo realizar forzosamente cuando realmente estoy trabajando.

He encargado nuevos trajes para mí y para Leticia, para darle a la presentación un refinamiento profesional.

Finalmente, me he prometido a mí mismo abandonar las sesiones de espiritismo tan pronto como pueda permitírmelo. Mientras tanto, estoy aceptando tantas como tiempo pueda encontrar para realizarlas, porque son mi único medio seguro para ganarme la vida. Mis responsabilidades financieras son inmensas. Tengo que pagar el alquiler, conseguir la renta del taller y la del establo, pagar los sueldos de Nugent y Leticia, y pronto el de mi nuevo
ingénieur
también…, así como mantener la casa y alimentarnos a Julia y a mí.

¡Todo esto debe ser pagado por los crédulos desconsolados!

(Esta noche, sin embargo, otra representación teatral).

31 de diciembre de 1879

Total de ingresos de la magia en 1879: 637 libras, 12 chelines y 6 peniques.

Antes de deducir los gastos.

31 de diciembre de 1880

Total de ingresos de la magia en 1880: 1.142 libras, 7 chelines y 9 peniques.

Antes de deducir gastos.

31 de diciembre de 1881

Total de los ingresos de la magia en 1881: 4.777 libras, 10 chelines y 0 peniques.

Antes de deducir los gastos. 1881 es el último año en el cual dejo constancia aquí de mis ganancias. Estos doce últimos meses han sido bastante exitosos para mí, y me han permitido comprar la casa en la cual, hasta ahora, habíamos simplemente alquilado nuestra habitación. Ahora ocupamos todo el edificio, y contamos con personal doméstico compuesto por tres personas. El desasosiego que me acosaba cuando era más joven está dirigido fructíferamente hacia la energía de la actuación, y puedo decir en alto que soy probablemente el ilusionista más buscado de Gran Bretaña. Mis representaciones diarias para el año que viene ya están completas.

2 de febrero de 1891

Hace diez años dejé este diario a un lado, con la intención de no reabrirlo nunca más, pero los humillantes acontecimientos que sucedieron durante las primeras horas de esta noche en el Teatro de variedades Sefton en Liverpool (desde donde estoy regresando a Londres
en train
mientras escribo esto) deben quedar registrados.

Como hace tanto tiempo que no escribo en mi diario, estas hojas sueltas tendrán que ser suficiente esta noche ya que me encuentro sin mi cuaderno y mi sistema de archivos.

Estaba en la segunda parte de mi presentación, aproximándome hacia lo que es actualmente el clímax de mi actuación. Éste es la «Fuga bajo el agua», un efecto que combina fuerza física, una cierta cantidad de riesgo controlado y un poco de magia.

El truco comienza cuando me atan a una sólida silla de metal, aparentemente sin posibilidad alguna de escapar. Para llevar esto a cabo invito a un comité de seis voluntarios a subirse al escenario; éstos son auténticos miembros del público, no han sido previamente colocados, pero Ernest Nugent y mi
ingénieur
Harry Cutter sí que vigilan todo lo que se hace.

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