Con el comité sobre el escenario, entablo con ellos una conversación humorística, llena de bromas, en parte para relajarlos, y en parte para distraer al público mientras Ellen Tremayne (mi actual asistente; hace mucho que no escribo aquí) comienza «La cuerda Jacoby».
Esta noche, sin embargo, apenas acababa de sentarme en la silla, ¡cuando me di cuenta de que Alfred Borden era uno de los del comité! ¡Era el sexto hombre! (Harry Cutter y yo utilizamos códigos para identificar y colocar a los voluntarios sobre el escenario. El sexto hombre es colocado lo más lejos posible de mí durante estas etapas de preparación, y su tarea es la de sostener un extremo de la cuerda). Esta noche Borden era el sexto hombre, ¡a tan sólo uno o dos metros de distancia de mí!
¡El público nos estaba observando a todos! ¡El truco ya había comenzado!
Borden representó bien su papel, moviéndose torpemente y con una vergüenza bien fingida, por la pequeña parte del escenario que le había sido asignada. Nadie del público hubiera podido adivinar que es un mago casi tan experto como yo. Cutter, aparentemente sin darse cuenta de quién era, colocó a Borden en su sitio. Mientras tanto, Ellen Tremayne estaba rodeando mis dos manos con la cuerda y atando mis muñecas a los brazos de la silla. En aquel momento mis preparaciones salieron mal, porque mi atención estaba centrada en Borden. Para cuando se les habían dado los extremos de la cuerda a otros dos voluntarios y se les habían dado instrucciones de atarme a la silla tan fuertemente como fuera posible, ya era demasiado tarde. Bajo la potente luz de los focos, me encontré atado sin poder hacer nada.
En medio de un redoble de tambores fui izado por la polea hacia el espacio vacío que había sobre el tanque de cristal, y quedé colgando y girando al final de la cadena como si fuera una indefensa víctima de la tortura. En realidad esta noche lo era, pero durante una representación normal, en esta etapa ya hubiera liberado mis muñecas, y colocado mis manos hacia una posición desde la que pudiera liberarlas instantáneamente. (El hecho de girar con la cadena es una tapadera efectiva para los necesariamente rápidos movimientos que debo realizar con los brazos mientras me libero). Esta noche, con los brazos atados a la silla sin poder moverlos, lo único que podía hacer era mirar fijamente hacia abajo, preso del horror, a la fría y expectante agua.
Unos segundos más tarde, de acuerdo con el plan, fui sumergido dentro de ella provocando un desbordamiento del agua cuyas gotas rociaron el escenario. Mientras el agua me tapaba la cabeza intenté, por medio de expresiones faciales, hacerle señas a Cutter para que entendiera que me encontraba en un aprieto, pero él ya estaba ocupado bajando el telón que ocultaba el tanque.
Inmerso en una semioscuridad, medio girado en la silla, atado de manos y pies, y completamente sumergido en el agua fría, comencé a ahogarme…
Mi única esperanza era que el agua aflojara un poco la cuerda (parte de mis preparaciones secretas, en caso de que los voluntarios hayan atado los nudos secundarios demasiado ajustados para una fuga oportuna), a pesar de que yo sabía que el mínimo movimiento extra que esto permitiría no sería suficiente para salvarme esta noche.
Tiré insistentemente de las cuerdas, sintiendo ya la presión del aire en mis pulmones, desesperado por salir de mi interior y dejar que el agua mortal me inundara y me llevara…
Sin embargo, aquí estoy escribiendo esto. Evidentemente escapé.
No estaría vivo para escribir si no fuera, irónicamente, por la propia intervención de Borden. Se le fue la mano, no pudo resistir regodearse conmigo.
Ésta es una reconstrucción de lo que debe haber ocurrido en el escenario, oculto para mí detrás del telón.
En una actuación normal, todo lo que puede verse sobre el escenario es el comité de seis personas de pie reunidas alrededor del telón que rodea al tanque. Ellos, al igual que el público, no pueden ver lo que yo estoy haciendo. La orquesta toca un popurrí animado, en parte para hacer tiempo, y en parte para disfrazar cualquier sonido que yo no pueda reprimir mientras realizo mi fuga. Pero el tiempo pasa, y pronto ambos, el comité y el público, comienzan a sentirse inquietos por todo el tiempo que ha transcurrido.
La orquesta también se distrae, y la música desaparece. Se hace un silencio anticlimático. Harry Cutter y Ellen Tremayne suben corriendo ansiosamente al escenario, como en respuesta a la emergencia, y el público realiza un alboroto de preocupación. Con la ayuda del comité, Cutter y Ellen arrancan el telón que ocultaba al tanque, para dejar ver…
… ¡La silla todavía se encuentra en el agua! ¡Las cuerdas todavía se encuentran atadas a su alrededor! ¡Pero yo no estoy allí!
Mientras el público ahoga un grito de sorpresa yo aparezco espectacularmente. En general salgo desde los bastidores, pero si tengo tiempo prefiero anunciarme en el medio del auditorio. Corro hacia el centro del escenario, hago una reverencia y me aseguro de que todos noten que mis ropas y mis cabellos están absolutamente secos…
Esta noche Borden estaba allí para arruinarlo todo y, tal vez sin darse cuenta, para salvarme de un final mortal. Mucho antes de que el truco estuviera llegando a su fin, afortunadamente mucho antes, y mientras la orquesta todavía tocaba, abandonó la posición sobre el escenario donde lo había colocado Cutter, ¡y fue a zancadas hasta el telón y lo arrancó!
Fui consciente de esto por primera vez cuando me bañó un rayo de luz brillante.
Miré hacia arriba con inmensa e inesperada esperanza, ¡mientras lo último que quedaba de aire en mis pulmones subía burbujeando hasta mis ojos! Entonces sentí que mis plegarias habían sido escuchadas, que Cutter había interrumpido la actuación para salvarme la vida. No importaba nada más en aquel segundo de rebosante esperanza. Lo que vi, a través de las horrorosas distorsiones del agua arremolinada y el cristal reforzado, ¡fue el semblante burlón del más temido de mis enemigos! Se inclinó hacia delante, presionando su rostro triunfalmente contra el tanque.
Sentí que perdía el conocimiento, creí que estaba al borde de la muerte.
Después hay un espacio en blanco. Cuando volví a estar consciente estaba acostado sobre un duro suelo de madera, sumido en una semioscuridad, congelándome, y había rostros a mi alrededor que me observaban. Estaban tocando música cerca de donde yo me encontraba, dejándome sordo mientras el agua salía a borbotones por mis orejas. Podía sentir el suelo moverse hacia arriba y hacia abajo rítmicamente. Estaba entre bastidores, sobre el suelo de uno de los huecos en donde están las cuerdas junto al escenario. Cuando levanté la cabeza vi, desenfocado y borroso, el escenario bien iluminado a unos pocos centímetros de distancia, donde el coro estaba pisoteando los tablones, mientras el
coryphée
andaba pavoneándose al compás de la picante melodía que provenía del foso de la orquesta. Gemí aliviado, cerré los ojos y dejé que mi cabeza se apoyara nuevamente sobre el suelo. Cutter me había arrastrado hasta ponerme a salvo, de alguna manera me había devuelto la respiración, y había concluido el humillante espectáculo.
Poco después fui llevado hasta el salón verde, donde empecé a recuperarme.
Durante media hora me sentí tan miserable como nunca me había sentido en mi vida, pero en general soy fuerte y tan pronto como pude respirar sin ahogarme con el agua que había en mis pulmones, rápidamente me sentí mucho mejor. Todavía eran horas razonablemente tempranas de la noche, y yo creía fervientemente (y aún creo, mientras escribo) que tenía tiempo de sobra para regresar al escenario e intentar realizar mi truco una vez más, antes de que terminara el espectáculo. No se me permitió hacerlo.
En lugar de eso, al realizar un triste análisis de la arruinada actuación, convoqué a Ellen, Cutter y Nugent en mi camerino. Acordamos encontrarnos dentro de dos días en mi taller de Londres para mejorar el método de la fuga, para que mi vida nunca más corriera peligro. Finalmente mis tres partidarios incondicionales me condujeron hasta la estación, quedaron satisfechos de mi bienestar mental y físico, y luego regresaron al hotel donde todos habíamos planeado quedarnos.
Por mi parte, únicamente ansío un rápido regreso a Londres para ver a Julia y a los niños, ya que el incidente, cuyo enfrentamiento me hizo sentir una muerte segura, me ha dado muchas ganas de estar con ellos. Este tren no llegará a Euston hasta justo antes del amanecer, pero tendré la oportunidad de verlos antes de lo que sería posible de cualquier otra manera.
Irónicamente, lo que no me ha permitido continuar escribiendo en este diario ha sido la satisfacción doméstica a la que ahora me apresuro a regresar, y acerca de la cual podría haber escrito volúmenes o (tal como ocurrió) nada. Durante gran parte de la década pasada, he sido no solamente exitoso en mi carrera, sino sorprendentemente feliz en casa.
A principios de 1884, Julia, por fin y después de mucho tiempo, se quedó embarazada una vez más, y a su debido tiempo tuvo sin problemas a nuestro hijo Edward. Dos años después llegó la primera de mis hijas, Lydia, y, el año pasado, tardíamente pero para nuestro regocijo, nació nuestra bebé Florence.
Comparado con todo esto, la disputa con Borden ha adoptado proporciones triviales. Es cierto, nos hemos gastado bromas pesadas el uno al otro durante todos estos años. Es cierto, el espíritu oculto detrás de ellas muchas veces ha sido malicioso.
Es cierto, yo he demostrado poseer tanta malicia como él, y de esto no estoy para nada orgulloso. No es ninguna coincidencia que ninguna de estas hazañas me hiciera pensar que valía la pena reabrir el diario.
Hasta esta noche, sin embargo, Borden y yo no habíamos puesto en peligro la vida de ninguno de los dos.
Una vez, hace años, Borden fue directamente responsable de la pérdida de mi primer hijo. A pesar de que mi instinto en aquel entonces era uno de venganza, al pasar los meses mi furia murió lentamente, y en cambio me satisface a mí mismo con un número de represalias en su contra, diseñadas únicamente para avergonzarlo o para confundirlo al realizar un truco justo en el momento en el que menos lo disfrutaba.
Por su parte, ha tenido unos pocos momentos de inesperada venganza para conmigo, aunque ninguno, puedo asegurar, tan astutamente diseñado como los míos para con él.
Lo que sucedió esta noche ha subido forzosamente nuestra disputa a un nuevo nivel. Intentó matarme; es tan simple como eso. Es un mago; sabe cómo deben atarse las cuerdas para asegurar una liberación rápida y segura.
Ahora quiero vengarme nuevamente. Espero y rezo para que el tiempo pase rápido, para que calme mis sentimientos, para que me traiga sentido común y cordura y calma, ¡y para que no actúe tal como me siento esta noche!
4 de febrero de 1892
Anoche vi algo extraordinario. Hay un científico llamado Nikola Tesla de visita en Londres, y las extravagantes declaraciones que realiza fueron la comidilla de la ciudad la semana pasada. Se estuvo hablando de verdaderos milagros y varios periódicos informados reportaron que el futuro del mundo estaba en las manos de Tesla. Las entrevistas que concedió, y los artículos que se han escrito acerca de su trabajo, son incapaces de explicar por qué debería ser así. Se insiste en que su trabajo debe verse demostrado para comprender su importancia.
Por lo tanto ayer, arrastrados por la curiosidad, yo y varios cientos de personas más exigimos a voces en las puertas de la Institución de Ingenieros Eléctricos poder ver al gran hombre en acción.
Lo que presencié fue un emocionante, alarmante y más que nada incomprensible despliegue de poderes eléctricos. El señor Tesla (quien habló un excelente inglés americano, casi sin rastro alguno de sus raíces europeas) es socio del inventor Thomas Edison. Para los londinenses de ideas más avanzadas la utilización de la energía eléctrica para la iluminación se está convirtiendo en algo de todos los días, pero Tesla fue capaz de mostrar que tiene muchos otros usos.
Observé sus sensacionales experimentos sin cuestionar absolutamente nada, deslumbrado e impresionado. Muchos de sus efectos son asombrosos, y muchos más resultan ser profundamente misteriosos para un profano en la materia como yo.
Cuando Tesla hablaba, lo hacía con el tono que utiliza un evangelista. Más que sus brillantes y chispeantes explosiones de luz, sus palabras visionarias me entusiasmaron más que nada de lo que había escuchado hasta aquel momento. Es verdaderamente un profeta de lo que el siglo que viene nos depara. Una red mundial de estaciones eléctricas generadoras, la energía eléctrica a disposición tanto de los humildes como de los poderosos, transmisiones instantáneas de energías y materia desde una parte del mundo hasta la otra, ¡el propio aire vibrando con la esencia del éter!
Extraje una importante verdad de la presentación del señor Tesla. Su espectáculo (porque no fue nada más que esto) tuvo un extraño parecido con el de cualquier buen ilusionista; el público no necesitaba entender los medios para disfrutar de los efectos.
En pocas palabras, el señor Tesla describió muchas teorías científicas. Mientras que pocos de los que se encontraban entre aquel público entendían algo más que los conceptos más básicos, a todos nosotros se nos ofreció una convincente visión del futuro.
He escrito a la dirección que Tesla suministró, y he solicitado copias de sus apuntes explicativos.
4 de abril de 1892
He estado ocupado preparándome para mi gira europea, la cual comienza en la segunda mitad de este verano, y no he tenido mucho tiempo para otras cosas. Para completar la anotación anterior de febrero, sin embargo, quisiera agregar que después de un tiempo recibí los apuntes explicativos del señor Tesla, pero no pude entender nada de ellos.
15 de septiembre de 1892
En París.
Me han aclamado en Viena, en Roma, en París, en Estambul, en Marsella, en Madrid, en Monte Carlo…, sin embargo, ahora que todo esto queda atrás, únicamente ansío ver a mi amada Julia una vez más, y a Edward y a Lydia, y por supuesto a mi pequeña Florence. Desde que pasamos nuestro fin de semana juntos aquí en París hace dos meses, solamente he tenido cartas para animarme con noticias de mi preciosa familia. Dentro de dos días, si el barco sale a tiempo, y los trenes son puntuales, debería estar en casa y poder descansar finalmente.
Todos estamos exhaustos, aunque principalmente debido a los interminables recorridos del viaje y a la vida en los hoteles, más que por las exigencias de vida sobre el escenario europeo. Pero en general ha sido un éxito con mucha repercusión.